DESPERTAR AL AMOR

sábado, 14 de febrero de 2015

14 FEBRERO: Dios es la Mente con la que pienso.

AUDIOLIBRO



EJERCICIO


LECCION 45 


Dios es la Mente con la que pienso.


1. La idea de hoy es la llave que te dará acceso a tus pensamientos reales, 2los cuales no tienen nada que ver con lo que piensas que piensas, de la misma manera en que nada de lo que piensas que ves guarda relación alguna con la visión. 3No existe ninguna rela­ción entre lo que es real y lo que tú piensas que es real. 4Ni uno solo de los que según tú son tus pensamientos reales se parece en modo alguno a tus pensamientos reales. 5Nada de lo que piensas que ves guarda semejanza alguna con lo que la visión te mostrará. 

2. Piensas con la Mente de Dios. 2Por lo tanto, compartes tus pen­samientos con Él, de la misma forma en que Él comparte los Suyos contigo. 3Son los mismos pensamientos porque los piensa la misma Mente. 4Compartir es hacer de manera semejante o hacer lo mismo. 5Los pensamientos que piensas con la Mente de Dios no abandonan tu mente porque los pensamientos no abandonan su fuente. 6Por consiguiente, tus pensamientos están en la Mente de Dios, al igual que tú. 7Están en tu mente también, donde Él está. 8Tal como tú eres parte de Su Mente, así también tus pensamien­tos son parte de Su Mente.

3. ¿Dónde están, pues, tus pensamientos reales? 2Hoy intentare­mos llegar a ellos. 3Tendremos que buscarlos en tu mente porque ahí es donde se encuentran. 4Aún tienen que estar ahí, ya que no pueden haber abandonado su fuente. 5Lo que la Mente de Dios ha pensado es eterno, al ser parte de la creación.

4. Nuestras tres sesiones de práctica de hoy, de cinco minutos cada una, seguirán el mismo modelo general que usamos al apli­car la idea de ayer. 2Intentaremos abandonar lo irreal y buscar lo real. 3Negaremos el mundo en favor de la verdad. 4No permitire­mos que los pensamientos del mundo nos detengan. 5No dejare­mos que las creencias del mundo nos digan que lo que Dios quiere que hagamos es imposible. 6En lugar de ello, trataremos de reconocer que sólo aquello que Dios quiere que hagamos es posible.

5. Trataremos asimismo de comprender que sólo lo que Dios quiere que hagamos es lo que nosotros queremos hacer. 2Y tam­bién trataremos de recordar que no podemos fracasar al hacer lo que Él quiere que hagamos. 3Tenemos hoy todas las razones del mundo para sentirnos seguros de que vamos a triunfar, 4pues ésa es la Voluntad de Dios.

6. Comienza los ejercicios de hoy repitiendo la idea para tus aden­tros, al mismo tiempo que cierras los ojos. 2Luego dedica unos cuantos minutos a pensar en ideas afines que procedan de ti, mientras mantienes la idea presente en tu mente. 3Una vez que hayas añadido cuatro o cinco de tus pensamientos a la idea, repite ésta otra vez mientras te dices a ti mismo suavemente:

4Mis pensamientos reales están en mi mente.
5Me gustaría encontrarlos.

6Trata luego de ir más allá de todos los pensamientos irreales que cubren la verdad en tu mente y de llegar a lo eterno.

7. Debajo de todos los pensamientos insensatos e ideas descabe­lladas con las que has abarrotado tu mente, se encuentran los pen­samientos que pensaste con Dios en el principio. 2Están ahí en tu mente, ahora mismo, completamente inalterados. 3Siempre esta­rán en tu mente, tal como siempre lo han estado. 4Todo lo que has pensado desde entonces cambiará, pero los cimientos sobre los que eso descansa son absolutamente inmutables.

8. Hacia esos cimientos es adonde los ejercicios de hoy apuntan. 2Ahí es donde tu mente está unida a la Mente de Dios. 3Ahí es donde tus pensamientos son uno con los Suyos. 4Para este tipo de práctica sólo se necesita una cosa: que tu actitud hacia ella sea la misma que tendrías ante un altar consagrado en el Cielo a Dios el Padre y a Dios el Hijo. 5Pues tal es el lugar al que estás intentando llegar. 6Probablemente no puedes darte cuenta todavía de cuán alto estás intentando elevarte. 7Sin embargo, aun con el poco entendimiento que has adquirido hasta la fecha, deberías ser capaz de recordarte a ti mismo que esto no es un juego fútil, sino un ejercicio de santidad y un intento de alcanzar el Reino de los Cielos.

9. En las sesiones de práctica cortas de hoy, trata de recordar cuán importante es para ti comprender la santidad de la mente que piensa con Dios. 2Mientras repites la idea a lo largo del día, dedica uno o dos minutos a apreciar la santidad de tu mente. 3Deja a un lado, aunque sea brevemente, todos los pensamientos que son indignos de Aquel de Quien eres anfitrión. 4Y dale gracias por los pensamientos que Él está pensando contigo.


Instrucciones para la práctica

Propósito: Experimentar tus pensamientos reales, los que piensas con la Mente de Dios.

Ejercicios más largos: 3 veces, de cinco minutos cada uno. 

  • Repite la idea mientras cierras los ojos. Luego añade cuatro o cinco pensamientos relacionados (recuerda las instrucciones de las Lecciones 42 y 43 de dejar que pensamientos relacionados te vengan). 
  • Luego repite la idea de nuevo y di: “Mis pensamientos reales están en mi mente. Me gustaría encontrarlos”. 
  • Luego utiliza la misma técnica de meditación que se te enseñó en las Lecciones 41 y 44. De nuevo, es útil pensar en ella como que tiene tres aspectos:

1. Sumérgete más allá de la obscura capa de tus pensamientos sin significado e irreales; ve más allá a los pensamientos eternos y sin límites que piensas con Dios.

2. Cuando tu mente se distraiga, retírala de lo que te distrae. Te resultará útil repetir la idea.

3. Por encima de todo, ten una actitud segura en la mente. Confianza: No dejes que tus pensamientos del mundo te impidan hacerlo. No puedes fracasar porque Dios quiere quetriunfes. Deseo: Llegar a este lugar dentro de ti es el verdadero deseo de tu corazón. Santidad: Acércate como lo harías a un altar sagrado en el que Dios y Su Hijo piensan juntos. “Recordarte a ti mismo que esto no es un juego inútil, sino un ejercicio de santidad y un intento de alcanzar el Reino de los Cielos” (8:7).

Recordatorios frecuentes: Lo ideal es pasar uno o dos minutos.

Repite la idea. Luego apártate de tus habituales pensamientos no santos y pasa un rato pensando en la santidad de tu mente. Piensa en lo santa que debe ser si piensa con la Mente de Dios.

Comentario

En cierto modo, las lecciones están intentando causarnos cierta desorientación. Nuestro pensamientos reales “no tienen nada que ver con los pensamientos que piensas que piensas, de la misma manera en que nada de lo que piensas que ves guarda relación alguna con la visión” (1:2). Si mis pensamientos no son reales y lo que veo no es real, ¿a qué puedo aferrarme? A nada en absoluto. Esto puede parecer aterrador; casi como si yo fuese uno de los personajes en una novela de misterio que está siendo atacado por alguien que intenta volverle loco, haciéndole creer que está alucinando y viendo cosas que no existen.


En realidad, aunque el intento de des-hacer nuestra orientación mental es semejante, el Curso intenta justo lo contrario. Está intentando volvernos cuerdos, no locos. Ya estamos locos. Estamos alucinando e imaginando cosas que no están ahí, y el Curso está intentando romper nuestra creencia obsesiva de que son reales.

Por debajo de la capa protectora del engaño que hemos puesto; la realidad es una mente completamente sana que piensa pensamientos completamente cuerdos y que únicamente ve la verdad. Nuestros pensamientos reales son los pensamientos que pensamos con la Mente de Dios, compartiéndolos con Él. Los pensamientos no abandonan la mente, por lo tanto, deben estar todavía ahí. Nuestros pensamientos son los pensamientos de Dios, y los pensamientos de Dios son eternos. Si esos pensamientos están ahí podemos encontrarlos. Podemos sacar nuestros pies del barro pegajoso de nuestros pensamientos y ponerlos sobre roca firme. Podemos estar casi completamente fuera del alcance de estos pensamientos originales y eternos, pensamientos completamente de acuerdo con la Mente de Dios, pero Dios quiere que los encontremos. Por lo tanto, debemos ser capaces de encontrarlos.

Ayer buscábamos la luz dentro de nosotros, una idea muy abstracta. Hoy buscamos nuestros propios pensamientos reales. Eso nos acerca un poco más la comprensión de lo abstracto: no sólo “la luz” sino mis propios pensamientos, algo que es parte de mí y que representa a mi verdadera naturaleza.

¿Cómo sería un pensamiento que estuviera en perfecta armonía con la Mente de Dios? Eso es lo que estamos intentando encontrar y experimentar hoy. Y si somos honestos, tendremos que admitir que los pensamientos de los que somos conscientes la mayoría de las veces no pertenecen para nada a esa clase. Nuestros pensamientos están llenos de miedo, inseguridad, totalmente a la defensiva, demasiado ansiosos y desesperados, y por encima de todo demasiado cambiantes como para decir que son pensamientos que compartimos con Dios.

Un pensamiento que procede de la Mente de Dios debe ser de perfecta armonía, total paz, completa seguridad, total bondad, y perfecta estabilidad. Estamos intentando localizar ese centro de pensamiento en nuestra mente. Estamos intentando encontrar pensamientos de esta naturaleza dentro de nosotros mismos.


Una vez más, practicamos el sumergirnos en la quietud, pasar de largo todos los pensamientos irreales que ocultan la verdad en nuestra mente, y llegar a lo eterno que está en nuestro interior. Éste es un ejercicio sagrado, y que deberíamos tomarnos muy en serio, aunque no con tristeza, pues es un ejercicio de puro gozo. Dentro de mí hay un lugar que nunca cambia, un lugar que siempre está en paz, siempre brillando con el brillo del amor. ¡Y hoy, Oh Dios, sí hoy, yo quiero encontrar ese lugar! Hoy quiero tocar esa base sólida en el centro de mi Ser y conocer su estabilidad. Hoy quiero encontrar mi Ser.



TEXTO


IV. Enseñanza y curación



1. Lo que el miedo ha ocultado sigue siendo parte de ti. 2Unirse a la Expiación es la manera de escapar del miedo. 3El Espíritu Santo te ayudará a reinterpretar todo lo que percibes como  temible, y te enseñará que sólo lo que es amoroso es cierto. 4La verdad está más allá de tu capacidad para destruir; aceptarla, en cambio, está ente­ramente tu alcance. 5Te pertenece porque, al ser tú una extensión de Dios, la creaste junto con Él. 6Es tuya porque forma parte de ti, tal como tú formas parte de Dios porque El te creó. 7Nada que sea bueno se puede perder, pues procede del Espíritu Santo, la Voz que habla en favor de la creación. 8Nada que no sea bueno fue creado jamás, y, por lo tanto, no puede ser protegido. 9La Expia­ción garantiza la seguridad del Reino, y la unión de la Filiación lo protege. 10El ego no puede prevalecer contra el Reino porque la Filiación está unida. 11En presencia de aquellos que oyen la exhor­tación del Espíritu Santo a ser uno, el ego se desvanece y queda des-hecho.

2. Lo que el ego forja se lo guarda para sí, y, por lo tanto, carece de fuerza. 2Su existencia no se puede compartir. 3No muere, simple­mente nunca nació. 4El nacimiento físico no es un comienzo, es una continuación. 5Todo lo que continúa ha nacido ya. 6Aumen­tará a medida que estés cada vez más dispuesto a devolverle a la parte superior de tu mente la parte que no está sana, devolvién­dole de este modo tu mente indivisa a la creación. 7Yo he venido a sentar las bases para que tus propios pensamientos puedan hacerte verdaderamente libre. 8Has cargado con un fardo de ideas que no se pueden compartir y que son demasiado endebles como para poder expandirse. aMas una vez que las concebiste no supiste cómo erradicarlas. 9Tú no puedes cancelar tus propios errores pasados por tu cuenta. 10No desaparecerán de tu mente sin la Expiación, remedio éste que no es obra tuya. 11La Expiación debe entenderse exclusivamente como un simple acto de compar­tir. 12Eso es lo que quise decir cuando afirmé que incluso en este mundo es posible escuchar una sola Voz. 13Si formas parte de Dios y la Filiación es una, no puedes estar limitado al ser que el ego ve.

3. Cada pensamiento amoroso que cualquier parte de la Filiación abriga es patrimonio de todas sus partes. 2Se puede compartir porque es amoroso. 3Dios crea compartiendo, y así es como tú creas también. 4El ego puede mantenerte exiliado del Reino, pero en el Reino en sí el ego no tiene ningún poder. 5Las ideas del espíritu no abandonan la mente que las piensa, ni tampoco pue­den entrar en conflicto entre sí. Las ideas del ego, en cambio, pueden entrar en conflicto porque ocurren en diferentes niveles y también porque incluyen pensamientos que incluso en el mismo nivel están en franca oposición. 7Es imposible compartir pensamien­tos que se oponen entre sí. 8Sólo puedes compartir los pensamientos que proceden de Dios, los cuales Él conserva para ti. 9El Reino de los Cielos se compone de pensamientos de esa clase. 10Todos los demás permanecerán contigo hasta que el Espíritu Santo los haya reinterpretado a la luz del Reino, haciendo que sean también dig­nos de ser compartidos. 11Cuando se hayan purificado lo sufi­ciente Él te permitirá compartirlos. 12La decisión de compartirlos es lo que los purifica.

4. Yo oí una sola Voz porque comprendí que era imposible que pudiese expiar únicamente para mí mismo. 2Escuchar una sola Voz implica que has decidido compartirla para así poderla oír tú mismo. 3La Mente que estaba en mí se siente todavía irresistible­mente atraída hacia todas las mentes creadas por Dios, porque la Plenitud de Dios es la plenitud de Su Hijo. 4Nada puede hacerte daño, y no debes mostrarle a tu hermano nada que no sea tu plenitud. 5Muéstrale que él no puede hacerte daño y que no le guardas rencor, pues, de lo contrario, te estarás guardando ren­cor a ti mismo. 6Ese es el significado de: "Ofrécele también la otra mejilla".

5. Se puede enseñar de muchas maneras, pero ante todo con el ejemplo. 2Enseñar debe ser curativo, ya que consiste en compartir ideas y en el reconocimiento de que compartir ideas es reforzar­las. 3No puedo olvidar la necesidad que tengo de enseñar lo que he aprendido, la cual surgió en mí precisamente por haberlo apren­dido. 4Te exhorto a que enseñes lo que has aprendido porque al hacerlo podrás contar con ello. 5Haz que sea algo con lo que pue­des contar en mi nombre porque mi nombre es el Nombre del Hijo de Dios. 6Lo que aprendí te lo doy libremente, y la Mente que estaba en mí se regocija cuando eliges escucharla.

6. El Espíritu Santo expía en todos nosotros des-haciendo y de esta manera te libera de la carga que le has impuesto a tu mente. 2Al seguir al Espíritu Santo se te conduce de regreso a Dios, que es donde te corresponde estar. aMas ¿cómo podrías encontrar el camino que conduce a Él sino llevando a tu hermano contigo? 3Mi papel en la Expiación no concluirá hasta que no te unas a ella y se la ofrezcas a otros. 4Lo que enseñes es lo que aprenderás. 5Nunca te dejaré desamparado ni te abandonaré porque hacer eso sería abandonarme a mí mismo y abandonar a Dios que me creó. 6Abandonas a Dios y te abandonas a ti mismo cuando aban­donas a cualquiera de tus hermanos. 7Tienes que aprender a ver­los tal como son, y entender que le pertenecen a Dios al igual que tú. 8¿De qué mejor manera puedes tratar a tu hermano que dán­dole a Dios lo que es de Dios?

7. La Expiación te confiere el poder de una mente que ha sanado, pero el poder de crear es de Dios. 2Por lo tanto, aquellos que han sido perdonados deben dedicarse en primer lugar a curar, pues al haber aceptado la idea de la curación, deben compartirla para así conservarla. 3El poder de la creación en su totalidad no se puede expresar si una sola de las ideas de Dios se encuentra excluida del Reino. 4La voluntad conjunta de la Filiación es el único creador que puede crear como el Padre, ya que sólo lo que es íntegro puede pensar íntegramente, y al pensamiento de Dios no le falta nada. 5Cualquier pensamiento que tengas que no sea a través del Espíritu Santo no es íntegro.


8. ¿Cómo es posible que tú que eres tan santo puedas sufrir? 2Todo tu pasado, excepto su belleza, ha desaparecido, y no queda ni rastro de él, salvo una bendición. 3He salvaguardado todas tus bondades y cada pensamiento amoroso que jamás hayas abri­gado. 4Los he purificado de los errores que ocultaban su luz, y los he conservado para ti en su perfecta luminiscencia. 5Se encuen­tran más allá de la destrucción y de la culpabilidad. 6Procedieron del Espíritu Santo en ti, y sabemos que lo que Dios crea es eterno. 7Puedes ciertamente partir en paz porque te he amado como me amé a mí mismo. 8Mi bendición va contigo para que la extiendas. 9Consérvala y compártela, para que sea siempre nuestra. 10Pongo la paz de Dios en tus manos y en tu corazón para que la conserves y la compartas. 11El corazón la puede conservar debido a su pureza y las manos la pueden ofrecer debido a su fuerza. 12No podemos perder. 13Mi juicio es tan poderoso como la sabiduría de Dios, en Cuyo Corazón y Manos radica nuestra existencia. 14Sus sosegadas criaturas son Sus Hijos benditos. 15Los Pensamientos de Dios están contigo.

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