DESPERTAR AL AMOR

viernes, 7 de julio de 2017

7 JULIO: La paz de Dios refulge en mí ahora.

AUDIOLIBRO




EJERCICIOS

LECCIÓN 188


La paz de Dios refulge en mí ahora.



1. ¿Por qué esperar al Cielo? ?Los que buscan la luz están simple­mente cubriéndose los ojos. 3La luz ya está en ellos. 4La ilumina­ción es simplemente un reconocimiento, no un cambio. 5La luz es algo ajeno al mundo, y tú en quien mora la luz eres asimismo un extraño aquí. 6La luz vino contigo desde tu hogar natal, y permaneció contigo, pues es tuya. 7Es lo único que trajiste contigo de Aquel que es tu Fuente. 8Refulge en ti porque ilumina tu hogar, y te conduce de vuelta al lugar de donde vino y donde finalmente estás en tu hogar.

2. Esta luz no se puede perder. 2¿Por qué esperar a encontrarla en el futuro, o creer que se ha perdido o que nunca existió? 3Es tan fácil contemplarla que los argumentos que demuestran que no puede existir se vuelven irrisorios. 4¿Quién podría negar la pre­sencia de lo que contempla en sí mismo? 5No es difícil mirar en nuestro interior, pues ahí nace toda visión. 6Lo que se ve, ya sea en sueños o procedente de una Fuente más verdadera, no es más que una sombra de lo que se ve a través de la visión interna. 7Ahí comienza la percepción y ahí termina. 8No tiene otra fuente que ésta.

3. La paz de Dios refulge en ti ahora, y desde tu corazón se extiende por todo el mundo. 2Se detiene a acariciar cada cosa viviente, y le deja una bendición que ha de perdurar para siempre. 3Lo que da no puede sino ser eterno. 4EIimina todo pensamiento de lo efímero y de lo que carece de valor. 5Renueva todos los cora­zones fatigados e ilumina todo lo que ve según pasa de largo. 6 Todos sus dones se le dan a todo el mundo, y todo el mundo se une para darte las gracias a ti que das y a ti que has recibido.

4. El resplandor de tu mente le recuerda al mundo lo que ha olvi­dado, y éste a su vez, restituye esa memoria en ti. 2Desde ti la salvación irradia dones inconmensurables, que se dan y se devuelven. 3A ti que das el regalo, Dios Mismo te da las gracias. 4Y la luz que refulge en ti se vuelve aún más brillante con Su bendi­ción, sumándose así a los regalos que tienes para ofrecérselos al mundo.

5. La paz de Dios jamás se puede contener. 2El que la reconoce dentro de sí tiene que darla. 3Y los medios a través de los que puede hacerlo residen en su entendimiento. 4Puede perdonar por­que reconoció la verdad en él. 5La paz de Dios refulge en ti ahora, así como en toda cosa viviente. 6En la quietud la paz de Dios se reconoce universalmente. 7Pues lo que tu visión interna contem­pla es tu percepción del universo.

6. Siéntate en silencio y cierra los ojos. 2La luz en tu interior es suficiente. 3Sólo ella puede concederte el don de la visión. 4Ciérrate al mundo exterior, y dale alas a tus pensamientos para que lleguen hasta la paz que yace dentro de ti. 5Ellos conocen el camino. 6Pues los pensamientos honestos, que no están mancillados por el sueño de cosas mundanas externas a ti, se convierten en los santos mensajeros de Dios Mismo.

7. Éstos son los pensamientos que piensas con Él. 2Ellos recono­cen su hogar 3y apuntan con absoluta certeza hacia su Fuente, donde Dios el Padre y el Hijo son uno. 4La paz de Dios refulge sobre ellos, pero ellos no pueden sino permanecer contigo tam­bién, pues nacieron en tu mente, tal como tu mente nació en la de Dios. 5Te conducen de regreso a la paz, desde donde vinieron con el sólo propósito de recordarte cómo regresar.

8. Ellos acatan la Voz de tu Padre cuando tú te niegas a escuchar. 2Y te instan dulcemente a que aceptes Su Palabra acerca de lo que eres en lugar de fantasías y sombras. 3Te recuerdan que eres el co-creador de todas las cosas que viven. 4Así como la paz de Dios refulge en ti, refulge también en ellas.

9. El propósito de nuestras prácticas de hoy es acercarnos a la luz que mora en nosotros. 2Tomamos rienda de nuestros pensamien­tos errantes y dulcemente los conducimos de regreso allí donde pueden armonizarse con los pensamientos que compartimos con Dios. 3No vamos a permitir que sigan descarriados. 4Dejaremos que la luz que mora en nuestras mentes los guíe de regreso a su hogar. 5Los hemos traicionado al haberles ordenado que se apar­tasen de nosotros. 6Pero ahora les pedimos que regresen y los purificamos de cualquier anhelo extraño o deseo confuso. 7Y así, les restituimos la santidad que es su herencia.

10. De esta forma, nuestras mentes quedan restauradas junto con ellos, y reconocemos que la paz de Dios refulge todavía en no­sotros, y que se extiende desde nosotros hasta todas las cosas vivientes que comparten nuestra vida. 2Las perdonamos a todas, y absolvemos al mundo entero de lo que pensábamos que nos había hecho. 3Pues somos nosotros quienes construimos el mundo como queremos que sea. 4Ahora elegimos que sea inocente, libre de pecado y receptivo a la salvación. 5Y sobre él vertemos nuestra bendición salvadora, según decimos:

6La paz de Dios refulge en mí ahora. 7Que todas las cosas refuljan sobre mí en esa paz, y que yo las bendiga con la luz que mora en mí.




RESUMEN DE LA PRÁCTICA

Instrucciones generales: Tiempo de quietud por la mañana/ noche, recordatorios cada hora, Respuesta a la tentación. Ver la Lección 153.

Propósito: Dejar a un lado los pensamientos de distracción, que están fijos en el mundo exterior y sentir la paz de Dios dentro de ti ahora. Esto intensificará tu motivación y fortalecerá tu compromiso.

Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Por lo menos cinco minutos; lo ideal es treinta minutos o más.


  • Di: “La paz de Dios refulge en mí ahora. Que todas las cosas refuljan sobre mí en esa paz, y que yo las bendiga con la luz que mora en mí”. 
  • Siéntate en silencio y cierra los ojos. Has dejado que tus pensamientos se alejen perdidos. Los has expulsado fuera de ti, y el mundo los ha oscurecido. Ahora tráelos hacia ti suavemente. Deja fuera el mundo externo, y deja que tu atención se purifique de los deseos y caprichos dementes. Deja que tus pensamientos honestos y puros de ahora regresen a la paz de tu interior. Deja que la luz de tu mente los guíe al hogar. Allí se convierten en los santos mensajeros de Dios. Ahí están de acuerdo con tus pensamientos reales, los que compartes con Dios. Ahí se convierten en tus pensamientos reales, a los que se les ha devuelto su herencia sagrada. Estos pensamientos reconocen su hogar y señalan el camino allí. Te llevan de regreso a la paz. Te ruegan que escuches a la Voz de Dios cuando tú no la escuchas y que aceptes Su Palabra en lugar de fantasías y sombras.

Observaciones: Al dejar que tus pensamientos vayan a la paz de tu interior, la paz de Dios en ti se extiende desde tu corazón a todo el mundo, bendiciendo a cada cosa viviente, devolviéndoles el recuerdo de Dios.

Recordatorios cada hora: Uno o dos minutos, a la hora en punto, (menos si las circunstancias no lo permiten).

Respuesta a la tentación: Siempre que sea necesario.
Repite la idea.

Comentario

En esta frase siempre siento la mayor importancia en la última palabra “ahora”. Me habla del instante santo. Me dice que, sean cuales sean las tormentas que parezcan estar rugiendo en mi mente, sean cuales sean las circunstancias caóticas en las que me encuentre, dentro de mí hay un faro constante de paz, siempre brillando, constante y sin fin. Me invita a pararme un momento, a retirar mi atención de la agitación que caracteriza mi “vida” en este mundo, y volverme a conectar con la paz. En algún lugar dentro de mí, hay un lugar que siempre está en perfecta paz, como el ojo de un huracán. Y puedo encontrar ese lugar en cualquier momento que lo elija, deseando encontrarlo de verdad.

El Curso es insistente en su visión. Nada nos separa del Amor de Dios. La completa salvación, la paz perfecta, la pura dicha, y el perdón completo siempre están disponibles ahora. “La iluminación es simplemente un reconocimiento, no un cambio” (1:4). Lo que llamamos la iluminación es sencillamente reconocer la presencia de la luz, que nunca nos ha dejado. Es darse cuenta de que la única razón de que no podamos ver la luz es que nos tapamos los ojos con las manos. Por eso es por lo que “no necesitamos hacer nada”. No tenemos que hacer, tenemos simplemente que deshacer. Dejamos de impedir la luz, que siempre está ahí.

Recordarás que se anunció que esta serie de lecciones estaba directamente dirigida para ciertos obstáculos concretos, (L.In.181-200.2:1). El obstáculo concreto al que se refiere esta lección es simplemente la tendencia a ver la iluminación como algo futuro. Las palabras del comienzo son la clave: “¿Por qué esperar al Cielo? ¿Por qué esperar a encontrarla en el futuro, o creer que se ha perdido o que nunca existió?” (1:1; 2:2). Todo lo que necesitamos hacer para descubrir su realidad es mirar dentro de nosotros mismos, donde siempre ha estado.

Pero la paz de Dios no sólo está dentro de mí, está brillando en mí. “La paz de Dios refulge en ti ahora, y desde tu corazón se extiende por todo el mundo” (3:1). Me puedo sentir oprimido, me pudo sentir desolado. Sin embargo, desde dentro de mi ser la paz de Dios se extiende como un faro universal a todo el mundo. Mi mente recta se extiende a sí misma para ayudar a toda la creación, deteniéndose a “acariciar cada cosa viviente” (3:2) (¡Qué imagen más hermosa le trae eso a mi mente!), dejando una bendición para siempre a todo lo que toca. Eso es parte de lo que traigo a mi consciencia, eso es parte de la imagen de mi Ser que estoy aprendiendo a reconocer cada vez que me paro, me aquieto, y miro dentro de mí. Cuando el Curso dice que estoy entre los salvadores del mundo, no me habla algo que tenga que lograr, me habla de lo que ya soy.

Ahora e incluso en mis momentos más obscuros, dentro de mí hay una corriente continua de pensamientos de luz. Hay una corriente de luz celestial que aumenta constantemente a través de mí para extender amor y bendecir al mundo y a mí mismo. Esa corriente de pensamientos es algo de lo que puedo ser consciente y con lo que puedo sintonizar en el instante santo.

“Acepta Su Palabra acerca de lo que eres” (8:2); esto es lo que esta lección nos pide que hagamos. Leemos acerca del Cristo, leemos acerca del Buda y de su corazón compasivo. Buda eres tú. Y ése es el mensaje de Jesús a nosotros, que somos como él es. “Quien dice que permanece en él, debe vivir como vivió él” (1Juan 2:6). Somos el Cristo, eso es lo que somos, eso es lo que necesitamos aceptar. Parece demasiado elevado, mucho más allá de la idea que tenemos de nosotros mismos. Pero en el instante santo, en la quietud, cuando nos retiramos del mundo y dejamos que nuestros “pensamientos lleguen hasta la paz que yace dentro” de nosotros (6:4), podemos conocernos a nosotros como el Cristo. Podemos sentir la profundidad del amor que quiere expresarse a sí mismo a través de nosotros.

Puede que no hagamos ese gran trabajo todavía, dejar que ese amor salga. Puede que nos interpongamos en su camino a menudo. Pero está en nosotros, y es nosotros, el amor que quiere abrazar al mundo, sanar sus heridas y secar sus lágrimas. Todos sabemos que es así si miramos dentro. Hoy podemos contemplar al mundo y a todos los que están en él y decir:

Las perdonamos a todas, y absolvemos al mundo entero de lo que pensábamos que nos había hecho… Ahora elegimos que sea inocente, libre de pecado y receptivo a la salvación. Y sobre él vertemos nuestra bendición salvadora, según decimos:

La paz de Dios refulge en mí ahora. Que todas las cosas refuljan sobre mí en esa paz, y que yo las bendiga con la luz que mora en mí. (10:2,4-7)




TEXTO

VI. El puente que conduce al mundo real

 

1. Ir en busca de una relación especial es señal de que te equiparas con el ego y no con Dios, 2pues la relación especial sólo tiene valor para el ego. 3Para él, a no ser que una relación tenga valor espe­cial, no tiene ningún significado, pues para el ego todo amor es especial. 4Esto, sin embargo, no puede ser natural, pues es diferente de la relación que Dios tiene con Su Hijo, y toda relación que no sea como ésa es necesariamente antinatural. 5Pues Dios creó el amor tal como Él quería que fuese, y lo dio tal como es. 6El amor no tiene ningún significado excepto el que su Creador le otorgó mediante Su Voluntad. 7Es imposible definirlo de otra manera y entenderlo.

2. El amor es libertad. 2Ir en su busca encadenándote a ti mismo es separarte de él. 3¡Por el Amor de Dios, no sigas buscando la unión en la separación ni la libertad en el cautiverio! 4Según concedas libertad, serás liberado. 5No te olvides de esto, o, de lo contrario, el amor será incapaz de encontrarte y ofrecerte consuelo.

3. Hay una manera en que el Espíritu Santo te pide que le prestes tu ayuda, si quieres disponer de la Suya. 2El instante santo es el recurso más útil de que Él dispone para protegerte de la atracción de la culpabilidad, que es el verdadero señuelo de la relación especial. 3No te das cuenta de que ése es el verdadero atractivo de la relación especial, debido a que el ego te ha enseñado que la libertad reside en ella. 4Sin embargo, mientras más detenidamente examines la relación especial, más claro te resultará que no puede sino fomentar la culpabilidad, y que, por lo tanto, no puede sino aprisionar.

4. La relación especial no significa nada sin un cuerpo. 2Si le atri­buyes valor a la relación especial, tienes que atribuírselo también al cuerpo. 3Y no podrás sino conservar aquello a lo que atribuyas valor. 4La relación especial es un recurso para limitar tu Ser a un cuerpo, y para limitar la percepción que tienes de los demás a los suyos. 5Si pudieses ver los Grandes Rayos, éstos te demostrarían que la relación especial no tiene absolutamente ningún valor. 6Pues al verlos, el cuerpo desaparecería, ya que perdería su valor. 7Y de este modo, perderías todo tu interés en verlo.

5. Ves el mundo al que atribuyes valor. 2A este lado del puente ves un mundo de cuerpos separados que buscan unirse unos con otros en uniones exclusivas y convertirse en uno solo a costa de la pérdida que ambos sufren. 3Cuando dos individuos intentan con­vertirse en uno solo están tratando de reducir su grandeza. 4Cada uno quiere negar su poder, pues una unión exclusiva excluye al universo. 5Se deja afuera mucho más de lo que se admite adentro, pues se deja a Dios afuera y no se admite nada adentro. 6Si una sola de esas uniones se estableciese con perfecta fe, el universo entraría a formar parte de ella. 7Mas la relación especial que el ego persigue no incluye ni siquiera un solo individuo en su totalidad. 8El ego sólo quiere parte de él, y ve sólo esa parte y nada más.

6. ¡Qué diferentes son las cosas al otro lado del puente! 2Durante algún tiempo se sigue viendo el cuerpo, pero ya no es lo único que se ve, como ocurre aquí. 3La pequeña chispa que contiene los Grandes Rayos también es visible, y no puede ser confinada a la pequeñez por mucho más tiempo. 4Una vez que hayas cruzado el puente, el valor del cuerpo disminuirá tanto ante tus ojos, que ya no tendrás ninguna necesidad de enaltecerlo. 5Pues te darás cuenta de que su único valor es el de permitirte llevar a tus her­manos contigo hasta el puente, para allí ser liberados juntos.

7. El puente en sí no es más que una transición en la perspectiva que se tiene de la realidad. 2A este lado ves todo sumamente dis­torsionado y desde una perspectiva errónea. 3Lo que es pequeño e insignificante se enaltece, y a lo que es fuerte y poderoso no se le concede ningún valor. 4Durante la transición hay un período de confusión en el que es posible experimentar una sensación muy real de desorientación. 5No tengas miedo de esto, pues lo único que significa es que has estado dispuesto a abandonar el marco de referencia distorsionado que parecía mantener a tu mundo intac­to. 6Este marco de referencia está construido en torno a la relación especial. 7Sin esta ilusión, no seguirías buscando ningún signifi­cado aquí.

8. No temas que se te vaya a elevar y a arrojar abruptamente a la realidad. 2El tiempo es benévolo, y si lo usas en beneficio de la realidad, se ajustará al ritmo de tu transición. 3Lo único que es urgente es desencajar a tu mente de la posición fija que ha adop­tado aquí. 4Ello no te dejará desamparado ni desprovisto de un marco de referencia. 5El período de desorientación, que precede a la transición en sí, es mucho más corto que el tiempo que tardaste en fijar tu mente tan firmemente en las ilusiones. 6Cualquier demora te hará ahora más daño que antes, debido únicamente a que te das cuenta de que es una demora, y de que realmente es posible escapar del dolor. 7En lugar de desesperación, halla espe­ranza y consuelo en esto: muy pronto ya no podrás encontrar en ninguna relación especial aquí ni siquiera la ilusión de amor. 8Pues ya no estás completamente loco, y no tardarías mucho en reconocer la culpabilidad que te produce traicionarte a ti mismo. 

9. Nada que procures fortalecer en la relación especial es real­mente parte de ti. 2no puedes conservar parte del sistema de pensamiento que te enseñó que la relación especial es real, y entender el Pensamiento que sabe lo que eres. 3Le has permitido al Pensamiento de tu realidad entrar en tu mente, y puesto que lo invitaste, morará contigo. 4Tu amor por él no permitirá que te traiciones a ti mismo, y no podrás entablar ninguna relación en la que dicho pensamiento no te acompañe, pues no desearás estar separado de él.

10. Alégrate de haber escapado de la parodia de salvación que el ego te ofrecía, y no mires atrás con nostalgia a la farsa que hacía de tus relaciones. 2Ahora nadie tiene que sufrir, pues has llegado demasiado lejos como para sucumbir a la ilusión de que la culpa­bilidad es algo bello y santo. 3Sólo los que son completamente dementes podrían contemplar la muerte y el sufrimiento, la enfer­medad y la desesperanza, y considerarlos bellos y santos. 4Lo que la culpabilidad ha forjado es feo, temible y muy peligroso. 5No veas ninguna ilusión de verdad y belleza en ello. 6Y siéntete agra­decido de que haya un lugar donde la verdad y la belleza te aguardan. 7Ve gustosamente a su encuentro y descubre lo mucho que te espera por el simple hecho de estar dispuesto a abandonar lo que no es nada precisamente porque no es nada.

11. La nueva perspectiva que adquirirás al cruzar el puente será el entendimiento de dónde se encuentra el Cielo. 2Desde este lado parece encontrarse fuera de ti y al otro lado del puente. 3Pero al cruzar el puente para unirte al Cielo, éste se unirá a ti y os volve­réis uno. 4pensarás, con feliz asombro, que a cambio de todo esto renunciaste a lo que no era nada. 5El júbilo del Cielo, el cual es ilimitado, aumenta con cada luz que regresa a ocupar el lugar que le corresponde en él. 6¡Por el Amor de Dios y por el tuyo propio, no te demores más! 7¡Y que el instante santo te acelere en tu camino, como indudablemente lo hará sólo con que dejes que venga a ti!

12. El Espíritu Santo sólo te pide este pequeño favor: que cada vez que tus pensamientos se desvíen hacia una relación especial que todavía te atraiga, te unas a Él en un instante santo y ahí le per­mitas liberarte. 2Lo único que necesita es que estés dispuesto a compartir Su perspectiva, para que Él te la conceda en su totalidad. 3Y no tienes que estar completamente dispuesto porque Él lo está. 4Su tarea es expiar tu renuencia mediante Su perfecta fe, y es Su fe la que tú compartes con Él en el instante santo. 5Como resultado de reconocer que no estás dispuesto a ser liberado, se te ofrece la perfecta buena voluntad de la que Él goza. 6lnvócale, pues el Cielo responde a Su llamada. 7Y permítele que Él invoque al Cielo por ti.



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