DESPERTAR AL AMOR

lunes, 4 de septiembre de 2017

4 SEPTIEMBRE: Sin el perdón aún estaría ciego.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS

LECCIÓN 247

Sin el perdón aún estaría ciego.

1. El pecado es el símbolo del ataque. 2Si lo veo en alguna parte, sufriré. 3Pues el perdón es el único medio por el que puedo alcan­zar la visión de Cristo. 4Permítaseme aceptar que lo que Su visión me muestra es la simple verdad y sanaré completamente. 5Ven hermano, déjame contemplarte. 6Tu hermosura es el reflejo de la mía. 7Tu impecabilidad, la mía propia. 8Has sido perdonado, y yo junto contigo.

2. Así es como quiero vera todo el mundo hoy. 2Mis hermanos son Tus Hijos. 3Tu Paternidad los creó y me los confió como parte de Ti, así como de mi propio Ser. 4Hoy Te honro a través de ellos, y así espero en este día poder reconocer mi Ser.



Instrucciones para la práctica

Propósito: Dar los últimos pasos a Dios. Esperar a que Él dé el último paso.

Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Tanto tiempo como sea necesario.
Lee la lección.
Utiliza la idea y la oración para dar comienzo al tiempo de quietud. No dependas de las palabras. Utilízalas como una sencilla invitación a Dios para que venga a ti.

·   Siéntate en silencio y espera a Dios. Espera en quieta expectación a que Él se revele a Sí Mismo a ti. Busca únicamente la experiencia de Dios directa, profunda y sin palabras. Estate seguro de Su llegada, y no tengas miedo. Pues Él ha prometido que cuando Le invites, vendrá. Únicamente pides que cumpla Su antigua promesa, que Él quiere cumplir. Estos momentos de quietud son tu regalo a Él.

Recordatorios cada hora: No te olvides.
Da gracias a Dios por haber permanecido contigo y porque siempre estará ahí para contestar tu llamada a Él.

Recordatorios frecuentes: Tan a menudo como sea posible, incluso cada minuto.
Recuerda la idea. Permanece con Dios, deja que Él te ilumine.

Respuesta a la tentación: Cuando te sientas tentado a olvidarte de tu objetivo.
Utiliza la idea del día como una llamada a Dios y desaparecerán todas las tentaciones.

Lectura: Antes de uno de los momentos de práctica del día.

·         Lee lentamente la sección “¿Qué es?”.
·         Piensa en ella durante un rato.

Observaciones generales: Ahora, en esta parte final del año que tú y Jesús habéis pasado juntos, empiezas a alcanzar el objetivo de las prácticas, que es el objetivo del Curso. Jesús está tan cerca que no puedes fracasar. Has recorrido una gran parte del camino. No mires hacia atrás. Fija la mirada en el final del camino. No habrías podido llegar tan lejos si no te hubieses dado cuenta de que quieres conocer a Dios. Y eso es todo lo que se necesita para que Él venga a ti.

Comentario

En realidad, toda falta de perdón es a mí mismo. Hoy estoy viendo una forma más astuta de falta de perdón. Quizá estoy dispuesto a admitir que mis sentimientos no amorosos y desgraciados se deben a mi propia voluntad y elección en el pasado. Si de verdad miro a mi ego sin juzgarlo, podré reconocer que me estoy sintiendo ahora sin amor y sin felicidad porque estoy eligiendo estos sentimientos ahora, en este momento. Si no puedo hacer eso, todavía estoy escuchando a la voz de la culpa.

Durante un instante, el pecado y la Expiación (corrección) deben ponerse juntos sobre el altar de tu mente en paz. La culpa debe traerse al ahora para que sea sanada.

Si evito mirar a mi identificación con el ego en este momento, si evito mirar a mi culpa ahora, entonces me estoy cegando a mí mismo. Debido al perfecto poder de mi mente, evitar mirar al ego en este momento significa que nunca lo veo en el momento presente. Voy tropezando por la vida ciego a mi ego en el momento presente. Siempre me pilla sin estar vigilante. Una y otra vez el ego me pone la zancadilla, y tropiezo y caigo, diciendo como un tonto: “¡Oh, eso debe haber sido mi ego!”

Para decirle “Sí” a Dios, tengo que reconocer que en este momento estoy diciendo “No”. “"Sí" tiene que significar "que no has dicho no"” (T.21.VII.12:4). Lo más importante no es decir “sí” sino darme cuenta de que estoy diciendo “no”. Cuando me dé cuenta de ello, dejaré de hacerlo. Y cuando abandono mi “no”, me doy cuenta de la paz que siempre ha estado ahí. Decirle “no” al “no”, negar la negación, es la manera de decir “sí”. Pero no puedo decirle “no” al “no” hasta que me dé cuenta de que estoy diciendo “no”.

Una prueba que no falla de que no he admitido mi culpa es que todavía la estoy proyectando sobre otros. Todavía estoy inventando excusas para mí mismo, todavía estoy hablando de mis debilidades, sintiendo que “nunca lo conseguiré”. O me empeñaré en que otros admitan su responsabilidad por la situación de la relación. Si alguien intenta hacerme ver mi responsabilidad de las cosas, me siento atacado, aunque lo hagan con verdadero amor. Diré cosas como: “No me di cuenta de lo que estaba haciendo”, o “En aquel momento no me di cuenta de que te estaba atacando”. Seguiré sintiendo que, aunque yo haya actuado desde mi ego, tú también lo has hecho, y también podías admitirlo.

“No era consciente” o “No me di cuenta de lo que estaba haciendo” ¡no es una excusa! Si no me doy cuenta, sólo hay una razón: yo estaba eligiendo no darme cuenta. Me he creado el hábito de negarme a ver mi culpa en el presente, y por eso, en cada momento presente vivo sin darme cuenta de mis pensamientos de ego.

El terror a mirar a mi ego ahora es tan grande que en el momento en que empiezo a darme cuenta quiero proyectar mi ego al pasado, alejarlo y negar que ahora estoy identificado con él. Pero la sanación tiene lugar únicamente en el presente, en el ahora. El horror del ego, el deseo de separarme y de asesinar a mi hermano debe verse en el ahora para que sea sanado. Cuando lo permito, la sanación siempre tiene lugar. Traída al presente, la culpa encuentra al Espíritu Santo y a la Expiación, pues ése es el único tiempo y lugar. La Expiación vive y eso es todo lo que vive en el presente. La culpa está aquí y luego ha desaparecido de la existencia. La culpa no puede existir en presencia de la Expiación, tal como la oscuridad no puede existir en la luz.

Si no veo inocencia en mis hermanos, estoy escondiendo la culpa en mí mismo. No hay culpa sino la mía propia. Y cuando me dé cuenta de ello, no habrá culpa en absoluto.

¿Qué es el mundo? (Parte 7)

L.pII.3.4:1-2

Aunque nuestra vista se hizo para alejarnos de la verdad, “puede asimismo tener otro propósito” (4:1). El propósito que el ego tiene para lo que vemos puede ser sustituido por un nuevo propósito, el del Espíritu Santo. “Hemos aprendido, no obstante, que el Espíritu Santo tiene otro uso para todas las ilusiones que tú has forjado, y, por lo tanto, ve en ellas otro propósito” (L.64.2:2). “El Espíritu Santo te enseña a usar lo que el ego ha fabricado a fin de enseñarte lo opuesto a lo que el ego ha „aprendido‟” (T.7.IV.3:3). Así pues el Espíritu Santo nos enseña a usar nuestros ojos y oídos para ver la unidad y la Presencia de Dios en todo, en lugar de la separación y la ausencia de Dios.

Todo sonido se convierte en la llamada de Dios, y Aquel a quien Dios designó como el Salvador del mundo puede conferirle a toda percepción un nuevo propósito. (4:2)

Lo dicho al principio podría hacernos pensar que, puesto que nuestros ojos se hicieron para ver el error, ahora no nos sirven para nada. Pero el Espíritu Santo usará todo lo que el ego ha hecho. Él utiliza el cuerpo como un instrumento de comunicación. Él utiliza nuestras relaciones especiales para enseñarnos el perdón, el amor y la unión. Él utiliza nuestra capacidad de aprender (hecha para aprender el error) para enseñarnos la verdad. Él utiliza todo el mundo como un aula de aprendizaje del perdón y como un reflejo del Cielo. No hay nada que el ego haya inventado que no pueda ser usado por el Espíritu Santo. Así que al final, no hay pérdida en absoluto, porque todas las energías del ego han sido “recicladas” o transformadas por el Espíritu Santo para Su propósito.




TEXTO


II. Somos responsables de lo que vemos.


1. Hemos repetido cuán poco se te pide para que aprendas este curso. 2Es la misma pequeña dosis de buena voluntad que necesi­tas para que toda tu relación se transforme en dicha; el pequeño regalo que le ofreces al Espíritu Santo a cambio del cual Él te da todo, lo poco sobre lo que se basa la salvación, el pequeño cambio de mentalidad por el que la crucifixión se transforma en resurrec­ción. 3puesto que es cierto, es tan simple que es imposible que no se entienda perfectamente. 4Puede ser rechazado, pero no es ambiguo.. 5Y si decides oponerte a ello, no es porque sea incom­prensible, sino más bien porque ese pequeño costo parece ser, a tu juicio, un precio demasiado alto para pagar por la paz.

2. Esto es lo único que tienes que hacer para que se te conceda la visión, la felicidad, la liberación del dolor y el escape del pecado. 2Di únicamente esto, pero dilo de todo corazón y sin reservas, pues en ello radica el poder de la salvación:

3Soy responsable de lo que veo.
4Elijo los sentimientos que experimento y decido el objetivo que quiero alcanzar.
5todo lo que parece sucederme yo mismo lo he pedido, y se me concede tal como lo pedí.

6No te engañes por más tiempo pensando que eres impotente ante lo que se te hace. 7Reconoce únicamente que estabas equi­vocado, y todos los efectos de tus errores desaparecerán.

3. Es imposible que el Hijo de Dios pueda ser controlado por sucesos externos a él. 2Es imposible que él mismo no haya ele­gido las cosas que le suceden. 3Su poder de decisión es lo que determina cada situación en la que parece encontrarse, ya sea por casualidad o por coincidencia. 4ni las coincidencias ni las casualidades son posibles en el universo tal como Dios lo creó, fuera del cual no existe nada. 5Si sufres es porque decidiste que tu meta era el pecado. 6Si eres feliz, es porque pusiste tu poder de decisión en manos de Aquel que no puede sino decidir a favor de Dios por ti. 7Éste es el pequeño regalo que le ofreces al Espíritu Santo, y hasta esto Él te da para que te lo des a ti mismo. 8Pues mediante este regalo se te concede el poder de liberar a tu salva­dor para que él a su vez te pueda dar la salvación a ti.

4. No resientas tener que dar esta pequeña ofrenda, 2pues si no la das seguirás viendo el mundo tal como lo ves ahora. 3Mas si la das, todo lo que ves desaparecerá junto con él. 4Nunca se dio tanto a cambio de tan poco. 5Este intercambio se efectúa y se conserva en el instante santo. 6Ahí, el mundo que no deseas se lleva ante el que sí deseas. 7Y el mundo que sí deseas se te con­cede, puesto que lo deseas. 8Mas para que esto tenga lugar, debes primero reconocer el poder de tu deseo. 9Tienes que aceptar su fuerza, no su debilidad. 10Tienes que percibir que lo que es tan poderoso como para construir todo un mundo puede también abandonarlo, y puede asimismo aceptar corrección si está dis­puesto a reconocer que estaba equivocado.

5. El mundo que ves no es sino el testigo fútil de que tenías razón. 2Es un testigo demente. 3Tú le enseñaste cuál tenía que ser su testimonio, y cuando te lo repitió, lo escuchaste y te conven­ciste a ti mismo de que lo que decía haber visto era verdad. 4Has sido tú quien se ha causado todo esto a sí mismo. 5Sólo con que comprendieses esto, comprenderías también cuán circular es el razonamiento en que se basa tu "visión". 6Eso no fue algo que se te dio. 7Ése fue el regalo que tú te hiciste a ti mismo y que le hiciste a tu hermano. 8Accede, entonces, a que se le quite y a que sea reemplazado por la verdad. 9Y a medida que observes el cam­bio que tiene lugar en él, se te concederá poder verlo en ti mismo. 

6. Tal vez no veas la necesidad de hacer esta pequeña ofrenda. 2Si ése es el caso, examina más detenidamente lo que dicha ofrenda representa. 3Y no veas en ella otra cosa que el absoluto intercam­bio de la separación por la salvación. 4El ego no es más que la idea de que es posible que al Hijo de Dios le puedan suceder cosas en contra de su voluntad, y, por ende, en contra de la Voluntad de su Creador, la cual no puede estar separada de la suya. 5Con esta idea fue con lo que el Hijo de Dios reemplazó su voluntad, en rebelión demente contra lo que no puede sino ser eterno. 6Dicha idea es la declaración de que él puede privar a Dios de Su poder y quedarse con él para sí mismo, privándose de este modo de lo que Dios dispuso para él. 7Y es esta descabellada idea la que has entronado en tus altares y a la que rindes culto. 8Y todo lo que supone una amenaza para ella parece atacar tu fe, pues en ella es donde la has depositado. 9No pienses que te falta fe, pues tu creencia y confianza en dicha idea son ciertamente firmes.

7. El Espíritu Santo puede hacer que tengas fe en la santidad, y darte visión para que la puedas ver fácilmente. 2Mas no has dejado libre y despejado el altar donde a estos dones les corres­ponde estar. 3Y donde ellos debieran estar has colocado tus ído­los, los cuales has consagrado a otra cosa. 4A esa otra "voluntad" que parece decirte lo que ha de ocurrir, le confieres realidad. 5Por lo tanto, aquello que te demostraría lo contrario no puede por menos que parecerte irreal. 6Lo único que se te pide es que le hagas sitio a la verdad. 7No se te pide que inventes o que hagas lo que está más allá de tu entendimiento. 8Lo único que se te pide es que dejes entrar a la verdad, que ceses de interferir en lo que ha de acontecer de por sí y que reconozcas nuevamente la presencia de lo que creíste haber desechado.

8. Accede, aunque sólo sea por un instante, a dejar tus altares libres de lo que habías depositado en ellos, y no podrás sino ver lo que realmente se encuentra allí. 2El instante santo no es un instante de creación, sino de reconocimiento. 3Pues el reconoci­miento procede de la visión y de la suspensión de todo juicio. 4Sólo entonces es posible mirar dentro de uno mismo y ver lo que no puede sino estar allí, claramente a la vista y completamente independiente de cualquier inferencia o juicio. 5Deshacer no es tu función, pero sí depende de ti el que le des la bienvenida o no. 6La fe y el deseo van de la mano, pues todo el mundo cree en lo que desea.

9. Ya hemos dicho que hacerse ilusiones es la manera en que el ego lidia con lo que desea para tratar de convertirlo en realidad. 2No hay mejor demostración del poder del deseo, y, por ende, de la fe, para hacer, que sus objetivos parezcan reales y posibles. 3La fe en lo irreal conduce a que se tengan que hacer ajustes en la realidad. para que se amolde al objetivo de la locura. 4El objetivo del pecado induce a la percepción de un mundo temible para justificar su propósito. 5Verás aquello que desees ver. 6si la rea­lidad de lo que ves es falsa, lo defenderás no dándote cuenta de todos los ajustes que has tenido que hacer para que ello sea como lo ves.

10. Cuando se niega la visión, la confusión entre causa y efecto es inevitable. 2El propósito ahora es mantener la causa oculta del efecto y hacer que el efecto parezca ser la causa. 3Esta aparente autonomía del efecto permite que se le considere algo inde­pendiente, y capaz de ser la causa de los sucesos y sentimientos que su hacedor cree que el efecto suscita. 4Anteriormente habla­mos de tu deseo de crear a tu propio creador, y de ser el padre y no el hijo de él. 5Éste es el mismo deseo. 6El Hijo es el efecto que quiere negar a su Causa. 7Y así, él parece ser la causa y producir efectos reales. 8Pero lo cierto es que no puede haber efectos sin causa, y confundir ambas cosas es simplemente no entender nin­guna de las dos.

11. Es tan esencial que reconozcas que tú has fabricado el mundo que ves, como que reconozcas que tú no te creaste a ti mismo. 2Pues se trata del mismo error. 3Nada que tu Creador no haya crea­do puede ejercer influencia alguna sobre ti. :4Y si crees que lo que hiciste puede dictarte lo que debes ver y sentir, y tienes fe en que puede hacerlo, estás negando a tu Creador y creyendo que tú te hiciste a ti mismo. 5Pues si crees que el mundo que construiste tiene el poder de hacer de ti lo que se le antoje, estás confun­diendo Padre e Hijo, Fuente y efecto.

12. Las creaciones del Hijo son semejantes a las de su Padre. 2Mas al crearlas, el Hijo no se engaña a sí mismo pensando que él es independiente de su Fuente. 3Su unión con Ella es la Fuente de su capacidad para crear. 4Aparte de esto no tiene poder para crear, y lo que hace no significa nada, 5no altera nada en la creación, depende enteramente de la locura de su hacedor y ni siquiera podría servir para justificarla. 6Tu hermano cree que él fabricó el mundo junto contigo. 7De este modo, niega la creación, 8y cree, al igual que tú, que el mundo que fabricó lo engendró a él. 9De éste modo, niega haberlo fabricado.

13. Mas la verdad es que tanto tú como él fuisteis creados por un Padre amoroso, que os creó juntos y como uno solo. 2Ve lo que "prueba" lo contrario, y estarás negando toda tu realidad. 3Reco­noce en cambio que fuiste tú quien fabricó todo lo que aparente­mente se interpone entre tú y tu hermano y os mantiene separados al uno del otro, y a los dos de vuestro Padre, y tu instante de liberación habrá llegado. 4Todos los efectos de eso que hiciste desaparecerán porque su fuente se habrá puesto al descubierto. 5La aparente autonomía de su fuente es lo que te mantiene prisionero. 6Ése es el mismo error que pensar que eres inde­pendiente de la Fuente mediante la cual fuiste creado, y que nunca has abandonado.

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