DESPERTAR AL AMOR

viernes, 13 de octubre de 2017

13 OCTUBRE: La quietud del Cielo envuelve hoy mi corazón.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS 


LECCIÓN 286


La quietud del Cielo envuelve hoy mi corazón.


1. Padre, ¡qué día tan sereno el de hoy! 2¡Cuán armoniosamente cae todo en su sitio! 3Éste es el día señalado para que llegue a entender la lección de que no tengo que hacer nada. 4En Ti ya se han tomado todas las decisiones. 5En Ti ya se ha resuelto todo conflicto. 6En Ti ya se han colmado todas mis esperanzas. 7La paz es mía. 8Mi corazón late tranquilo y mi mente se halla en reposo. 9Tu Amor es el Cielo y Tu Amor es mío.

2. La quietud de hoy nos dará esperanzas de que hemos encon­trado el camino y de que ya hemos recorrido un gran trecho por él hacia una meta de la que estamos completamente seguros. 2Hoy no dudaremos del final que Dios Mismo nos ha prometido. 3Con­fiamos en Él y en nuestro Ser, el cual sigue siendo uno con Él.




Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

“¡Cuán armoniosamente cae todo en su sitio!” (1:2) ¡Me encanta esta frase! Eso es darse cuenta, las cosas encajan perfectamente en su sitio y no hay que hacer nada.

Éste es el día señalado para que llegue a entender la lección de que no tengo que hacer nada. (1:3)

Hace varios años en un grupo de estudio leímos una sección que describía el estado de conocimiento. Alguien preguntó si es posible que una persona lo alcance o si tenemos que alcanzarlo todos juntos. ¿Están todos esperándome? ¿Estoy esperando yo a todos? El que dirigía el grupo (le llamaré Ted) empezó a hablar de Jesús y de que todos estamos en esto juntos.

El que hizo la pregunta dijo: “Entonces, Jesús tampoco está en este estado de conocimiento, ¿no es cierto?”

Yo me metí en la discusión: “Sí, Jesús lo ha alcanzado. Él ha pasado de la percepción al conocimiento. Y tú también”.

Estamos “en Dios en nuestro hogar, soñando con el exilio” (T.10.I.2:1). Ya estamos todos en el Cielo. (En realidad nunca nos fuimos de él). ¡La historia ya se acabó! Estamos al final, mirando hacia atrás y recordando. Alguien dijo: “Estamos reviviendo un repaso”. Ted dijo: “El hecho de que Jesús ya lo ha alcanzado es la garantía de que todos nosotros lo alcanzaremos, todos sentiremos lo que Él ha logrado porque todos nosotros somos una sola mente”.

Ésta es la razón por la que “no tengo que hacer nada”. Todos continuamos cometiendo el error de creer que tenemos que lograr algo. Pensamos que tenemos que escalar una gran montaña, la montaña de la iluminación o de la perfección. Creemos que Jesús la ha escalado junto con otros como Buda, pero pensamos que nosotros estamos todavía en la parte de abajo mirando hacia arriba. Estamos asustados por lo difícil que va a ser, sobrecogidos por todo el trabajo que hay que hacer, desanimados por el pensamiento de todo lo que todavía nos queda para llegar allí.

Estos pensamientos son la manera en que el ego trata de controlar la situación cuando finalmente alcanzas a ver la tierra prometida del reino del conocimiento en el que Dios quiere que vivas.

El ego puede aceptar la idea de que es necesario retornar porque puede, con gran facilidad, hacer que ello parezca difícil. Sin embargo, el Espíritu Santo te dice que incluso el retorno es innecesario porque lo que nunca ocurrió no puede ser difícil. Mas tú puedes hacer que la idea de retornar sea a la vez necesaria y difícil. Con todo, está muy claro que los que son perfectos no tienen necesidad de nada, y tú no puedes experimentar la perfección como algo difícil de alcanzar, puesto que eso es lo que eres. (T.6.II.11:1-4)

El ego intenta convencerte de que lo que has visto es algo que te falta en lugar de algo que ya tienes. “En Ti ya se han colmado todas mis esperanzas” (1:6). Tú eres lo que has estado buscando.

La naturaleza de Cristo no es algo que tengas que desarrollar. ¡No tienes que someter al ego para convertirlo en Cristo! Eso no es posible. Si piensas que tienes que convertirte en Cristo te has puesto a ti mismo en una situación en la que “no puedes llegar allí desde aquí”. Y ahí es donde el ego quiere que estés.

¡La naturaleza de Cristo es Lo Que realmente eres! Sólo que no te acuerdas. Ya está dentro de ti. Eres tú. Crees que eres otra cosa, pero no lo eres. Ésa es la ilusión que el ego ha preparado. ¡Crees que el ego eres tú! Crees que toda esa cosa horrible, toda esa naturaleza de miserable gusano, ese pelele, ese cobarde llorón, es lo que tú eres. Eso no eres tú. Tú no eres el ego. El ego no es nada ni está en ningún sitio, es sólo un pensamiento que tienes acerca de ti, un pensamiento que es completamente falso. Cristo “es la única parte de ti que en verdad es real” (L.pII.6.3:2).

Cuando sientes que tienes que luchar, cuando sientes que tienes que hacer todo tipo de elecciones difíciles, entonces te estás viendo como un ego, en la parte de debajo de la montaña mirando hacia arriba. Cuando te ves a ti mismo como Cristo, no tienes que hacer nada.

Nuestro único problema es creer que tenemos un problema. El pensamiento de “todavía no lo tengo” es el problema. Necesitamos liberarnos del pensamiento de que necesitamos la iluminación. Todo lo que tiene que cambiar es ese pensamiento, y el pensamiento no cambia nada, no hace nada, porque ya estamos iluminados siempre, ya somos felices siempre, ya somos perfectos siempre. Dios nos creó así y no podemos cambiarlo, todo lo que podemos hacer es olvidarlo y pretender que somos otra cosa.

En los momentos de quietud de hoy podemos sentir el sabor de esa quietud en la que no hay que hacer nada ni hay que ir a ningún sitio. “La quietud de hoy nos dará esperanzas de que hemos encon-trado el camino y de que ya hemos recorrido un gran trecho por él hacia una meta de la que estamos completamente seguros” (2:1). Podemos sentir la realidad del final, incluso a mitad de nuestro viaje, podemos saber que la meta es “completamente segura”, incluso inevitable.

Hoy no dudaremos del final que Dios Mismo nos ha prometido. Confiamos en Él y en nuestro Ser, el cual sigue siendo uno con Él. (2:2-3)


¿Qué es el Espíritu Santo? (Parte 6)

L.pII.7.3:2-3

¿Cuáles son “los medios que fabricaste para alcanzar lo que por siempre ha de ser inalcanzable” (3:2)? Por supuesto, lo inalcanzable es la separación o la vida separada de Dios. Los medios que inventamos para alcanzar esa meta incluyen nuestro cuerpo, las ilusiones de elecciones (alternativas a Dios y al amor), el miedo, el ataque, el conflicto, la negación, las relaciones especiales, las imágenes y sonidos, y todo el mundo que vemos. El Espíritu Santo entiende todas estas cosas perfectamente. Él sabe exactamente lo que son, cómo funcionan y por qué las inventamos.

Mas si se los ofreces a Él, Él se valdrá de esos medios que inventaste a fin de exiliarte para llevar a tu mente allí donde verdaderamente se encuentra en su hogar (3:3).

Éste es el milagro. Todo lo que inventamos para mantenernos separados de Dios puede usarse para devolver nuestra mente a su hogar real. Pero para que eso suceda “tenemos que ofrecérselos a Él”. Él es el puente entre lo que inventamos y lo que somos. Él es “El Gran Transformador de la percepción” (T.17.II.5:2). Él puede cambiar completamente el propósito de todo lo que inventamos en nuestra locura y usarlo para devolvernos la cordura, si Le entregamos todas esas cosas a Él.

Por eso necesitamos llevarle todas estas cosas, pidiéndole que las use para Sus propósitos en lugar del propósito para el que las inventamos. Entreguémosle nuestro cuerpo. Entreguémosle nuestras relaciones especiales. Entreguémosle nuestro poder de decisión. Entreguémosle nuestros pensamientos de ataque, nuestras defensas y nuestra negación. Él puede usar incluso la negación para “negar la negación de la verdad” (T.12.II.1:5). Entreguémosle nuestras percepciones, nuestros ojos y oídos. Entreguémosle todo nuestro mundo y todo lo que hay en él. Él no nos los quitará. Los tomará y los usará para devolvernos al Cielo.







TEXTO 


 IV. La luz que traes contigo



1. Las mentes que están unidas, y que reconocen que lo están, no pueden sentir culpabilidad. 2Pues no pueden atacar, y se regoci­jan de que así sea, al ver que su seguridad reside en ese hecho feliz. 3Su alegría radica en la inocencia que ven. 4por eso la buscan, puesto que su propósito es contemplarla y regocijarse. 5Todo el mundo anda en pos de lo que le proporcionaría alegría, según cada uno la define. 6No es el objetivo en sí lo que varía. 7Sin embargo, la manera en que se ve el objetivo es lo que deter­mina la elección de los medios, y lo que hace que éstos no pue­dan cambiar a no ser que se cambie el objetivo. 8Si éste cambia, se escogen otros medios, ya que lo que ha de proporcionar felicidad se define de otra manera y se busca de forma distinta.

2. Podría afirmarse, por lo tanto, que la ley básica de la percep­ción es: "Te regocijarás con lo que veas, pues lo ves para regoci­jarte". 2mientras creas que el sufrimiento y el pecado te pueden proporcionar alegría, seguirán estando ahí para que los veas. Nada es de por sí perjudicial o beneficioso a menos que así lo desees. 4Tu deseo es lo que determina los efectos que ha de tener en ti porque lo elegiste como un medio para obtener esos efectos, creyendo que eran los portadores del regocijo y de la felicidad. Esta ley rige incluso en el Cielo. 7El Hijo de Dios crea para ser feliz, puesto que comparte con su Padre el propósito que Éste tuvo al crearlo a fin de que su alegría fuese cada vez mayor y la de Dios junto con la suya.

3. Tú que eres el hacedor de un mundo que no es cierto, descansa y halla solaz en otro mundo donde mora la paz. 2Ése es el mundo que le llevas a todos los ojos fatigados y a todos los corazones desfallecidos que contemplan el pecado y entonan su triste estri­billo. 3De ti puede proceder su descanso. 4De ti puede surgir un mundo cuya contemplación los hará felices y donde sus corazo­nes estarán rebosantes de dicha. 5De ti procede una visión que se extiende hasta todos ellos, y los envuelve con dulzura y luz. 6Y en este creciente mundo de luz, las tinieblas que ellos pensaban que estaban ahí se desplazan hasta convertirse en sombras lejanas y distantes, que no se recordarán por mucho tiempo una vez que el sol las haya desvanecido. 7Y todos sus pensamientos "malvados" y todas sus esperanzas "pecaminosas", sus sueños de culpabili­dad y venganza despiadada, y todo deseo de herir, matar y morir, desaparecerán ante el sol que tú traes contigo.

4. ¿No desearías hacer esto por el Amor de Dios? 2¿Y por ti? 3Piensa en lo que ello representaría para ti. 4Pues los pensamien­tos "malvados" que ahora te atormentan te parecerán cada vez más remotos y alejados de ti. 5esto es así porque el sol que mora en ti ha despuntado para desvanecerlos con su luz. 6Persisten por un corto tiempo en formas enrevesadas, demasiado distantes como para que se puedan reconocer, y luego desaparecen para siempre. 7Y en la luz del sol te alzarás sereno, lleno de inocencia y sin temor alguno. 8Y desde ti, el descanso que encontraste se extenderá para que tu paz jamás pueda abandonarte y dejarte desamparado. 9Aquellos que ofrecen paz a todo el mundo han encontrado un hogar en el Cielo que el mundo no puede destruir. 10Pues es lo suficientemente grande como para contener al mundo entero dentro de su paz.

5. En ti reside el Cielo en su totalidad. 2A cada hoja seca que cae se le confiere vida en ti. 3Cada pájaro que jamás cantó cantará de nuevo en ti. 4cada flor que jamás floreció ha conservado su perfume y hermosura para ti. 5¿Qué objetivo puede suplantar a la Voluntad de Dios y a la de Su Hijo de que el Cielo le sea resti­tuido a aquel para quien fue creado como su único hogar? 6No ha habido nada ni antes ni después. 7No ha habido ningún otro lugar, ningún otro estado ni ningún otro tiempo. 8Nada que esté más allá o más acá. 9Nada más. 10En ninguna forma. 11Esto se lo puedes brindar al mundo entero y a todos los pensamientos erró­neos que se adentraron en él y permanecieron allí por un tiempo. 12¿De qué mejor manera se podrían llevar tus propios errores ante la verdad, que estando dispuesto a llevar la luz del Cielo contigo, según te diriges más allá del mundo de las tinieblas hacia la luz?



V. El estado de impecabilidad


1. El estado de impecabilidad es simplemente esto: todo deseo de atacar ha desaparecido, de modo que no hay razón para percibir al Hijo de Dios de ninguna otra forma excepto como es. 2La nece­sidad de que haya culpabilidad ha desaparecido porque ya no tiene propósito, y sin el objetivo de pecado no tiene sentido. 3El ataque y el pecado son una misma ilusión, pues cada uno es la causa, el objetivo y la justificación del otro. 4Por su cuenta nin­guno de los dos tiene sentido, si bien parece derivar sentido del otro. 5Cada uno depende del otro para conferirle el significado que parece tener. 6Y nadie podría creer en uno de ellos a menos que el otro fuese verdad, pues cada uno de ellos da fe de que el otro tiene que ser cierto.

2. El ataque convierte a Cristo en tu enemigo y a Dios junto con Él. 2¿Cómo no ibas a estar atemorizado con semejantes "enemi­gos"? 3¿Y cómo no ibas a tener miedo de ti mismo? 4Pues te has hecho daño, y has hecho de tu Ser tu "enemigo". 5ahora no puedes sino creer que tú no eres tú, sino algo ajeno a ti mismo, "algo distinto", "algo" que hay que temer en vez de amar. 6¿Quién atacaría lo que percibe como completamente inocente? 7¿Y quién que desease atacar, podría dejar de sentirse culpable por abrigar ese deseo, aunque anhelase la inocencia? 8Pues, ¿quién podría considerar al Hijo de Dios inocente y al mismo tiempo desear su muerte? 9Cada vez que contemplas a tu hermano, Cristo se halla ante ti. 10Él no se ha marchado porque tus ojos estén cerrados. 11Mas ¿qué podrías ver si buscas a tu Salvador y lo contemplas con ojos que no ven?

3. No es a Cristo a quien contemplas cuando miras de esa manera. 2A quien ves es al "enemigo", a quien confundes con Cristo. 3lo odias porque no puedes ver en él pecado alguno. 4Tampoco oyes su llamada suplicante, cuyo contenido no cambia sea cual sea la forma en que la llamada se haga, rogándote que te unas a él en inocencia y en paz. 5Sin embargo, tras los insensatos alaridos del ego, tal es la llamada que Dios le ha encomendado que te haga, a fin de que puedas oír en él Su Llamada a ti, y la contestes devol­viéndole a Dios lo que es Suyo.

4. El Hijo de Dios sólo te pide esto: que le devuelvas lo que es suyo, para que así puedas participar de ello con él. 2Por separado ni tú ni él lo tenéis. 3Y así, no os sirve de nada a ninguno de los dos. 4Pero si disponéis de ello juntos, os proporcionará a cada uno de vosotros la misma fuerza para salvar al otro y para salvarse a sí mismo junto con él. 5Si lo perdonas, tu salvador te ofrece salva­ción. 6Si lo condenas, te ofrece la muerte. 7Lo único que ves en cada hermano es el reflejo de lo que elegiste que él fuese para ti. 8Si decides contra su verdadera función -la única que tiene en realidad- lo estás privando de toda la alegría que habría encon­trado de haber podido desempeñar el papel que Dios le encomendó. 9Pero no pienses que sólo él pierde el Cielo. 10Y éste no se puede recuperar a menos que le muestres el camino a través de ti, para que así tú puedas encontrarlo, caminando con él.

5. Su salvación no supone ningún sacrificio para ti, pues me­diante su libertad tú obtienes la tuya. 2Permitir que su función se realice es lo que permite que se realice la tuya. 3Y así, caminas en dirección al Cielo o al infierno, pero no solo. 4¡Cuán bella será su impecabilidad cuando la percibas! 5¡Y cuán grande tu alegría cuando él sea libre para ofrecerte el don de la visión que Dios le dio para ti! 6Él no tiene otra necesidad que ésta: que le permitas completar la tarea que Dios le encomendó. 7Recuerda única­mente esto: que lo que él hace tú lo haces junto con él. 8Y tal como lo consideres, así definirás su función con respecto a ti hasta que lo veas de otra manera y dejes que él sea para ti lo que Dios dispuso que fuese.


6. Frente al odio que el Hijo de Dios pueda tener contra sí mismo, se encuentra la creencia de que Dios es impotente para salvar lo que Él creó del dolor del infierno. 2Pero en el amor que él se muestra a sí mismo, Dios es liberado para que se haga Su Volun­tad. 3Ves en tu hermano la imagen de lo que crees es la Voluntad de Dios para ti. 4Al perdonar entenderás cuánto te ama Dios, pero si atacas creerás que te odia, al pensar que el Cielo es el infierno. 5Mira a tu hermano otra vez, pero con el entendimiento de que él es el camino al Cielo o al infierno, según lo percibas. 6Y no te olvides de esto: el papel que le adjudiques se te adjudicará a ti, y por el camino que le señales caminarás tú también porque ése es tu juicio acerca de ti mismo.




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