EJERCICIOS
AUDIOLIBRO
Comentario
Esta lección trata de nuestra voluntad. Cuando el Curso utiliza la palabra “voluntad” en este sentido, está hablando de una parte fundamental y que nunca cambia en nosotros, la meta constantemente fija de nuestro Ser. No se refiere a nuestros deseos y caprichos, sino a nuestra voluntad. Jesús nos habla directamente en el segundo párrafo y nos dice: “Ésa es tu voluntad, hermano mío” (2:1). Es una voluntad que compartimos con Él, y también con Dios nuestro Padre.
¿Cuál es nuestra voluntad? Recordar a Dios, conocer Su Amor. Eso es todo. Cuando empezamos a leer el Curso, no muchos de nosotros habría respondido a esta pregunta: ¿Qué quieres conseguir en la vida? Con las palabras: “Recordar a Dios y conocer Su Amor”. Muchos probablemente no sentimos que esas palabras se refieran a nosotros incluso ahora. La lección reconoce que: “Tal vez crea que lo que busco es otra cosa” (1:2).
¿Qué es esa “otra cosa” que estás buscando? Podría ser salud o fama. Podría ser algún tipo de seguridad mundana. Podría ser un romance amoroso. Podría ser sexo ardiente. O pasarlo bien. O una tranquila vida familiar, según la tradición de tu país. Lo hemos llamado de muchas maneras. Pensamos que lo que estamos buscando son estas cosas. Sin embargo, no importa lo que podamos pensar, estas cosas no son lo que verdaderamente queremos para nosotros. Todas son formas, formas que pensamos que nos darán algo. No es la forma lo que verdaderamente estamos buscando, sino el contenido, es lo que pensamos que estas cosas nos ofrecen.
¿Y qué es eso? Paz interior. Satisfacción. Una sensación de estar completos y que nada nos falta. Una sensación de ser valioso. Un conocimiento interno de que somos buenos, amados y amorosos. Una sensación de pertenencia, de nuestra valía. A la larga estas cosas proceden de recordar a Dios. Y de conocer Su Amor. Estas cosas son algo que está dentro de nosotros, no fuera de nosotros. Únicamente cuando recordemos la verdad acerca de nosotros mismos, únicamente cuando recordemos nuestra unión con el Amor Mismo, encontraremos lo que estamos buscando. Y descubriremos que nuestro Ser es lo que siempre hemos estado buscando.
“Recordarlo a Él es el Cielo. Esto es lo que buscamos. Y esto es lo único que nos será dado hallar” (2:3-5). Esto es lo que buscamos. Recordar a Dios es lo único que realmente estoy buscando. Que hoy, entonces, dedique el tiempo por la mañana y por la noche a recordarme a mí mismo este hecho: “Padre, mi voluntad es únicamente recordarte”. Que cada hora me pare brevemente a recordárselo a mi mente. Y cada vez que descubra que estoy pensando en “otra cosa”, que me corrija tiernamente a mí mismo: Recordar a Dios es todo lo que yo quiero.
L.pII.2.1:1-3
Para empezar, ayuda entender que el Curso no le da a la palabra “salvación” el mismo significado que la religión tradicional. Para la mayoría de nosotros, “salvación” significa alguna forma de impedir el desastre del que se nos “salva”. Del infierno, por ejemplo. De algún terrible castigo. De las consecuencias de que hayamos obrado mal. La imagen que se usa a menudo en el cristianismo tradicional es la de un hombre que se está ahogando a quien se le echa un salvavidas. El Curso niega esta idea:
Tu Ser no necesita salvación, pero tu mente necesita aprender lo que es la salvación. No se te salva de nada, sino que se te salva para la gloria. (T.11.IV.1:3-4)
En el Curso, la salvación es un “salvavidas”, pero no en el mismo sentido. No nos salva de la muerte, nos conserva en la vida. Es una garantía de que la muerte nunca nos tocará: “La salvación es la promesa que Dios te hizo de que finalmente encontrarás el camino que conduce a Él” (1:1). No estamos en peligro de destrucción, nunca lo hemos estado, y nunca lo estaremos. La versión del Curso de la salvación no cambia un desastre, impide que suceda el desastre.
Antes del comienzo del tiempo, Dios hizo Su promesa que “Él no puede dejar de cumplirla” (1:2). Esa promesa garantizó que al tiempo le llegaría su fin, y con él a todos los líos que parecemos haber hecho en el tiempo, y que no tendrían ningún efecto en absoluto. Garantizó que nunca podría ser más que una ilusión de separación y un sueño de sufrimiento y de muerte. Prometió que el ego nunca podría ser real, que nunca podría haber una voluntad diferente a la de Dios. Decidió el final en el mismísimo comienzo, y lo hizo completamente seguro. Finalmente encontraremos el camino a Dios, porque Dios prometió que así será.
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