Por la gracia vivo. Por la gracia soy liberado.
Instrucciones para la práctica
Propósito: Pedir la gracia, y por un momento la experiencia del Cielo que procede de la gracia. Y luego regresar, y traer a otros los regalos que yo he recibido de la gracia.
Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Por lo menos cinco minutos; lo ideal es treinta minutos o más.
Hoy estás pidiendo de nuevo el regalo de la gracia, que por un momento te elevará al conocimiento del Cielo. Empieza con esta oración: “Por la gracia vivo. Por la gracia soy liberado. Por la gracia doy. Por la gracia he de liberar”. La primera mitad de esta oración pide que tu mente sea elevada a la luz del día de la realidad, donde experimentarás la unidad pura. Ésta es “la experiencia que estamos tratando de acelerar” (7:1). Ésta no es la revelación final que te vendrá un día, en la que finalmente desaparecerás del tiempo y del espacio totalmente, pero sí significa que ese día se acerca. Esto es principalmente una de meditación, en la que vas a buscar todo, así que utiliza todo lo que has aprendido sobre la meditación, y todo tu deseo de Dios.
La segunda mitad de la oración habla de los efectos después del instante de gracia. Cuando sales de tu instante de eternidad, las personas verán que la luz aún brilla en tu rostro (13:2), y tú les darás los milagros que se dejaron en tu mente en ese instante santo.
Recordatorios cada hora: Uno o dos minutos, a la hora en punto, (menos si las circunstancias no lo permiten).
Repite la oración de la práctica de la mañana, pidiendo de nuevo la gracia de Dios. Y luego dale gracias a Dios por cualquier reflejo de la gracia que te ha venido en la hora anterior. Y pregúntale cómo quiere que, en esta hora que comienza, des los regalos que has recibido en la meditación.
Comentario
Jesús nos dice: “La gracia es el atributo del Amor de Dios que más se asemeja al estado que prevalece en la unidad de la verdad” (1:1).
Supongo que se podría decir que vivir por la gracia significa vivir con plena consciencia de la Presencia Del Amor mientras se está en el mundo. En ese sentido, es lo mismo que vivir en el mundo real.
Esto encaja con el resto del primer párrafo. El estado de gracia o vivir por la gracia y recibir continuamente la gracia, es algo que está más allá del aprendizaje. El aprendizaje únicamente nos prepara para esto, pues el aprendizaje tiene lugar sólo en este mundo. En realidad, lo que estamos haciendo es desaprender nuestra negación de la verdad acerca de nuestro verdadero Ser.
“Se encuentra más allá del aprendizaje, aunque es su objetivo, pues la gracia no puede arribar hasta que la mente no se haya preparado a sí misma para aceptarla de verdad” (1:3). El aprendizaje nos prepara para aceptar la gracia. El aprendizaje no nos da la gracia, pero nos prepara para recibirla, para aceptarla, lo que supone que la gracia ya está a nuestro alcance pero todavía no podemos aceptarla.
“La gracia se vuelve inevitable para aquellos que han preparado un altar donde ésta pueda ser dulcemente depositada y gustosamente recibida: un altar inmaculado y santo para este don” (1:4). La gracia simplemente está ahí, al instante, siempre que estemos dispuestos a recibirla. Aprender es necesario para producir el estado de desearla, luego la gracia se vierte. No tenemos que hacer nada para traerla, pero tenemos que avanzar en el (des)aprendizaje para eliminar nuestro rechazo a recibirla.
Entonces sigue lo que quizá es la mejor definición de la gracia en la lección: “La gracia es la aceptación del amor de Dios en un mundo de aparente odio y miedo” (2:1).
La gracia significa ver más allá de la ilusión. Todavía estoy en este mundo de “aparente odio y miedo” y sin embargo, de algún modo, acepto el Amor de Dios. Acepto que Él es completamente Amor, no enfadado ni vengativo, no algo a lo que temer por mis pecados, no algo a lo que culpar por las aparentes desgracias del mundo; Dios es Amor. En lugar de ver al mundo como sólido y real, y preguntarnos cómo puede Dios ser amoroso cuando todo esto está sucediendo, “aquellos cuyas men-tes están iluminadas por el don de la gracia no pueden creer que el mundo del miedo sea real” (2:2). Aquellos que conocen la gracia saben que Dios es real, que el amor es real, y que es el mundo del miedo lo que es ilusorio.
La gracia no es algo que se aprende. EI último paso tiene que ir más allá de todo aprendizaje. (3:1-2)
Esto no es algo que se aprende. No puede aprenderse. Tiene que venir de fuera del lugar donde el aprendizaje se lleva a cabo, que es el campo del ego. El Curso dice a menudo que no hay aprendizaje en el Cielo, o en Dios. ¿Cómo podría haber aprendizaje donde se sabe todo?
La gracia no es la meta que este curso aspira a alcanzar. No obstante, nos preparamos para ella en el sentido de que una mente receptiva puede oír la Llamada a despertar. Dicha mente no se ha cerrado completamente a la Voz de Dios. Se ha dado cuenta de que hay cosas que no sabe, y, por lo tanto, está lista para aceptar un estado completamente diferente de la experiencia con la que se siente a gusto por resultarle familiar. (3:3-6)
Así que, puesto que el aprendizaje es la meta del Curso, la gracia no lo es; la gracia está más allá de lo que el Curso enseña porque no puede enseñarse. Pero el aprendizaje del Curso, que en realidad es un desaprender, nos prepara para la gracia al soltar a nuestra mente de las apretadas garras del ego. Tal como se ve en este párrafo, la meta del Curso es una mente abierta y una consciencia de que hay cosas que no sabemos.
No nos damos cuenta de hasta qué punto ha estado cerrada nuestra mente, “completamente sorda a la Voz de Dios”. Eso es lo que tenemos que aprender. De lo que nos damos cuenta es de todas las formas que utilizamos para no dejar entrar a Dios. Cuando aprendemos esto, no queda nada por lo que dejarle fuera, y Él sencillamente ya está ahí, tal como siempre lo ha estado.
Luego la lección continúa hablando del estado del Cielo, o unidad. No tengo tiempo para comentarlo aquí, la lección ya lo deja muy claro, cuando dice: “No podemos hablar, escribir, ni pensar en esto en absoluto” (6:1).
No obstante, cuando se enseña y se aprende lo que es el perdón, ello trae consigo experiencias que dan testimonio de que el momento en que la mente misma decidió abandonarlo todo excepto esto, está por llegar. (7:2)
En otras palabras, el perdón es lo que ahora enseñamos y aprendemos, no la gracia. El perdón es el proceso de aprendizaje, la preparación para la gracia, y nos da experiencias que lo demuestran, anticipos de cómo es vivir en gracia.
Pero por ahora es mucho lo que aún nos queda por hacer, pues aquellos que se encuentran en el tiempo pueden hablar de cosas que están más allá de él, y escuchar palabras que explican que lo que ha de venir ha pasado ya. Mas ¿qué significado pueden tener dichas palabras para los que todavía se rigen por el reloj, y se levantan, trabajan y se van a dormir de acuerdo con él? (10:3-4)
Todavía estamos en el tiempo. Seamos realistas y prácticos en esto. Hablar de “cosas que están más allá” e intentar entender que “lo que está por llegar” (la iluminación o el despertar, que está en el futuro tal como lo entendemos) “ya ha sucedido” (es decir, que el viaje ya se ha terminado, que ya estamos iluminados, y que la unidad es un estado constante que está aquí ahora, para siempre, como siempre ha sido), hablar de todas estas cosas puede ser fascinante quizá nos anima, pero ¿cómo podemos entenderlo? ¡No podemos! Las palabras nos transmiten muy poco significado mientras vivimos y organizamos nuestra vida por el tiempo, contando las horas.
Es bueno pensar en todo esto un poco, pero no es nuestra tarea principal. De hecho, puede ser una pérdida de tiempo si nos distrae del hecho de que “tenemos trabajo por hacer” aquí, ahora. El perdón funciona. Sentarse para hablar de lo que significa vivir continuamente en estado de gracia, en el mundo real, o lo que sigue a continuación en el Cielo, no tiene ningún significado sin ese trabajo real y práctico del perdón, en acción dentro de nuestra vida.
No entenderemos el Cielo hasta que lleguemos allí. La gracia anuncia al Cielo, y ni siquiera podemos entender eso, no por completo. Aunque podemos tener atisbos de ello en los instantes santos en los que entramos en contacto con Dios y con el Amor en nuestra mente. Por eso:
Ahora pedimos que se nos conceda la gracia, el último regalo que la salvación puede otorgar. La experiencia que la gracia proporciona es temporal, pues la gracia es un preludio del Cielo, pero sólo reemplaza a la idea de tiempo por un breve lapso. (12:2-3)
Las experiencias de gracia vienen, y se van. Nos sentimos fuera del tiempo “pero sólo durante un rato”. Estas experiencias, que vienen en momentos de verdadero perdón, son todo lo que necesitamos por ahora. “Mas ese lapso es suficiente” (13:1). Los instantes santos, el “ratito” de cada experiencia de perdón, es suficiente. Es todo lo que necesitamos.
“Pues ahí es donde se depositan los milagros” (13:2). En otras palabras, el instante santo nos abre a los milagros. Es el modo por el que se extienden a nuestra vida los milagros, “que tú has de devolver de los instantes santos que recibes a través de la gracia que experimentas, a todos los que ven la luz que aún refulge en tu faz” (13:2). Cuando “regresas” del instante santo, hay una luz que aún brilla en tu cara. Otras personas la ven, y a ellos les llevas los milagros que has recibido en ese momento.
¿Qué es la faz de Cristo sino la de aquel que se adentró por un momento en la intemporalidad…? (13:3)
Esto trata de ti y de mí. El rostro de Cristo es tu cara, mi cara, cuando hemos recibido un instante santo y “volvemos” al mundo del tiempo, nuestra cara brilla con la luz del Cielo.
¿… y al volver trajo consigo -para bendecir al mundo- un claro reflejo de la unidad que experimentó allí? (13:3)
Ésa es nuestra función aquí en el mundo: traer un claro reflejo de la unidad del Cielo para bendecir al mundo. Pedir la gracia, abrir nuestra mente a recibir la gracia de Dios, tan a menudo como podamos elegir “entrar” en el instante santo en el que sentimos la unidad del Cielo, y luego regresar con un reflejo de él para bendecir al mundo. Date cuenta de que la unidad “se siente” y no sólo se acepta y se comprende intelectualmente. Se siente. Eso es lo que sucede en un instante santo.
Oímos acerca de vivir en el mundo real, o acerca de lo que debe ser vivir en un estado constante de unidad (Cielo), y lo deseamos. Lo queremos ahora. Nos sentimos frustrados porque los instantes santos vienen y se van, duran “sólo un ratito” y eso nos parece decepcionante. Jesús explica aquí que la etapa de aprendizaje es totalmente necesaria, y que no deberíamos sentirnos decepcionados, no deberíamos pensar que estamos fracasando en nuestra tarea si los instantes santos no duran.
¿Cómo podrías llegar a alcanzarla para siempre, mientras una parte de ti se encuentre afuera, ignorante y dormida, necesitada de que tú des testimonio de la verdad? (13:4)
Los hermanos que te rodean por todo el mundo, “ignorante y dormida” son tus propios pensamientos con forma. Son “una parte de ti” que “permanece fuera”. Tienes una misión aquí, un propósito que cumplir. El despertar tiene que comunicarse. Quieres un estado continuado de “permanecer en el instante santo”, pero Jesús te pregunta: “¿Cómo puedes alcanzarlo si una parte de ti está fuera de ese estado de unidad, ignorante, dormida y sin darse cuenta de ello?” Tu unidad tiene que incluirlos a ellos.
Jesús dice que en realidad deberíamos estar agradecidos de “regresar” de esos instantes santos, de vuelta al mundo del tiempo. Escucha:
Siéntete agradecido de poder regresar, de la misma manera en que te alegró ir por un instante, y acepta los dones que la gracia te otorgó. Es a ti mismo a quien se los traes. (14:1-2)
Si el instante santo es un momento en el que eres consciente de la unidad, en cierto sentido tienes que volver. Tienes que volver porque eres consciente de tu unidad con todos los que todavía no han visto. Son parte de ti, y por eso tienes que “volver” para llevarles los regalos de la gracia a la parte de ti que todavía está dormida, lo cual ves reflejado en tus hermanos.
Jesús nos dice claramente que nos alegremos con esto: “no estamos pidiendo lo que no se puede pedir” (14:7). Querer el Cielo para mí y dejar a mis hermanos detrás es no hacer caso a lo que es el Cielo: ser consciente de la unidad. Una salvación privada es imposible. O vamos todos juntos o no vamos.
Algunos pueden reaccionar a esto como si toda la humanidad nos estuviera reteniendo e impidiendo nuestra iluminación total. Ese pensamiento está basado en un estado de separación, y por lo tanto es completamente distinto a la gracia y al Cielo. El mundo que ves no es una fuerza separada de ti, que te retrasa. Es un reflejo de tu propio aprisionamiento a ti mismo, de tu propia resistencia que todavía no ha sido vencida o desaprendida. El mundo no está fuera de tu mente, sino en ti. Tú eres el mundo, eso es lo que estás aprendiendo.
Te conviertes en lo que siempre has sido al aceptar tu papel de salvador del mundo. Tu salvación es la salvación del mundo. No son dos cosas, son lo mismo.
“Regresamos” a salvar al mundo. Eso no significa que tengamos nuestro momento de felicidad y luego regresemos a predicar al mundo acerca de ello y decirles lo iluminados que estamos y por qué ellos no. Si tu salvación es la salvación del mundo, lo contrario también lo es: la salvación del mundo es la tuya propia. Salvas al mundo trabajando en ti. “La única responsabilidad del obrador de milagros es aceptar la Expiación para sí mismo” (T.2.V.5:1). Salvas al mundo cambiando tu mente, porque ahí es donde está el mundo, en tu mente. Sólo hay una mente, sólo uno de nosotros está aquí.
Cuando estás en una película, si hay un problema en la pantalla, no vas a la pantalla a arreglarlo, sino que encuentras el proyector y lo arreglas. Esas “personas no iluminadas” que ves ahí fuera son partes de tu propia mente que todavía no has reconocido como partes de ti, no las atraes intentando arreglar la pantalla (esas personas separadas de ahí fuera), lo haces intentando arreglar el proyector (tu propia mente).
Alégrate de ir por un instante, y también da gracias al volver, para llevar la luz de Dios al mundo. Te la traes a ti mismo. Al entender ese hecho, te salvas. El regreso no es un paso atrás en el tiempo. No, es un paso adelante hacia tu despertar, los medios por los que llevas contigo a todo el mundo dentro de la eternidad, para ser allí la unidad que has tocado y conocido.
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