DESPERTAR AL AMOR

sábado, 24 de junio de 2017

24 JUNIO: QUINTO REPASO. Repaso de las lecciones 159 y 160


AUDIOLIBRO





EJERCICIOS

LECCIÓN 175

Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo.



1. (159) Doy los milagros que he recibido.
2Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo.

2. (160) Yo estoy en mi hogar.

2El miedo es el que es el extraño aquí. 3Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo.



Instrucciones para la práctica

Propósito: Dedicar más tiempo y esfuerzo a practicar, para que puedas acelerar el paso en tu viaje a Dios. Reconocer la verdad de la idea central (“Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo”). Hacer de este repaso un regalo a Jesús, y un tiempo en el que compartes con Él una experiencia nueva y sin embargo antigua.

La oración: Usa la oración de los párrafos 2 y 3 para dedicar el repaso a Dios. Le pides a Dios que dirija tus prácticas y que te llame de vuelta cuando te retrasas en tus prácticas, para que puedas progresar más rápido por el camino que te lleva a Él.

El pensamiento central: El centro del repaso es esta idea (“Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo”). El propósito de este repaso es llevarnos a un lugar donde entendemos y experimentamos esta idea de verdad. Y el propósito de las ideas que se repasan es apoyar la idea central, sacar diferentes aspectos de ella, y hacerla “más significativa, más personal y verdadera” (L.rV.In.4:2). Por lo tanto, haz que esta idea domine cada uno de estos diez días del repaso. Empieza y termina el día con ella, empieza y termina cada periodo de práctica, y envuelve con ella cada repetición de las ideas del repaso.

Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Por lo menos cinco minutos; lo ideal es treinta minutos o más.
Pasa un rato repitiendo el pensamiento central (“Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo”). Y las dos ideas del repaso. Envuelve cada idea del repaso con el pensamiento central. Usa las ideas del repaso para que iluminen algún aspecto del pensamiento central y hazlo más significativo para ti.
Luego entra en lo que llamamos “meditación de la mente abierta”. Mantén tu mente quieta y silenciosa, sin palabras. Las palabras son como señales indicadoras: señalan al significado; pero ahora estás buscando la experiencia directa del significado, y para esto las palabras se interponen. En este vacío de palabras, simplemente espera con “silenciosa expectación” (L.94.4:1) la experiencia de lo que nos hablan las palabras, la experiencia de nuestro verdadero Ser. Toda tu atención está esperando en “tranquila expectación” (L.157.4:3). Tu mente está en reposo, sin embargo también preparada. Toda tu consciencia está esperando que surja la comprensión y se extienda. Concéntrate en esto sin palabras. Sin embargo, cuando tu mente se distraiga, lo que sucederá de vez en cuando, repite el pensamiento central para recordarte a ti mismo lo que estás esperando: la experiencia de tu propio Ser; y luego vuelve a tu espera sin palabras.
Termina repitiendo el pensamiento central una vez más.

Recordatorios cada hora: Uno o dos minutos, a la hora en punto (más corto si las circunstancias no lo permiten).
Sugerencia: Repite las dos ideas del repaso, rodeando cada una de ellas con el pensamiento central. Luego dale gracias a Dios por Sus regalos en la hora anterior, y pídele Su dirección para la hora que comienza. Termina con el pensamiento central.

Comentario

Párrafo 7 de la Introducción al Quinto Repaso:

¿Sabes qué?, por el modo en que Jesús habla en la primera frase, ¡parece que es algo que él ha experimentado más de una vez! “Mi resurrección se repite cada vez que conduzco a un hermano sin contratiempo alguno allí donde la jornada termina para ya no recordarse más” (7:1). Ciertamente me gustaría pensar que ha habido más que él, sería descorazonador si él fuera el único hasta ahora. Hoy, pienso que probablemente ha habido más de los que nos damos cuenta que han llegado al final del viaje con él. A veces me pregunto por qué parece que hay tan pocos en este mundo que parecen “haberlo logrado”, pero si pienso en ello, me parece que ¡“este mundo” es el último lugar en el que probablemente podemos encontrar a tales personas! Estoy contento de que Jesús, al menos, ha decido quedarse por aquí y ser “un salvador… con aquellos a quienes enseña” (6:5). ((A decir verdad, el Curso da a entender que hay otros también, ver los dos primeros párrafos de la Sección 26 del Manual para el Maestro: “¿Es posible llegar a Dios directamente?”)

Levanta el ánimo la idea de que cuando en alguna circunstancia yo aprendo el “camino que nos libera a todos de la aflicción y del dolor” (7:2), Jesús se “renueva”. Por supuesto, eso es cierto acerca de todos nosotros, cada uno de nosotros se renueva cuando un hermano aprende el camino de liberarse de todo dolor y aflicción. Todos a los que tocamos con un milagro nos enriquecen cuando lo reciben. Cuando alguien comparte la explicación de un milagro en su vida, se renueva todo el que lo escucha, eso es lo que hace que el compartir sea tan reconfortante. Mi propio camino con Dios se fortalece cada vez que me doy cuenta de que algo que yo he dicho ha ayudado a alguien. El Curso a menudo dice que aquellos a quienes ayudamos, nos ayudan, así es como aprendemos a recordar lo que somos.

Que hoy recuerde que cada vez que vuelvo mi mente a la luz dentro de mí, y Le busco, Cristo renace. Así es como tiene lugar el Segundo Advenimiento (ver L.pII.9.3:2, “¿Qué es el Segundo Advenimiento?”). Cuando todos hayamos dado a Cristo nuestra mente por completo, el Segundo Advenimiento se habrá completado. Cada vez que vuelvo mi mente a la luz dentro de mí, lo acerco más. Cada vez que hoy recuerdo “Dios es sólo Amor y, por tanto, eso es lo que soy yo”, adelanto ese día. Cada vez que elijo dar los milagros que he recibido, cada vez que recuerdo que mi Ser, y no el miedo, está en el hogar en mí, Cristo renace en el mundo.

Nadie ha sido olvidado. Me encanta la frase de Marianne Williamson: “Dios no ha perdido tu expediente”. Me gusta imaginar el ajetreo y bullicio de “la oficina celestial”, con todo tipo de seres trabajando para mi bien, todos desconocidos para mí. Dejando pequeñas pistas para que yo las encuentre. Planeando que me encuentre con la persona adecuada, encuentre los libros adecuados, y tenga las experiencias por las que necesito pasar.

Pero todo esto necesita mi colaboración. La última frase parece contradictoria, afirmando que Jesús necesita mi ayuda para conducirme de regreso a donde la jornada comenzó. Pero tiene sentido, pues como el Curso dice todo el tiempo, lo único importante es mi pequeña dosis de buena voluntad. Él me lleva, él no me obliga. Mi ayuda consiste en estar dispuesto a seguirle, parándome de vez en cuando para escuchar sus instrucciones. Y mi ayuda consiste en hacer la práctica que él me dice que haga.

¡Me doy cuenta de que él me está llevando hacia atrás! A donde empezó el viaje, para que yo pueda “llevar a cabo otra elección” (7:5). Todo su trabajo conmigo es hacerme regresar al momento en que tomé una decisión equivocada, para que ahora pueda tomar una decisión diferente. No hay nada que no se pueda cambiar. Incluso la decisión que empezó esta pesadilla puede deshacerse, y será deshecha, y ha sido deshecha. Él nos está guiando “en (nuestros) primeros e inciertos pasos de ascenso por la escalera que la separación (nos) hizo descender” (T.28.III.1:2). Cada decisión equivocada que le permito que deshaga hoy, es otro paso en la escalera de ascenso a la memoria de mi estado original, a la memoria del hecho de que “Dios es sólo Amor y, por tanto, eso es lo que soy yo”.


Damos los milagros que hemos recibido, y cuando lo hacemos, recordamos que ya estamos en el hogar, y que el miedo es el extraño.



TEXTO


VII. El sacrificio innecesario



1. Más allá de la débil atracción que la relación de amor especial ejerce, y empañada siempre por ella, se encuentra la poderosa atracción que el Padre ejerce sobre Su Hijo. 2Ningún otro amor puede satisfacerte porque no hay ningún otro amor. 3Ése es el único amor que se da plenamente y que es plenamente correspondido. 4Puesto que goza de plenitud, no pide nada. 5Puesto que es totalmente puro, todos los que se unen a él lo tienen todo. 6Esto no es así en ninguna relación que el ego entabla. 7Pues toda relación que el ego entabla es siempre especial.

2. El ego entabla relaciones con el solo propósito de obtener algo. 2mantiene al dador aferrado a él mediante la culpabilidad. 3Al ego le es imposible entablar ninguna relación sin ira, pues cree que la ira le gana amigos. 4No es eso lo que afirma, aunque ése es su propósito. 5Pues el ego cree realmente que puede obtener algo y conservarlo haciendo que otros se sientan culpables. 6Ésta es la única atracción que ejerce, pero es una atracción tan débil que no podría subsistir si no fuese porque nadie se percata de ello. 7Pues el ego siempre parece atraer mediante el amor y no ejerce atracción alguna sobre aquellos que perciben que atrae mediante la culpabilidad.

3. La enfermiza atracción que ejerce la culpabilidad tiene que ser reconocida como lo que es. 2Pues al haberse convertido en algo real para ti, es esencial que la examines detenidamente, y que aprendas a abandonarla dejándote de interesar por ella. 3Nadie abandonaría lo que considera valioso. 4Pero la atracción de la culpabilidad es algo valioso para ti debido únicamente a que no has examinado lo que es y, por lo tanto, la has  juzgado completa­mente a ciegas. 5medida que la llevemos ante la luz, tu única­ pregunta será: "¿Cómo es posible que jamás la hubiese podido desear?" 6No tienes nada que perder si la examinas detenida­mente, pues a una monstruosidad como ésa no le corresponde estar en tu santa mente. 7Este anfitrión de Dios no puede estar realmente interesado en algo semejante.

4. Dijimos anteriormente que el propósito del ego es conservar e incrementar la culpabilidad, pero de forma tal que tú no te des cuenta de lo que ello te ocasionaría. 2Pues la doctrina fundamen­tal del ego es que te escapas de aquello que les haces a otros. 3El ego no le desea el bien a nadie. 4No obstante, su supervivencia depende de que tú creas que estás exento de sus malas intencio­nes. 5Te dice, por lo tanto, que si accedes a ser su anfitrión, te permitirá proyectar su ira afuera y, de este modo, te protegerá. 6así se embarca en una interminable e insatisfactoria cadena de relaciones especiales, forjadas con ira y dedicadas exclusiva­mente a fomentar tan sólo la creencia descabellada de que cuanta más ira descargues fuera de ti mismo, más a salvo te encontrarás. 

5. Ésa es la cadena que ata al Hijo de Dios a la culpabilidad, y la que el Espíritu Santo quiere eliminar de tu santa mente. 2Pues esta infame cadena no tiene por qué estar aprisionando a aquel que Dios Mismo ha elegido, como Su anfitrión, quien no puede convertirse a sí mismo en anfitrión del ego. 3En el nombre de su liberación y en el Nombre de Aquel que desea liberarle, examine­mos más detenidamente las relaciones que el ego urde y dejemos que el Espíritu Santo las juzgue verdaderamente. 4Pues es indu­dable que si las examinas, se las ofrecerás gustosamente a Él. 5Lo que Él puede hacer de ellas tú no lo sabes, pero estarás dispuesto a averiguarlo si primero estás dispuesto a percibir lo que tú has hecho de ellas.

6. De una forma u otra, toda relación que el ego entabla está basada en la idea de que sacrificándose a sí mismo él se engran­dece. 2El "sacrificio", que él considera una purificación, es de hecho la raíz de su amargo resentimiento. 3Pues preferiría atacar de inmediato y no demorar más lo que realmente desea hacer. 4No obstante, dado que el ego se relaciona con la "realidad" tal como él la ve, se da cuenta de que nadie podría interpretar un ataque directo como un acto de amor. 5Mas hacer sentir culpable a otro es un ataque directo, aunque no parezca serlo. 6Pues los que se sienten culpables esperan ser atacados, y habiendo pedido eso, se sienten atraídos por el ataque.

7. En tales relaciones dementes, la atracción de lo que no deseas parece ser mucho mayor que la atracción de lo que sí deseas. 2Pues cada uno piensa que ha sacrificado algo por el otro y lo odia por ello. 3Eso, no obstante, es lo que cree que quiere. 4No está enamorado del otro en absoluto. 5Simplemente cree estar enamorado del sacrificio. 6Y por ese, sacrificio que se impone a sí mismo; exige que el otro acepte la culpabilidad y que se sacrifi­que a sí mismo también. 7El perdón se hace imposible, pues el ego cree que perdonar a otro es perderlo. 8De la única manera en que el ego puede asegurar la continuidad de la culpabilidad que mantiene a todas sus relaciones intactas es atacando y negando el perdón.

8. Sin embargo, tales relaciones tan sólo dan la impresión de estar intactas, 2pues para el ego lo único que las relaciones significan es que los cuerpos están juntos. 3Esto es lo que el ego siempre exige, y no objeta adónde se dirige la mente o lo que piensa, pues eso no parece ser importante. 4Mientras el cuerpo esté ahí para recibir su sacrificio, él es feliz. 5Para él la mente es algo privado, y el cuerpo es lo único que se puede compartir. 6Las ideas son básicamente algo sin importancia, salvo si con ellas se puede atraer o alejar el cuerpo de otro. 7Y ése es el criterio del que se vale para juzgar si  las ideas son buenas o malas. 8Todo aquello que hace que el otro se sienta culpable y que le impida irse debido a la culpabilidad es "bueno". 9Lo que lo libera de la culpabilidad es "malo", pues en ese caso dejaría de creer que los cuerpos se pueden comunicar, y, por lo tanto, se "marcharía".

9. El sufrimiento y el sacrificio son los regalos con los que el ego "bendice" toda unión. 2Y aquellos que se unen ante su altar acep­tan el sufrimiento y el sacrificio como precio de su unión. 3En sus iracundas alianzas, nacidas del miedo a la soledad, aunque dedi­cadas a la perpetuación de la misma, cada cual busca aliviar su culpabilidad haciendo que el otro se sienta más culpable. 4Pues cada uno cree que eso mitiga su propia culpabilidad. 5El otro­ siempre parece estar atacándole e hiriéndole, tal vez con minu­cias, tal vez "inconscientemente", mas nunca sin dejar de exigir sacrificio. 6La furia de los que se han unido en el altar del ego es mucho mayor de lo que te imaginas. 7Pues no te das cuenta de lo que el ego realmente quiere. 

10. Cada vez que te enfadas, puedes estar seguro de que has enta­blado una relación especial que el ego ha "bendecido", pues la ira es su bendición. 2La ira se manifiesta de muchas formas, pero no puede seguir engañando por mucho tiempo a los que se han dado cuenta de que el amor no produce culpabilidad en absoluto, y de que lo que produce culpabilidad no puede ser amor, sino ira. 3La ira no es más que un intento de hacer que otro se sienta culpable, y este intento constituye la única base que el ego acepta para las relaciones especiales. 4La culpabilidad es la única necesidad del ego, y mientras te sigas identificando con él, la culpabilidad te seguirá atrayendo. 5Mas recuerda esto: estar con un cuerpo no es estar en comunicación. 6Y si crees que lo es, te sentirás culpable con respecto a la comunicación y tendrás miedo de oír al Espíritu Santo, al reconocer en Su Voz tu propia necesidad de comunicarte. 

11. El Espíritu Santo no puede enseñar valiéndose del miedo. 2¿Cómo iba a poder, entonces, comunicarse contigo, mientras creas que comunicarte equivale a quedarte solo? 3Obviamente es una locura creer que vas a ser abandonado si te comunicas verda­deramente. 4Sin embargo, son muchos los que creen esto. 5Pues creen que sus mentes tienen que ser algo privado, o, de lo contra­rio, las perderían, pero que si son únicamente sus cuerpos los que están juntos sus mentes siguen siendo suyas. 6La unión de los cuerpos se convierte, por lo tanto, en la forma de mantener la separación de las mentes. 7Pues los cuerpos son incapaces de per­donar, 8Sólo pueden hacer lo que la mente les ordena. 

12. La ilusión de que el cuerpo  goza de autonomía y de que es capaz de superar la soledad es tan sólo una estratagema del ego para establecer su propia autonomía. 2Mientras creas que estar con otro cuerpo es tener compañía, te verás obligado a tratar de reducir a tu hermano a su cuerpo, y a confinarlo allí mediante la culpabilidad. 3te sentirás a salvo en la culpabilidad y en peligro cuando te comunicas. 4Pues el ego siempre enseña que la soledad se supera mediante la culpabilidad, y que la comunicación es la causa de la soledad. 5Y a pesar de la evidente demencia de esta lección, son muchos los que la han aprendido.

13. El perdón radica en la comunicación tan inexorablemente como la condenación radica en la culpabilidad. 2La función docente del Espíritu Santo consiste en enseñar que la  comunicación es la sal­vación a aquellos que creen que es condenación. 3Él llevará a cabo Su función, pues el poder de Dios en Él y en ti están unidos en una relación real tan santa y tan poderosa, que puede superar incluso esa creencia sin temor alguno.     

14. A través del instante santo es como se logra lo que parece ser imposible, haciendo que resulte evidente que no lo es. 2En el ins­tante santo la culpabilidad no ejerce ninguna atracción, puesto que se ha reanudado la comunicación. 3Y la culpabilidad, cuyo único propósito es interrumpir la comunicación, no tiene ningún propósito en él. 4No hay nada en el instante santo que esté oculto ni hay en él pensamientos privados. 5El estar dispuesto a entablar comunicación atrae a la comunicación y supera la soledad com­pletamente. 6Con esto, el completo perdón se consuma, pues no hay ningún deseo de excluir a nadie de tu compleción, al reconocer de súbito cuán importante es el papel que todos juegan en ella. 7Bajo la protección de tu plenitud, se invita a todo el mundo y se le da la bienvenida. 8Y comprendes que tu compleción es la de DiosCuya única necesidad es que tú seas completo. 9Pues tu compleción hace que cobres conciencia de que formas parte del ámbito de Dios. 10Y en ese momento es cuando te experimentas a ti mismo tal como fuiste creado y tal como eres.




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