DESPERTAR AL AMOR

lunes, 25 de septiembre de 2017

25 SEPTIEMBRE: Que todas las cosas sean exactamente como son.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCIÓN 268


Que todas las cosas sean exactamente como son.


1. No permitas que hoy sea Tu crítico, Señor, ni que juzgue contra Ti. 2No permitas que interfiera en Tu creación, desfigurándola y convirtién­dola en formas enfermizas. 3Permítaseme estar dispuesto a no atacar su unidad imponiéndole mis deseos, y así dejarla ser tal como Tú la creaste. 4Pues de esta manera seré también capaz de reconocer a mi Ser tal como Tú lo creaste. 5Fui creado en el Amor y en el Amor he de morar para siempre. 6¿Qué podría asustarme si dejo que todas las cosas sean exacta­mente como son?


2. Que nuestra vista no sea blasfema hoy, y que nuestros oídos no hagan caso de las malas lenguas. 2Sólo la realidad está libre de dolor. 3Sólo en la realidad no se experimentan pérdidas. 4Sólo la realidad ofrece completa seguridad. 5Y esto es lo único que bus­camos hoy.





Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

Vista a la luz del perdón, esta lección nos enseña que criticar lo que existe es juzgar y condenar a Dios. Dejar que todas las cosas sean lo que son es una forma de perdón. Insistir en que las cosas sean diferentes es juzgar y no perdonar. Como Paul Ferrini dice sabiamente en su libro Del Ego al Ser: “Sólo cuando me resisto a lo que está aquí, deseo lo que no está”.

Estamos llenos de deseos acerca de cómo deberían ser las cosas. Todos estamos descontentos con las cosas tal como son. ¿Está alguien contento con todas las cosas de su vida?

Sin embargo, esto es lo que nos aconseja esta lección. Podría parecer un consejo cruel, tanto para mí como para el mundo que me rodea. Si vivimos en condiciones desagradables (enfermos, atrapados en una relación destructiva, muriendo a causa de una enfermedad, pasando apuros económicos, muy desgraciados), ¿cómo podemos decir con honestidad: “Que todas las cosas sean exactamente como son”? Parece decir algo horrible.

Si vemos situaciones horribles a nuestro alrededor, en la familia, amigos, el mundo, con personas en alguna de las situaciones que se han mencionado antes, ¿cómo podemos decir: “Que así sea”?

Nuestra resistencia a decir estas palabras en tales circunstancias da testimonio de nuestra firme creencia de que tales condiciones son reales. Si creemos que el sufrimiento es real, ¡por supuesto que no queremos que continúe! No lo podemos decir si lo que significa para nosotros es: “Que mi hermano se muera en dolor”, o “Que mi marido siga bebiendo y pegándome”. ¡Por supuesto que no!

La lección es sencillamente una llamada a recordar que las condiciones que vemos no son reales. “Sólo en la realidad no se experimentan pérdidas” (2:3).Es una llamada a recordar que “nada real puede ser amenazado” y que “nada irreal existe” (T.In.2:2). No podemos decir: “Que todo sea como es” hasta que primero reconozcamos que “todo” se refiere únicamente a lo que es real, únicamente a lo que es de Dios. El resto es ilusión.

Decir: “Que todas las cosas sean exactamente como son”, es una afirmación de fe en que lo que parece ser dolor y sufrimiento no está ahí realmente. Es una respuesta a la llamada de Dios, que nos saca del mundo de las condiciones y nos lleva a la verdad sin condiciones. Es una frase que se aplica, no al mundo que vemos con los ojos del cuerpo, sino al mundo que podemos ver únicamente con los ojos de Cristo. Es una afirmación de que queremos ver la realidad que hay detrás de todas las ilusiones de sufrimiento.

No significa que le demos la espalda a un hermano que está sufriendo y con dolor, verle y cruelmente decir: “Que sea exactamente así”. Ése es el viejo error cristiano de: “Es la Voluntad de Dios”. No es la Voluntad de Dios que suframos y muramos. Pensar eso es creer que el error es real, y luego culpar a Dios por ello.

Esta lección habla de no ver ningún error.

No veas el error. No lo hagas real. Selecciona lo amoroso y perdona el pecado, eligiendo en su lugar el rostro de Cristo. (Canción 2.I.3:3-5)

Decir: “Que todas las cosas sean exactamente como son”, es una afirmación de que las condiciones no necesitan cambiar para que el amor sea real. Sólo el amor es real, sean cuales parezcan ser las condiciones, eso es lo que estamos afirmando.

El error, el dolor y el sufrimiento que vemos, no proceden de Dios. Por lo tanto, no son reales. Es sólo una proyección de nuestra mente colectiva. Están ahí porque hemos deseado ser diferentes a como Dios nos creó. Poner fin al deseo de que nuestras condiciones sean diferentes es el comienzo de la desaparición de la ilusión. Lo que se me pide es que renuncie a ser el creador del universo. Pensamos que podemos cambiar esto y arreglar aquello, remendar tal cosa, y el mundo será un lugar mejor. ¡Es nuestra intromisión en la realidad lo que lo ha hecho como es! Es nuestra intromisión lo que tiene que terminar.

Mientras estamos en el mundo de la ilusión, tenemos que actuar con sensatez. Si me corto el dedo, no lo dejo sangrar de manera descuidada aunque sé que el mundo no es real. No, le pongo una tirita. Sin embargo, al hacerlo, que me dé cuenta de que lo que estoy haciendo es “magia”. Sólo estoy remendando la ilusión, y no es realmente importante. Sólo contribuye a una ilusión más cómoda. Hacer que la ilusión sea más cómoda está bien, pero en realidad carece de importancia.

Lo mismo sirve para situaciones extremas. Supón que me estoy muriendo de cáncer. Por supuesto que lo trato. La manera en que lo trato no importa. Puedo usar tratamiento médico. Puedo intentar curarme con una dieta. Puedo hacer afirmaciones y condicionamiento mental. Todo ello es magia, todo ello está remendando la ilusión. Al final no importa si mi cuerpo muere o vive. “Que todas las cosas sean exactamente como son” en esta circunstancia significa que “Lo que importa no es lo que le sucede al cuerpo. Lo que importa es dar y recibir amor. No necesito librarme del cáncer para ser feliz, lo que le sucede a mi cuerpo no afecta a lo que yo soy”.

Cuando estoy enfermo, si continuamente insisto en que mi estado físico tiene que cambiar para que yo sea feliz, estoy perpetuando el error que me enfermó. “Que así sea” no significa que abandone todos mis esfuerzos por mejorar mi estado, sino que significa que abandono todo mi empeño en el resultado. Significa que no importa cómo evolucione y se manifieste el estado físico, descanso seguro de que no puede perjudicar al bien final de todas las cosas.

La lección 24 dice: “No percibo lo que más me conviene”. Decir: “Que así sea” es el resultado natural de darnos cuenta de nuestra ignorancia. Actuando desde nuestro limitado punto de vista, podemos intentar cambiar las condiciones, pero al hacerlo, reconocemos que hay muchas cosas que no entendemos, muchas cosas que todavía no hemos tenido en cuenta porque desde la perspectiva de una mente separada no podemos verlo. Por eso hacemos lo que vemos que hay que hacer, pero no nos apegamos al resultado, reconociendo que sean cuales sean nuestros esfuerzos, los resultados están en manos de Dios, y las manos de Dios son buenas manos. Como un ejemplo de esta actitud, orando en el Jardín de Getsemaní Jesús dijo: “Padre mío, si esta copa no puede pasar sin que yo la beba, hágase Tu Voluntad” (Mt 26:39). Desde su perspectiva como ser humano individual, Jesús no quería ser clavado a una cruz. Desde su confianza en Dios, todavía podía decir: “Hágase en mí Tu Voluntad”.

Es necesario que el maestro de Dios se dé cuenta, no de que no debe juzgar, sino de que no puede. (M.10.2:1)

Decir: “que así sea” es darse cuenta de esto, y afirmar que el juicio de Dios es perfecto. No vamos a juzgar nada de lo que suceda. “Hoy no juzgaré nada de lo que ocurra” (L.243). Eso significa que no juzgamos nada como malo, y que tampoco juzgamos nada como bueno. No juzgamos en absoluto. Lo que es, es. “Que así sea”.


¿Qué es el cuerpo? (Parte 8)

L.pII.5.4:3-4

Cuando cambiamos el propósito de nuestro cuerpo del asesinato a los milagros, de la búsqueda del infierno a la meta del Cielo, ¿cómo se hace esto en la práctica? “El Hijo de Dios busca la mano de su hermano para ayudarlo a marchar por la misma senda que él” (4:3). Es así de sencillo. Extendemos la mano para ayudar a nuestro hermano. Ponemos la mano bajo su brazo cuando tropieza y le ayudamos a caminar con nosotros hacia Dios. Somos los primeros en darle la bienvenida con nuestra sonrisa. Abandonamos el orgullo y somos el primero que busca la reconciliación en una relación dolida. Visitamos a un amigo enfermo. Nos ayudamos el uno al otro.

Algunos dicen que puesto que nuestra única responsabilidad es aceptar la Expiación para nosotros mismos, no importan las acciones externas, que todo es mental. Yo digo: “¡Qué va!” Aceptar la Expiación para uno mismo es la única responsabilidad del “obrador de milagros”. Esto significa que si aceptas la Expiación, obrarás milagros. Si no estás obrando milagros (llevando la sanación a aquellos a tu alrededor), no estás aceptando la Expiación. Los dos van juntos. Lee el párrafo en el que aparece la frase “la única responsabilidad” (T.2.V.5), y date cuenta de lo que sigue a esa frase. Al aceptar la Expiación, tus errores son sanados, y luego tu mente sólo puede curar. Al hacer esto,… te colocas en una posición desde la que puedes eliminar la confusión de niveles en otros. El mensaje que entonces les comunicas es el hecho irrefutable de que sus mentes son igualmente cons-tructivas. (T.2.V.5:4-5, lee el párrafo entero)

Para ser un obrador de milagros tienes que aceptar la Expiación para ti mismo; para sanar los errores de otros, primero tienes que haber sanado los tuyos (M.18.4).

Si conoces la teología cristiana, esta confusión entre sanar yo y sanar a otros es parecida al viejo argumento de la salvación por la gracia y la salvación mediante acciones. La Biblia dice que hacer buenas obras no te salvará, que la salvación tiene lugar “mediante la gracia a través de la fe”. Y sin embargo también dice que si tienes fe, harás obras buenas; las obras buenas son la señal de la fe. Por lo tanto, “la fe sin obras es una fe muerta” (Santiago 2:20). De igual modo, aceptar la Expiación es todo lo que se necesita, pero la “prueba” de que has aceptado la sanación para tu propia mente es la extensión de los milagros de sanación a aquellos que te rodean. El Curso repite esto una y otra vez, diciendo que el modo en que tú sabes que has sanado es sanando a otros.

Por eso es por lo que los milagros dan testimonio de que eres bendito. Si perdonas completamente es porque has abandonado la culpabilidad, al haber aceptado la Expiación y haberte dado cuenta de que eres inocente. ¿Cómo ibas a percatarte de lo que se ha hecho por ti, sin tú saberlo, a menos que hicieses lo que no podrías sino hacer si se hubiese hecho por ti? (T.14.I.1:6-8)

Así que lo que estas frases están diciendo (volviendo a “¿Qué es el Cuerpo?”) es que el cuerpo se vuelve santo al usarlo al servicio de otros. Al extender la mano para ayudar, llevamos sanación a nuestra mente. Extendemos en lugar de apartarnos, buscamos sanar en lugar de herir, es la manera en que aceptamos la Expiación, o mejor dicho, la manera de demostrarnos a nosotros mismos que la hemos aceptado. La mente que ha aceptado la Expiación puede únicamente sanar, y mediante la sanación conocemos a nuestro Ser. Date cuenta aquí de que el cuerpo “sirve para sanar la mente”(4:5). Sí, la mente es lo que necesita sanación, pero el cuerpo sirve para sanarla al actuar con amor sanador con otros.





TEXTO


I. Las creencias irreconciliables


1. El recuerdo de Dios aflora en la mente que está serena. 2No puede venir allí donde hay conflicto, pues una mente en pugna consigo misma no puede recordar la mansedumbre eterna. 3Los medios de la guerra no son los medios de la paz, y lo que recuerda el belicoso no es amor. 4Si no se atribuyese valor a la creencia en la victoria, la guerra sería imposible. 5Si estás en con­flicto, eso quiere decir que crees que el ego tiene el poder de salir triunfante. 6¿Por qué otra razón sino te ibas a identificar con él? 7Seguramente te habrás percatado de que el ego está en pugna con Dios. 8Que el ego no tiene enemigo alguno, es cierto. 9Mas es igualmente cierto que cree firmemente tener un enemigo al que necesita vencer, y que lo logrará.

2. ¿No te das cuenta de que una guerra contra ti mismo sería una guerra contra Dios? 2Y en una guerra así, ¿es concebible la victo­ria? 3si lo fuese, ¿la desearías? 4La muerte de Dios, de ser posi­ble, significaría tu muerte. 5¿Qué clase de victoria sería ésa? 6El ego marcha siempre hacia la derrota porque cree que puede ven­certe. 7Dios, no obstante, sabe que eso no es posible. 8Eso no es una guerra, sino la descabellada creencia de que es posible atacar y derrotar la Voluntad de Dios. 9Te puedes identificar con esta creencia, pero jamás dejará de ser una locura. 10Y el miedo rei­nará en la locura, y parecerá haber reemplazado al amor allí. 11Éste es el propósito del conflicto. 12Y para aquellos que creen que es posible, los medios parecen ser reales.

3. Ten por seguro que no es posible que Dios y el ego, o tú y el ego jamás os podáis encontrar. 2En apariencia lo hacéis y formáis extrañas alianzas basándoos en premisas que no tienen sentido. 3Pues vuestras creencias convergen en el cuerpo, al que el ego ha elegido como su hogar y tú consideras que es el tuyo. 4Vuestro punto de encuentro es un error: un error en cómo te consideras a ti mismo. 5El ego se une a una ilusión de ti que tú compartes con él. 6Las ilusiones, no obstante, no pueden unirse. 7Son todas lo mismo, y no son nada. 8Su unión está basada en la nada, pues dos de ellas están tan desprovistas de sentido como una o mil. 9El ego no se une a nada, pues no es nada. 10Y la victoria que anhela está tan desprovista de sentido como él mismo.

4. Hermano, la guerra contra ti mismo está llegando a su fin. 2El final de la jornada se encuentra en el lugar de la paz. 3¿No te gustaría aceptar la paz que allí se te ofrece? 4Este "enemigo" con­tra el que has luchado como si fuese un intruso a tu paz se trans­forma ahí, ante tus propios ojos, en el portador de tu paz. 5Tu "enemigo" era Dios Mismo, Quien no sabe de conflictos, victo­rias o ataques de ninguna clase. 6Su amor por ti es perfecto, abso­luto y eterno. 7El Hijo de Dios en guerra contra su Creador es una condición tan ridícula como lo sería la naturaleza rugiéndole iracunda al viento, proclamando que él ya no forma parte de ella. 8¿Cómo iba a poder la naturaleza decretar esto y hacer que fuese verdad? 9Del mismo modo, no es a ti a quien le corresponde deci­dir qué es lo que forma parte de ti y qué es lo que debe mante­nerse aparte.

5. Esta guerra contra ti mismo se emprendió para enseñarle al Hijo de Dios que él no es quien realmente es, y que no es el Hijo de su Padre. 2tal fin, debe borrar de su memoria el recuerdo de su Padre. 3En la vida corporal dicho recuerdo se olvida, y si pien­sas que eres un cuerpo, creerás haberlo olvidado. 4Mas la verdad nunca puede olvidarse de sí misma, y tú no has olvidado lo que eres. 5Sólo una extraña ilusión de ti mismo, un deseo de derrotar lo que eres, es lo que no se acuerda.

6. La guerra contra ti mismo no es más que una batalla entre dos ilusiones que luchan para diferenciarse la una de la otra, cre­yendo que la que triunfe será la verdadera. 2No existe conflicto alguno entre ellas y la verdad. 3Ni tampoco son ellas diferentes entre sí. 4Ninguna de las dos es verdad. 5Por lo tanto, no importa qué forma adopten. 6Lo que las engendró es una locura y no pueden sino seguir formando parte de ello. 7La locura no repre­senta ninguna amenaza contra la realidad ni ejerce influencia alguna sobre ella. 8Las ilusiones no pueden vencer a la verdad ni suponer una amenaza para ella en absoluto. 9Y la realidad que niegan no forma parte de ellas.

7. Lo que tú recuerdas forma parte de ti. 2Pues no puedes sino ser tal como Dios te creó. 3La verdad no lucha contra las ilusiones ni las ilusiones luchan contra la verdad. 4Las ilusiones sólo luchan entre ellas. 5Al estar fragmentadas, fragmentan a su vez. 6Pero la verdad es indivisible y se encuentra mucho más allá de su limi­tado alcance. 7Recordarás lo que sabes cuando hayas compren­dido que no puedes estar en conflicto. 8Una ilusión acerca de ti mismo puede luchar contra otra, mas la guerra entre dos ilusiones es un estado en el que nada ocurre. 9No hay ni vencedor ni victo­ria. 10Y la verdad se alza radiante, más allá del conflicto, intacta y serena en la paz de Dios.

8. Los conflictos sólo pueden tener lugar entre dos fuerzas. 2No pueden existir entre lo que es un poder y lo que no es nada. 3No hay nada que puedas atacar que no forme parte de ti. 4Y al ata­carlo das lugar a dos ilusiones de ti mismo en conflicto entre sí. 5esto ocurre siempre que contemplas alguna creación de Dios de cualquier manera que no sea con amor. 6El conflicto es temi­ble, pues es la cuna del temor. 7Mas lo que ha nacido de la nada no puede cobrar realidad mediante la pugna. 8¿Por qué llenar tu mundo de conflictos contigo mismo?. 9Deja que toda esa locura quede des-hecha y vuélvete en paz al recuerdo de Dios, el cual brilla aún en tu mente serena.

9. ¡Observa cómo desaparece el conflicto que existe entre las ilu­siones cuando se lleva ante la verdad! 2Pues sólo parece real si lo ves como una guerra entre verdades conflictivas, en la que la vencedora es la más cierta, la más real y la que derrota a la ilu­sión que era menos real, que al ser vencida se convierte en una ilusión. 3Así pues, el conflicto es la elección entre dos ilusiones, una a la que se coronará como real, y la otra que será derrotada y despreciada. 4En esta situación el Padre jamás podrá ser recor­dado. 5Sin embargo, no hay ilusión que pueda invadir Su hogar y alejarlo de lo que Él ama eternamente. 6lo que Él ama no puede sino estar eternamente sereno y en paz porque es Su hogar.

10. Tú, Su Hijo bien amado, no eres una ilusión, puesto que eres tan real y tan santo como Él. 2La quietud de tu certeza acerca de Él y de ti mismo es el hogar de Ambos, donde moráis como uno solo y no como entes separados. 3Abre la puerta de Su santísimo hogar y deja que el perdón elimine todo vestigio de la creencia en el pecado, la cual priva a Dios de Su hogar y a Su Hijo con Él. 4No eres un extraño en la casa de Dios. 5Dale la bienvenida a tu hermano al hogar donde Dios Mismo lo ubicó en serenidad y en paz, y donde mora con él. 6Las ilusiones no tienen cabida allí donde mora el amor, pues éste te protege de todo lo que no es verdad. 7Moras en una paz tan ilimitada como la de Aquel que la creó, y a aquellos que quieren recordarlo a Él se les da todo. 8El Espíritu Santo vela Su hogar, seguro de que la paz de éste jamás se puede perturbar.

11. ¿Cómo iba a ser posible que el santuario de Dios se volviese contra sí mismo y tratase de subyugar al que allí mora? 2Piensa en lo que ocurre cuando la morada de Dios se percibe a sí misma como dividida: 3el altar desaparece, la luz se vuelve tenue y el templo del Santísimo se convierte en la morada del pecado. 4todo se olvida, salvo las ilusiones. 5Las ilusiones pueden estar en conflicto porque sus formas son diferentes. 6Y batallan única­mente para establecer qué forma es real.

12. Las ilusiones encuentran ilusiones; la verdad se encuentra a sí misma. 2El encuentro de las ilusiones conduce a la guerra. 3Mas la paz se extiende a sí misma al contemplarse a sí misma. 4La guerra es la condición en la que el miedo nace, crece e intenta dominarlo todo. 5La paz es el estado donde mora el amor y donde busca compartirse a sí mismo. 6La paz y el conflicto son opuestos. 7Allí donde uno mora, el otro no puede estar; donde uno de ellos va, el otro desaparece. 8Así es como el recuerdo de Dios queda nublado en las mentes que se han convertido en el campo de batalla de las ilusiones. 9Mas Su recuerdo brilla muy por encima de esta guerra insensata listo para ser recordado cuando te pongas de parte de la paz.





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