DESPERTAR AL AMOR

martes, 3 de septiembre de 2013

3 SEPTIEMBRE: Amar a mi Padre es amar a Su Hijo.

AUDIOLIBRO


EJERCICIOS

LECCIÓN 246

Amar a mi Padre es amar a Su Hijo.


1. Que no piense que puedo encontrar el camino a Dios si abrigo odio en mi corazón. 2Que no piense que puedo conocer a mi Padre o a mi ser, si trato de hacerle daño al Hijo de Dios. 3Que no deje de reconocerme a mí mismo, y siga creyendo que mi conciencia puede abarcar lo que mi Padre es o que mi mente puede concebir todo el amor que Él me profesa y el que yo le profeso a Él.

2. Aceptaré seguir el camino que Tú elijas para que yo venga a Ti, Padre mío. 2Y no podré por menos que triunfar porque así lo dispone Tu Volun­tad. 3Y reconoceré que lo que Tu Voluntad dispone, y sólo eso, es lo que la mía dispone también. 4Por lo tanto, elijo amar a Tu Hijo. 5Amén.



TEXTO

Capítulo 21

RAZÓN Y PERCEPCIÓN


Introducción

1. La proyección da lugar a la percepción. 2El mundo que ves se compone de aquello con lo que tú lo dotaste. aNada más. 3Pero si bien no es nada más, tampoco es menos. 4Por lo tanto, es importante para ti. 5Es el testimonio de tu estado mental, la imagen externa de una condición interna. 6Tal como el hombre piense, así percibirá. 7No trates, por lo tanto, de cambiar el mundo, sino elige más bien cambiar de mentalidad acerca de él. 8La percepción es un resultado, no una causa. 9Por eso es por lo que el concepto de grados de dificultad en los milagros no tiene sentido. 10Todo lo que se contempla a través de la visión es sano y santo. 11Nada que se perciba sin ella tiene significado. 12Y donde no hay significado, hay caos.

2. La condenación es un juicio que emites acerca de ti mismo, y eso es lo que proyectas sobre el mundo. 2Si lo ves como algo condenado, lo único que verás es lo que tú has hecho para herir al Hijo de Dios. 3Si contemplas desastres y catástrofes, es que has tratado de crucificarlo. 4Si ves santidad y esperanza, es que te has unido a la Voluntad de Dios para liberarlo. 5Estas son las únicas alternativas que tienes ante ti. 6Y lo que veas dará testimonio de tu elección y te permitirá reconocer cuál de ellas elegiste. 7El mundo que ves tan sólo te muestra cuánta dicha te has permitido ver en ti y aceptar como tuya. 8Y si ése es su significado, el poder de dar dicha tiene entonces que encontrarse en ti.


I. La canción olvidada

 

1. No te olvides nunca de que el mundo que "ven" los ciegos tiene que ser imaginario, pues desconocen el verdadero aspecto del mundo. 2Tienen que inferir lo que se puede ver basándose en datos que son siempre indirectos y reformular sus deducciones según tropiezan y se caen debido a lo que no reconocieron, o bien pasar sin sufrir daño alguno a través de puertas abiertas que ellos creían cerradas. 3Y lo mismo ocurre contigo. 4Tú no ves. 5Las indicaciones en las que te basas para llegar a tus conclusiones son erróneas, y por eso tropiezas y te caes encima de las piedras que no viste, sin darte cuenta de que puedes atravesar las puertas que, aunque creías que estaban cerradas, se encuentran abiertas para los ojos que no ven, esperando a darte la bienvenida.

2. ¡Qué descabellado es tratar de juzgar aquello que simplemente se podría ver! 2No es necesario imaginar qué aspecto debe tener el mundo. 3Antes de que lo puedas reconocer como lo que es, tienes que verlo. 4Se te puede mostrar qué puertas están abiertas, para que así puedas ver dónde radica la seguridad, qué camino conduce a las tinieblas y cuál a la luz. 5Los juicios siempre te darán indicaciones falsas, pero la visión te muestra por dónde ir. 6¿Por qué tratar de adivinarlo?

3. No hay que sufrir para aprender. 2Las lecciones benévolas se asimilan con júbilo y se recuerdan felizmente. 3Deseas aprender lo que te hace feliz y no olvidarte de ello. 4No es esto lo que niegas. 5Lo que te preguntas es si los medios a través de los cuales se aprende este curso conducen a la felicidad que promete o no. 6Si creyeses que sí, no tendrías dificultad alguna para aprender el curso. 7Todavía no eres un estudiante feliz porque aún no estás seguro de que la visión pueda aportarte más de lo que los juicios te ofrecen, y has aprendido que no puedes tener ambas cosas.

4. Los ciegos se acostumbran a su mundo adaptándose a él. 2Creen saber cómo desenvolverse en él. 3Han aprendido a hacerlo, pero no a través de lecciones gozosas, sino a través de la dura necesidad impuesta por las limitaciones que no creían poder superar. 4Y como todavía lo siguen creyendo, tienen en gran estima a esas lecciones y se aferran a ellas porque no pueden ver. 5No entienden que son las lecciones en sí las que los mantienen ciegos. 6Eso no lo creen. 7Y así, conservan el mundo que apren­dieron a "ver" en su imaginación, creyendo que sólo pueden ele­gir entre eso o nada. 8Odian el mundo que aprendieron a conocer mediante el dolor. 9Y todo lo que creen que habita en él sólo sirve para recordarles que están incompletos y que se les ha privado injustamente de algo.

5. Por lo tanto, definen su vida y donde viven, y se adaptan a ello tal como, creen que deben hacerlo, temerosos de perder lo poco que tienen. 2Y lo mismo ocurre con todos aquellos que consideran que lo único que tanto ellos como sus hermanos tienen es el cuerpo. 3Tratan de comunicarse entre sí, y fracasan una y otra vez. 4Y se adaptan a la soledad, pues creen que conservar el cuerpo es proteger lo poco que tienen. 5Presta atención, y mira a ver si te puedes acordar de lo que vamos a hablar ahora.

6. Escucha ... tal vez puedas captar un leve atisbo de un estado inmemorial que no has olvidado del todo; tal vez sea un poco nebuloso, mas no te es totalmente desconocido: como una can­ción cuyo título olvidaste hace mucho tiempo, así como las cir­cunstancias en las que la oíste. 2No puedes acordarte de toda la canción, sino sólo de algunas notas de la melodía, y no puedes asociarla con ninguna persona o lugar, ni con nada en particular. 3Pero esas pocas notas te bastan para recordar cuán bella era la canción, cuán maravilloso el paraje donde la escuchaste y cuánto amor sentiste por los que allí estaban escuchándola contigo.

7. Las notas no son nada. 2Sin embargo, las has conservado, no por ellas mismas, sino con un dulce recordatorio de lo que te haría llorar si recordases cuán querido era para ti. 3Podrías acor­darte, pero tienes miedo, pues crees que perderías el mundo que desde entonces has aprendido a conocer. 4Sin embargo, sabes que nada en este mundo es ni la sombra de aquello que tanto amaste. 5Escucha y mira a ver si te acuerdas de una canción muy vieja que sabías hace mucho tiempo y que te era más preciada que cualquier otra melodía que te hayas enseñado a ti mismo desde entonces. 

8. Más allá del cuerpo, del sol y de las estrellas, más allá de todo lo que ves, y, sin embargo, en cierta forma familiar para ti, hay un arco de luz dorada que al contemplarlo se extiende hasta vol­verse un círculo enorme y luminoso. 2El círculo se llena de luz ante tus ojos. 3Sus bordes desaparecen, y lo que había dentro deja de estar contenido. 4La luz se expande y envuelve todo, exten­diéndose hasta el infinito y brillando eternamente sin interrupciones ni límites de ninguna clase. 5Dentro de ella todo está unido en una continuidad perfecta. 6Es imposible imaginar que pueda haber algo que no esté dentro de ella, pues no hay lugar del que esta luz esté ausente.

9. Ésta es la visión del Hijo de Dios, a quien conoces bien. 2He aquí lo que ve el que conoce a su Padre. 3He aquí el recuerdo de lo que eres: una parte de ello que contiene todo ello dentro de sí, y que está tan inequívocamente unida a todo como todo está unido en ti. 4Acepta la visión que te puede mostrar esto y no el cuerpo. 5Te sabes esa vieja canción, y te la sabes muy bien. 6Nada te será jamás tan querido como este himno inmemorial de amor que el Hijo de Dios todavía le canta a su Padre.

10. Y ahora los ciegos pueden ver, pues esa misma canción que entonan en honor de su Creador los alaba a ellos también. 2La ceguera que inventaron no podrá resistir el vibrante recuerdo de esta canción. 3Y contemplarán la visión del Hijo de Dios, al recor­dar quién es aquel al que cantan. 4¿Qué es un milagro, sino este recordar?, 5¿Y hay alguien en quien no se encuentre esta memo­ria? 6La luz en uno despierta la luz en los demás. 7Y cuando la ves en tu hermano, la recuerdas por todos.

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