LECCIÓN 190
RESUMEN DE LA PRÁCTICA
Instrucciones generales: Tiempo de quietud por la mañana/ noche, recordatorios cada hora, Respuesta a la tentación. Ver la Lección 153.
Propósito: Abandonar la idea de que el mundo te causa dolor, y sentir la alegría que está más allá del mundo. Esto intensificará tu motivación y fortalecerá tu compromiso.
Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Por lo menos cinco minutos; lo ideal es treinta minutos o más.
Abandonar todos los pensamientos de ataque, de juicio, de peligro y miedo, y sumergirte en el lugar tranquilo y silencioso de la paz del Cielo. Aquí entenderás que lo que te pertenece es el gozo de Dios, en lugar del dolor.
Recordatorios cada hora: Uno o dos minutos, a la hora en punto, (menos si las circunstancias no lo permiten).
Respuesta a la tentación: (Sugerencia) Cada vez que te sientas tentado a pensar que el mundo es la causa de tu sufrimiento, o que creas en alguna forma de peligro y de ataque, elige el gozo de Dios en lugar del dolor.
Comentario
Ésta es una lección que se resiste. Nos enfrenta a otro de esos obstáculos de los que hemos estado hablando: la aparente realidad del dolor. Como muy claramente afirma la lección, el dolor parece ser la prueba de “una pesadilla en la que hemos sido abandonados por el Amor Eterno” (2:5). “El dolor da testimonio del odio que Dios el Padre le tiene a Su Hijo… ” (1:7).
Todo el que ha padecido un dolor serio sabe de lo que esto está hablando. Todo el que ha tenido a un ser querido que ha soportado un dolor constante y profundo, conoce la pregunta que surge en la mente: ¿Cómo puede permitir Dios que suceda esto, si Él es Amor?” Incluso las formas más leves de dolor cuentan la misma historia, hacen la misma pregunta.
No voy a aparentar que yo he logrado eliminar por completo este obstáculo de mi mente. Me resulta difícil escribir sobre esta lección porque reconozco que una parte muy presente de mí todavía ve el dolor como real, en lugar de cómo una ilusión. Sin embargo, sí creo que lo que la lección es verdad. Elijo creerlo, y quiero creerlo. Así que no me veo en conflicto respecto a este tema. Estoy aprendiendo, cada vez más, a mirar a mis miedos a la cara, y reconocer que todavía creo en gran parte que el dolor es real. Y si esta lección es verdad, esto debe significar que parte de mí cree que Dios no existe (3:3-4), que lo imposible ha sucedido, y que el Amor eterno me ha abandonado. Si he leído el Texto con lucidez, esto no es nada nuevo para mí.
Entonces, ¿qué? ¿Necesito revolcarme en la culpa porque mi mente no ha cambiado completamente? Por supuesto que no.
Ha llegado el momento de reírse de ideas tan absurdas. No es necesario pensar en ellas como si fuesen crímenes atroces o pecados secretos de graves consecuencias”. (4:2-3)
Si el modo de recordar el Amor de Dios es mirar sin juzgar ni condenar mi negación de Dios, entonces estas “ideas absurdas” en mi mente es una parte necesaria del proceso, y una señal de progreso, no un retroceso. Y la cura no es la culpa, sino ¡la risa!
Básicamente, tenemos dos elecciones respecto al dolor. O bien está causado por algo de fuera de nosotros, lo que a la larga significa que somos inocentes sufriendo a manos de un Dios enfadado (o que Dios no existe y estamos sometidos a un destino ciego), o que el dolor me lo causo yo mismo con mis propios pensamientos. Si lo primero es verdad, no tengo esperanza de escapatoria. Si lo último es verdad, puedo escaparme cambiando mis pensamientos. ¡Prefiero creer esto último! Aunque esté equivocado, ¿qué puedo perder?
La postura del Curso es clarísima:
Son únicamente tus pensamientos los que te causan dolor. Nada externo a tu mente puede herirte o hacerte daño en modo alguno… Nadie, excepto tú mismo, puede afectarte. (5:1-2,4)
Se necesita práctica para aprender a utilizar estos pensamientos sin culpa. Somos responsables, pero no culpables; el Curso es también muy claro acerca de esto. También se necesita práctica, quizá más todavía, cuando te relacionas con alguien que está en dolor. ¡Que Dios nos perdone si utilizamos este razonamiento para hacer que alguien se sienta culpable por su sufrimiento! El Curso es también muy claro en que si todavía no podemos aceptar esto completamente, si nuestro nivel de miedo es todavía demasiado grande para confiar únicamente en la mente para aliviar el dolor, se necesita un enfoque que lo apacigüe. Intentar abandonar la medicación, por ejemplo, cuando ello hace que aumente nuestro miedo, es contraproducente (ver T.2.IV.3-5 y T.2.V.2). Sanar es liberarse del miedo, lo que aumenta el miedo no puede ser sanación.
Que aprenda a aplicar cada vez más esta lección en modos que mi nivel de miedo pueda tolerar. Que me dé cuenta, por ejemplo, de que la persona que me corta el tráfico no me ha herido, sólo mis pensamientos sobre ello pueden hacerme daño. Que me dé cuenta de que la persona que parece rechazar mi amor no me ha causado ningún daño, únicamente mis pensamientos sobre ello pueden hacerme daño. Que practique con el dolor físico lo mejor que pueda; si tengo dolor de cabeza, malestar de estómago o resfriado, que me dé cuenta de que mis pensamientos son la causa, no algo que esté fuera de mi mente. Que me dé cuenta de que si tomo medicación, estoy tapando los síntomas, no curando el problema, y que le dé igual atención a la sanación de mi mente. Si siento un dolor más agudo o crónico, que niegue lo que parece demostrar (la ira o la no existencia de Dios), que me ría de la idea de que Dios está enfadado, y que me dé cuenta de que mi mente sólo me está mostrando que mi mente está equivocada con respecto a lo que yo creo ser (2:3). Que no me concentre en hacer que el dolor desaparezca sino en sanar el pensamiento que lo produce. Usar la “magia” (medios físicos) para aliviar el dolor mientras me dedico a controlar mi mente es lo sensato, y libera a mi mente para hacer lo que necesita hacer.
Y que busque a menudo el instante santo, para venir “sin defensas al sereno lugar donde por fin la paz del Cielo envuelve todas las cosas en la quietud” (9:1). Que sienta el Amor de Dios dentro de mí, y deje a un lado la cruel espada del juicio que apunto contra mi propio cuello (9:4), aunque sólo sea por un momento. Puedo decir que yo lo he experimentado, que he visto desaparecer el dolor durante el instante santo tanto en mí mismo como en un amigo que padecía dolor crónico. Estos instantes santos pueden prepararnos para experimentar una más profunda y duradera liberación de todo dolor, y liberar la alegría que ha estado acallada por nuestro dolor.
El dolor es una ilusión; el júbilo es real. El dolor es dormir; el júbilo, despertar. El dolor es un engaño; y sólo el júbilo es verdad. (10:3-6)
De acuerdo con tu comentario.
ResponderEliminarPedir a Dios, al Espíritu Santo, "sanar la causa que produce el dolor". El sabrá si la causa está en nuestra mente consciente o incosciente y nos ayudará a ubicarla y sanarla. Gracias por este blog.