DESPERTAR AL AMOR

miércoles, 11 de octubre de 2017

11 OCTUBRE: Puedo elegir cambiar todos los pensamientos que me causan dolor.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS 


LECCIÓN 284


Puedo elegir cambiar todos los pensamientos que me causan dolor.


1. Las pérdidas no son pérdidas cuando se perciben correcta­mente., 2El dolor es imposible. 3No hay pesar que tenga causa  alguna. 4Y cualquier clase de sufrimiento no es más que un sueño.
5Ésta es la verdad, que al principio sólo se dice de boca, y luego, después de repetirse muchas veces, se acepta en parte como cierta, pero con muchas reservas. 6Más tarde se considera seria­mente cada vez más y finalmente se acepta como la verdad. 7Puedo elegir cambiar todos los pensamientos que me causan dolor. 8Y hoy deseo ir más allá de las palabras y de todas mis reservas, y aceptar plenamente la verdad que reside en ellas.

2. Padre, lo que Tú me has dado no puede hacerme daño, por lo tanto, el sufrimiento y el dolor son imposibles. 2Que mi confianza en Ti no fla­quee hoy. 3Que acepte como Tu regalo únicamente aquello que produce felicidad y que acepte como la verdad únicamente aquello que me hace  feliz.







Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

Ésta es una de las afirmaciones muy bien condensadas de la enseñanza práctica del Curso. Lo que se ve como “afuera”, primero tiene que verse que se origina dentro, en mis pensamientos. Luego se aplica esta lección. Si la causa del problema está en mis pensamientos, yo puedo cambiar el problema. La causa de los problemas y, por lo tanto, su solución está en mi mente y dentro de mi control.

“Las pérdidas no son pérdidas cuando se perciben correctamente” (1:1). ¡Caray! Eso es un hueso muy duro de roer. Quizá recientemente hubo algo que yo quería hacer, o algún sito a donde quería ir, y no pude hacerlo. Pude percibirlo como una pérdida y me disgusté. Sin embargo, si se percibe correctamente, esa pérdida se puede percibir como que no es una pérdida en absoluto. La percepción de un suceso, cualquier suceso, como una pérdida está en la mente, el “daño” no procede del acontecimiento externo sino de mis pensamientos acerca de ello, pero “Puedo elegir cambiar todos los pensamientos que me causan dolor”.

Pero tenemos una lista mental de pérdidas menores y mayores, y según subimos por esta lista se hace cada vez más difícil de aceptar. No ir a un concierto o a una reunión es una cosa. Pero hace unos años se estropeó completamente el disco duro de mi ordenador, perdí varios años de mis publicaciones y una lista de correos con cientos de nombres en ella, sin copias de seguridad, no había manera de recuperarlo. Perdido todo. Me costó mucho tiempo no verlo como una pérdida. Pero sigue siendo lo mismo. La percepción de la pérdida estaba en mi mente, y toda percepción de pérdida y de dolor siempre está ahí y en ningún otro sitio. Y siempre puedo cambiar esos pensamientos si realmente quiero hacerlo.
Si subimos en la lista un poco más: ¿Y si alguien que amamos muere, especialmente cuando nadie lo esperaba, “trágicamente” de una enfermedad o un accidente violento? ¿Cómo es posible aplicar “Las pérdidas no son pérdidas cuando se perciben correctamente” a ese acontecimiento? Es evidente que la lección quiere que lo apliquemos, porque continúa:

El dolor es imposible. No hay pesar que tenga causa alguna. Y cualquier clase de sufrimiento no es más que un sueño. (1:2-4)

La lección dice que, si se percibe correctamente, incluso la muerte no es motivo de sufrimiento. Es una forma más extrema del mismo caso, la causa de nuestro sufrimiento, de nuestro dolor, de nuestra pena no viene de fuera de nosotros. Viene del modo en que pensamos acerca de las cosas. Y podemos cambiar nuestra manera de pensar y eliminar el dolor. La cuestión principal de la vida no está en lo externo, está en nuestros pensamientos.
No puedes ir donde alguien que acaba de perder un ser querido y decirle: “No hay razón para que sufras”. Probablemente parecería cruel y frío, como si le dijeras: “No es una pérdida. Mira al lado positivo: ahora no tendrás que aguantar sus fallos, y puedes encontrar a alguien que te haga verdaderamente feliz”. Las personas que intentan decir a alguien que sufre: “No hay razón para que sufras” a menudo están eligiendo ser “espiritualmente correctas” a costa de la amabilidad.

Sin embargo, pienso que la lección nos pide que a nosotros mismos nos digamos que: “No hay razón para el sufrimiento”, incluso en casos en los que parece ser una pérdida extrema. En las líneas que siguen, sugiere un proceso que podemos seguir para cambiar nuestros pensamientos incluso en esos casos aparentemente imposibles. (Ver el artículo al final para más detalles acerca del proceso de cambiar nuestros pensamientos). No es un proceso que sucede al instante, y puede necesitar bastante tiempo cambiar la dirección de nuestros pensamientos. Pero es posible, está dentro de nuestro alcance cambiar todos los pensamientos que nos causan dolor. Nuestro objetivo debería ser ver finalmente que: “El sufrimiento y el dolor son imposibles” (2:1). ¿Por qué? Porque nuestro Padre no nos daría nada que nos cause dolor, y no hay otra Fuente. Él sólo nos da lo que produce felicidad, y sólo eso es verdad (2:3).

¿Qué es el Espíritu Santo? (Parte 4)

L.pII.7.2:3-4

El proceso de cambiar nuestras percepciones que aquí se trata es exactamente el mismo que el proceso de cambiar nuestros pensamientos que se describe en la Lección 284: “Puedo elegir cambiar todos los pensamientos que me causan dolor”. “Todo sonido e imagen tiene que transformarse de testigo del miedo en testigo del amor” (2:2).Este proceso de “cambiar los pensamientos que hacen daño” es el objetivo del aprendizaje, y cuando se haya logrado, se habrá acabado el juego (2:3). Éste es el propósito, el final de todo proceso espiritual. La Lección 193 lo explica muy claro:

¿Cómo puedes saber cuándo estás viendo equivocadamente o cuándo no está alguien percibiendo la lección que debería aprender? ¿Parece ser real el dolor en dicha percepción? Si lo parece, ten por seguro que no se ha aprendido la lección. (L.193.7:1-3)

Una percepción de dolor es una falta de perdón. Indica la necesidad de un cambio en la manera de ver las cosas. No es pecado o malo sentir dolor o pena, es sólo una percepción equivocada que necesita ser corregida. Tampoco hay que sentir vergüenza si nos cuesta hacer el cambio. Para eso está el Espíritu Santo, para ayudarnos en el proceso de cambiar nuestros pensamientos y nuestras percepciones. De esto trata la vida, ésta es la única lección en esta escuela. Lo hacemos por medio de frecuentes repeticiones de la verdad, y por medio de llevarle continuamente nuestras percepciones de dolor para que Él las sane. La ausencia total de esas percepciones de dolor llega sólo al final de todo el proceso. El Manual lo explica muy bien: “Tu función es escapar de ellas (la percepción del dolor, por ejemplo), no que no las tengas” (M.16.4:2). Es nuestra propia experiencia con el dolor y el sufrimiento, y nuestra experiencia de escapar de ellos, lo que nos permite ayudar a otros que están atrapados en ellos.

Entonces, aprender del Espíritu Santo supone reconocer abiertamente nuestras percepciones falsas y no sentirnos culpables por ello, sino llevárselas para que Él las sane. Este aprendizaje “se convierte en el medio que se transciende a sí mismo, de manera que pueda ser reemplazado por la Verdad Eterna” (2:4). Si nos quejamos y nos lamentamos por el proceso de aprendizaje, retrasaremos el resultado deseado. No se espera que estemos sin experiencias de dolor y sufrimiento, ni deberíamos esperarlo nosotros. Pero tenemos que dedicarnos a la tarea de escapar de ellas cuando ocurren, llevándolas a la dulce bondad de la Presencia del Espíritu Santo, pidiéndole que cambie nuestras percepciones para que lo que vemos como testigos del miedo se conviertan en testigos del amor.







TEXTO 



Capítulo 25


LA JUSTICIA DE DIOS


Introducción


1. El Cristo en ti no habita en un cuerpo. 2Sin embargo, está en ti. 3De ello se deduce, por lo tanto, que no estás dentro de un cuerpo. 4Lo que se encuentra dentro de ti no puede estar afuera. 5es cierto que no puedes estar aparte de lo que constituye el centro mismo de tu vida. 6Lo que te da vida no puede estar alojado en la muerte, 7de la misma manera en que tú tampoco puedes estarlo. 8Cristo se encuentra dentro de un marco de santidad cuyo único propósito es permitir que Él se pueda poner de manifiesto ante aquellos que no le conocen y así llamarlos a que vengan a Él y lo vean allí donde antes creían estaban sus cuerpos. 9Sus cuerpos entonces desaparecerán, de modo que Su santidad pase a ser su marco.

2. Nadie que lleve a Cristo dentro de sí puede dejar de recono­cerlo en ninguna parte. 2Excepto en cuerpos. 3Pero mientras alguien crea estar en un cuerpo, Cristo no podrá estar donde él cree estar. 4Y así, lo llevará consigo sin darse cuenta, pero no lo pondrá de manifiesto. 5de este modo no reconocerá dónde se encuentra. 6El hijo del hombre no es el Cristo resucitado. 7El Hijo de Dios, no obstante, mora exactamente donde el hijo del hombre está, y camina con él dentro de su santidad, la cual es tan fácil de ver como lo es la manifestación de su deseo de ser especial en su cuerpo.

3. El cuerpo no tiene necesidad de curación. 2Pero la mente que cree ser un cuerpo, ciertamente está enferma. 3Y aquí es donde Cristo suministra el remedio. 4Su propósito envuelve al cuerpo en Su luz y lo llena con la santidad que irradia desde Él. 5nada que el cuerpo diga o haga deja de ponerlo a Él de manifiesto. 6De este modo, el cuerpo lleva a Cristo, dulce y amorosamente, ante aquellos que no lo conocen, para así sanar sus mentes. 7Tal es la misión que tu hermano tiene con respecto a ti. 8Y tu misión con respecto a él no puede sino ser la misma.


I. El vínculo con la verdad


1. No puede ser difícil llevar a cabo la tarea que Cristo te enco­mendó, pues es Él quien la desempeña. 2a medida que la llevas a cabo, aprendes que el cuerpo sólo aparenta ser el medio para ejecutarla. 3Pues la Mente es Suya. 4Por lo tanto, tiene que ser tuya. 5Su santidad dirige al cuerpo a través de la mente que es una con Él. 6tú te pones de manifiesto ante tu santo hermano, tal como él lo hace ante ti. 7He aquí el encuentro del santo Cristo Consigo Mismo, donde no se percibe ninguna diferencia que se interponga entre ninguno de los aspectos de Su santidad, los cua­les se encuentran, se funden y elevan a Cristo hasta Su Padre, íntegro, puro y digno de Su Amor eterno.

2. ¿De qué otra manera podrías poner de manifiesto al Cristo en ti, sino contemplando la santidad y viéndolo a Él en ella? 2La percepción te dice que tú te pones de manifiesto en lo que ves. 3Si contemplas el cuerpo, creerás que ahí es donde te encuentras tú. 4todo cuerpo que veas te recordará a ti mismo: tu pecaminosi­dad, tu maldad, pero sobre todo, tu muerte. 5¿No aborrecerías e incluso intentarías matar a quien te dijese algo así? 6El mensaje y el mensajero son uno. 7no puedes sino ver a tu hermano como te ves a ti mismo. 8Enmarcado en su cuerpo verás su pecaminosi­dad, en la que tú te alzas condenado. 9En su santidad, el Cristo en él se proclama a Sí Mismo como lo que eres tú.

3. La percepción es la elección de lo que quieres ser, del mundo en el que quieres vivir y del estado en el que crees que tu mente se encontrará contenta y satisfecha. 2La percepción elige donde crees que reside tu seguridad, de acuerdo con tu decisión. 3Te revela lo que eres tal como tú quieres ser. 4Y es siempre fiel a tu propósito, del que nunca se aparta, y no da el más mínimo testi­monio de nada que no esté de acuerdo con el propósito de tu mente. 5Lo que percibes es parte de lo que tienes como propósito contemplar, pues los medios y el fin no están nunca separados. 6así aprendes que lo que parece tener una vida aparte en realidad no tiene vida en absoluto.

4. Tú eres el medio para llegar a Dios; no estás separado ni tienes una vida aparte de la Suya. 2Su Vida se pone de manifiesto en ti que eres Su Hijo. 3Cada uno de Sus aspectos está enmarcado en santidad y pureza perfectas, y en un amor celestial tan absoluto que sólo anhela liberar todo lo que contempla para que se una a él. 4Su resplandor brilla a través de cada cuerpo que contempla, y lleva toda la oscuridad de éstos ante la luz al mirar simplemente más allá de ella hacia la luz. 5El velo se descorre mediante su ternura y nada oculta la faz de Cristo de los que la contemplan. 6Tu hermano y tú os encontráis ante Él ahora, para dejar que Él descorra el velo que parece manteneros separados y aparte.

5. Puesto que crees estar separado, el Cielo se presenta ante ti como algo separado también. 2No es que lo esté realmente, sino que se presenta así a fin de que el vínculo que se te ha dado para que te unas a la verdad pueda llegar hasta ti a través de lo que entiendes. 3El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son Uno, de la misma manera en que todos tus hermanos están unidos en la verdad cual uno. 4Cristo y Su Padre jamás han estado separados, y Cristo mora en tu entendimiento, en aquella parte de ti que comparte la Voluntad de Su Padre. 5El Espíritu Santo es el vín­culo entre la otra parte -el demente y absurdo deseo de estar separado, de ser diferente y especial- y el Cristo, para hacer que la unicidad* le resulte clara a lo que es realmente uno. 6En este mundo esto no se entiende, pero se puede enseñar.

6. El Espíritu Santo apoya el propósito de Cristo en tu mente, de forma que tu deseo de ser especial pueda ser corregido allí donde se encuentra el error. 2Debido a que Su propósito sigue siendo el mismo que el del Padre y el del Hijo, Él conoce la Voluntad de Dios, así como lo que tú realmente quieres. 3Pero esto sólo lo puede comprender la mente que se percibe a sí misma como una, y que, consciente de que es una, lo experi­menta así. 4La función del Espíritu Santo es enseñarte cómo expe­rimentar esta unicidad, qué tienes que hacer para experimentarla y adónde debes dirigirte para lograrlo.

7. De acuerdo con esto, se considera al tiempo y al espacio como si fueran distintos, pues mientras pienses que una parte de ti está separada, el concepto de una unicidad unida cual una sola no tendrá sentido. 2Es obvio que una mente así de dividida jamás podría ser el maestro de la Unicidad que une a todas las cosas dentro de Sí. 3Y, por lo tanto, lo que está dentro de esta mente, y en efecto une a todas las cosas, no puede sino ser su Maestro. 4Él necesita, no obstante, utilizar el idioma que dicha mente entiende, debido a la condición en que esta mente cree encontrarse. 5tiene que valerse de todo lo que ella ha aprendido para transformar las ilusiones en verdad y eliminar todas tus falsas ideas acerca de lo que eres, a fin de conducirte allende la verdad que se encuentra más allá de ellas. 6Todo lo cual puede resumirse muy simple­mente de la siguiente manera:


7Lo que es lo mismo no puede ser diferente, y lo que es uno no puede tener partes separadas.


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