DESPERTAR AL AMOR

jueves, 14 de febrero de 2013

14 FEBRERO: Dios es la Mente con la que pienso.

AUDIOLIBRO


EJERCICIO


LECCION 45 


Dios es la Mente con la que pienso.


1. La idea de hoy es la llave que te dará acceso a tus pensamientos reales, 2los cuales no tienen nada que ver con lo que piensas que piensas, de la misma manera en que nada de lo que piensas que ves guarda relación alguna con la visión. 3No existe ninguna rela­ción entre lo que es real y lo que tú piensas que es real. 4Ni uno solo de los que según tú son tus pensamientos reales se parece en modo alguno a tus pensamientos reales. 5Nada de lo que piensas que ves guarda semejanza alguna con lo que la visión te mostrará. 

2. Piensas con la Mente de Dios. 2Por lo tanto, compartes tus pen­samientos con Él, de la misma forma en que Él comparte los Suyos contigo. 3Son los mismos pensamientos porque los piensa la misma Mente. 4Compartir es hacer de manera semejante o hacer lo mismo. 5Los pensamientos que piensas con la Mente de Dios no abandonan tu mente porque los pensamientos no abandonan su fuente. 6Por consiguiente, tus pensamientos están en la Mente de Dios, al igual que tú. 7Están en tu mente también, donde Él está. 8Tal como tú eres parte de Su Mente, así también tus pensamien­tos son parte de Su Mente.

3. ¿Dónde están, pues, tus pensamientos reales? 2Hoy intentare­mos llegar a ellos. 3Tendremos que buscarlos en tu mente porque ahí es donde se encuentran. 4Aún tienen que estar ahí, ya que no pueden haber abandonado su fuente. 5Lo que la Mente de Dios ha pensado es eterno, al ser parte de la creación.

4. Nuestras tres sesiones de práctica de hoy, de cinco minutos cada una, seguirán el mismo modelo general que usamos al apli­car la idea de ayer. 2Intentaremos abandonar lo irreal y buscar lo real. 3Negaremos el mundo en favor de la verdad. 4No permitire­mos que los pensamientos del mundo nos detengan. 5No dejare­mos que las creencias del mundo nos digan que lo que Dios quiere que hagamos es imposible. 6En lugar de ello, trataremos de reconocer que sólo aquello que Dios quiere que hagamos es posible.

5. Trataremos asimismo de comprender que sólo lo que Dios quiere que hagamos es lo que nosotros queremos hacer. 2Y tam­bién trataremos de recordar que no podemos fracasar al hacer lo que Él quiere que hagamos. 3Tenemos hoy todas las razones del mundo para sentirnos seguros de que vamos a triunfar, 4pues ésa es la Voluntad de Dios.

6. Comienza los ejercicios de hoy repitiendo la idea para tus aden­tros, al mismo tiempo que cierras los ojos. 2Luego dedica unos cuantos minutos a pensar en ideas afines que procedan de ti, mientras mantienes la idea presente en tu mente. 3Una vez que hayas añadido cuatro o cinco de tus pensamientos a la idea, repite ésta otra vez mientras te dices a ti mismo suavemente:

4Mis pensamientos reales están en mi mente.
5Me gustaría encontrarlos.

6Trata luego de ir más allá de todos los pensamientos irreales que cubren la verdad en tu mente y de llegar a lo eterno.

7. Debajo de todos los pensamientos insensatos e ideas descabe­lladas con las que has abarrotado tu mente, se encuentran los pen­samientos que pensaste con Dios en el principio. 2Están ahí en tu mente, ahora mismo, completamente inalterados. 3Siempre esta­rán en tu mente, tal como siempre lo han estado. 4Todo lo que has pensado desde entonces cambiará, pero los cimientos sobre los que eso descansa son absolutamente inmutables.

8. Hacia esos cimientos es adonde los ejercicios de hoy apuntan. 2Ahí es donde tu mente está unida a la Mente de Dios. 3Ahí es donde tus pensamientos son uno con los Suyos. 4Para este tipo de práctica sólo se necesita una cosa: que tu actitud hacia ella sea la misma que tendrías ante un altar consagrado en el Cielo a Dios el Padre y a Dios el Hijo. 5Pues tal es el lugar al que estás intentando llegar. 6Probablemente no puedes darte cuenta todavía de cuán alto estás intentando elevarte. 7Sin embargo, aun con el poco entendimiento que has adquirido hasta la fecha, deberías ser capaz de recordarte a ti mismo que esto no es un juego fútil, sino un ejercicio de santidad y un intento de alcanzar el Reino de los Cielos.

9. En las sesiones de práctica cortas de hoy, trata de recordar cuán importante es para ti comprender la santidad de la mente que piensa con Dios. 2Mientras repites la idea a lo largo del día, dedica uno o dos minutos a apreciar la santidad de tu mente. 3Deja a un lado, aunque sea brevemente, todos los pensamientos que son indignos de Aquel de Quien eres anfitrión. 4Y dale gracias por los pensamientos que Él está pensando contigo.






TEXTO


V. El uso que el ego hace de la culpabilidad

 


1. Tal vez algunos de nuestros conceptos se vuelvan más claros y significativos para ti si aclaramos el uso que el ego hace de la culpabilidad. 2El ego tiene un propósito, al igual que el Espíritu Santo. 3El propósito del ego es infundir miedo porque sólo los que tienen miedo pueden ser egoístas. 4La lógica del ego es tan impecable como la del Espíritu Santo, ya que tu mente tiene a su disposición los medios para ponerse de parte del Cielo o de la tierra, según elija. 5Pero una vez más, recuerda que ambos se encuentran en ti.

2. En el Cielo no hay culpabilidad porque el Reino se alcanza por medio de la Expiación, la cual te libera para que puedas crear. 2La palabra "crear" es apropiada en este contexto porque una vez que el Espíritu Santo deshace lo que tú has hecho, se restaura el resi­duo bendito y, por consiguiente, éste continúa creando. 3Lo que es verdaderamente bendito es incapaz de producir culpabilidad y sólo puede producir dicha. 4Esto hace que sea invulnerable al ego porque su paz es inexpugnable. 5Lo verdaderamente bendito no es susceptible de ser alterado debido a la plenitud de la que goza. 6La culpabilidad siempre altera. 7Todo lo que genera miedo pro­duce disensión porque obedece las leyes de la división. 8Si el ego es el símbolo de la separación, es también el símbolo de la culpabi­lidad. 9La culpabilidad es más que simplemente algo ajeno a Dios. 10Es el símbolo del ataque contra Dios. 11Este concepto no tiene ningún sentido, excepto para el ego, pero no subestimes el poder que el ego le aporta al creer en él. 12Esta es la creencia de donde procede toda culpabilidad.

3. El ego es la parte de la mente que cree en la división. 2¿Cómo iba a poder una parte de Dios separarse de Él sin creer que lo está atacando?. 3Hablamos anteriormente del problema de la autori­dad y dijimos que se basa en el concepto de que es posible usur­par el poder de Dios. 4El ego cree que eso es lo que tú hiciste porque cree que tú eres él. Si te identificas con el ego, no podrás sino percibirte a ti mismo como culpable. 6Siempre que le hagas caso al ego experimentarás culpabilidad y temerás ser castigado. 7El ego es literalmente un pensamiento atemorizante. 8Por muy ridícula que sea para una mente sana la idea de atacar a Dios, nunca olvides que el ego es demente. 9Representa un sistema de conceptos ilusorios y habla en su nombre. 10Hacerle caso a la voz del ego significa que crees que es posible atacar a Dios, y que has arrancado una parte de Él y te has apoderado de ella. 11De ahí procede el miedo a las represalias externas, ya que el sentimiento de culpabilidad es tan intenso que tiene que ser proyectado.

4. Todo lo que aceptas en tu mente se vuelve real para ti. 2Es tu aceptación lo que le confiere realidad. 3El permitirle la entrada al ego en tu mente y entronarlo allí, es lo que lo convierte en tu realidad. 4Eso se debe a que la mente es capaz de crear realidad o de fabricar ilusiones. 5Dije anteriormente que tienes que aprender a pensar con Dios. 6Pensar con Él es pensar como Él, 7lo cual pro­duce dicha -y no culpabilidad porque es algo natural. 8La culpabi­lidad es un signo inequívoco de que tu pensamiento no es natural. 9El pensamiento que no es natural va siempre acompañado de culpabilidad porque es la creencia en el pecado. 10El ego no per­cibe el pecado como una falta de amor, sino como un decidido acto de agresión. 11Esto es necesario para su supervivencia por­que, tan pronto como consideres que el pecado es una insuficien­cia, tratarás automáticamente de remediar la situación. 12lo lograrás. 13Para el ego eso es la perdición, pero tú tienes que aprender a verlo como tu emancipación.

5. La mente. que está libre de culpa no puede sufrir. 2Al estar sana, sana su vez al cuerpo porque ella misma ha sanado. 3Las enfermedades son inconcebibles para la mente sana, ya que no puede concebir atacar nada ni a nadie. 4Dije antes que la enfer­medad es una forma de magia. 5Quizá sería mejor decir que es una forma de solución mágica. 6El ego cree que castigándose sí mismo mitigará el castigo de Dios. 7Mas incluso en esto es arro­gante. 8Le atribuye a Dios la intención de castigar, y luego adopta esa intención como su propia prerrogativa. 9El ego trata de usur­par todas las funciones de Dios tal como las percibe porque reco­noce que sólo se puede confiar, en una lealtad absoluta.

6. El ego no puede oponerse a las leyes de Dios de la misma manera en que tú tampoco puedes hacerlo, pero puede interpre­tarlas de acuerdo con lo que desea, al igual que tú. 2Por eso es preciso que contestes la pregunta: "¿Qué es lo que quiero?" 3La contestas cada minuto y cada segundo, y cada decisión que tomas es un juicio que no puede por menos que tener consecuencias. 4éstas continuarán repitiéndose automáticamente hasta que tomes otra decisión. 5Recuerda, no obstante, que .las alternativas en sí son inalterables. 6El Espíritu Santo, al igual que el ego, es una elección que uno hace. 7Ambos constituyen las únicas alternativas que la mente puede aceptar y obedecer. 8El Espíritu Santo y el ego son las únicas opciones que tienes. 9Dios creó Una de ellas, y, por lo tanto, no puedes deshacerla. 10La otra la inventaste tú, y, por lo tanto, sí puedes. 11Sólo lo que Dios crea es irreversible e inmuta­ble. 12Lo que tú has fabricado siempre se puede cambiar porque cuando no piensas como Dios, en realidad no estás pensando en absoluto. 13Las ideas ilusorias no son pensamientos reales, si bien puedes creer en ellas. 14Pero eso es un error. 15La función del pen­samiento procede de Dios y reside en Dios. 16Puesto que formas parte de Su Pensamiento, no puedes pensar separado de El.

7. El pensamiento irracional es pensamiento desordenado. 2Dios Mismo pone orden en tu pensamiento porque tu pensamiento fue creado por Él. 3Los sentimientos de culpabilidad son siempre señal de que desconoces esto. 4Muestran asimismo que crees que puedes pensar separado de Dios, y que deseas hacerlo. 5Todo pen­samiento desordenado va acompañado de culpabilidad desde su concepción, y mantiene su continuidad gracias a ella. 6La culpabi­lidad es ineludible para aquellos que creen que son ellos los que ordenan sus propios pensamientos, y que, por lo tanto, tienen que obedecer sus dictados. 7Eso les hace sentirse responsables de sus errores sin darse cuenta de que, al aceptar esta responsabilidad, están reaccionando de manera irresponsable. 8Si la única respon­sabilidad del obrador de milagros es aceptar la Expiación para sí mismo, y te aseguro yo que así es, la responsabilidad. por lo que debe ser expiado no puede entonces recaer sobre ti. 9Este dilema no puede ser resuelto, excepto aceptando la solución del des-haci­miento. 10Tú serias responsable de los efectos de tu manera equi­vocada de pensar si ésta no se pudiera deshacer. 11El propósito de la Expiación es conservar del pasado únicamente aquello que ha sido purificado: 12Si aceptas el remedio para el pensamiento de­sordenado, remedio cuya eficacia es indudable, ¿cómo iban a seguir estando presente sus síntomas?

8. La continua decisión de permanecer separado es la única razón posible de que siga habiendo sentimientos de culpabilidad. 2Hemos dicho esto antes, pero no subrayamos los resultados des­tructivos de tal decisión. 3Cualquier decisión de la mente afecta tanto al comportamiento como a la experiencia. 4Lo que tú deseas, esperas que tenga lugar. 5Esto no es algo ilusorio. 6Tu mente cierta­mente forja tu futuro, y se lo devolverá la creación plena en cual­quier momento si primero acepta la Expiación. 7Retornará asimismo a la creación plena en el instante en que haya hecho eso. 8Al haber renunciado a su pensamiento desordenado, la correcta ordenación del pensamiento se hace evidente.

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