DESPERTAR AL AMOR

domingo, 24 de septiembre de 2017

24 SEPTIEMBRE: Mi corazón late en la paz de Dios.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCIÓN 267


Mi corazón late en la paz de Dios.


1. Lo que me rodea es la vida que Dios creó en Su Amor. 2Me llama con cada latido y con cada aliento; con cada acción y con cada pensamiento. 3La paz llena mi corazón e inunda mi cuerpo con el propósito del perdón. 4Ahora mi mente ha sanado, y se me concede todo lo que necesito para salvar al mundo. 5Cada latido de mi corazón me inunda de paz; cada aliento me infunde fuerza. 6Soy un mensajero de Dios, guiado por Su Voz, apoyado por Su amor y amparado eternamente en la quietud y en la paz de Sus amorosos Brazos. 7Cada latido de mi corazón invoca Su Nombre, y cada uno es contestado por Su Voz, que me asegura que en Él estoy en mi hogar.


2. Que preste atención sólo a Tu Respuesta, no a la mía. 2Padre, mi corazón late en la paz que el Corazón del Amor creó. 3Y es ahí y sólo ahí donde estoy en mi hogar.





Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

Ésta es una lección corta, pero muy poderosa. Es una de esas lecciones muy positivas que dice cosas maravillosas acerca de nosotros. Si os parecéis a mí, y estoy seguro de que en cierto modo sí, a menudo al leer una lección como ésta, hay como una especie de filtro mental actuando. La lección dice: “Ahora mi mente ha sanado”, e inmediatamente la corriges: “Bueno, ha sanado en parte” o “Algún día sanará” o “Mi mente está en el proceso de ser sanada”. Quitamos valor al significado. Cuando dice: “La paz llena mi corazón e inunda mi cuerpo con el propósito del perdón”, nos sentimos tentados a negar que es así y pensamos: “La paz no llena mi corazón”. El ego está continuamente intentando negar la verdad acerca de nosotros.

Lo que el Curso está diciendo acerca de nosotros no encaja con la imagen que tenemos en nuestra mente. La opinión tan mala acerca de nosotros mismos que continuamente intentamos mantener es uno de nuestros problemas más importantes. Cuando hacemos una meditación del Libro de Ejercicios, abandonar esa pobre imagen es lo que necesitamos practicar durante un rato. El Curso nos dice constantemente que activamente impedimos que llegue a nuestra consciencia una idea verdadera de Quien somos y de Lo Que somos. Las meditaciones del Libro de Ejercicios son parte de nuestro entrenamiento en abandonar la imagen que nos hemos inventado acerca de nosotros mismos, y en lugar de ella aceptar el Pensamiento que Dios tiene de nosotros. En algún lugar dentro de cada uno de nosotros hay un ligero resplandor de reconocimiento de que este párrafo habla de nosotros y no sobre un santo muy lejano. Es esa pequeña chispa, como el Curso la llama, que el Espíritu Santo quiere convertir en una llama.

De eso trata el Curso. Nuestra valoración de nosotros es increíblemente mala, nos menospreciamos. “Soy un mensajero de Dios”. De verdad lo soy. Puede que me sienta mucho menos que eso, pero siempre soy ese mensajero. Siempre tengo todo lo que necesito para salvar al mundo.

Hoy, al leer esta lección, intenta no corregir la lección en tu mente. Cuando dice: “Ahora mi mente ha sanado”, deja que eso sea verdad para ti ahora. No te preocupes por cómo pasaste ayer todo el día. No te preocupes por cómo estará tu mente después de la meditación. Deja que sea verdad en este momento. Estate de acuerdo con la manera en que Cristo te ve, y respóndele: “Sí. Ahora mi mente ha sanado”.

Lee despacio, para darte tiempo a absorber cada frase. Necesitamos tiempo, principalmente para localizar las respuestas negativas que la mente del ego inventará, y simplemente ¡no le hagas caso! No luches ni discutas con el ego. Únicamente decide, durante estos pocos minutos, no escucharle. Únicamente decide, durante estos pocos minutos, escuchar la Voz que habla en favor de Dios.


¿Qué es el cuerpo? (Parte 7)

L.pII.5.4:1-2

¡Qué cambio hay desde que empieza el párrafo cuatro! Se nos ha dicho que el cuerpo es una cerca para separar partes de nuestro Ser de otras partes (1:1), que no durará (2:1, 3), que su muerte es la “prueba” de que el eterno Hijo de Dios puede ser destruido (2:9), y que es un sueño hecho de miedo y para ser temeroso (3:1,4). Ahora, con un cambio de propósito, todo cambia de repente: “El cuerpo es el medio a través del cual el Hijo de Dios recobra la cordura” (4:1).

Merece la pena parar y repetirme a mí mismo: “El cuerpo es el medio a través del cual el Hijo de Dios recobra la cordura”. Con todas las cosas aparentemente negativas que el Curso dice del cuerpo, ésta es una afirmación sorprendente. A la mayoría de nosotros, a mí ciertamente, nos sientan bien pensamientos positivos de este estilo sobre nuestro cuerpo. Hacerlos personales me ayuda a sentirlos más vivamente: “Mi cuerpo es el medio por el que el Hijo de Dios recobra la cordura”.

En lugar de la actitud negativa y aborrecible hacia el cuerpo de algunas religiones, actitudes que hacen desear deshacerse del cuerpo y dejarlo de lado, esta afirmación del Curso nos da una actitud positiva hacia el cuerpo. “¡Este cuerpo es mi vehículo para regresar al hogar!” ¿Cómo puede el cuerpo ser el medio para recobrar la cordura?

Se convierte en eso cuando cambiamos su propósito. Sustituimos la “meta del infierno” por la “meta del Cielo” (4:2). Empezamos a usar el cuerpo para expresar y extender el amor que el cuerpo pretendía dejar afuera y para lo que se inventó. Está claro que esto supone una actividad física en el mundo, ya que todo lo relacionado con el cuerpo es físico. Recuerda lo que Jesús nos dijo antes en el Quinto Repaso:

Pues esto es lo único que necesito: que oigas mis palabras y que se las ofrezcas al mundo. Tú eres mi voz, mis ojos, mis pies y mis manos, con los cuales llevo la salvación al mundo. (L.rV.In.9:2-3)

Así es como el cuerpo se convierte en “el medio a través del cual el Hijo de Dios recobra la cordura”. Cuando ofrecemos nuestro cuerpo para que sirva a los propósitos del Espíritu Santo en este mundo, usando nuestra voz, nuestros ojos, nuestras manos y nuestros pies, para dar las palabras de Jesús al mundo (quizá con palabras, o con el ejemplo, o a través de ayuda física, ayudando y sanando), nuestra mente sana junto con la mente de aquellos a nuestro alrededor. En este sueño físico, Dios necesita mensajeros físicos. Y tú y yo somos esos mensajeros.


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