DESPERTAR AL AMOR

lunes, 16 de mayo de 2016

16 MAYO: La enfermedad es una defensa contra la verdad.

AUDIOLIBRO 

 

EJERCICIOS

LECCION 136

La enfermedad es una defensa contra la verdad.



1. Nadie puede sanar a menos que comprenda cuál es el propó­sito que aparentemente tiene la enfermedad. 2Pues entonces comprende también que dicho propósito no tiene sentido. 3Al no tener la enfermedad causa ni ningún propósito válido, es imposible que exista. 4Una vez que se reconoce esto, la curación es automática. 5Pues dicho reconocimiento desvanece esta ilusión sin sentido, valiéndose del mismo enfoque que lleva a todas las ilusiones ante la verdad, y simplemente las deja allí para que desaparezcan.

2. La enfermedad no es un accidente. 2Al igual que toda defensa, es un mecanismo demente de auto-engaño. 3Y al igual que todos los demás mecanismos, su propósito es ocultar la realidad, ata­carla, alterarla, incapacitarla, distorsionarla, tergiversarla y redu­cirla a un insignificante montón de partes desarmadas. 4La meta de todas las defensas es impedir que la verdad sea íntegra. 5Las partes se ven entonces como si cada una de ellas fuese un todo en sí misma.

3. Las defensas no son involuntarias ni se forjan inconsciente­mente. 2Son como varitas mágicas secretas que utilizas cuando la verdad parece amenazar lo que prefieres creer. 3Parecen ser algo inconsciente debido únicamente a la rapidez con que decides emplearlas. 4En ese segundo, o fracción de segundo en que deci­des emplearlas, reconoces exactamente lo que te propones hacer, y luego lo das por hecho.

4. ¿Quién sino tú decide que existe una amenaza, que es necesario escapar, y erige una serie de defensas para contrarrestar la ame­naza que ha juzgado real? 2Todo esto no puede hacerse de manera inconsciente. 3Mas una vez que lo has hecho, tu plan requiere que te olvides de que fuiste tú quien lo hizo, de manera que parezca ser algo ajeno a tu propia intención; un acontecimiento que no guarda relación alguna con tu estado mental; un desenlace que produce un efecto real en ti, en vez de uno que tú mismo has causado.

5. La rapidez con la que te olvidas del papel que desempeñas en la fabricación de tu "realidad" es lo que hace que las defensas no parezcan estar bajo tu control. 2Mas puedes recordar lo que has olvidado, si estás dispuesto a reconsiderar la decisión que se encuentra doblemente sellada en el olvido. 3El hecho de que no te acuerdes no es más que la señal de que esa decisión todavía está en vigor, en cuanto que ese es lo que deseas. 4No confundas esto con un hecho. 5Las defensas hacen que los hechos sean irreconocibles. 6Ése es su propósito, y eso es lo que hacen.

6. Las defensas toman fragmentos de la totalidad, los ensamblan sin tener en cuenta la verdadera relación que existe entre ellos, y, de esta manera, tejen ilusiones de una totalidad que no existe. 2Este proceso es lo que produce la sensación de amenaza, y no cualquier resultado que pueda derivarse de él. 3Cuando se arran­can partes de la totalidad y se consideran como algo separado y como un todo en sí mismas, se convierten en símbolos que representan un ataque contra la totalidad y al, en efecto lograrlo, ésta no se puede volver a ver como la totalidad que es. 4Sin embargo, has olvidado que dichas partes sólo representan tu decisión de lo que debe ser real, a fin de que ocupe el lugar de lo que sí es real. 


7. La enfermedad es una decisión. 2No es algo que te suceda sin tú mismo haberlo pedido, y que te debilita y te hace sufrir. 3Es una decisión que tú mismo tomas, un plan que trazas, cuando por un instante la verdad alborea en tu mente engañada y todo tu mundo parece dar tumbos y estar a punto de derrumbarse. 4Ahora enfermas, para que la verdad se marche y deje de ser una amenaza para tus falsos castillos.


8. ¿Por qué crees que la enfermedad puede escudarte de la verdad? 2Porque demuestra que el cuerpo no está separado de ti y que, por lo tanto, tú no puedes por menos que estar separado de la verdad. 3Experimentas dolor cuando el cuerpo lo experimenta, y en ese dolor te vuelves uno con él. 4De esta, manera, tu "verda­dera” identidad queda a salvo, y el extraño y perturbador pensamiento de que tal vez seas algo más que un puñado de polvo queda mitigado y silenciado. 5Pues fíjate, ese polvo puede hacerte sufrir, torcerte las extremidades y pararte el corazón, ordenándote que mueras y dejes de existir.


9. De esta manera, el cuerpo es más fuerte que la verdad, la cual te pide que vivas, pero no puede imponerse a tu decisión de que­rer morir. 2Y así, el cuerpo es más poderoso que la vida eterna, el Cielo más frágil que el infierno y los designios de Dios para la salvación de Su Hijo se ven contrarrestados por una decisión que es más fuerte que Su Voluntad. 3El Hijo no es más que polvo, el Padre no está completo y el caos se sienta triunfante en Su trono.


10. Tal es el plan que has elaborado para tu propia defensa. 2Y crees que el Cielo se estremece ante ataques tan irracionales como éstos, en los que Dios queda cegado por tus ilusiones, la verdad transformada en mentiras y todo el universo hecho esclavo de las leyes que tus defensas quieren imponerle. 3Mas ¿quién podría creer en ilusiones salvo el que las inventa?. 4¿Quién más podría verlas y reaccionar ante ellas como si fuesen la verdad?

11. Dios no sabe nada de tus planes para cambiar Su Voluntad. 2El universo permanece indiferente a las leyes con las que has creído gobernarlo. 3Y el Cielo no se ha inclinado ante el infierno, ni la vida ante la muerte. 4Lo único que puedes hacer es elegir pensar que mueres o que sufres enfermedades, o que de alguna manera tergiversas la verdad. 5Lo que ha sido creado no guarda relación alguna con eso. 6Las defensas son planes para derrotarlo que no puede ser atacado. 7Lo que es inalterable no puede cambiar. 8Y lo que es absolutamente impecable no puede pecar.

12. Ésta es la simple verdad. 2No recurre a la fuerza ni al dominio. 3No exige obediencia, ni intenta demostrar cuán fútiles y lamenta­bles son tus intentos de planear defensas que la pudiesen alterar. 4La verdad sólo desea brindarte felicidad, pues ése es su propó­sito. 5Quizá exhala un pequeño suspiro cuando rechazas sus dones. aNo obstante, sabe con absoluta certeza que recibirás lo que Dios dispone para ti.

13. Este hecho es lo que demuestra que el tiempo es una ilusión. 2Pues el tiempo te permite pensar que lo que Dios te ha dado no es verdad ahora mismo, como no puede por menos que serlo. 3Los Pensamientos de Dios son totalmente ajenos al tiempo. 4Pues el tiempo no es sino otra absurda defensa que has urdido contra la verdad. 5Lo que Él dispone, no obstante, esta aquí, y tú sigues siendo tal como Él te creó.

14. El poder de la verdad es muy superior al de cualquier defensa, pues ninguna ilusión puede permanecer allí donde se le ha dado entrada a la verdad. 2Y ésta alborea en cualquier mente que esté dispuesta a deponer sus armas y a dejar de jugar con necedades. 3La verdad se puede encontrar en cualquier momento; incluso hoy mismo, si eliges practicar darle la bienvenida.

15. Este es nuestro objetivo hoy. 2Dedicaremos un cuarto de hora en dos ocasiones a pedirle a la verdad que venga y nos libere. 3Y la verdad vendrá, pues jamás ha estado separada de nosotros. 4Tan sólo aguarda la invitación que hoy le hacemos. 5Introduci­mos dicha invitación con una plegaria de curación para que nos ayude a. superar nuestra actitud defensiva y permita que la ver­dad sea como siempre ha sido:

6La enfermedad es una defensa contra la verdad.
7Aceptaré la verdad de lo que soy, y dejaré que mi mente sane hoy completamente.

16. La curación destellará a través de tu mente abierta a medida que la paz y la verdad se alcen para ocupar el lugar de la con­tienda y de las imaginaciones vanas. 2No quedará ni un solo rincón tenebroso que la enfermedad pueda ocultar y defender contra la luz de la verdad. 3No quedarán en tu mente figuras sombrías procedentes de tus sueños ni sus absurdos y oscuros anhelos, cuyos propósitos dobles se persiguen descabelladamente. 4La mente sanará de todo deseo enfermizo que jamás haya tratado que el cuerpo obedeciera.

17. Ahora el cuerpo está sano porque la fuente de la enfermedad está dispuesta a recibir alivio. 2Y reconocerás que practicaste bien por lo siguiente: el cuerpo no sentirá nada en absoluto. 3Si has tenido éxito, no habrá sensación alguna de enfermedad o de bie­nestar, de dolor o de placer. 4La mente no responderá en absoluto a lo que el cuerpo haga. 5Lo único que se conserva es su utilidad y nada más.

18. Tal vez no te des cuenta de que esto elimina los límites que le habías impuesto al cuerpo como resultado de los propósitos que le habías adjudicado. 2A medida que éstos se dejan a un lado, el cuerpo tendrá suficiente fuerza para servir a cualquier propósito que sea verdaderamente útil. 3La salud del cuerpo queda plena­mente garantizada porque ya no se ve limitado por el tiempo, por el clima o la fatiga, por lo que come o bebe, ni por ninguna de las leyes a que antes lo sometías. 4No tienes que hacer nada para que esté bien, pues la enfermedad es ahora imposible.

19. Mas para conservar esta protección es preciso que te manten­gas extremadamente alerta. 2Si permites que tu mente abrigue pensamientos de ataque, juzgue o trace planes para contrarrestar cosas que tal vez puedan pasar en el futuro, te habrás vuelto a extraviar, y habrás forjado una identidad corporal que atacará al cuerpo, pues en ese caso la mente estará enferma.

20. De ocurrir esto, remédialo de inmediato, no permitiendo que tu actitud defensiva te siga haciendo daño. 2No te confundas con respecto a lo que necesita sanar, sino que di para tus adentros:

3He olvidado lo que realmente soy, pues me confundí a mí mismo con mi cuerpo.
4La enfermedad es una defensa con­tra la verdad.
5Mas yo no soy un cuerpo.
6Y mi mente es incapaz de atacar.
7Por lo tanto, no puedo estar enfermo.








TEXTO



II. El inocente Hijo de Dios


1. El propósito fundamental de la proyección es siempre desha­cerse de la culpabilidad. 2Pero el ego, como de costumbre, trata de deshacerse de la culpabilidad exclusivamente desde su punto de vista, pues por mucho que él quiera conservar la culpabilidad, a ti te resulta intolerable, toda vez que la culpabilidad te impide recordar a Dios, Cuya atracción es tan fuerte que te es irresistible. 3En este punto, pues, se produce la más profunda de las divisio­nes, pues si has de conservar la culpabilidad, tal como insiste el ego, tú no puedes ser tú mismo. 4Sólo persuadiéndote de que tú eres él podría el ego inducirte a proyectar la culpabilidad y de ese modo conservarla en tu mente.

2. Observa, sin embargo, cuán extraña es la solución que el ego ha urdido. 2Proyectas la culpabilidad para deshacerte de ella, pero en realidad estás simplemente ocultándola. 3Experimentas culpabilidad, pero no sabes por qué. 4Al contrario, la asocias con un extraño surtido de "ideales del ego", en los que, según él, le has fallado. 5Sin embargo; no te das cuenta de que a quien le estás fallando es al Hijo de Dios al considerarlo culpable. 6Al creer que tú ya no eres tú, no te das cuenta de que te estás fallando a ti mismo.

3. La más tenebrosa de las piedras angulares que ocultas, man­tiene tu creencia en la culpabilidad fuera de tu conciencia, 2pues en ese lugar tenebroso y secreto yace el reconocimiento de que has traicionado al Hijo de Dios al haberlo condenado a muerte. 3Tú ni siquiera sospechas que esta idea asesina, aunque demente, yace ahí oculta, pues las ansias destructivas del ego son tan inten­sas que sólo la crucifixión del Hijo de Dios puede, en última ins­tancia, satisfacerle. 4No sabe quién es el Hijo de Dios porque es ciego. 5Mas permítele percibir inocencia en cualquier parte, y tra­tará de destruirla debido a su miedo. 

4. Gran parte del extraño comportamiento del ego se puede atri­buir directamente a su definición de la culpabilidad. 2Para el ego, los inocentes son culpables. 3Los que no atacan son sus "enemigos" porque, al no aceptar su interpretación de la salvación, se encuen­tran en una posición excelente para poder abandonarla. 4Se han aproximado a la piedra angular más recóndita y tenebrosa de los cimientos del ego, y si bien el ego puede tolerar que pongas en duda todo lo demás, este secreto lo guarda con su vida, pues su existencia depende de que él siga guardando dicho secreto. 5Por lo tanto, es este secreto lo que tenemos que examinar, pues el ego no puede protegerte de la verdad, y en presencia de ésta él se desvanece.

5. En la serena luz de la verdad, reconozcamos que crees haber crucificado al Hijo de Dios. 2No has admitido este "terrible" secreto porque todavía desearías crucificarlo si pudieses encon­trarlo. 3No obstante, este deseo ha hecho que el Hijo de Dios se mantenga oculto de ti, ya que es un deseo aterrante, y, por lo tanto, temes encontrarlo. 4La manera en que has lidiado con este deseo de matarte es desconociendo tu identidad e identificándote con lo que no eres. 5Has proyectado la culpabilidad ciega e indis­criminadamente, pero no has podido descubrir su fuente. 6Pues el ego quiere destruirte, y si te identificas con él no podrás sino creer que su objetivo es también el tuyo.

6. He dicho que la crucifixión es el símbolo del ego. 2Cuando el ego se enfrentó con la verdadera inocencia del Hijo de Dios intentó darle muerte, y la razón que adujo fue que la inocencia es una blasfemia contra Dios. 3Para el ego, el ego es Dios, y la inocen­cia tiene que ser interpretada como la máxima expresión de culpabilidad que justifica plenamente el asesinato. 4Todavía no entiendes que cualquier miedo que puedas experimentar en cone­xión con este curso procede, en última instancia, de esa interpreta­ción, pero si examinases las reacciones que éste suscita en ti, te convencerías cada vez más de que eso es cierto.

7. Este curso ha afirmado explícitamente que su objetivo es tu felicidad y tu paz. 2pesar de ello, le tienes miedo. 3Se te ha dicho una y otra vez que te liberará, no obstante, reaccionas en muchas ocasiones como si estuviese tratando de aprisionarte. 4A menudo lo descartas con mayor diligencia de la que empleas para descartar los postulados del ego. 5En cierta medida, pues, debes creer que si no aprendes el curso te estás protegiendo a ti mismo. 6no te das cuenta de que lo único que  puede protegerte es tu inocencia.

8. La Expiación se ha interpretado siempre como lo que libera de la culpabilidad, y esto es cierto si se entiende debidamente. 2No obstante, incluso si yo te "interpreto lo que es, puede que la rechaces y no la aceptes para ti mismo. 3Tal vez hayas reconocido la futilidad del ego y de sus ofrecimientos, pero aunque no los deseas, puede que todavía no contemples la alternativa con agrado. 4En última instancia, tienes miedo de la redención y crees que te aniquilaría. 5No te engañes con respecto a la intensidad de ese miedo, 6pues crees que, en presencia de la verdad, puedes volverte contra ti mismo y destruirte.

  
9. Criatura de Dios, eso no es así. 2Ese “secreto por el que te sientes culpable” no es nada, y si lo sacas la luz, la Luz lo desvane­cerá. 3No quedará entonces ninguna nube tenebrosa que pueda interponerse entre ti y el recuerdo de tu Padre, pues recordarás a Su inocente Hijo, que no murió porque es inmortal. 4Y te darás cuenta de que fuiste redimido juntó con él y de que nunca has estado separado de él. 5El que puedas recordar depende de que comprendas esto, pues ello implica que has reconocido el amor sin miedo. 6Con ocasión de tu vuelta a casa se producirá un gran júbilo en el Cielo y el júbilo será tuyo. 7Pues el hijo redimido del hombre es el Hijo inocente de Dios, y reconocerlo es tu redención.

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