DESPERTAR AL AMOR

viernes, 25 de agosto de 2017

25 AGOSTO: Ahora quiero ser tal como Dios me creó.

AUDIOLIBRO


EJERCICIOS


LECCIÓN 237

Ahora quiero ser tal como Dios me creó.


1. Hoy aceptaré la verdad acerca de mí mismo. 2Me alzaré glo­rioso, y dejaré que la luz que mora en mí irradie sobre el mundo durante todo el día. 3Le traigo al mundo las buenas nuevas de la salvación que oigo cuando Dios mi Padre me habla. 4Y contem­plo el mundo que Cristo quiere que yo vea, consciente de que pone fin al amargo sueño de la muerte; consciente de que es la llamada que mi Padre me hace.

2. Cristo se convierte hoy en mis ojos, y en los oídos que escuchan hoy la Voz que habla por Dios. 2Padre, vengo a Ti a través de Aquel que es Tu Hijo, así como mi verdadero Ser. 3Amén.




Instrucciones para la práctica

Propósito: Dar los últimos pasos a Dios. Esperar a que Él dé el último paso.

Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Tanto tiempo como sea necesario.
Lee la lección.
Utiliza la idea y la oración para dar comienzo al tiempo de quietud. No dependas de las palabras. Utilízalas como una sencilla invitación a Dios para que venga a ti.

·   Siéntate en silencio y espera a Dios. Espera en quieta expectación a que Él se revele a Sí Mismo a ti. Busca únicamente la experiencia de Dios directa, profunda y sin palabras. Estate seguro de Su llegada, y no tengas miedo. Pues Él ha prometido que cuando Le invites, vendrá. Únicamente pides que cumpla Su antigua promesa, que Él quiere cumplir. Estos momentos de quietud son tu regalo a Él.

Recordatorios cada hora: No te olvides.
Da gracias a Dios por haber permanecido contigo y porque siempre estará ahí para contestar tu llamada a Él.

Recordatorios frecuentes: Tan a menudo como sea posible, incluso cada minuto.
Recuerda la idea. Permanece con Dios, deja que Él te ilumine.

Respuesta a la tentación: Cuando te sientas tentado a olvidarte de tu objetivo.
Utiliza la idea del día como una llamada a Dios y desaparecerán todas las tentaciones.

Lectura: Antes de uno de los momentos de práctica del día.

·         Lee lentamente la sección “¿Qué es?”.
·         Piensa en ella durante un rato.

Observaciones generales: Ahora, en esta parte final del año que tú y Jesús habéis pasado juntos, empiezas a alcanzar el objetivo de las prácticas, que es el objetivo del Curso. Jesús está tan cerca que no puedes fracasar. Has recorrido una gran parte del camino. No mires hacia atrás. Fija la mirada en el final del camino. No habrías podido llegar tan lejos si no te hubieses dado cuenta de que quieres conocer a Dios. Y eso es todo lo que se necesita para que Él venga a ti.



Comentario

Estas lecciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios parecen todas intentar que nos demos cuenta de Quién o Qué somos realmente. Como dice la Introducción:

El libro de ejercicios está dividido en dos secciones principales. La primera está dedicada a anular la manera en que ahora ves, y la segunda, a adquirir una percepción verdadera. (L.In.3:1)

Así que la importancia de toda esta parte del Libro de Ejercicios, las últimas 145 lecciones, está dedicada a la verdadera percepción. Se da por sentado que por fin el lector se ha dado cuenta del sistema de pensamiento en su vida, aunque no da por sentado que se ha deshecho el ego completamente. Si ése fuera el caso, no se necesitarían más lecciones.

Lo que estamos haciendo en estas últimas lecciones es poner en práctica el lado positivo del Curso, e intentar aplicarlo. “Ahora quiero ser tal como Dios me creó”. El propósito no es sólo entender la idea y guardarla en la carpeta: “Hechos: la naturaleza humana, la verdad”, sino ser el Hijo de Dios, haciéndome consciente de esta verdad a lo largo del día, y viviendo de acuerdo con ella.

“Me alzaré glorioso” (1:2). Cada día puedo empezarlo en gloria. Brillando, extendiendo luz hacia fuera. Según el diccionario, gloria significa “belleza y esplendor majestuosos y resplandecientes”. No es una palabra que asociemos con nosotros fácilmente. Hoy puedo hacer un esfuerzo consciente para darme cuenta de esta gloria. Soy un ser resplandeciente. La luz del amor se extiende desde mí hacia fuera para bendecir al mundo. Me sentaré un instante en silencio, imaginándomelo, dándome cuenta de mi resplandor.

Según voy pasando el día:

… dejaré que la luz que mora en mí irradie sobre el mundo durante todo el día. Le traigo al mundo las buenas nuevas de la salvación que oigo cuando Dios mi Padre me habla. (1:2-3)

Esto está relacionado con ser, no con hacer. Está relacionado con irradiar, no con hablar. Enseñamos paz siendo pacíficos, no hablando de ello. Si estoy alegre, relajado, amoroso y acepto a aquellos que están a mi alrededor, mi actitud hablará más alto y más claro que mis palabras.

Así que, en este día, mientras trabajo y me relaciono con amigos, estaré radiante. Soy tal como Dios me creó, por eso yo soy radiante, no tengo que hacer nada para ser resplandeciente. Todo lo que necesito es darme cuenta de que mis pensamientos harían borrar ese resplandor, y elegir lo contrario.

En cierto sentido esto sustituye a la lección anterior en la que Le preguntaba al Espíritu Santo dónde ir, qué hacer y qué decir. Ahora la importancia está en lo que soy. Realmente no importa mucho a dónde vaya, lo que haga o lo que diga, siempre que yo actúe como el ser que Dios creó, en lugar de mi ser separado e independiente.
Vengo a ver “el mundo que Cristo quiere que yo vea” (1:4), y lo veo como “la llamada que mi Padre me hace” (1:4). Visto a través de los ojos de Cristo, el mundo puede ser una llamada constante a ser lo que soy, a brillar, a extender Su Amor, a ser Su Respuesta al mundo.



¿Qué es la salvación? (Parte 7)

L.pII.2.4:1

Si el altar a Dios está dentro de mí, pero permanece en gran parte oculto de mi consciencia, lo que tengo que hacer es acudir “diariamente a este santo lugar” (4:1). Ésta es la práctica del instante santo que recomienda el Texto (T.15.II.5,6; T.15.IV), apartarnos voluntariamente de nuestras actividades rutinarias para llevar nuestra mente a este santo lugar, con Jesús a nuestro lado (“Acudamos diariamente a este santo lugar y pasemos un rato juntos” (4:1)). Me parece que Jesús aquí nos está pidiendo que todos los días pasemos un rato con él en la Presencia de Dios, si estás abierto a ello. Si de algún modo no te sientes cómodo con la figura de Jesús, imagínate un guía espiritual desconocido y que representa a tu Ser más noble. Con él o ella entras en este templo, te mantienes ante el altar y pasas allí un rato en unión con Dios.

Tenemos que formar el hábito de traer nuestra mente al instante santo, recordándonos a nosotros mismos la presencia de Jesús (o del Espíritu Santo), recordando este altar a Dios dentro de nosotros, con Su Palabra escrita sobre él (3:4). Pienso que esa Palabra es la Palabra de la salvación, la promesa que Él nos hizo de que encontraríamos el camino a Él (1:1). Es el Pensamiento de la Paz, que sustituirá a todos nuestros pensamientos de conflicto. Este lugar de encuentro es donde sentimos que no se ha roto la comunicación entre nosotros y Dios. Aquí es donde nos sumergimos en la corriente de Amor que fluye constantemente entre el Padre y el Hijo.

El Capítulo 14, Sección VIII del Texto describe este santo lugar de encuentro, y dice:

Todo ello se encuentra a salvo dentro de ti, allí donde refulge el Espíritu Santo. Y Él no refulge donde hay división, sino en el lugar de encuentro donde Dios, unido a Su Hijo le habla a Su Hijo a través de Él. La comunicación entre lo que no puede ser divido no puede cesar. En ti y en el Espíritu Santo reside el santo lugar de encuentro del Padre y del Hijo, Quienes jamás han estado separados. Ahí no es posible ninguna clase de interferencia en la comunicación que Dios Mismo ha dispuesto tener con Su Hijo. El amor fluye constantemente entre Padre e Hijo sin interrupciones ni hiatos tal como Ambos disponen que sea. Y por lo tanto, así es. (T.14.VIII.2:10-16)


Y así es. Esto es lo que quiero conocer y sentir cada día, al venir a este lugar. Aquí traigo mi culpa y mi miedo y los deposito, aceptando la Expiación para mí mismo. Aquí mi mente renueva su contacto con su Fuente. Aquí vuelvo a descubrir la unión sin fin que es mía, mi herencia como Hijo de Dios. Aquí desaparecen mis pesadillas, y respiro el aire fragante del Cielo y del Hogar.






TEXTO


IV. La entrada al arca


1. Nada puede herirte a no ser que le confieras ese poder. 2Mas tú confieres poder según las leyes de este mundo interpretan lo que es dar: al dar, pierdes. 3No obstante, no es a ti a quien corres­ponde conferir poder a nada. 4Todo poder es de Dios; Él lo otorga, y el Espíritu Santo, que sabe que al dar no puedes sino ganar, lo revive. 5Él no le confiere poder alguno al pecado, que, por consi­guiente, no tiene ninguno; tampoco le confiere poder a sus resul­tados tal como el mundo los ve: la enfermedad, la muerte, la aflicción y el dolor. 6Ninguna de estas cosas ha ocurrido porque el Espíritu Santo no las ve ni le otorga poder a su aparente fuente. 7Así es como te mantiene a salvo de ellas. 8Al no tener ninguna ilusión acerca de lo que eres, el Espíritu Santo sencillamente pone todo en Manos de Dios, Quien ya ha dado y recibido todo lo que es verdad. 9Lo que no es verdad Él ni lo ha recibido ni lo ha dado.

2. El pecado no tiene cabida en el Cielo, donde sus resultados serían algo ajeno a éste y donde ni ellos ni su fuente podrían tener acceso. 2en esto reside tu necesidad de no ver pecado en tu hermano. 3El Cielo se encuentra en él. 4Si ves pecado en él, pierdes de vista el Cielo. 5Contémplalo tal como es, no obstante, y lo que es tuyo irradiará desde él hasta ti. 6Tu salvador te ofrece sólo amor, pero lo que recibes de él depende de ti. 7Él tiene el poder de pasar por alto todos tus errores, y en ello reside su propia salvación. 8Y lo mismo sucede con la tuya. 9La salvación es una lección en dar, tal como la interpreta el Espíritu Santo. 10La salvación es el re-despertar de las leyes de Dios en mentes que han promulgado otras leyes a las que han otorgado el poder de poner en vigor lo que Dios no creó.

3. Tus desquiciadas leyes fueron promulgadas para garantizar que cometieses errores y que éstos tuviesen poder sobre ti al aceptar sus consecuencias como tu justo merecido. 2¿Qué puede ser esto sino una locura? 3¿Y es esto acaso lo que quieres ver en aquel que te puede salvar de la demencia? 4Él está tan libre de ello como tú, y en la libertad que ves en él ves la tuya. 5Pues la libertad es algo que compartís. 6Lo que Dios ha dado obedece Sus leyes y sólo Sus leyes. 7Es imposible que aquellos que las obede­cen puedan sufrir las consecuencias de cualquier otra causa.

4. Los que eligen la libertad experimentarán únicamente sus resultados. 2Pues el poder del que gozan procede de Dios, y sólo le otorgarán ese poder a lo que Dios ha dado, a fin de compartirlo con ellos. 3Nada excepto esto puede afectarles, pues es lo único que ven, y comparten su poder con ello de acuerdo con la Volun­tad de Dios. 4de esta manera es como se establece se mantiene vigente su libertad, 5la cual prevalece por encima de cualquier tentación de querer aprisionar a otros de ser aprisionados. 6Debes preguntar qué es la libertad a aquellos que han aprendido lo que es. 7No le preguntes a un gorrión cómo se eleva el águila pues los alicortos no han aceptado para sí mismos el poder que pueden compartir contigo.

5. Los que son incapaces de pecar dan tal como han recibido. 2Ve en tu hermano, pues, el poder de la impecabilidad *, y comparte con él el poder que le has concedido para que se libere del pecado. 3A todo el que camina por la tierra, en aparente soledad se le ha dado un salvador, cuya función especial aquí es liberarlo, para así liberarse él a sí mismo. 4En el mundo de la separación se le asigna esa función a cada uno por separado, aunque todos ellos son uno solo. 5Pero los que saben que todos ellos son uno solo no tienen necesidad de salvación. 6cada uno encuentra a su salvador cuando está listo para contemplar la faz de Cristo y ver que Éste está libre de pecado.

6. No es éste un plan que tú hayas elaborado; y no tienes que hacer nada, salvo aprender el papel que se te encomendó. 2Pues Aquel que conoce todo lo demás se ocupará de ello sin tu ayuda. 3Pero no pienses que Él no tiene necesidad del papel que te co­rresponde desempeñar para que lo asista a Él en lo demás. 4Pues de tu papel depende todo el plan, y ningún papel está completo sin tu  papel, ni tampoco puede lo que es todo estar completo sin él. 5Al arca de la paz se entra de dos en dos. aSin embargo, el comienzo de otro mundo los acompaña. 6Toda relación santa tiene que entrar aquí para aprender la función especial que le corresponde desempeñar en el plan del Espíritu Santo ahora que com­parte Su propósito. 7Y a medida que ese propósito se alcanza, surge un nuevo mundo en el que el pecado no tiene cabida, y donde el Hijo de Dios puede entrar sin miedo y descansar por un rato para olvidar su esclavitud y recordar su libertad. 8Mas ¿cómo iba a poder entrar a descansar y a recordar si tú no le acompañas? 9A menos que estés allí, él no está completo. 10Y es su compleción lo que él recuerda allí.

7. Éste es el propósito que se te encomendó. 2No pienses que per­donar a tu hermano os beneficia sólo a vosotros dos. 3Pues el nuevo mundo en su totalidad descansa en las manos de cada dos seres que entren allí a descansar. 4Y mientras descansan, la faz de Cristo refulge sobre ellos, y ellos recuerdan las leyes de Dios, olvidándose de todo lo demás y anhelando únicamente que Sus leyes se cumplan perfectamente en ellos y en todos sus herma­nos. 5¿Crees que podrías descansar sin ellos una vez que esto se haya realizado? 6No podrías dejar ni a uno solo afuera tal como yo tampoco podría dejarte a ti afuera, y olvidarme así de una parte de mí mismo.


8Tal vez te preguntes cómo vas a poder estar en paz si, mientras estés en el tiempo, aún queda tanto por hacer antes de que el camino que lleva a la paz esté libre y despejado. 2Quizá te parezca que esto es imposible. 3Pero pregúntate si es posible que Dios hubiese podido elaborar un plan para tu salvación que pudiese fracasar. 4Una vez que aceptes Su plan como la única función que quieres desempeñar, no habrá nada de lo que el Espíritu Santo no se haga cargo por ti sin ningún esfuerzo por tu parte. 5Él irá delante de ti despejando el camino, y no dejará escollos en los que puedas tropezar ni obstáculos que pudiesen obstruir tu paso. 6Se te dará todo lo que necesites. 7Toda aparente dificultad sim­plemente se desvanecerá antes de que llegues a ella. 8No tienes que preocuparte por nada, sino, más bien, desentenderte de todo, salvo del único propósito que quieres alcanzar. 9De la misma ma­nera en que éste te fue dado, asimismo su consecución se llevará a cabo por ti. 10La promesa de Dios se mantendrá firme contra todo obstáculo, pues descansa sobre la certeza, no sobre la con­tingencia. 11Descansa en ti. 12¿Y que puede haber que goce de más certeza que un Hijo de Dios?



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