DESPERTAR AL AMOR

lunes, 6 de marzo de 2017

6 MARZO: Mi única función es la que Dios me dio.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCION 65 


Mi única función es la que Dios me dio.

1. La idea de hoy reafirma tu compromiso con la salvación. 2También te recuerda que no tienes ninguna otra función salvo ésa. 3Ambos pensamientos son obviamente necesarios para un com­promiso total. 4La salvación no podrá ser tu único propósito mien­tras sigas abrigando otros. 5Aceptar la salvación como tu única función entraña necesariamente dos fases: el reconocimiento de que la salvación es tu función, y la renuncia a todas las demás metas que tú mismo has inventado.

 
2. Ésta es la única manera en que puedes ocupar el lugar que te corresponde entre los salvadores del mundo. 2Ésta es la única manera en que puedes decir, y decirlo en serio: "Mi única función es la que Dios me dio". 3Y ésta es la única manera en que puedes encontrar paz.

 
3. Hoy, y durante los próximos días, reserva diez o quince minu­tos para una sesión de práctica más prolongada, en la que trates de entender y aceptar el verdadero significado de la idea de hoy. 2La idea de hoy te ofrece el que puedas escapar de todas las difi­cultades que percibes. 3Pone en tus manos la llave que abre la puerta de la paz, la cual tú mismo cerraste. 4Es la respuesta a la incesante búsqueda en la que has estado enfrascado desde los orígenes del tiempo.

 
4. Trata, en la medida de lo posible, de llevar a cabo las sesiones de práctica más largas a la misma hora todos los días. 2Trata asi­mismo, de fijar esa hora de antemano, y de adherirte luego al máximo al horario establecido. 3El propósito de esto es organizar tu día de tal manera que hayas reservado tiempo para Dios, así como para todos los propósitos y objetivos triviales que persi­gues. 4Esto es parte del entrenamiento a largo plazo que tu mente necesita para adquirir disciplina, de modo que el Espíritu Santo pueda valerse de ella de manera consistente para el propósito que comparte contigo.

 
5. En la sesión de práctica más prolongada, comienza repasando la idea de hoy. 2Luego cierra los ojos y repite la idea para tus adentros una vez más, observando tu mente con gran deteni­miento a fin de poder captar cualquier pensamiento que cruce por ella. 3Al principio, no trates de concentrarte exclusivamente en aquellos pensamientos que estén relacionados con la idea de hoy. 4Trata, más bien, de poner al descubierto cada pensamiento que surja para obstaculizarla. 5Toma nota de cada uno de ellos con el mayor desapego posible según se presente, y deséchalos uno por uno a medida que te dices a ti mismo:

6Este pensamiento refleja un objetivo que me está impi­diendo aceptar mi única función.

6. Después de un rato, te resultará más difícil poder detectar los pensamientos que causan interferencia. 2Sigue tratando, no obs­tante, durante un minuto más o menos, intentando detectar algu­nos de los pensamientos vanos que previamente eludieron tu atención, pero sin afanarte o esforzarte innecesariamente en ello. 3Luego repite para tus adentros:

4Que en esta tabla rasa quede escrita mi verdadera función.

5No es preciso que uses estas mismas palabras, pero trata de tener la sensación de que estás dispuesto a que tus propósitos ilusorios sean reemplazados por la verdad.

 
7. Finalmente, repite la idea de hoy una vez más y dedica el resto de la sesión de práctica a reflexionar sobre la importancia que dicha idea tiene para ti, el alivio que su aceptación te ha de brin­dar al resolver todos tus conflictos de una vez por todas, y lo mucho que realmente deseas la salvación, a pesar de tus absur­das ideas al contrario.

 
8. En las sesiones de práctica más cortas, que deben hacerse por lo menos una vez por hora, usa el siguiente modelo al aplicar la idea de hoy:

2Mi única función es la que Dios me dio. 3No quiero nin­guna otra ni tengo ninguna otra.

4Cierra los ojos en algunas ocasiones al practicar esto, y en otras, manténlos abiertos mientras miras a tu alrededor. 5Lo que ahora ves será totalmente diferente cuando aceptes la idea de hoy sin reservas.





Instrucciones para la práctica

Propósito: Abandonar nuestras metas habituales, aunque sólo sea por un rato, para que así puedas poner toda tu atención en aceptar la función que Dios te dio como tu única función.

Ejercicios más largos: Una vez, de diez a quince minutos. 

  • Repite la idea, luego cierra los ojos y repítela de nuevo. 
  • Observa cuidadosamente tu mente, el paso de lo que consideras pensamientos normales. Observa cada uno con tranquilidad (como se te enseñó en lecciones anteriores) y di: “Este pensamiento refleja un objetivo que me está impidiendo aceptar mi única función”. Cuando empieces a quedarte sin pensamientos de ese tipo, intenta durante un minuto o así atrapar cualquier pensamiento que quede, aunque no hagas ningún esfuerzo por encontrarlos. La razón de esta fase es vaciar tu mente de tus metas y funciones habituales. 
  • Luego di: “Que en esta tabla rasa quede escrita mi verdadera función”, o la misma idea con tus propias palabras. Estate dispuesto a que las metas que te has adjudicado a ti mismo sean reemplazadas por la de Dios. 
  • Repite la idea de nuevo y pasa el resto de la sesión de práctica pensando acerca de la idea y dejando que te vengan pensamientos relacionados. Habiendo expulsado tus funciones habituales, ahora estás intentando “entender y aceptar” (3:1) tu verdadera función, para reflexionar activamente acerca de ella a fin de que se convierta en la tuya propia. Pon toda tu atención concretamente en la importancia y lo deseable de tu función, y la resolución y alivio que te ofrece. Cuando surjan pensamientos de distracción, te sugiero que los hagas desaparecer con la frase que acabamos de usar: “Este pensamiento refleja un objetivo…”


Observaciones: Cuando dice que necesitas elegir un horario para la sesión más larga de práctica, y que lo mantengas durante el día y durante los próximos días, eso puede sonar amenazador. Sin embargo, tiene perfecto sentido. Estás empezando a entregar toda tu vida a tu verdadera función. Dedicarle un tiempo durante el día, un tiempo sólo para eso, un tiempo que es como una roca firme en un río de objetivos sin importancia que no paran, es una estrella, un pie en el hogar. Si no puedes dejar que tu verdadera función ponga un pie en el hogar, ¿cómo puedes alcanzar el punto en el que le dedicas toda tu vida?

Recordatorios frecuentes: Al menos uno por hora.
A veces usa la primera de estas dos formas; otras, usa la segunda: Cierra los ojos y di: “Mi única función es la que Dios me dio. No quiero ninguna otra ni tengo ninguna otra”. Mira a tu alrededor y di la misma frase, dándote cuenta de que lo que ves parecerá completamente diferente cuando aceptes de verdad lo que estás diciendo. (Sugiero que lo intentes ahora y veas el efecto que tiene sobre ti).

Comentario

De lo que me di cuenta cuando lo leí fue la última frase del primer párrafo:

“Aceptar la salvación como tu única función entraña necesariamente dos fases: el reconocimiento de que la salvación es tu función, y la renuncia a todas las demás metas que tú mismo has inventado”. (1:5)

Algunos de nosotros todavía podemos estar teniendo problemas con la primera fase: reconocer la salvación como nuestra función. No es fácil. Decir: “Mi tarea es sanar y ser sanado” requiere un cambio fundamental en la mente para la mayoría. Vernos a nosotros mismos como la luz del mundo no es algo que nos llegue fácilmente. Por eso las lecciones anteriores han tratado ese hecho, y aparecerá de nuevo en lecciones posteriores.

Esta lección va más allá de reconocer que la salvación es nuestra función, añade el pensamiento de que es nuestra única función. Lo deja muy claro que para que esto sea así, todas las demás funciones deben ser abandonadas. Dios nos dio esta única función, y ninguna otra. Las otras nos las hemos inventado nosotros mismos, y cada función diferente compite en algún modo y le quita importancia a la que Dios nos dio.

A medida que transcurre el día, observo cómo mis “propósitos y objetivos triviales” (4:3) interfieren con la búsqueda de mi única función. Puedo observarlo en la práctica sencilla que se propone para los próximos días: reservar de diez a quince minutos para intentar entender y aceptar la idea del día. La lección me pide que me organice el día a fin de reservar este tiempo para Dios. Reservar estos quince minutos requerirá que deje a un lado otros propósitos durante esos minutos. Sacará el tema tratado en esta lección: el modo en que mis otros objetivos compiten con la función que Dios me ha dado.

En mi comprensión con el Curso, el asunto de reconocer mi verdadera función puede tener lugar muy pronto, lo que puede llevar más tiempo es el proceso de abandonar todos mis propósitos menores hasta que no tenga ningún otro que el de Dios. Al principio, no tenemos ni idea de los muchos propósitos competitivos que nos hemos asignado a nosotros mismos. Lleva tiempo descubrirlos y abandonarlos todos. Hoy es sólo el principio, pero cuanto más en serio me tome esta idea, más eficaz puede ser la práctica de hoy.






TEXTO
   
III. La realidad del Reino
 
1. El Espíritu Santo enseña sólo una lección, y la aplica a todo el mundo y en toda circunstancia. 2Dado que Él está libre de con­flictos, aprovecha al máximo todos los esfuerzos y todos los resultados. 3Al ense
ñarte el poder del Reino de Dios, el Espíritu Santo te enseña que todo poder te pertenece. 4Su aplicación no importa. 5Es siempre máxima. 6Tu vigilancia no establece que el poder sea tuyo, pero te permite usarlo siempre y en cualquier forma que sea. 7Cuando dije: "Estoy siempre con vosotros", lo dije en un sentido muy literal. 8Jamás me aparto de nadie en ninguna situación. 9Y puesto que estoy siempre contigo, tú eres el camino, la verdad y la vida. 10Tú no creaste ese poder, como tam­poco lo creé yo. 11Fue creado para ser compartido, y, por lo tanto, no tiene ningún sentido percibirlo como si fuese el patrimonio de uno solo a expensas de los demás. 12Tal percepción lo desprovee­ría de significado al eliminar o pasar por alto su único y verda­dero significado.

2. El significado de Dios espera en el Reino porque allí es donde Él lo ubicó. 2No espera en el tiempo. 3Simplemente descansa en el Reino porque allí es donde le corresponde estar, al igual que a ti. 4¿Cómo ibas a percibirte a ti mismo como si no formases parte del significado de Dios cuando tú mismo eres ese significado? 5Sólo si te consideras irreal puedes percibirte a ti mismo como separado de tu significado. 6Por esto es por lo que el ego es demente: te enseña que no eres lo que eres. 7Eso es tan contradictorio que es claramente imposible. 8Es, por lo tanto, una lección que no puedes aprender realmente, y que, por consiguiente, no puedes real­mente enseñar. 9Mas siempre estás enseñando. 10Tienes, entonces, que estar enseñando otra cosa, a pesar de que el ego no sabe lo que es. 11El ego, pues, está siendo des-hecho continuamente, y sos­pecha de tus motivos. 12Tu mente no puede estar unificada cuando le es fiel al ego porque la mente no le pertenece a él. 13Sin embargo, lo que para el ego es "traición", para la paz es lealtad. 14El "enemigo" del ego es, por lo tanto, tu amigo.

3. Dije anteriormente que el amigo del ego no forma parte de ti porque el ego se percibe a sí mismo en estado de guerra y, por ende, necesitado de aliados. 2Tú, que no estás en guerra, debes ir en busca de hermanos y reconocer en todo aquel que veas a tu hermano, ya que únicamente los que son iguales están en paz. 3Puesto que los Hijos de Dios gozan de perfecta igualdad, no pue­den competir porque lo tienen todo. 4Sin embargo, si perciben a cualquiera de sus hermanos de cualquier otra forma que no sea con perfecta igualdad es que se ha adentrado en sus mentes la idea de la competencia. 5No subestimes la necesidad que tienes de mantenerte alerta contra esa idea, ya que todos tus conflictos pro­ceden de ella. 6Dicha idea es la creencia de que es posible tener intereses conflictivos, y significa, por lo tanto, que has aceptado que lo imposible es verdad. 7¿No es eso lo mismo que decir que te percibes a ti mismo como si fueses irreal?

4. Estar en el Reino quiere decir que pones toda tu atención en él. 2Mientras sigas creyendo que puedes prestar atención lo que no es cierto, estarás eligiendo aceptar el conflicto. 3Mas ¿es esto real­mente una elección? 4Parece serlo, pero las apariencias y la reali­dad no pueden ser lo mismo. 5Tú, que eres el Reino, no tienes nada que ver con las apariencias. 6La realidad es tuya porque tú eres la realidad. 7De esta manera es como en última instancia tener y ser se reconcilian en tu mente, no en el Reino. "El altar que se encuentra allí es la única realidad. 9El altar es perfectamente inequívoco en el pensamiento porque es un reflejo del Pensamiento perfecto. 10Tu mente recta ve únicamente: hermanos porque ve únicamente en su propia luz.

5Dios Mismo iluminó tu mente, y la mantiene iluminada con Su Luz porque Su Luz es lo que tu mente es. 2Esto está más allá de cualquier duda, y cuando lo pones en duda se te da una res­puesta. 3La Respuesta simplemente cancela la pregunta al estable­cer el hecho de que poner en duda la realidad no tiene sentido. 4De ahí que el Espíritu Santo nunca ponga nada en duda. 5Su única función es eliminar lo cuestionable y, por ende, conducir a la certeza. 6Los que tienen certeza gozan de perfecta calma porque no tienen dudas. 7No cuestionan nada porque en sus mentes no entra nada que sea cuestionable. 8Esto los mantiene en un estado de perfecta serenidad, ya que al saber lo que son, eso es lo que comparten.




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