DESPERTAR AL AMOR

miércoles, 18 de mayo de 2011

18 MAYO: El Cielo es la alternativa por la que me tengo que decidir.

AUDIOLIBRO 



 

EJERCICIOS



El Cielo es la alternativa por la que me tengo que decidir.

1. En este mundo, el Cielo es algo que se elige porque en este mundo se cree que hay alternativas entre las que se puede elegir. 2Pensamos que todas las cosas tienen un opuesto y que elegimos lo que queremos. 3Si el Cielo existe tiene que haber también un infierno, pues es mediante contradicciones como construimos lo que percibimos y lo que pensamos que es real.

2. La creación no conoce opuestos. 2Pero aquí, la oposición es parte de lo que es "real". 3Esta extraña percepción de la verdad es lo que hace que elegir el Cielo parezca ser lo mismo que renun­ciar al infierno. 4En realidad no es así. 5Mas lo que es verdad en la creación de Dios no podrá ponerse de manifiesto aquí hasta que no se refleje en alguna forma que el mundo pueda entender. 6La verdad no puede arribar allí donde sólo podría ser percibida con miedo. 7Pues esto constituiría el error de que la verdad puede ser llevada ante las ilusiones. 8La oposición le niega la bienvenida a la verdad y ésta no puede hacer acto de presencia.

3. Elegir es obviamente la manera de poder escapar de lo que aparentemente son opuestos. 2Tomar una decisión permite que uno de los objetivos en conflicto se convierta en la mira de tus esfuerzos y en lo que empleas el tiempo. 3Si no tomas una deci­sión, desperdicias el tiempo y tus esfuerzos se disipan. 4Éstos son en vano y el tiempo pasa de largo sin que te resulte provechoso. 5No tienes la sensación de haber logrado algo, pues no has conse­guido nada ni aprendido nada.

4. Es necesario que se te recuerde que aunque crees enfrentarte a miles de alternativas, en realidad sólo hay una. 2E incluso ésta tan sólo aparenta ser una alternativa. 3No te dejes confundir por todas las dudas que una miríada de decisiones produciría. 4Tomas solamente una. 5Y una vez que la has tomado, percibes que no fue una decisión en absoluto, 6pues sólo la verdad es ver­dad y nada más lo es. 7No hay opuesto que se pueda elegir en su lugar. 8No hay nada que pueda contradecir la verdad.

5. Toda decisión está basada en lo que se ha aprendido. 2Y la verdad no es algo que se pueda aprender sino tan sólo reconocer. 3En este reconocimiento reside su aceptación, y al aceptarse, se conoce. 4Mas el conocimiento se encuentra más allá de los objeti­vos que nos proponemos enseñar dentro del marco de este curso. 5Nuestros objetivos son objetivos de enseñanza que se logran al aprender cómo alcanzarlos, qué son y qué te ofrecen. 6Tus deci­siones son el resultado de lo que has aprendido, pues se basan en  lo que has aceptado como la verdad con respecto a lo que eres y a lo que son tus necesidades.

6. En este mundo de enajenante complejidad el Cielo parece ser una alternativa en lugar de lo que meramente es. 2De todas las decisiones que has tratado de tomar, ésta es la más sencilla, la definitiva, el prototipo del resto y la que hace que sea innecesario tomar todas las demás. 3Incluso si éstas ya se hubiesen resuelto, aquella seguiría sin resolver. 4Mas cuando la resuelves, las demás se resuelven con ella, pues todas las decisiones parecen ser dife­rentes precisamente para ocultar la verdadera decisión que tienes que tomar. 5He aquí la última y única alternativa mediante la cual se acepta o se niega la verdad.

7. Así pues, hoy comenzamos a examinar la decisión que el tiempo tiene como fin ayudarnos a tomar. 2Tal es su santo propó­sito, diferente ahora del que tú le habías conferido: ser un medio para demostrar que el infierno era real, que toda esperanza acaba en desesperación y que la vida misma finalmente sucumbirá ante la muerte. 3Pues sólo con la muerte se reconcilian los opuestos, ya que poner fin a la contradicción es morir. 4Y así, se considera que la salvación es la muerte, pues la vida se ve como un conflicto.5Resolver el conflicto es, por lo tanto, poner fin a tu vida.

8. Estas creencias descabelladas pueden llegar a arraigarse pro­fundamente y de manera inconsciente, y atenazar a la mente con un terror y una ansiedad tan intensos que le resulta imposible abandonar las ideas que tiene acerca de su propia seguridad. 2Tiene que ser salvada de la salvación, sentirse amenazada para estar a salvo y armarse de una coraza mágica que la proteja de la verdad. 3Y estas decisiones se toman de manera inconsciente para mantenerlas convenientemente protegidas y para que no se puedan cuestionar, someter al escrutinio de la razón o dudar de ellas.

9. El Cielo es algo que se elige conscientemente. 2La elección no puede llevarse a cabo hasta que no se hayan visto y entendido claramente las alternativas. 3Todo lo que se encuentra velado en la penumbra tiene que someterse al entendimiento para ser juz­gado nuevamente, mas esta vez con la ayuda del Cielo. 4Y todos los errores de juicio que la mente cometió previamente pueden ser ahora corregidos, a medida que la verdad los descarta por carecer de causa. 5Ahora no tienen efectos. 6No se pueden ocultar, pues se ha reconocido su insustancialidad.

10. Que el Cielo se elegirá conscientemente es tan seguro como que se dejará de tenerle miedo al infierno una vez que se le saque de su escudo protector de inconsciencia y se le lleve ante la luz. 2¿Quién podría decidir entre lo que ve claramente y lo que no reconoce? 3Por otra parte, ¿quién podría dejar de elegir entre dos alternativas si ve que sólo una de ellas es valiosa y que la otra carece de valor al no ser más que una fuente imaginaria de culpa­bilidad y de dolor? 4¿Quién podría titubear al llevar a cabo una elección como ésa? 5¿Y vamos nosotros acaso a titubear hoy al llevarla a cabo?

11. Al despertar nos decidimos por el Cielo, y dedicamos cinco minutos a asegurarnos de que hemos tomado la única decisión que es cuerda. 2Reconocemos que estamos haciendo una elección consciente entre lo que existe y lo que tan sólo aparenta ser ver­dad. 3Mas cuando se lleva ante la luz de lo que es real, se ve cuán frágil y transparente es su pseudo-existencia. 4Ahora no inspira terror, pues lo que se hizo enorme, vengativo y despiadado de tanto odio, necesita de la oscuridad para dar cobijo al miedo. 5Ahora se reconoce que no fue más que un error trivial y sin importancia.

12. Antes de irnos a dormir esta noche, reafirmaremos la elección que habremos estado llevando a cabo cada hora. 2Y ahora dedica­remos los últimos cinco minutos de nuestro día a la decisión que tomamos al despertar. 3Con el pasar de cada hora hemos reafir­mado nuestra elección con un breve momento de quietud dedi­cado a mantener la cordura. 4Y finalmente, concluiremos el día con lo que sigue a continuación, reconociendo que sólo elegimos lo que realmente queremos:

5El Cielo es la alternativa por la que me tengo que decidir.
6Me decido por él ahora y no cambiaré de parecer, pues es lo único que quiero.



TEXTO


III. El miedo a la redención


1.  Tal vez te preguntes por qué es tan crucial que observes tu odio y te des cuenta de su magnitud. 2Puede que también pienses que al Espíritu Santo le sería muy fácil mostrártelo desvanecerlo, sin que tú tuvieses necesidad de traerlo a la conciencia. 3Hay, no obs­tante, un obstáculo adicional que has interpuesto entre la Expia­ción y tú. 4Hemos dicho que nadie toleraría el miedo si lo reconociese. 5Pero en tu trastornado estado mental no le tienes miedo al miedo. 6No te gusta, pero tu deseo de atacar no es lo que realmente te asusta. 7Tu hostilidad no te perturba seriamente. 8La mantienes oculta porque tienes aún más miedo de lo que encubre. 9Podrías examinar incluso la piedra angular más tenebrosa del ego sin miedo si no creyeses que, sin el ego, encontrarías dentro de ti algo de lo que todavía tienes más miedo. 10No es de la crucifi­xión de lo que realmente tienes miedo. 11Lo que verdaderamente te aterra es la redención.

2. Bajo los tenebrosos cimientos del ego yace el recuerdo de Dios, y de eso es de lo que realmente tienes miedo. 2Pues este recuerdo te restituiría instantáneamente al lugar donde te corresponde estar, del cual te has querido marchar. 3El miedo al ataque no es nada en comparación con el miedo que le tienes al amor. 4Estarías dispuesto incluso a examinar tu salvaje deseo de dar muerte al Hijo de Dios, si pensases que eso te podría salvar del amor. 5Pues éste deseo causó la separación, y lo has protegido porque no quie­res que ésta cese. 6Te das cuenta de que al despejar la tenebrosa nube que lo oculta el amor por tu Padre te impulsaría a contestar Su llamada y a llegar al Cielo de un salto. 7Crees que el ataque es la salvación porque el ataque impide que eso ocurra. 8Pues subya­cente a los cimientos del ego, y mucho más fuerte de lo que éste jamás pueda ser, se encuentra tu intenso y ardiente amor por Dios, y el Suyo por ti. 9Esto es lo que realmente quieres ocultar.

3. Honestamente, ¿no te es más difícil decir "te quiero” que "te odio"? 2Asocias el amor con la debilidad y el odio con la fuerza, y te parece que tu verdadero poder es realmente tu debilidad. 3Pues no podrías dejar de responder jubilosamente a la llamada del amor si la oyeses, y el mundo que creíste haber construido desaparecería. 4El Espíritu Santo, pues, parece estar atacando tu fuerza, ya que tú prefieres excluir a Dios. aMas Su Voluntad no es ser excluido.

4. Has construido todo tu demente sistema de pensamiento por­que crees que estarías desamparado en Presencia de Dios, y quie­res salvarte de Su Amor porque crees que éste te aniquilaría. 2Tienes miedo de que pueda alejarte completamente de ti mismo y empequeñecerte porque crees que la magnificencia radica en el desafío y la grandeza en el ataque. 3Crees haber construido un mundo que Dios quiere destruir, y que amando a Dios -y cierta­mente lo amas- desecharías ese mundo, lo cual es, sin duda, lo que harías. 4Te has valido del mundo, por lo tanto, para encubrir tu amor, y cuanto más profundamente te adentras en los tenebro­sos cimientos del ego, más te acercas al Amor que yace allí oculto. 5Y eso es lo que realmente te asusta.

5. Puedes aceptar la demencia porque es obra tuya, pero no pue­des aceptar el amor porque no fuiste tú quien lo creó. 2Prefieres ser un esclavo de la crucifixión que un Hijo de Dios redimido. 3Tu muerte individual, parece más valiosa qué tu unicidad viviente, pues lo que se te ha dado no te parece tan valioso como lo que tú has fabricado. 4Tienes más miedo de Dios que del ego, y el amor no puede entrar donde no se le da la bienvenida. 5Pero el odio sí que puede, pues entra por su propia voluntad sin que le importe la tuya.

6. Tienes que mirar de frente a tus ilusiones y no seguir ocultán­dolas, pues no descansan sobre sus propios cimientos. 2Aparenta ser así cuando están ocultas, y, por lo tanto, parecen ser autóno­mas. 3Ésta es la ilusión fundamental sobre la que descansan todas las demás. 4Pues debajo de ellas, y soterrada mientras las ilusiones se sigan ocultando, se encuentra la mente amorosa que creyó haberlas engendrado con ira. 5Y el dolor de esta mente es tan obvio cuando se pone al descubierto, que la necesidad que tiene de ser sanada es innegable. 6Todos los trucos y estratagemas que le ofreces no pueden sanarla, pues en eso radica la verdadera crucifixión del Hijo de Dios.

7. Sin embargo, no se le puede realmente crucificar. 2En este hecho radica tanto su dolor como su curación, pues la visión del Espíritu Santo es misericordiosa y Su remedio no se hace esperar: 3No ocultes el sufrimiento de Su vista, sino llévalo gustosamente ante Él. 4Deposita ante Su eterna cordura todo tu dolor, y deja que Él te cure. 5No permitas que ningún vestigio de dolor perma­nezca oculto de Su Luz, y escudriña tu mente con gran minucio­sidad en busca de cualquier pensamiento que tengas miedo de revelar. 6Pues Él sanará cada pensamiento insignificante que hayas conservado con el propósito de herirte a ti mismo, lo expurgará de su pequeñez y lo restituirá a la grandeza de Dios.

8. Bajo la grandiosidad que en tanta estima tienes se encuentra la petición de ayuda que verdaderamente estás haciendo. 2Le pides amor a tu Padre, tal como Él te pide que regreses a Él. 3Lo único que deseas hacer en ese lugar que has encubierto es unirte al Padre, en amoroso recuerdo de Él. 4Encontrarás ese lugar donde mora la verdad a medida que lo veas en tus hermanos, que si bien pueden engañarse a sí mismos, anhelan, al igual que tú, la grandeza que se encuentra en ellos. 5Y al percibirla le darás la bienvenida y dispondrás de ella, 6pues la grandeza es el derecho del Hijo de Dios y no hay ilusión que pueda satisfacerle o impedirle ser lo que él es. 7Lo único que es real es su amor, y lo único que puede satisfacerle es su realidad.

9. Sálvale de sus ilusiones para que puedas aceptar la magnifi­cencia de tu Padre jubilosamente y en paz. 2Mas no excluyas a nadie de tu amor, o, de lo contrario, estarás ocultando un tene­broso lugar de tu mente donde se le niega la bienvenida al Espí­ritu Santo. 3Y de este modo te excluirás a ti mismo de Su poder sanador, pues al no ofrecer amor total no podrás sanar completa­mente. 4La curación tiene que ser tan completa como el miedo, pues el amor no puede entrar allí donde hay un solo ápice de dolor que malogre su bienvenida.

10. Tú que prefieres la separación a la cordura no puedes hacer que ésta tenga lugar en tu mente recta. 2Estabas en paz hasta que pediste un favor especial. 3Dios no te lo concedió, pues lo que pedías era algo ajeno a Él, y tú no podías pedirle eso a un Padre que realmente amase a Su Hijo. 4Por lo tanto, hiciste de Él un padre no amoroso al exigir de Él lo que sólo un padre no amo­roso podía dar. 5Y la paz del Hijo de Dios quedó destruida, pues ya no podía entender a su Padre. 6Tuvo miedo de lo que había hecho, pero tuvo todavía más miedo de su verdadero Padre, al haber atacado su gloriosa igualdad con Él.

11. Cuando estaba en paz no necesitaba nada ni pedía nada. 2Cuando se declaró en guerra lo exigió todo y no encontró nada. 3¿De qué otra manera podía haber respondido la dulzura del amor a sus exigencias, sino partiendo en paz y retornando al Padre? 4Si el Hijo no deseaba permanecer en paz, no podía per­manecer aquí en absoluto. 5Una mente tenebrosa no puede vivir en la luz, y tiene que buscar un lugar tenebroso donde poder creer que allí es donde se encuentra aunque realmente no sea así. 6Dios no permitió que esto ocurriese. 7Tú, no obstante, exigiste que ocu­rriese, y, por consiguiente, creíste que ocurrió.

12. "Singularizar" es "aislar" y, por lo tanto, causar soledad. 2Dios no te hizo eso. 3¿Cómo iba a poder excluirte de Sí Mismo, sabiendo que tu paz reside en Su Unicidad? 4Lo único que te negó fue tu petición de dolor, pues el sufrimiento no forma parte de Su creación. 5Habiéndote otorgado la capacidad de crear, no podía quitártela. 6Lo único que pudo hacer fue contestar a tu petición demente con una respuesta cuerda que residiese contigo en tu demencia. 7Él ciertamente hizo eso. 8No es posible oír Su res­puesta sin renunciar a la demencia. 9Su respuesta es el punto de referencia que se encuentra más allá de las ilusiones, desde el cual puedes contemplarlas y ver que son dementes. 10Basta con que busques ese lugar y lo encontrarás, pues el Amor reside en ti y te conducirá hasta él.

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