DESPERTAR AL AMOR

miércoles, 15 de febrero de 2017

15 FEBRERO: Dios es el Amor en el que perdono.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCION 46


Dios es el Amor en el que perdono.


1. Dios no perdona porque nunca ha condenado. 2Y primero tiene que haber condenación para que el perdón sea necesario. 3El per­dón es la mayor necesidad de este mundo, y esto se debe a que es un mundo de ilusiones. 4Aquellos que perdonan se liberan a sí mismos de las ilusiones, mientras que los que se ruegan a hacerlo se atan a ellas. 5De la misma manera en que sólo te condenas a ti mismo, de igual modo, sólo te perdonas a ti mismo.

2. Pero si bien Dios no perdona, Su Amor es, no obstante, la base del perdón. 2El miedo condena y el amor perdona. 3El perdón, pues, des-hace lo que el miedo ha producido, y lleva de nuevo a la mente a la conciencia de Dios. 4Por esta razón, al perdón puede llamársele verdaderamente salvación. 5Es el medio a través del cual desaparecen las ilusiones.

3. Los ejercicios de hoy requieren por lo menos tres sesiones de práctica de cinco minutos completos, y el mayor número posible de las más cortas. 2Como de costumbre, comienza las sesiones de práctica más largas repitiendo la idea de hoy para tus adentros. 3Cierra los ojos mientras lo haces, y dedica un minuto o dos a explorar tu mente en busca de aquellas personas a quienes no has perdonado. 4No importa en qué medida no las hayas perdonado. 5O las has perdonado completamente o no las has perdonado en absoluto.

4. Si estás haciendo los ejercicios correctamente no deberías tener ninguna dificultad en encontrar un buen número de personas a quienes no has perdonado. 2En general, se puede asumir correc­tamente que cualquier persona que no te caiga bien es un sujeto adecuado. 3Menciona cada una de ellas por su nombre, y di:

4[Nombre], Dios es el Amor en el que te perdono.

5. El propósito de la primera fase de las sesiones de práctica de hoy es colocarte en una posición desde la que puedes perdonarte a ti mismo. 2Después que hayas aplicado la idea a todas las per­sonas que te hayan venido a la mente, di para tus adentros:

3Dios es el Amor en el que me perdono a mí mismo.

4Dedica luego el resto de la sesión a añadir ideas afines tales como:

5Dios es el Amor con el que me amo a mí mismo.
6Dios es el Amor en el que me alzo bendecido.

6. El modelo a seguir en cada aplicación puede variar conside­rablemente, pero no se debe perder de vista la idea central. 2Podrías decir, por ejemplo:

3No puedo ser culpable porque soy un Hijo de Dios.
4Ya he sido perdonado.
5El miedo no tiene cabida en una mente que Dios ama.
6No tengo necesidad de atacar porque el amor me ha perdonado.

7La sesión de práctica debe terminar, no obstante, con una repeti­ción de la idea de hoy en su forma original.

7. Las sesiones de práctica más cortas pueden consistir ya sea en una repetición de la idea de hoy en su forma original, o en una afín, según prefieras. 2Asegúrate, no obstante, de aplicar la idea de manera más concreta si surge la necesidad. 3Esto será necesa­rio en cualquier momento del día en el que te percates de cual­quier reacción negativa hacia alguien, tanto si esa persona está presente como si no. 4En tal caso, dile silenciosamente:

5Dios es el Amor en el que te perdono.


Instrucciones para la práctica

Ejercicios más largos: Al menos 3 veces, de cinco minutos completos. 

  • Repite la idea mientras cierras los ojos. Busca en tu mente aquellas personas que no has perdonado completamente. Esto no debería resultarte difícil, la falta de amor total es una señal de que no has perdonado. A cada uno dile: “Dios es el Amor en el que te perdono, (nombre)”. Esto te “colocará en una posición desde la que puedes perdonarte a ti mismo (5:1). 
  • Después de un minuto o dos de hacer esto, dite a ti mismo: “Dios es el Amor en el que me perdono a mí mismo”. Luego pasa el resto del tiempo dejando que tu mente plantee pensamientos relacionados con esta idea. No necesita ser una repetición, pero tampoco te alejes demasiado de ella. Sigue las instrucciones recibidas sobre dejar que surjan pensamientos relacionados.
  • Termina repitiendo la idea original.


Recordatorios frecuentes: Tantos como puedas.

Repite la idea, en la forma original o en forma de un pensamiento relacionado con ella.

Respuesta a la tentación: Cuando tengas una reacción negativa hacia alguien, tanto si esa persona está presente como si no (7:3).

Dile a esa persona silenciosamente: “Dios es el Amor en el que te perdono”.


Comentario

La totalidad de la enseñanza del Curso sobre el principio de la Expiación está contenida en la primera frase: “Dios no perdona porque nunca ha condenado”. Una y otra vez el Curso insiste en que Dios no es un Dios de venganza, que Dios no está enfadado con nosotros, que Él no sabe nada de castigos. Dios no condena, nunca lo ha hecho. Su corazón permanece eternamente abierto a nosotros. A mí concretamente.

En este mundo de ilusiones, donde la condena de unos a otros se ha convertido en un modo de vida (¿o de muerte?), el perdón es necesario; no el perdón de Dios sino el nuestro propio. El perdón es el modo en que nos liberamos de las ilusiones. Toda condena es condena de uno mismo, la culpa que vemos en otros es nuestra propia condena a nosotros mismos reflejada fuera y que nos vuelve; y al liberar a los otros de la condena, nos liberamos nosotros. “De la misma manera en que sólo te condenas a ti mismo, de igual modo, sólo te perdonas a ti mismo (1:5).

Como lecciones posteriores aclararán, nuestro propósito en este mundo es traerle el perdón, liberarlo de la carga de culpa que le hemos echado encima. Esto es lo que devuelve nuestra mente a la consciencia de Dios. Encontramos a Dios al liberar a aquellos a nuestro alrededor, librándolos de nuestros juicios, y reconociéndolos como la creación perfecta de Dios junto con nosotros. “Dios… y la forma de llegar a Él es apreciando a Su Hijo” (T.11.IV.7:2).


Liberar a todos los que conozco de las cadenas de mis juicios es lo que me permite perdonarme a mí mismo (5:1). Me envuelve una cálida sensación por dentro cuando digo: “Dios es el Amor en el que me perdono a mí mismo” (5:3). Puede que incluso no sea consciente de ninguna culpa, pero cuando me bendigo a mí mismo con el perdón, algo se derrite, y sé que el perdón era necesario. Hay una crítica a uno mismo, de la que no soy consciente, pero que siempre está ahí; y cuando me adentro en ella imaginando el Amor de Dios derramándose sobre mí como oro líquido, conociendo y aceptando (quizá justo en ese preciso momento) Su total aceptación de mí, rara es la vez que no se me escapan lágrimas de gratitud.



TEXTO


V. El uso que el ego hace de la culpabilidad

 


1. Tal vez algunos de nuestros conceptos se vuelvan más claros y significativos para ti si aclaramos el uso que el ego hace de la culpabilidad. 2El ego tiene un propósito, al igual que el Espíritu Santo. 3El propósito del ego es infundir miedo porque sólo los que tienen miedo pueden ser egoístas. 4La lógica del ego es tan impecable como la del Espíritu Santo, ya que tu mente tiene a su disposición los medios para ponerse de parte del Cielo o de la tierra, según elija. 5Pero una vez más, recuerda que ambos se encuentran en ti.

2. En el Cielo no hay culpabilidad porque el Reino se alcanza por medio de la Expiación, la cual te libera para que puedas crear. 2La palabra "crear" es apropiada en este contexto porque una vez que el Espíritu Santo deshace lo que tú has hecho, se restaura el resi­duo bendito y, por consiguiente, éste continúa creando. 3Lo que es verdaderamente bendito es incapaz de producir culpabilidad y sólo puede producir dicha. 4Esto hace que sea invulnerable al ego porque su paz es inexpugnable. 5Lo verdaderamente bendito no es susceptible de ser alterado debido a la plenitud de la que goza. 6La culpabilidad siempre altera. 7Todo lo que genera miedo pro­duce disensión porque obedece las leyes de la división. 8Si el ego es el símbolo de la separación, es también el símbolo de la culpabi­lidad. 9La culpabilidad es más que simplemente algo ajeno a Dios. 10Es el símbolo del ataque contra Dios. 11Este concepto no tiene ningún sentido, excepto para el ego, pero no subestimes el poder que el ego le aporta al creer en él. 12Esta es la creencia de donde procede toda culpabilidad.

3. El ego es la parte de la mente que cree en la división. 2¿Cómo iba a poder una parte de Dios separarse de Él sin creer que lo está atacando?. 3Hablamos anteriormente del problema de la autori­dad y dijimos que se basa en el concepto de que es posible usur­par el poder de Dios. 4El ego cree que eso es lo que tú hiciste porque cree que tú eres él. Si te identificas con el ego, no podrás sino percibirte a ti mismo como culpable. 6Siempre que le hagas caso al ego experimentarás culpabilidad y temerás ser castigado. 7El ego es literalmente un pensamiento atemorizante. 8Por muy ridícula que sea para una mente sana la idea de atacar a Dios, nunca olvides que el ego es demente. 9Representa un sistema de conceptos ilusorios y habla en su nombre. 10Hacerle caso a la voz del ego significa que crees que es posible atacar a Dios, y que has arrancado una parte de Él y te has apoderado de ella. 11De ahí procede el miedo a las represalias externas, ya que el sentimiento de culpabilidad es tan intenso que tiene que ser proyectado.

4. Todo lo que aceptas en tu mente se vuelve real para ti. 2Es tu aceptación lo que le confiere realidad. 3El permitirle la entrada al ego en tu mente y entronarlo allí, es lo que lo convierte en tu realidad. 4Eso se debe a que la mente es capaz de crear realidad o de fabricar ilusiones. 5Dije anteriormente que tienes que aprender a pensar con Dios. 6Pensar con Él es pensar como Él, 7lo cual pro­duce dicha -y no culpabilidad porque es algo natural. 8La culpabi­lidad es un signo inequívoco de que tu pensamiento no es natural. 9El pensamiento que no es natural va siempre acompañado de culpabilidad porque es la creencia en el pecado. 10El ego no per­cibe el pecado como una falta de amor, sino como un decidido acto de agresión. 11Esto es necesario para su supervivencia por­que, tan pronto como consideres que el pecado es una insuficien­cia, tratarás automáticamente de remediar la situación. 12lo lograrás. 13Para el ego eso es la perdición, pero tú tienes que aprender a verlo como tu emancipación.

5. La mente. que está libre de culpa no puede sufrir. 2Al estar sana, sana su vez al cuerpo porque ella misma ha sanado. 3Las enfermedades son inconcebibles para la mente sana, ya que no puede concebir atacar nada ni a nadie. 4Dije antes que la enfer­medad es una forma de magia. 5Quizá sería mejor decir que es una forma de solución mágica. 6El ego cree que castigándose sí mismo mitigará el castigo de Dios. 7Mas incluso en esto es arro­gante. 8Le atribuye a Dios la intención de castigar, y luego adopta esa intención como su propia prerrogativa. 9El ego trata de usur­par todas las funciones de Dios tal como las percibe porque reco­noce que sólo se puede confiar, en una lealtad absoluta.

6. El ego no puede oponerse a las leyes de Dios de la misma manera en que tú tampoco puedes hacerlo, pero puede interpre­tarlas de acuerdo con lo que desea, al igual que tú. 2Por eso es preciso que contestes la pregunta: "¿Qué es lo que quiero?" 3La contestas cada minuto y cada segundo, y cada decisión que tomas es un juicio que no puede por menos que tener consecuencias. 4éstas continuarán repitiéndose automáticamente hasta que tomes otra decisión. 5Recuerda, no obstante, que .las alternativas en sí son inalterables. 6El Espíritu Santo, al igual que el ego, es una elección que uno hace. 7Ambos constituyen las únicas alternativas que la mente puede aceptar y obedecer. 8El Espíritu Santo y el ego son las únicas opciones que tienes. 9Dios creó Una de ellas, y, por lo tanto, no puedes deshacerla. 10La otra la inventaste tú, y, por lo tanto, sí puedes. 11Sólo lo que Dios crea es irreversible e inmuta­ble. 12Lo que tú has fabricado siempre se puede cambiar porque cuando no piensas como Dios, en realidad no estás pensando en absoluto. 13Las ideas ilusorias no son pensamientos reales, si bien puedes creer en ellas. 14Pero eso es un error. 15La función del pen­samiento procede de Dios y reside en Dios. 16Puesto que formas parte de Su Pensamiento, no puedes pensar separado de El.

7. El pensamiento irracional es pensamiento desordenado. 2Dios Mismo pone orden en tu pensamiento porque tu pensamiento fue creado por Él. 3Los sentimientos de culpabilidad son siempre señal de que desconoces esto. 4Muestran asimismo que crees que puedes pensar separado de Dios, y que deseas hacerlo. 5Todo pen­samiento desordenado va acompañado de culpabilidad desde su concepción, y mantiene su continuidad gracias a ella. 6La culpabi­lidad es ineludible para aquellos que creen que son ellos los que ordenan sus propios pensamientos, y que, por lo tanto, tienen que obedecer sus dictados. 7Eso les hace sentirse responsables de sus errores sin darse cuenta de que, al aceptar esta responsabilidad, están reaccionando de manera irresponsable. 8Si la única respon­sabilidad del obrador de milagros es aceptar la Expiación para sí mismo, y te aseguro yo que así es, la responsabilidad. por lo que debe ser expiado no puede entonces recaer sobre ti. 9Este dilema no puede ser resuelto, excepto aceptando la solución del des-haci­miento. 10Tú serias responsable de los efectos de tu manera equi­vocada de pensar si ésta no se pudiera deshacer. 11El propósito de la Expiación es conservar del pasado únicamente aquello que ha sido purificado: 12Si aceptas el remedio para el pensamiento de­sordenado, remedio cuya eficacia es indudable, ¿cómo iban a seguir estando presente sus síntomas?

8. La continua decisión de permanecer separado es la única razón posible de que siga habiendo sentimientos de culpabilidad. 2Hemos dicho esto antes, pero no subrayamos los resultados des­tructivos de tal decisión. 3Cualquier decisión de la mente afecta tanto al comportamiento como a la experiencia. 4Lo que tú deseas, esperas que tenga lugar. 5Esto no es algo ilusorio. 6Tu mente cierta­mente forja tu futuro, y se lo devolverá la creación plena en cual­quier momento si primero acepta la Expiación. 7Retornará asimismo a la creación plena en el instante en que haya hecho eso. 8Al haber renunciado a su pensamiento desordenado, la correcta ordenación del pensamiento se hace evidente.

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