DESPERTAR AL AMOR

jueves, 27 de julio de 2017

27 JULIO: SEXTO REPASO: Repaso de la lección 188

AUDIOLIBRO


EJERCICIOS


LECCIÓN 208


No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó.


1. (188) La paz de Dios refulge en mí ahora.

2Permaneceré muy quedo y dejaré que la tierra se aquiete junto conmigo. 3Y en esa quietud hallaremos la paz de Dios. 4Está dentro de mi corazón, el cual da testimonio de Dios Mismo.

5No soy un cuerpo. 6Soy libre.
7Pues aún soy tal como Dios me creó.



Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica del Sexto Repaso

Comentario

Una y otra vez el Curso nos pide que “nos aquietemos”. Es sorprendente cuánto beneficio puede obtenerse de una sencilla pausa, aunque sólo sean diez segundos, cerrar los ojos y recordar la paz de Dios que está dentro de mí. Sólo la palabra “paz”, repetida mentalmente, puede tener un efecto relajante y sanador sobre la mente. Esto no es algo que venga sin nuestra colaboración activa. La práctica es necesaria. “Me aquietaré” es un acto de voluntad, una elección, una decisión. Hay que parar la frenética y continua corriente de pensamientos y preocupaciones, y la mente tiene que volverse hacia esa “quietud” (1:3) que está “dentro de mi corazón” (1:4).

La mayoría de nuestras horas de vigilia (y probablemente mientras dormimos, aunque no nos demos cuenta de ello) las pasamos con distintas preocupaciones que, cuando las despojamos de todo y las reducimos a lo básico, son preocupaciones acerca de nuestro cuerpo, de un modo u otro. Los cuidados diarios de bañarse, arreglarse, vestirse, y descansar nuestro cuerpo, está continuamente en nuestra mente. El tiempo que pasamos “ganándonos la vida” se necesita por la necesidad de dinero para comprar comida, ropa y alojamiento, y para nuestra diversión. Pero no somos cuerpos. Necesitamos recordatorios frecuentes de este hecho. Necesitamos pararnos y decirnos a nosotros mismos: “Paz, aquiétate”. Parece más fácil no hacer el esfuerzo, simplemente dejar que la corriente de preocupaciones corporales nos arrastre hacia delante de un momento al siguiente. Sin embargo, cuando hacemos el esfuerzo, cuando nos salimos de la corriente de pensamientos durante un minuto para aquietarnos y encontrar la paz de Dios, todo empieza a ir sin problemas ni complicaciones. Nos sentimos más felices que antes. Como dice un antiguo cántico cristiano: “Las cosas que antes eran preocupaciones desesperadas, ahora no pueden alterar mi descanso”.

Tenemos una fuente de paz dentro de nuestro corazón. Espera a que echemos mano de ella y bebamos su refrescante agua. Está aquí ahora, brillando dentro de nosotros. Ahora mismo, y a menudo durante el día de hoy: “Me aquietaré”. Acudiré a esa riqueza interior que “da testimonio de Dios Mismo” (1:4).





TEXTO




III. Luz en el sueño



1. Tú que te has pasado la vida llevando la verdad a la ilusión y la realidad a la fantasía, has estado recorriendo el camino de los sueños. 2Pues has pasado de la condición de estar despierto a la de estar dormido, y de ahí te has sumergido en un sueño todavía más profundo. 3Cada sueño te ha llevado a otros sueños, y cada fantasía que parecía arrojar luz sobre la oscuridad no ha hecho sino hacerla aún más tenebrosa. 4Tu meta era la oscuridad, en la que ningún rayo de luz pudiese penetrar. 5buscabas una negrura tan absoluta, que pudiese mantenerte oculto de la ver­dad para siempre en un estado de completa demencia. 6Mas de lo que te olvidabas era de que Dios no puede destruirse a Sí Mismo. 7La luz se encuentra en ti. 8La oscuridad puede envolverla, pero no puede extinguirla.

2. Según se aproxime la luz te lanzarás a la oscuridad huyendo de la verdad, refugiándote algunas veces en cosas menos temi­bles, y otras, en el terror más absoluto. 2Pero avanzarás, pues tu objetivo es pasar del miedo a la verdad. 3La meta que aceptaste es la meta del conocimiento, y esto lo demuestra tu buena voluntad. 4El miedo parece habitar en la oscuridad, y cuando tienes miedo es que has retrocedido. 5Unámonos inmediatamente en un ins­tante de luz y eso será suficiente para recordarte que tu meta es la luz.

3. La verdad se lanzó a tu encuentro desde el momento en que la invocaste. 2Si supieras Quién camina a tu lado por la senda que has escogido, sería imposible que pudieses experimentar miedo. 3No lo sabes porque tu viaje hacia la oscuridad ha sido largo y penoso, y te has adentrado muy profundamente en ella. 4Un ligero parpadeo, después de haber tenido los ojos cerrados por tanto tiempo, no ha sido suficiente para hacer que tengas con­fianza en ti mismo, a quien por tanto tiempo has despreciado. 5Te diriges hacia el amor odiándolo todavía, y terriblemente atemori­zado del juicio que pueda tener de ti. 6Y no te das cuenta de que no es del amor de lo que tienes miedo, sino únicamente de lo que tú has hecho de él. 7Estás avanzando hacia el significado del amor y alejándote de todas las ilusiones con las que lo habías revestido. 8Cuando te refugias en lo ilusorio tu miedo se agudiza, pues no hay duda de que lo que crees que ello significa es aterrador. 9Mas ¿qué importancia puede tener eso para nosotros que viajamos lle­nos de confianza y vertiginosamente más allá del miedo?

4. Tú que tomas de la mano a tu hermano tomas también la mía, pues cuando os unisteis no estabais solos. 2¿Crees acaso que yo te iba a dejar en las tinieblas que acordaste abandonar conmigo? 3En tu relación radica la luz de este mundo. 4Y el miedo no puede sino desaparecer de tu vista ahora. 5No caigas en la tentación de arre­batar el regalo de la fe que le ofreciste a tu hermano. 6Lo único que conseguirías con ello sería asustarte a ti mismo. 7El regalo se dio para siempre, pues Dios Mismo lo aceptó. 8No puedes quitárselo ahora. 9Has aceptado a Dios. 10La santidad de tu relación quedó establecida en el Cielo. 11No entiendes lo que aceptaste, pero recuerda que tu entendimiento no es necesario. 12Lo único que se necesitó fue simplemente tu deseo de entender. 13Ese deseo fue el de ser santo. 14La Voluntad de Dios se te concede, 15pues lo único que deseas es lo que siempre tuviste o lo que siempre fuiste.

5. Cada instante que pasemos juntos te enseñará que este objetivo es posible, y fortalecerá tu deseo de alcanzarlo. 2en tu deseo reside su logro. 3Tu deseo está ahora completamente de acuerdo con todo el poder de la Voluntad del Espíritu Santo. 4Ningún paso corto y vacilante que des puede hacer que tu deseo se aparte de Su Voluntad o de Su fortaleza. 5Puedes estar tan seguro de que yo te llevo de la mano como de que tú estuviste de acuerdo en llevar de la mano a tu hermano. 6No os separaréis, pues yo estoy con voso­tros y camino con vosotros en vuestro avance hacia la verdad. 7Y dondequiera que vamos, llevamos a Dios con nosotros.

6. Te has unido a mí en tu relación para llevarle el Cielo al Hijo de Dios, que se había ocultado en la oscuridad. 2Has estado dis­puesto a llevar la oscuridad a la luz, y eso ha fortalecido a todos los que quieren permanecer en la oscuridad. 3Los que quieran ver verán. 4Y se unirán a mí para llevar su luz a la oscuridad cuando la oscuridad que hay en ellos haya sido llevada ante la luz y eliminada para siempre. 5La necesidad que tengo de ti que te has unido a mí en la santa luz de tu relación, es la misma que tienes tú. 6¿Cómo no iba yo a darte a ti lo que tú me diste a mí? 7Pues en el momento en que te uniste a tu hermano, me respon­diste.

7. Tú que eres ahora el portador de la salvación, tienes la función de llevar la luz a la oscuridad. 2La oscuridad en ti se llevó ante la luz. 3Lleva esa luz ahora a la oscuridad, desde el instante santo a donde llevaste tu oscuridad. 4Nos completamos cuando desea­mos completar. 5No dejes que el tiempo te preocupe, pues todo miedo que tú y tu hermano podáis experimentar procede real­mente del pasado. 6El tiempo ha sido reajustado para ayudarnos a lograr, juntos, lo que vuestros pasados separados habrían impe­dido. 7Habéis transcendido el miedo, pues dos mentes no pueden unirse en su deseo de amor sin que el amor se una a ellas.



8Ni una sola luz en el Cielo deja de acompañaros. 2Ni uno solo de los rayos que brillan para siempre en la Mente de Dios deja de iluminaros. 3El Cielo se ha unido a vosotros en vuestro avance hacia Él. 4Si se han unido a vosotros luces tan potentes que infun­den a la pequeña chispa de vuestro deseo el poder de Dios Mismo, ¿cómo podríais vosotros  seguir en la oscuridad? 5Tú y tu hermano estáis retornando a casa juntos, después de un largo e insensato viaje que emprendisteis por separado y que no os condujo a ninguna parte. 6Has encontrado a tu hermano, y cada uno de vosotros alumbrará el camino del otro. 7Y partiendo de esa luz, los Grandes Rayos se extenderán hacia atrás hasta la os­curidad y hacia adelante hasta Dios, para desvanecer con su res­plandor el pasado y así dar lugar a Su eterna Presencia, en la que todo resplandece en la luz.


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