DESPERTAR AL AMOR

martes, 2 de mayo de 2017

2 MAYO: El perdón me ofrece todo lo que deseo.


AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCION 122

El perdón me ofrece todo lo que deseo.


1. ¿Qué podrías desear que el perdón no pudiese ofrecerte? 2¿Deseas paz? 3El perdón te la ofrece. 4¿Deseas ser feliz, tener una mente serena, certeza de propósito y una sensación de belleza y de ser valioso que transciende el mundo? 5¿Deseas cuidados y seguridad, y disponer siempre del calor de una protección segura? 6¿Deseas una quietud que no pueda ser perturbada, una mansedumbre eternamente invulnerable, una profunda y perma­nente sensación de bienestar, así como un descanso tan perfecto que nada jamás pueda interrumpirlo?

2. El perdón te ofrece todo eso y más. 2El perdón pone un deste­llo de luz en tus ojos al despertar, y te infunde júbilo con el que hacer frente al día. 3Acaricia tu frente mientras duermes, y reposa sobre tus párpados para que no tengas sueños de miedo o de maldad, de malicia o de ataque. 4Y cuando despiertas de nuevo, te ofrece otro día de felicidad y de paz. 5El perdón te ofrece todo esto y más.

3. El perdón permite que se descorra el velo que oculta la faz de Cristo de aquellos que contemplan el mundo sin piedad. 2Te per­mite reconocer al Hijo de Dios, y borra de tu memoria todo pensa­miento muerto, de manera que el recuerdo de tu Padre pueda alzarse en el umbral de tu mente. 3¿Qué podrías desear que el perdón no pudiese darte? 4¿Qué otros regalos aparte de éstos merecen procurarse? 5¿Qué imaginado valor, efecto trivial o pro­mesa pasajera que nunca se ha de cumplir puede ofrecerte más esperanza que la que te brinda el perdón?

4. ¿Por qué habrías de buscar una respuesta distinta de la que lo contesta todo? 2He aquí la respuesta perfecta, la que se da a toda pregunta imperfecta, a las súplicas sin sentido, a tu reticencia a escuchar, a tu poco esmero y a la confianza parcial que tienes. 3¡He aquí la respuesta! 4Deja de buscar. 5No hallarás ninguna otra en su lugar.

5. El plan de Dios para tu salvación no puede cambiar ni fracasar. 2Siéntete agradecido de que siga siendo exactamente como Él lo planeó. 3Su plan se alza inmutable ante ti como una puerta abierta, llamándote desde adentro en cálida bienvenida, exhortán­dote a que entres y a que te sientas como en tu casa, donde te corresponde estar.

6. ¡He aquí la respuesta! 2¿Preferirías quedarte afuera cuando el Cielo en su totalidad te espera adentro? 3Perdona y serás perdo­nado. 4Tal como des, así recibirás. 5No hay más plan que éste para la salvación del Hijo de Dios. 6Regocijémonos hoy de que así sea, pues la respuesta que aquí se nos da es clara y explícita, y su sencillez hace que sea inmune al engaño. 7Todas las complejida­des que el mundo ha tejido de frágiles telarañas desaparecen ante el poder y majestuosidad de esta simplísima afirmación de la verdad.

7. ¡He aquí la respuesta! 2No le des la espalda para irte a vagar sin rumbo otra vez. 3Acepta ahora la salvación. 4Es el regalo que te hace Dios, no el mundo. 5El mundo no puede dar ningún regalo de valor a la mente que ha aceptado como suyo lo que Dios le ha dado. 6Dios dispone que hoy se reciba la salvación y que los enre­dos de tus sueños no sigan ocultándote su insustancialidad.

8. Abre hoy los ojos y contempla un mundo feliz, donde reinan la paz y la seguridad. 2El perdón es el medio por el que este mundo feliz viene a ocupar el lugar del infierno. 3Dicho mundo se alza en la quietud para salir al encuentro de tus ojos abiertos y llenar tu corazón de una profunda tranquilidad, según afloran en tu con­ciencia verdades ancestrales en eterno renacimiento. 4Lo que entonces recordarás jamás podrá describirse. 5Sin embargo, tu perdón te lo ofrece.

9. Teniendo presente los regalos que el perdón concede, empren­deremos nuestra práctica de hoy con la esperanza y la fe de que éste será el día en que alcanzaremos la salvación. 2Hoy la busca­remos gustosamente y con ahínco, sabiendo que tenemos la llave en nuestras manos; y aceptaremos la respuesta que el Cielo ha dado al infierno que nosotros mismos nos hemos labrado, pero en el que ya no queremos permanecer por más tiempo. 

10. Dedicaremos gustosamente un cuarto de hora por la mañana y por la noche a la búsqueda que garantiza que al infierno le lle­gará su fin. 2Comienza lleno de esperanza, pues hemos llegado al punto donde el camino se vuelve mucho más fácil. 3Y ahora el trecho que todavía nos queda por recorrer es corto. 4Estamos en verdad muy cerca del momento que se ha señalado como el final de sueño.

11.   Sumérgete en una sensación de felicidad al comienzo de estas sesiones de práctica, pues en ellas hallarás la segura recompensa de preguntas que ya han sido contestadas, así como lo que tu aceptación de esas respuestas te brinda. 2Hoy se te concederá experimentar la paz que ofrece el perdón y la dicha que te propor­ciona el descorrimiento del velo.

12. Ante la luz que hoy has de recibir, el mundo se desvanecerá hasta desaparecer por completo, y verás surgir otro mundo para describir al cual no tienes palabras. 2Ahora nos encaminamos directamente hacia la luz, y recibimos los regalos que han sido salvaguardados para nosotros desde los orígenes del tiempo, los cuales han estado aguardando el día de hoy.

13. El perdón te ofrece todo lo que quieres. 2Hoy se te conceden todas las cosas que deseas. 3No pierdas de vista tus regalos a lo largo del día, cuando regreses nuevamente a enfrentarte a un mundo de constantes cambios y sombrías apariencias. 4Mantén tus regalos claramente en tu conciencia, según ves lo inmutable en medio del cambio y la luz de la verdad tras toda apariencia.

14. No caigas en la tentación de dejar que tus regalos queden sepultados en el olvido, por el contrario, manténlos firmes en tu mente tratando de pensar en ellos por lo menos un minuto cada cuarto de hora. 2Recuerda cuán preciados son con el siguiente recordatorio, el cual tiene el poder de mantenerlos en tu concien­cia a lo largo del día:

3El perdón me ofrece todo lo que quiero.
4Hoy he aceptado que esto es verdad.
5Hoy he recibido los regalos de Dios.




Instrucciones para la práctica

Propósito: “Experimentar la paz que ofrece el perdón y la dicha que te proporciona el descorrimiento del velo” (11:2).

Práctica de la mañana/ noche: 2 veces, durante quince minutos.
Vete a lo más profundo de tu mente donde moran los regalos del perdón. Intenta sentir la felicidad, la paz, y la dicha que ofrece el perdón. Busca de todo corazón ese lugar dentro de ti, lleno de esperanza y alegría. Esta práctica parece un ejemplo de la meditación del Libro de Ejercicios. Es muy parecida a las que venían después de la Lección 100, en las que aquietabas tu mente y tratabas de sentir la felicidad y dicha que Dios ha colocado muy dentro de ti. Basándote en las lecciones pasadas, probablemente deberías empezar repitiendo la idea del día, y luego usar esa idea de vez en cuando para sacar a tu mente de distracciones.

Observaciones: Ven a estos momentos de práctica lleno de esperanza, porque has llegado a un punto decisivo de tu viaje. Después de esto, el camino será más fácil y llevadero. Practica “gustosamente y con ahínco” (9:2), con la confianza de que la salvación puede ser tuya hoy.

Recordatorios frecuentes: Cada quince minutos, durante un minuto por lo menos.
Di: “El perdón me ofrece todo lo que quiero. Hoy he aceptado que esto es verdad. Hoy he recibido los regalos de Dios”.

Observaciones: Estos periodos más cortos de práctica son extremadamente importantes. Practicar durante un minuto, por lo menos, 4 veces por hora no es una hazaña pequeña para la mayoría de nosotros. El propósito de estos periodos más cortos de práctica es conservar en nuestra mente los regalos que hemos aceptado en la práctica de la mañana. Esos regalos se irán apagando si no los renuevas cada hora. Sugiero repetir estas frases como una auténtica y sincera dedicación a la verdad de la idea de hoy. Cuando repitas estas frases, puedes hacerlas más concretas: “Perdonarte (nombre) me ofrece todo lo que quiero (felicidad, paz, seguridad). Hoy (día de la semana) he aceptado que esto es verdad. Hoy (fecha) he recibido los regalos de Dios”.

Comentario

Hay una frase casi al final de la lección que, para mí, siempre destaca. Habla de cómo el perdón me permite ver “lo inmutable en medio del cambio y la luz de la verdad tras toda apariencia” (13:4). Para mí, esta frase se ha convertido en otro modo de considerar lo que es el perdón.

Detrás de cada apariencia hay algo que no cambia. Las apariencias cambian, y muy rápido. Esto es verdad tanto físicamente como en percepciones más finas. Pero el espíritu dentro de nosotros no cambia, habiendo sido creado por lo eterno. El perdón es un modo de mirar más allá de las apariencias a la realidad que no cambia. No hace caso de la imagen pasajera de los errores del ego, y ve al Hijo de Dios. Como la Madre Teresa dijo de cada uno a los que ella ayudaba, vemos a “Cristo en sus disfraces de sufrimiento”.

“El perdón permite que se descorra el velo que oculta la faz de Cristo de aquellos que contemplan el mundo sin piedad” (3:1)

El perdón es abandonar todas las razones que hemos inventado para negar el amor. Se levanta el velo de todos nuestros juicios, y contemplamos algo maravilloso, algo asombroso, algo que no se puede describir. “Lo que entonces recordarás jamás podrá describirse” (8:4). (¡Por eso, ni lo intento!) Cuando el perdón ha eliminado todos los obstáculos a nuestra consciencia de la presencia del amor, vemos amor en todas partes. El amor no ha cambiado ni puede cambiar. No es de extrañar, entonces, que el perdón me ofrezca todo lo que quiero, dándome paz, felicidad, quietud, seguridad, y “una sensación de belleza y de ser valioso que transciende el mundo” (1:4). Cuando ves lo inmutable en medio del cambio, desaparece la angustia de tu corazón porque no hay razón para ella.

¿Por qué nuestro estado de ánimo y nuestros sentimientos nos causan tantos problemas? Porque nos identificamos con ellos, porque cuando nuestro estado de ánimo y nuestros sentimientos cambian creemos que nosotros hemos cambiado. El Curso nos enseña a identificarnos con algo que está más allá del cambio, con la Mente de Cristo dentro de nosotros, que nunca cambia y nunca cambiará. Aquí tienes una regla general: Lo que cambia no soy yo. Mi Ser permanece “inalterado e inalterable por siempre jamás” (L.190.6:5).

Esto está empezando a tomar mejor forma en mi mente, cuando empiezo a entender que el perdón es sencillamente ver lo inmutable en medio del cambio. Es reconocer que lo único que necesita cambiar es el pensamiento de que es posible cambiar la Mente del Hijo de Dios. Es darse cuenta de que todos mis “pensamientos” del ego no han cambiado nada, y que todos los “pensamientos” del ego de mi hermano tampoco han cambiado nada. Es darse cuenta de que lo que cambia no soy yo, es dejar de identificarme con lo que cambia, y dejar de creer que mi hermano es mis percepciones cambiantes de él. El perdón significa mirar más allá de lo que cambia a lo que nunca cambia.

Nuestro sufrimiento procede de identificarnos con lo pasajero. Nuestra paz procede de identificarnos con lo eterno. Dios no ha creado nada que cambie. Nada que cambia es realmente yo. Lo que puede cambiar está amenazado por el cambio, y “Nada real puede ser amenazado” (T.In.2:2). Por lo tanto, nada que cambia es real.

Todo lo que cambia no es nada sino una marca pasajera en tu viaje a lo eterno. No es nada a lo que aferrarse. Piensa en una hilera de piedras por las que cruzas un arroyo, no te aferras a cada una mientras lo pasas. Agradeces su utilidad para ayudarte a cruzar al otro lado, pero no lamentas haber pasado por ellas. Tu meta es la otra orilla. Ése es el único valor de las cosas de este mundo, cosas que incluyen nuestro propio cuerpo y el de nuestros seres queridos, así como las cosas materiales e incluso las ideas de nuestro sistema de pensamiento. Las cosas que cambian sólo pueden valorarse como los peldaños en los que te apoyas para llegar a lo eterno, y que luego abandonas suavemente para subir el siguiente peldaño a lo eterno y que no cambia, que siempre está con nosotros, siempre la realidad de nuestro ser, incluso cuando parece que viajamos hacia allí.




TEXTO


III. Cómo invertir en la realidad


1. Te pedí una vez que vendieses todo cuanto tuvieses, que se lo dieses a los pobres y que me siguieras. 2Esto es lo que quise decir: si no inviertes tu atención en ninguna de las cosas de este mundo, puedes enseñarle a los pobres dónde está su tesoro. 3Los pobres son sencillamente los que han invertido mal, ¡y vaya que son pobres! 4Puesto que están necesitados, se te ha encomendado que los ayudes, pues te cuentas entre ellos. 5Observa lo bien que aprenderías tu lección si te negases a compartir su pobreza, 6pues la pobreza no es otra cosa que insuficiencia, y sólo hay una insu­ficiencia, ya que sólo hay una necesidad.

2. Suponte que un hermano insiste en que hagas algo que tú crees que no quieres hacer. 2Su misma insistencia debería indicarte que él cree que su salvación depende de que tú hagas lo que te pide. 3Si insistes en que no puedes satisfacer su deseo y experimentas de inmediato una reacción de oposición, es que crees que tu salva­ción depende de no hacerlo. 4Estás, por lo tanto, cometiendo el mismo error que él, y haciendo que su error sea real para ambos. 5Insistir significa invertir, y aquello en lo que inviertes está siem­pre relacionado con tu idea de lo que es la salvación. 6La pregunta se compone de dos partes: primera, ¿qué es lo que hay que salvar? 7segunda, ¿cómo se puede salvar?

3. Cada vez que te enfadas con un hermano, por la razón que sea, crees que tienes que proteger al ego, y que tienes que protegerlo atacando. 2Si es tu hermano el que ataca, estás de acuerdo con esta creencia; si eres tú el que ataca, no haces sino reforzarla. 3Recuerda que los que atacan son pobres. 4Su pobreza pide regalos, no mayor empobrecimiento. 5Tú que podrías ayudarles estás ciertamente actuando en forma destructiva si aceptas su pobreza como propia. 6Si no hubieses invertido de la manera en que ellos lo hicieron, jamás se te hubiese ocurrido pasar por alto su necesidad.  

4. Reconoce lo que no importa, y si tus hermanos te piden algo "des­cabellado", hazlo precisamente porque no importa. 2Niégate, y tu oposición demuestra que sí te importa. 3Eres únicamente tú, por lo tanto, el que determina si la petición es descabellada o no, y toda petición de un hermano es tu propia petición. 4¿Por qué te empeñas en negarle lo que pide? 5Pues negárselo es negártelo a ti mismo, y empobrecerte a ti y a él. 6Él está pidiendo la salvación, al igual que tú. 7La pobreza es siempre cosa del ego y nunca de Dios. 8Ninguna petición es "descabellada” para el que reconoce lo que es valioso y no acepta nada más.

5. La salvación es para la mente, y se alcanza por medio de la paz. 2La mente es lo único que se puede salvar, y sólo se puede salvar a través de la paz. 3Cualquier otra respuesta que no sea amor, surge como resultado de una confusión con respecto a "qué" es la salva­ción y a "cómo" se alcanza, y el amor es la única respuesta. 4Nunca te olvides de esto, y nunca te permitas creer, ni por un solo instante, que existe otra respuesta, 5pues de otro modo te contarás forzosamente entre los pobres, quienes no han entendido que moran en la abundancia y que la salvación ha llegado.

6. Identificarte con el ego es atacarte a ti mismo y empobrecerte. 2Por eso es por lo que todo aquel que se identifica con el ego se siente desposeído. 3Lo que experimenta entonces es depresión o ira, ya que lo que hizo fue intercambiar su amor hacia Sí Mismo por odio hacia sí mismo, y, como consecuencia de ello, tiene miedo de sí mismo. 4Él no se da cuenta de esto. 5Aun si es plenamente consciente de que está sintiendo ansiedad, no percibe que el ori­gen de ésta reside en su propia identificación con el ego, y siem­pre trata de lidiar con ella haciendo algún "trato" demente con el mundo. 6Siempre percibe este mundo como algo externo a él, pues esto es crucial para su propia adaptación. No se da cuenta de que él es el autor de este mundo, pues fuera de sí mismo no existe ningún mundo.

7. Si sólo los pensamientos amorosos del Hijo de Dios constituyen la realidad del mundo, el mundo real tiene que estar en su mente. 2Sus pensamientos descabellados tienen que estar también en su mente, pero él no puede tolerar un conflicto interno de tal magnitud. 3Una mente dividida está en peligro, y el reconocimiento de que alberga dentro de sí pensamientos diametralmente opuestos es intolerable. 4Proyecta, por consiguiente, la división, no la reali­dad. 5Todo lo que percibes como el mundo externo no es otra cosa que tu intento de mantener vigente tu identificación con el ego, pues todo el mundo cree que esa identificación es su salvación. 6Observa, sin embargo, lo que ha sucedido, pues los pensamientos tienen consecuencias para el que los piensa. 7Estás en conflicto con el mundo tal como lo percibes porque crees que el mundo es antagónico á ti. 8Ésta es una consecuencia inevitable de lo que has hecho. 9Has proyectado afuera aquello que es antagónico a lo que está adentro, y, así, no puedes por menos que percibirlo de esa forma. 10Por eso es por lo que debes darte cuenta de que tu odio se encuentra en tu mente y no fuera de ella antes de que puedas liberarte de él, y por lo que debes deshacerte de él antes de que puedas percibir el mundo tal como realmente es.

8. He dicho antes que Dios amó tanto al mundo, que se lo dio Su Hijo unigénito. 2Dios ama ciertamente el mundo real y aque­llos que perciben la realidad de éste no pueden ver el mundo de la muerte, 3pues la muerte no forma parte del mundo real, en el que todo es un reflejo de lo eterno. 4Dios te dio el mundo real a cambio del mundo que tú fabricaste como resultado de la divi­sión de tu mente, el cual es el símbolo de la muerte. 5Pues si pudieses realmente separarte de la Mente de Dios, perecerías.

9. El mundo que percibes es un mundo de separación. 2Quizá estés dispuesto a aceptar incluso la muerte con tal de negar a tu Padre. 3Sin embargo, Él no dispuso que fuese así, y, por lo tanto, no es así. 4Tu voluntad sigue siendo incapaz de oponerse a lo que la Suya dispone, y ésa es la razón de que no tengas ningún con­trol sobre el mundo que fabricaste. 5No es éste un mundo que provenga de la voluntad, pues está regido por el deseo de ser diferente de Dios, y ese deseo no tiene nada que ver con la volun­tad. 6El mundo que has fabricado es, por lo tanto, completamente caótico, y está regido por "leyes" arbitrarias que no tienen sen­tido ni significado alguno. 7Se compone de lo que tú no deseas, lo cual has proyectado desde tu mente porque tienes miedo de ello. 8Sin embargo, un mundo así sólo se puede encontrar en la mente de su hacedor, junto con su verdadera salvación. 9No creas que se encuentra fuera de ti, ya que únicamente reconociendo dónde se encuentra es como podrás tener control sobre él. 10Ciertamente tienes control sobre tu mente, ya que la mente es el mecanismo de decisión.

10. Si reconocieses que cualquier ataque que percibes se encuentra en tu mente, y sólo en tu mente, habrías por fin localizado su origen, y allí donde el ataque tiene su origen, allí mismo tiene que terminar. 2Pues en ese mismo lugar reside también la salva­ción. 3El altar de Dios donde Cristo mora se encuentra ahí. 4Tú has profanado el altar, pero no has profanado el mundo. 5Cristo, sin embargo, ha puesto la Expiación sobre el altar para ti. 6Lleva todas tus percepciones del mundo ante ese altar, pues es el altar a la verdad. 7Ahí verás tu visión transformarse y ahí aprenderás a ver verdaderamente. 8Desde este lugar, en el que Dios y Su Hijo moran en paz y en el que se te da la bienvenida, mirarás en paz hacia el exterior, y verás el mundo correctamente. 9Mas para encontrar ese lugar tienes que renunciar a tu inversión en el mundo tal como lo proyectas, y permitir que el Espíritu Santo extienda el mundo real desde el altar de Dios hasta ti.


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