DESPERTAR AL AMOR

martes, 17 de mayo de 2016

17 MAYO: Cuando me curo no soy el único que se cura.

AUDIOLIBRO 





EJERCICIOS



LECCION 137

Cuando me curo no soy el único que se cura.




1. La idea de hoy sigue siendo el pensamiento central sobre el que descansa la salvación. 2Pues la curación es lo opuesto a todas las ideas del mundo que tienen que ver con la enfermedad y con los estados de separación. 3Aislarse uno de los demás y rehusar la unión es lo que da lugar a la enfermedad. 4Ésta se convierte en una puerta tras la cual se encierra a un ser separado, y donde se le mantiene aislado y solo.

2. La enfermedad es aislamiento. 2Pues parece mantener a un ser separado del resto, para que sufra lo que los otros no sienten. 3Le otorga al cuerpo poder absoluto para hacer que la separación sea real y mantener a la mente en solitario confinamiento, dividida en pedazos y sujeta por una sólida muralla de carne enfermiza que no puede trascender.

3. El mundo acata las leyes que la enfermedad apoya, pero la curación opera aparte de ellas. 2Es imposible que alguien pueda curarse solo. 3En la enfermedad, él no puede sino estar aparte y separado. 4Mas la curación es el resultado de su decisión de ser uno solo nuevamente, y de aceptar su Ser con todas Sus partes intactas e incólumes. 5En la enfermedad, su Ser aparenta estar desmembrado y desprovisto de la unidad que le da vida. 6Mas la curación se logra al él comprender que el cuerpo no tiene el poder de atacar la universal unicidad del Hijo de Dios.

4. El propósito de la enfermedad es demostrar que las mentiras son verdad. 2Mas la curación demuestra que sólo la verdad es verdad. 3La separación que la enfermedad pretende imponer en realidad jamás ha tenido lugar. 4Curar es meramente aceptar lo que siempre ha sido la simple verdad, lo cual seguirá siendo exactamente como siempre fue. 5No obstante, a los ojos acostum­brados a las ilusiones se les debe mostrar que lo que contemplan es falso. 6Así pues, la curación, que la verdad nunca necesitó, tiene que demostrar que la enfermedad no es real.

5. La curación podría considerarse, por lo tanto, como un anti­-sueño que desplaza al sueño de enfermedad en nombre de la verdad, pero no en la verdad en sí. 2Así como el perdón pasa por alto todos los pecados, que nunca se cometieron, la curación desvanece las ilusiones que jamás tuvieron lugar. 3Y así como el mundo real emergerá para ocupar el lugar de lo que nunca suce­dió realmente, la curación ofrecerá restitución para los estados imaginarios e ideas falsas que los sueños han ido tejiendo y con­virtiendo en cuadros de la verdad.

6. Mas no pienses que curar no es algo digno de ser tu función aquí. 2Pues el anti-Cristo se vuelve más poderoso que el Cristo para aquellos que sueñan que el mundo es real. 3El cuerpo parece ser más sólido y más estable que la mente. 4Y el amor se convierte en un sueño, mientras que el miedo continúa siendo la única rea­lidad que puede verse, justificarse y entenderse plenamente.

7. Así como el perdón desvanecerá con su luz todo pecado y el mundo real ocupará el lugar de lo que has fabricado, asimismo la curación reemplazará las fantasías de enfermedad con las que nublas la simple verdad. 2Cuando se haya visto desaparecer la enfermedad, a pesar de todas las leyes que sostienen que es real, todas las preguntas habrán quedado contestadas. 3Y entonces se dejará de valorar y obedecer dichas leyes.

8. La curación es libertad. 2Pues demuestra que los sueños no prevalecerán contra la verdad. 3La curación es algo que se com­parte. 4Y mediante este atributo demuestra que las leyes que son diferentes de las que sostienen que la enfermedad es inevitable son más poderosas que las leyes enfermizas que sostienen lo contrario. 5La curación es fuerza. 6Pues con su tierna mano se supera la debilidad, y las mentes que estaban amuralladas en un cuerpo quedan liberadas para unirse a otras .mentes, y así ser fuertes para siempre.

9. La curación, el perdón y el feliz intercambio del mundo del dolor por uno en el que la tristeza no tiene cabida, son los medios por los que el Espíritu Santo te exhorta a que lo sigas. 2Sus dulces lecciones te enseñan cuán fácilmente puedes alcanzar la salva­ción y cuán poca práctica necesitas para dejar que Sus leyes reemplacen a las que tú promulgaste para mantenerte prisionero de la muerte. 3Su vida se vuelve la tuya propia, al tú extender la poca ayuda que Él te pide para liberarte de todo lo que jamás te causó dolor.

10. Y a medida que te dejas curar, te das cuenta de que junto con­tigo se curan todos los que te rodean, los que te vienen a la mente, aquellos que están en contacto contigo y los que parecen no estarlo. 2Tal vez no los reconozcas a todos, ni comprendas cuán grande es la ofrenda que le haces al mundo cuando permi­tes que la curación venga a ti. 3Mas nunca te curas solo. 4Legiones y legiones de hermanos recibirán el regalo que tú recibes cuando te curas.

11. Los que se han curado se convierten en los instrumentos de la curación. 2Y no transcurre tiempo alguno entre el instante en que son curados y aquel en que toda la gracia de curación les es dada para que ellos a su vez la den. 3Lo que se opone a Dios no existe, y aquel que no lo acepta en su mente se convierte en un refugio donde los que están cansados pueden hallar descanso. 4Pues ahí es donde se otorga la verdad, y ahí es donde todas las ilusiones se llevan ante la verdad.

12. ¿No le ofrecerías refugio a la Voluntad de Dios? 2Pues con ello sólo estarías invitando a tu Ser a estar en su propia casa. 3¿Y podría acaso rechazarse semejante invitación? 4Pide que ocurra lo inevitable y jamás fracasarás. 5La otra opción es pedir que lo que no puede ser, sea, y esto es algo que jamás podrá tener lugar. 6Hoy pedimos que sólo la verdad ocupe nuestras mentes; que los pensamientos de curación vayan en este día desde lo que ya se ha curado a lo que todavía tiene que curarse, conscientes de que ambas cosas ocurrirán al unísono.

13. Cuando el reloj marque la hora, recordaremos que nuestra función es permitir que nuestras mentes sean curadas, para que podamos llevar la curación al mundo e intercambiar la maldición por bendiciones, el dolor por la alegría y la separación por la paz de Dios. 2¿No vale la pena, acaso, dar un minuto de cada hora a cambio de semejante regalo? 3¿Y no es un poco de tiempo una ofrenda insignificante a cambio del regalo de lo que lo es todo?

14. Mas debemos estar preparados para semejante regalo. 2De modo que comenzaremos el día dedicando diez minutos a los pensamientos que siguen a continuación, con los cuales también lo concluiremos por la noche:

3Cuando me curo no soy el único que se cura.
4Y quiero com­partir, mi curación con el mundo, a fin de que la enfermedad pueda ser erradicada de la mente del único Hijo de Dios, Quien es mi único Ser.

15. Permite que la curación se efectúe a través de ti hoy mismo. 2Y mientras reposas serenamente, prepárate a dar tal como recibes, a conservar únicamente lo que das y a recibir la Palabra de Dios para que ocupe el lugar de todos los pensamientos absurdos que jamás se concibieron. 3Ahora nos unimos para curar todo lo que antes estaba enfermo y para ofrecer bendiciones allí donde antes reinaba el ataque. 4No nos olvidaremos de esta función con el transcurrir de cada hora, sino que recordaremos nuestro propó­sito con este pensamiento:


5Cuando me curo no soy el único que se cura.
6Y quiero bendecir a mis hermanos, pues me curaré junto con ellos, tal como ellos se curarán junto conmigo.



TEXTO



III. El miedo a la redención



1.  Tal vez te preguntes por qué es tan crucial que observes tu odio y te des cuenta de su magnitud. 2Puede que también pienses que al Espíritu Santo le sería muy fácil mostrártelo desvanecerlo, sin que tú tuvieses necesidad de traerlo a la conciencia. 3Hay, no obs­tante, un obstáculo adicional que has interpuesto entre la Expia­ción y tú. 4Hemos dicho que nadie toleraría el miedo si lo reconociese. 5Pero en tu trastornado estado mental no le tienes miedo al miedo. 6No te gusta, pero tu deseo de atacar no es lo que realmente te asusta. 7Tu hostilidad no te perturba seriamente. 8La mantienes oculta porque tienes aún más miedo de lo que encubre. 9Podrías examinar incluso la piedra angular más tenebrosa del ego sin miedo si no creyeses que, sin el ego, encontrarías dentro de ti algo de lo que todavía tienes más miedo. 10No es de la crucifi­xión de lo que realmente tienes miedo. 11Lo que verdaderamente te aterra es la redención.

2. Bajo los tenebrosos cimientos del ego yace el recuerdo de Dios, y de eso es de lo que realmente tienes miedo. 2Pues este recuerdo te restituiría instantáneamente al lugar donde te corresponde estar, del cual te has querido marchar. 3El miedo al ataque no es nada en comparación con el miedo que le tienes al amor. 4Estarías dispuesto incluso a examinar tu salvaje deseo de dar muerte al Hijo de Dios, si pensases que eso te podría salvar del amor. 5Pues éste deseo causó la separación, y lo has protegido porque no quie­res que ésta cese. 6Te das cuenta de que al despejar la tenebrosa nube que lo oculta el amor por tu Padre te impulsaría a contestar Su llamada y a llegar al Cielo de un salto. 7Crees que el ataque es la salvación porque el ataque impide que eso ocurra. 8Pues subya­cente a los cimientos del ego, y mucho más fuerte de lo que éste jamás pueda ser, se encuentra tu intenso y ardiente amor por Dios, y el Suyo por ti. 9Esto es lo que realmente quieres ocultar.

3. Honestamente, ¿no te es más difícil decir "te quiero” que "te odio"? 2Asocias el amor con la debilidad y el odio con la fuerza, y te parece que tu verdadero poder es realmente tu debilidad. 3Pues no podrías dejar de responder jubilosamente a la llamada del amor si la oyeses, y el mundo que creíste haber construido desaparecería. 4El Espíritu Santo, pues, parece estar atacando tu fuerza, ya que tú prefieres excluir a Dios. aMas Su Voluntad no es ser excluido.

4. Has construido todo tu demente sistema de pensamiento por­que crees que estarías desamparado en Presencia de Dios, y quie­res salvarte de Su Amor porque crees que éste te aniquilaría. 2Tienes miedo de que pueda alejarte completamente de ti mismo y empequeñecerte porque crees que la magnificencia radica en el desafío y la grandeza en el ataque. 3Crees haber construido un mundo que Dios quiere destruir, y que amando a Dios -y cierta­mente lo amas- desecharías ese mundo, lo cual es, sin duda, lo que harías. 4Te has valido del mundo, por lo tanto, para encubrir tu amor, y cuanto más profundamente te adentras en los tenebro­sos cimientos del ego, más te acercas al Amor que yace allí oculto. 5eso es lo que realmente te asusta.

5. Puedes aceptar la demencia porque es obra tuya, pero no pue­des aceptar el amor porque no fuiste tú quien lo creó. 2Prefieres ser un esclavo de la crucifixión que un Hijo de Dios redimido. 3Tu muerte individual, parece más valiosa qué tu unicidad viviente, pues lo que se te ha dado no te parece tan valioso como lo que tú has fabricado. 4Tienes más miedo de Dios que del ego, y el amor no puede entrar donde no se le da la bienvenida. 5Pero el odio sí que puede, pues entra por su propia voluntad sin que le importe la tuya.

6. Tienes que mirar de frente a tus ilusiones y no seguir ocultán­dolas, pues no descansan sobre sus propios cimientos. 2Aparenta ser así cuando están ocultas, y, por lo tanto, parecen ser autóno­mas. 3Ésta es la ilusión fundamental sobre la que descansan todas las demás. 4Pues debajo de ellas, y soterrada mientras las ilusiones se sigan ocultando, se encuentra la mente amorosa que creyó haberlas engendrado con ira. 5el dolor de esta mente es tan obvio cuando se pone al descubierto, que la necesidad que tiene de ser sanada es innegable. 6Todos los trucos y estratagemas que le ofreces no pueden sanarla, pues en eso radica la verdadera crucifixión del Hijo de Dios.

7. Sin embargo, no se le puede realmente crucificar. 2En este hecho radica tanto su dolor como su curación, pues la visión del Espíritu Santo es misericordiosa y Su remedio no se hace esperar: 3No ocultes el sufrimiento de Su vista, sino llévalo gustosamente ante Él. 4Deposita ante Su eterna cordura todo tu dolor, y deja que Él te cure. 5No permitas que ningún vestigio de dolor perma­nezca oculto de Su Luz, y escudriña tu mente con gran minucio­sidad en busca de cualquier pensamiento que tengas miedo de revelar. 6Pues Él sanará cada pensamiento insignificante que hayas conservado con el propósito de herirte a ti mismo, lo expurgará de su pequeñez y lo restituirá a la grandeza de Dios.

8. Bajo la grandiosidad que en tanta estima tienes se encuentra la petición de ayuda que verdaderamente estás haciendo. 2Le pides amor a tu Padre, tal como Él te pide que regreses a Él. 3Lo único que deseas hacer en ese lugar que has encubierto es unirte al Padre, en amoroso recuerdo de Él. 4Encontrarás ese lugar donde mora la verdad a medida que lo veas en tus hermanos, que si bien pueden engañarse a sí mismos, anhelan, al igual que tú, la grandeza que se encuentra en ellos. 5al percibirla le darás la bienvenida y dispondrás de ella, 6pues la grandeza es el derecho del Hijo de Dios y no hay ilusión que pueda satisfacerle o impedirle ser lo que él es. 7Lo único que es real es su amor, y lo único que puede satisfacerle es su realidad.

9. Sálvale de sus ilusiones para que puedas aceptar la magnifi­cencia de tu Padre jubilosamente y en paz. 2Mas no excluyas a nadie de tu amor, o, de lo contrario, estarás ocultando un tene­broso lugar de tu mente donde se le niega la bienvenida al Espí­ritu Santo. 3Y de este modo te excluirás a ti mismo de Su poder sanador, pues al no ofrecer amor total no podrás sanar completa­mente. 4La curación tiene que ser tan completa como el miedo, pues el amor no puede entrar allí donde hay un solo ápice de dolor que malogre su bienvenida. 

10. Tú que prefieres la separación a la cordura no puedes hacer que ésta tenga lugar en tu mente recta. 2Estabas en paz hasta que pediste un favor especial. 3Dios no te lo concedió, pues lo que pedías era algo ajeno a Él, y tú no podías pedirle eso a un Padre que realmente amase a Su Hijo. 4Por lo tanto, hiciste de Él un padre no amoroso al exigir de Él lo que sólo un padre no amo­roso podía dar. 5Y la paz del Hijo de Dios quedó destruida, pues ya no podía entender a su Padre. 6Tuvo miedo de lo que había hecho, pero tuvo todavía más miedo de su verdadero Padre, al haber atacado su gloriosa igualdad con Él.

11. Cuando estaba en paz no necesitaba nada ni pedía nada. 2Cuando se declaró en guerra lo exigió todo y no encontró nada. 3¿De qué otra manera podía haber respondido la dulzura del amor a sus exigencias, sino partiendo en paz y retornando al Padre? 4Si el Hijo no deseaba permanecer en paz, no podía per­manecer aquí en absoluto. 5Una mente tenebrosa no puede vivir en la luz, y tiene que buscar un lugar tenebroso donde poder creer que allí es donde se encuentra aunque realmente no sea así. 6Dios no permitió que esto ocurriese. 7Tú, no obstante, exigiste que ocu­rriese, y, por consiguiente, creíste que ocurrió.

12. "Singularizar" es "aislar" y, por lo tanto, causar soledad. 2Dios no te hizo eso. 3¿Cómo iba a poder excluirte de Sí Mismo, sabiendo que tu paz reside en Su Unicidad? 4Lo único que te negó fue tu petición de dolor, pues el sufrimiento no forma parte de Su creación. 5Habiéndote otorgado la capacidad de crear, no podía quitártela. 6Lo único que pudo hacer fue contestar a tu petición demente con una respuesta cuerda que residiese contigo en tu demencia. 7Él ciertamente hizo eso. 8No es posible oír Su res­puesta sin renunciar a la demencia. 9Su respuesta es el punto de referencia que se encuentra más allá de las ilusiones, desde el cual puedes contemplarlas y ver que son dementes. 10Basta con que busques ese lugar y lo encontrarás, pues el Amor reside en ti y te conducirá hasta él.


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