DESPERTAR AL AMOR

miércoles, 13 de abril de 2016

13 ABRIL: Dios, al ser Amor, es también felicidad.

AUDIOLIBRO


EJERCICIOS


LECCION 103

Dios, al ser Amor, es también felicidad.


1. La felicidad es un atributo del amor. 2No se puede separar de él 3ni experimentarse donde éste no está. 4El amor no tiene límites, al estar en todas partes. 5La dicha, por consiguiente, está asimismo en todas partes. 6Mas la mente puede negar que esto es así, al creer que hay brechas en el amor por donde el pecado puede infil­trarse y acarrear dolor en lugar de dicha. 7Esta absurda creencia pretende limitar la felicidad al definir al amor como algo limitado, e introducir desacuerdo en lo que no tiene límites ni opuestos.

2. De este modo, se asocia el miedo con el amor, y sus resultados se convierten en el patrimonio de aquellas mentes que piensan que lo que han hecho es real. 2Estas imágenes, desprovistas de toda realidad, dan testimonio del temor a Dios, olvidándose de que, al ser Dios Amor, tiene que ser también dicha. 3Hoy tratare­mos nuevamente de llevar este error básico ante la verdad y de enseñarnos a nosotros mismos que:

4Dios, al ser Amor, es también felicidad.
5Tener miedo de Él es tener miedo de la dicha.

6Comienza tus sesiones de práctica de hoy con esta asociación que corrige la falsa creencia de que Dios es miedo. 7Subraya asi­mismo que la felicidad es tu patrimonio por razón de lo que es Él.

3. Permite hoy que esta corrección sea colocada en tu mente en cada hora de vigilia. 2Da la bienvenida entonces a toda la felici­dad que dicha corrección brinda a medida que la verdad reem­plaza al miedo, y la dicha se convierte en lo que esperas ha de ocupar el lugar del dolor. 3Dado que Dios es Amor, se te conce­derá. 4Refuerza esa esperanza a menudo a lo largo del día, y aca­lla todos tus temores con la siguiente expresión de certeza, la cual es benévola y completamente cierta:

5Dios, al ser Amor, es también felicidad.
6Y la felicidad es lo que busco hoy.
7No puedo fracasar, pues lo que busco es la verdad.

 


 

TEXTO


Capítulo 10

LOS ÍDOLOS DE LA ENFERMEDAD


Introducción

1. Nada externo a ti puede hacerte temer o amar porque no hay nada externo a ti. 2Tanto el tiempo como la eternidad se encuen­tran en tu mente, y estarán en conflicto hasta que percibas el tiempo exclusivamente como un medio para recuperar la eterni­dad. 3No podrás hacer esto mientras sigas creyendo que la causa de todo lo que te ocurre se encuentra en factores externos a ti. 4Tienes que aprender que el tiempo sólo existe para que hagas uso de él, y que nada en el mundo puede eximirte de esa responsabili­dad. 5Puedes violar las leyes de Dios en tu imaginación, pero no puedes escaparte de ellas. 6Fueron promulgadas para tu protec­ción y son tan inviolables como tu seguridad.

2. Dios no creó nada a excepción de ti, y nada a excepción de ti existe, pues tú formas parte de Él. 2¿Qué puede existir excepto Él? 3Nada puede tener lugar aparte de Él porque nada excepto Él es real. 4Tus creaciones, al igual que tú, representan una aporta­ción para Él, pero ni tú ni ellas le aportan nada que sea diferente porque todo ha existido siempre. 5¿Qué otra cosa puede alterarte salvo lo efímero, y cómo puede ser lo efímero real si tú eres la única creación de Dios y Él te creó eterno? 6Tu santa mente deter­mina todo lo que te ocurre. 7La respuesta que das a todo lo que percibes depende de ti porque es tu mente la que determina tu percepción de ello.

3. Dios no cambia de parecer con respecto a ti, pues Él no duda de Sí Mismo. 2Y lo que Él conoce se puede conocer porque no se lo reserva sólo para Sí Mismo. 3Te creó para Sí Mismo, pero te dio el poder de crear para ti mismo a fin de que fueses como Él. 4Por eso es por lo que tu mente es santa. 5¿Qué podría haber que fuese más grande que el Amor de Dios? 6¿Qué podría haber, entonces, que fuese más grande que tu voluntad? 7Nada externo a tu voluntad te puede afectar porque, al estar en Dios, lo abarcas todo. 8Cree esto, y te darás cuenta de hasta qué punto todo depende de ti. 9Cuando tu paz mental se vea amenazada por algo, pregúntate, "¿Ha cambiado Dios de parecer con respecto a mí?" 10Acepta luego Su decisión, que es ciertamente inmutable, y niégate a cambiar de parecer con respecto a ti mismo. 11Dios nunca decidirá contra ti, pues si lo hiciese, estaría decidiendo contra Él Mismo.



I. En Dios estás en tu hogar


1. No conoces tus creaciones simplemente porque mientras tu mente siga estando dividida decidirás contra ellas, y es imposible atacar lo que has creado. 2Pero recuerda que a Dios le resulta igual­mente imposible. 3La ley de la creación consiste en que ames a tus creaciones como a ti mismo, por ser éstas parte de ti. 4Todo lo que fue creado se encuentra, por lo tanto, perfectamente a salvo por­que las leyes de Dios lo protegen con Su Amor. 5Cualquier parte de tu mente que no sepa esto se ha desterrado a sí misma del conocimiento, al no haber satisfecho sus condiciones. 6¿Quién sino tú pudo haber hecho eso? 7Reconócelo gustosamente, pues en ese reconocimiento radica tu entendimiento de  que tu destie­rro es algo ajeno a Dios, y, por lo tanto, no existe.

2. En Dios estás en tu hogar, soñando con el exilio, pero siendo perfectamente capaz de despertar a la realidad: 2¿Deseas real­mente hacerlo? 3Reconoces por experiencia propia que lo que ves en sueños lo consideras real mientras duermes. 4Mas en el ins­tante en que te despiertas te das cuenta de que todo lo que parecía ocurrir en el sueño en realidad no había ocurrido. 5Esto no te parece extraño, si bien todas las leyes de aquello a lo que despier­tas fueron violadas mientras dormías. 6¿No será que simplemente pasaste de un sueño a otro sin haber despertado realmente?

3. ¿Te molestarías en reconciliar lo que ocurrió en dos sueños con­flictivos, o simplemente descartarías los dos si descubrieses que la realidad no coincide con ninguno de ellos? 2No recuerdas estar despierto. 3Cuando oyes al Espíritu Santo tal vez te sientes mejor porque entonces te parece que es posible amar, pero todavía no recuerdas que una vez fue así. 4Mas cuando lo recuerdes, sabrás que puede volver a ser así de nuevo. 5Lo que es posible no se ha logrado todavía. 6Sin embargo, lo que una vez fue, aún es, si es que es eterno. 7Cuando recuerdes sabrás que lo que recuerdas es eterno, y, por lo tanto, que se encuentra aquí ahora.

4. Recordarás todo en el instante en que lo desees de todo cora­zón, pues si desear de todo corazón es crear, tu voluntad habrá dispuesto el fin de la separación, y simultáneamente le habrás devuelto tu mente a tu Creador y a tus creaciones. 2Al conocerlos, ya no tendrás deseos de dormir, sino sólo el deseo de despertar y regocijarte. 3Soñar será imposible porque sólo desearás la verdad, y al ser ésa por fin tu voluntad, dispondrás de ella.


II. La decisión de olvidar

1. A menos que primero conozcas algo no puedes disociarte de ello. 2El conocimiento, entonces, debe preceder a la disociación, de modo que ésta no es otra cosa que la decisión de olvidar. 3Lo que se ha olvidado parece entonces temible, pero únicamente porque la disociación es un ataque contra la verdad. 4Sientes miedo porque la has olvidado. 5has reemplazado tu conocimiento por una con­ciencia de sueños, ya que tienes miedo de la disociación y no de aquello de lo que te disociaste. 6Cuando aceptas aquello de lo que te disociaste, deja de ser temible.

2. Sin embargo, renunciar a tu disociación de la realidad trae consigo más que una mera ausencia de miedo. 2En esa decisión radica la dicha, la paz y la gloria de la creación. 3Ofrécele al Espí­ritu Santo únicamente tu voluntad de estar dispuesto a recordar, pues Él ha conservado para ti el conocimiento de Dios y de ti mismo, y sólo espera a que lo aceptes. 4Abandona gustosamente todo aquello que pueda demorar la llegada de ese recuerdo, pues Dios se encuentra en tu memoria. 5Su Voz te dirá que eres parte de Él cuando estés dispuesto a recordarle y a conocer de nuevo tu realidad. 6No permitas que nada en este mundo demore el que recuerdes a Dios, pues en ese recordar radica el conocimiento de ti mismo.

3. Recordar es simplemente restituir en tu mente lo que ya se encuentra allí. 2Tú no eres el autor de aquello que recuerdas, sino que sencillamente vuelves a aceptar lo que ya se encuentra allí, pero había sido rechazado. 3La capacidad de aceptar la verdad en este mundo es la contrapartida perceptual de lo que en el Reino es crear. 4Dios cumplirá con Su cometido si tu cumples con el tuyo, y a cambio del tuyo Su recompensa será el intercambio de la percepción por el conocimiento. 5Nada está más allá de lo que Su Voluntad dispone para ti. 6Pero expresa tu deseo de recor­darle, y ¡oh maravilla!, 7Él te dará todo sólo con que se lo pidas.

4. Cuando atacas te estás negando a ti mismo. 2Te estás enseñando específicamente que no eres lo que eres. 3Tu negación de la realidad te impide aceptar el regalo de Dios, puesto que has aceptado otra cosa en su lugar 4Si entendieses que esto siempre constituye un ataque contra la verdad, y que Dios es la verdad, comprende­rías por qué esto siempre da miedo. 5Si además reconocieses que formas parte de Dios, entenderías por qué razón siempre te atacas a ti mismo primero.

5. Todo ataque es un ataque contra uno mismo. 2No puede ser otra cosa. 3Al proceder de tu propia decisión de no ser quien eres, es un ataque contra tu identidad. 4Atacar es, por lo tanto, la manera en que pierdes conciencia de tu identidad, pues cuando atacas es señal inequívoca de que has olvidado quién eres. 5si tu realidad es la de Dios, cuando atacas no te estás acordando de Él. 6Esto no se debe a que Él se haya marchado, sino a que tú estás eligiendo conscientemente no recordarlo.

6. Si te dieses cuenta de los estragos que esto le ocasiona a tu paz mental no podrías tomar una decisión tan descabellada. 2La tomas únicamente porque todavía crees que puede proporcionarte algo que deseas. 3De esto se deduce, por consiguiente, que lo que quie­res no es paz mental sino otra cosa, pero no te has detenido a considerar lo que esa otra cosa pueda ser. 4Aun así, el resultado lógico de tu decisión es perfectamente evidente, sólo con que lo observes. 5Al decidir contra tu realidad, has decidido mantenerte alerta contra Dios y Su Reino. 6Y es este estado de alerta lo que hace que tengas miedo de recordarle.





No hay comentarios:

Publicar un comentario