DESPERTAR AL AMOR

martes, 14 de marzo de 2017

14 MARZO: Mi voluntad es que haya luz.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS

LECCION 73


Mi voluntad es que haya luz.

1. Hoy vamos a examinar la voluntad que compartes con Dios. 2Dicha voluntad no es lo mismo que los vanos deseos del ego, de los cuales emanan las tinieblas y la nada. 3La voluntad que com­partes con Dios encierra dentro de sí todo el poder de la creación. 4Los vanos deseos del ego no se pueden compartir y, por lo tanto, no tienen poder alguno. 5Sus deseos no son infructuosos en el sentido de que pueden dar lugar a un mundo de ilusiones en el cual puedes llegar a creer ciegamente. 6Desde el punto de vista de la creación, no obstante, son ciertamente infructuosos, pues no dan lugar a nada que sea real.

2. Los vanos deseos y los resentimientos son socios o co-fabrican­tes del mundo tal como lo ves. 2Los deseos del ego dieron lugar al mundo, y la necesidad del ego de abrigar resentimientos -los cuales son indispensables para sustentar este mundo- lo pue­blan de figuras que parecen atacarte y hacer que tus juicios estén "justificados". 3Estas figuras se convierten en los intermediarios que el ego emplea en el tráfico de resentimientos. 4Se interponen entre tu conciencia y la realidad de tus hermanos. 5Al contemplar dichas figuras, no puedes conocer a tus hermanos ni a tu Ser. 

3. Pierdes conciencia de tu voluntad en esta extraña transacción en la que la culpabilidad se trueca una y otra vez, y los resenti­mientos aumentan con cada intercambio. 2¿Cómo iba a haber podido crear la Voluntad que el Hijo de Dios comparte con su Padre semejante mundo? 3¿Acaso creó Dios desastres para Su Hijo? 4La creación es la Voluntad conjunta de Ambos. 5¿Cómo iba Dios a crear un mundo que pudiese destruirlo a Él?

4. Hoy trataremos una vez más de ponernos en contacto con el mundo que está acorde con tu voluntad. 2La luz está en él porque no se opone a la Voluntad de Dios. 3No es el Cielo, pero la luz del Cielo resplandece sobre él. 4Las tinieblas han desaparecido, al igual que los vanos deseos del ego. 5Sin embargo, la luz que res­plandece sobre dicho mundo es un reflejo de tu voluntad. 6Por lo tanto, es dentro de ti donde la buscaremos.

5. Tu imagen del mundo tan sólo puede reflejar lo que está dentro de ti. 2Ni la fuente de la luz ni la de la oscuridad pueden encon­trarse fuera de ti. 3Tus resentimientos nublan tu mente, y, como consecuencia de ello, contemplas un mundo tenebroso. 4El perdón despeja las tinieblas, reafirma tu voluntad y te permite contem­plar un mundo de luz. 5Hemos subrayado repetidas veces que es fácil salvar la barrera de los resentimientos, y que ésta no puede interponerse entre tu salvación y tú. 6La razón es muy simple. 7¿Quieres realmente estar en el infierno? 8¿Quieres realmente gemir, sufrir y morir?

6. Olvídate de los argumentos del ego que tratan de probar que todo eso es realmente el Cielo. 2Tú bien sabes que no lo es. 3Eso no puede ser lo que tú deseas para ti mismo. 4Hay un punto más allá del cual las ilusiones no pueden pasar. 5El sufrimiento no es felicidad, y la felicidad es lo que realmente deseas. 6Eso es lo que en verdad es tu voluntad. 7Y por ende, la salvación es asimismo tu voluntad. 8Tú quieres tener éxito en lo que nos proponemos hacer hoy. 9Así que lo emprendemos con tu bendición y grata conformidad.

7. Tendremos éxito hoy si recuerdas que lo que quieres para ti es la salvación. 2Quieres aceptar el plan de Dios porque eres parte integrante de él. 3No tienes ninguna voluntad que realmente se pueda oponer a ese plan, ni tampoco es ése tu deseo. 4La salva­ción es para ti. 5Por encima de todo, quieres tener la libertad de recordar quién eres realmente. 6Hoy es el ego el que se encuentra impotente ante tu voluntad. 7Tu voluntad es libre, y nada puede prevalecer contra ella.

8. Abordaremos los ejercicios de hoy, por lo tanto, con entusiasmo y confianza, seguros de que encontraremos lo que es tu voluntad encontrar y de que recordaremos lo que es tu voluntad recordar. 2Ningún deseo vano puede detenernos ni engañarnos con ilusio­nes de fuerza. 3Deja que hoy se haga tu voluntad, y pon fin de una vez por todas a la absurda creencia de que prefieres el infierno al Cielo.

9. Comenzaremos nuestras sesiones de práctica más largas reco­nociendo que el plan de Dios para la salvación, y sólo el Suyo, es el que está en completo acuerdo con tu voluntad. 2No es el propó­sito de un poder extraño que se te impone en contra de tu volun­tad. 3Es el único propósito aquí con el que tú y tu Padre estáis perfectamente de acuerdo. 4Triunfarás hoy: la hora señalada para la emancipación del Hijo de Dios del infierno y de todos los deseos vanos. 5Su voluntad queda ahora reinstaurada en su con­ciencia. 6Él está dispuesto hoy mismo a contemplar la luz que mora en él y a salvarse.

10. Después que te hayas recordado esto a ti mismo y hayas resuel­to mantener tu voluntad claramente en tu mente, repite para tus adentros estas palabras con templada determinación y tranquila certeza: 

2Mi voluntad es que haya luz.
3Quiero contemplar la luz que refleja la Voluntad de Dios y la mía.

4Deja entonces que tu voluntad se afirme a sí misma, unida al poder de Dios y en unión con tu Ser. 5Pon el resto de la sesión de práctica bajo Su dirección. 6Únete a Ellos que te señalan el camino. 

11. En las sesiones de práctica más cortas, declara nuevamente lo que realmente deseas. 2Di:

3Mi voluntad es que haya luz. 4La oscuridad no es mi voluntad. 

5Debes repetir esto varias veces por hora. 6Es de suma importan­cia, no obstante, que apliques esta idea de inmediato si te sientes tentado de abrigar cualquier clase de resentimiento. 7Esto te ayu­dará a desprenderte de todos ellos en lugar de seguir abrigándo­los y ocultándolos en la oscuridad.



Instrucciones para la práctica

Propósito: Otro intento de llegar a la luz en ti, que te mostrará el mundo real.

Ejercicios más largos: 2 veces, duración de diez a quince minutos.

  • Veo esta lección muy parecida a la Lección 69, donde pasaste una primera fase pensando en lo mucho que quieres encontrar la luz en ti y luego, en la fase final, entraste en meditación en la que verdaderamente intentabas llegar a esa luz. 
  • Pasa varios minutos pensando en que la salvación es tu verdadera voluntad, lo que quieres de verdad. (Para prepararte, te recomiendo que vuelvas a leer 6-9, poniendo a menudo tu nombre mientras lo haces). Piensa en que la salvación es tu voluntad, no un propósito extraño que se te impone. Puesto que llegar a la luz es tu voluntad, puedes tener confianza en tu intento de encontrarla hoy. Durante tu meditación lleva esta actitud de “alcanzar la luz es mi voluntad”.
  • Luego, “con templada determinación y tranquila certeza” (10:1), dite a ti mismo: “Mi voluntad es que haya luz. Quiero contemplar la luz que refleja la Voluntad de Dios y la mía”. El resto del periodo de práctica es una meditación en la que intentas llegar a la luz en ti. Mantén tu verdadera voluntad en la mente y déjala que, unida a Dios y a tu Ser, te lleve a la resplandeciente luz en el centro de tu mente. Recuerda responder a las distracciones con la idea y, sobre todo, recuerda mantenerte en contacto con tu voluntad de experimentar la luz.

Recordatorios frecuentes: Varios cada hora.
Di: “Mi voluntad es que haya luz. La obscuridad no es mi voluntad”.Si lo dices como una auténtica “declaración de lo que realmente deseas” (11:1), obtendrás más de ello.

Respuesta a la tentación: Siempre que te sientas tentado a albergar un resentimiento.
Es importante decir: “Mi voluntad es que haya luz. La obscuridad no es mi voluntad”. Recordar que no es tu voluntad guardar resentimientos te liberará de aferrarte a ellos.

Comentario

Ésta es una lección sobre nuestra voluntad: “la voluntad que compartes con Dios” (1:1). Me gustaría centrarme sólo en lo que en esta lección se dice sobre nuestra voluntad.
Primero, es una voluntad que compartimos con Dios. Es decir, el Curso dice que nuestra voluntad es idéntica a la Voluntad de Dios. Queremos lo mismo que Dios quiere para nosotros, porque fuimos creados como extensiones de Su Voluntad; ¿qué otra cosa puede ser nuestra voluntad sino la misma que la Suya?

“Tu paternidad y tu Padre son uno. La Voluntad de Dios es crear, y tu voluntad es la Suya. De ello se deduce, pues, que tu voluntad es crear, toda vez que tu voluntad procede de la Suya. Y al ser tu voluntad una extensión de la Suya tiene que ser, por lo tanto, idéntica a la de Él” (T.11.I.7:6-9).

Nuestra “verdadera” voluntad (que según la definición del Curso es nuestra única voluntad) no es lo mismo que los deseos del ego: la enorme variedad de pensamientos que parecen estar en conflicto con la Voluntad de Dios y con la de todos. Desde el punto de vista del Curso éstos no son nuestra voluntad, únicamente son deseos del ego. Un deseo de atacar, no importa cuánto podamos identificarnos con él, no puede ser nuestra voluntad; sólo puede ser un vano deseo del ego. Nuestra voluntad representa a nuestro Ser tal como Dios nos creó, cualquier cosa que parezca venir de una fuente diferente no es voluntad sino deseo. Concretamente lo que esto significa es que los pensamientos de nuestro ego no son parte de nuestro verdadero Ser, y que en realidad no los queremos.

“La voluntad que compartes con Dios encierra dentro de sí todo el poder de la creación” (1:3). Por lo tanto, nuestra voluntad tiene que cumplirse, nada puede oponerse a ella. Tendremos lo que de verdad queremos porque nuestra voluntad tiene todo el poder de la creación, mientras que los deseos del ego no tienen ningún poder en absoluto. Creemos en la ilusión de que los deseos de nuestro ego lo pueden casi todo, y lo que pensamos de nuestra más elevada voluntad a menudo parece débil en comparación. Esto no es verdad. Únicamente puede parecer que es verdad durante un tiempo limitado; finalmente, la voluntad de nuestro Ser debe hacerse inevitablemente.

“Pierdes conciencia de tu voluntad en este extraño intercambio” (3:1). Nuestra consciencia no está en contacto con la voluntad de nuestro Ser. La necesidad de resentimientos de nuestro ego ha fabricado figuras en nuestra mente, “figuras que parecen atacarte” (2:2), imágenes del pasado que ponemos sobre nuestras percepciones en el presente, así podemos reaccionar a las personas en el presente como si fuesen las figuras de nuestro pasado. Este tráfico de resentimientos ha ocultado de nuestra consciencia nuestra verdadera voluntad, cubriéndola con los deseos del ego haciendo que esos deseos parezcan nuestra voluntad. Y ya no somos conscientes de qué es lo que queremos de verdad.

“¿Iba a crear la Voluntad que el Hijo comparte con su Padre semejante mundo?” (3:2). La respuesta es “No”. ¿Cómo podríamos haber querido un mundo de ataque y de juicios? Está claro que esto no es algo que pueda desear nadie. El mundo que vemos refleja los deseos del ego, no nuestra voluntad.
“Hoy trataremos una vez más de ponernos en contacto con el mundo que está de acuerdo con tu voluntad” (4:1). Éste es el “mundo real”, tal como el Curso lo define. Hay un mundo que está de acuerdo con nuestra voluntad. No lo vemos ahora, pero podemos verlo.

“Sin embargo, la luz que resplandece sobre dicho mundo es un reflejo de tu voluntad. Por lo tanto, es dentro de ti donde la buscaremos” (4:5-6). El mundo real refleja nuestra verdadera voluntad, lo que verdaderamente queremos en nuestro Ser eterno. La luz que brilla sobre el mundo está en nosotros, y podemos encontrar ese mundo buscando la luz dentro de nosotros.

“El perdón despeja las tinieblas, reafirma tu voluntad y te permite contemplar un mundo de luz” (5:4). El perdón permite que abandonemos los resentimientos, eliminando así los puntos obscuros en nuestra mente que estamos proyectando como manchas obscuras sobre el mundo, al igual que una mota de polvo en un proyector de películas proyecta una mancha negra sobre la pantalla. El perdón nos permite ver el mundo tal como nuestro Ser quiere verlo de verdad, el perdón reafirma nuestra voluntad.

“El sufrimiento no es felicidad, y la felicidad es lo que realmente deseas” (6:5). Parece tonto decir algo como “el sufrimiento no es felicidad”, y sin embargo a menudo lo tratamos como si fuese felicidad. Parecemos preferir nuestro dolor a arriesgarnos a algo nuevo; por lo menos sabemos cómo sufrir, y por raro que perezca tenemos miedo de que no sabremos cómo actuar si somos felices. Pero en realidad no queremos sufrir, ¿cómo vamos a quererlo? ¿Cómo va a quererlo alguien? En realidad, nuestra voluntad es la felicidad.

“Y, por lo tanto, la salvación es asimismo tu voluntad” (6:7). Si queremos felicidad, queremos la salvación, porque la salvación es felicidad. Salvación significa felicidad. Queremos liberarnos del sufrimiento, queremos ser felices.

A veces me sorprende lo poderoso que puede ser este mensaje. La mayor parte del tiempo parece como si yo tuviera una mente dividida: parte de mí quiere ser feliz, y parte de mí estropea mis esfuerzos. ¿No es extraño lo habitual que es este pensamiento: “Es demasiado bueno para durar”? O ¿“Nada dura para siempre”? O ¿“En toda vida tiene que caer un poco de lluvia”? Algo en nosotros nos dice que no podemos ser felices todo el tiempo, que no nos lo merecemos, o incluso que no podríamos soportarlo. ¡Ideas ridículas! La voluntad de nuestro verdadero Ser, con todo el poder de la creación apoyándole, es que seamos felices. Por lo tanto, lo seremos. Tiene que ser así.

“Quieres aceptar el plan de Dios porque eres parte integrante de Él. No tienes ninguna voluntad que realmente se pueda oponer a ese plan, ni tampoco es ése tu deseo” (7:2-3)

¡Realmente quiero la Voluntad de Dios, mi voluntad es la misma que la Suya! Quiero aceptar la salvación. No hay ninguna parte de mi voluntad que se oponga a ello; únicamente los vanos y míseros deseos del ego parecen oponerse. Así que no puedo perder; no puedo fracasar. Mi voluntad no es diferente de la de Dios.

“Por encima de todo, quieres tener la libertad de recordar quién eres realmente. Hoy es el ego el que se encuentra impotente ante tu voluntad. Tu voluntad es libre, y nada puede prevalecer contra ella” (7:5-7)

El poder de tu voluntad y de la mía puede traer luz a este mundo si elegimos reclamarla. Sencillamente nos damos cuenta de lo que queremos y decimos: “Mi voluntad es que haya luz”. Y habrá luz. Tal como Dios dijo: “Hágase la luz”, y hubo luz. Porque nuestra voluntad es creativa como la Suya.





TEXTO 

IX. La extensión del Reino
 
1. Sólo tú puedes limitar tu poder creativo, aunque la Voluntad de Dios es liberarlo. 2No es Su Voluntad que te prives a ti mismo de tus creaciones, de la misma manera en que tampoco es Su Voluntad privarse a Sí Mismo de las Suyas. 3¡No prives a la Filia­ción de tus regalos o te privarás a ti mismo de Dios! 4El egoísmo es cosa del ego, pero la plenitud del Ser pertenece al ámbito del espí­ritu porque así es como Dios lo creó. 5El Espíritu Santo mora en la parte de la mente que yace entre el ego y el espíritu, mediando siempre entre ellos en favor del espíritu. 6Para el ego eso es ser parcial, y reacciona como si algo estuviese contra él. 7Para el espí­ritu eso es la verdad porque el espíritu conoce su propia llenura y no puede concebir que haya alguna parte de la que él esté excluido.

2. El espíritu sabe que la conciencia de todos sus hermanos está incluida en su propia conciencia, tal como está incluida en Dios. 2El poder de toda la Filiación y de su Creador es, por lo tanto, la propia llenura del espíritu, que hace que sus creaciones sean igualmente plenas e igualmente perfectas. 3El ego no puede prevalecer contra una totalidad que incluye a Dios, y toda totalidad tiene que incluir a Dios. 4Dios le da todo Su poder a todo lo que Él creó porque ello forma parte de Él y comparte Su Ser con Él. 5Crear es lo opuesto a perder, tal como la bendición es lo opuesto al sacrificio. 6El Ser tiene que ser extendido. 7Así es como conserva el conocimiento de sí mismo. 8El espíritu anhela compartir su Ser tal como su Creador lo compartió. 9Puesto que el espíritu fue creado como resultado de un acto de compartir, su voluntad es crear. 10No desea limitar a Dios, sino que su voluntad es extender Su Ser.

3. Extender el Ser de Dios es la única función del espíritu. 2Su llenura no puede ser contenida, de la misma manera en que la llenura de su Creador no se puede contener. 3La llenura es exten­sión. 4El sistema de pensamiento del ego obstaculiza la extensión, y así, obstaculiza tu única función. 5Obstaculiza, por lo tanto, el fluir de tu gozo, y, como resultado de ello, te sientes insatisfecho: 6A menos que crees, estarás insatisfecho, pero Dios no conoce la insatisfacción, por lo tanto, no puedes por menos que crear. 7Puede que no conozcas tus propias creaciones, pero eso no puede afectar su realidad, de la misma forma en que ser inconsciente de tu espíritu no afecta en modo alguno su ser.

4. El Reino se extiende para siempre porque está en la Mente de Dios. 2No conoces tu propio gozo porque no conoces la plenitud de tu propio Ser. 3Excluye cualquier parte del Reino y no podrás gozar de plenitud. 4Una mente dividida no puede percibir su lle­nura, y necesita que el milagro de su plenitud alboree en ella y la cure. 5Esto vuelve a despertar la plenitud en dicha mente; y al aceptar dicha plenitud se reincorpora al Reino. 6Cuando aprecias por completo la llenura de Ser de tu mente, el egoísmo se vuelve imposible y la extensión inevitable. 7Por eso es por lo que el Reino goza de perfecta paz. 8El espíritu está cumpliendo su función, y sólo el pleno cumplimiento produce paz.

5. Tus creaciones están protegidas porque el Espíritu Santo, que se encuentra en tu mente, las conoce y las puede llevar a tu conciencia siempre que se lo permitas. 2Moran allí como parte de tu pro­pio Ser porque tu plenitud las incluye. 3Las creaciones de  cada Hijo de Dios son tuyas, puesto que toda creación le pertenece todos, al haber sido creada para la Filiación en su totalidad.

6. Tú no has dejado de incrementar la herencia de los Hijos de Dios, y, por lo tanto, no has dejado de asegurarte de que fuese tuya. 2Puesto que la Voluntad de Dios fue dártela, te la dio para siempre. 3Puesto que Su Voluntad fue que dispusieses de ella para siempre, te proporcionó los medios para conservarla. 4Y eso es lo que has hecho. 5Desobedecer la Voluntad de Dios es algo qué sólo tiene sentido para los dementes. 6En realidad es imposible. 7La llenura de tu Ser es tan ilimitada como la de Dios, 8y al igual que la Suya, se extiende en paz perfecta y para siempre. 9Su esplendor es tal que crea en perfecta dichas, y de Su plenitud sólo lo pleno puede nacer.

7. Ten por seguro que nunca perdiste tu Identidad, ni tampoco las extensiones que la mantienen en un estado de plenitud y de paz. 2Los milagros son expresiones de esta certeza. 3Son a la vez reflejos de tu correcta identificación con tus hermanos, así como de tu conciencia de que esta identificación se conserva mediante la extensión. 4El milagro es una lección de percepción total. 5Al incluir cualquier parte de la totalidad en la lección, incluyes a la totalidad.







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