DESPERTAR AL AMOR

lunes, 16 de octubre de 2017

16 OCTUBRE: El pasado ya pasó. No me puede afectar.


AUDIOLIBRO



EJERCICIOS  


LECCIÓN 289


El pasado ya pasó. No me puede afectar.


1. A menos que el pasado se haya borrado de mi mente, no podré contemplar el mundo real. 2Pues en ese caso no estaría contem­plando nada, sino viendo lo que no esta ahí. 3¿Cómo podría entonces percibir el mundo que el perdón ofrece? 4El propósito del pasado fue precisamente ocultarlo, pues dicho mundo sólo se puede ver en el ahora. 5No tiene pasado. 6Pues, ¿a qué se le puede conceder perdón sino al pasado, el cual al ser perdonado desapa­rece?

2. Padre, no me dejes contemplar un pasado que no existe. 2Pues Tú me has ofrecido Tu Propio sustituto: un mundo presente que el pasado ha dejado intacto y libre de pecado. 3He aquí el final de la culpabilidad. 4Y aquí me preparo para Tu paso final. 5¿Cómo iba a exigirte que siguieses esperando hasta que Tu Hijo encontrase la belleza que Tu dispusiste fuese el final de todos sus sueños y todo su dolor?





Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

En el Curso estamos aprendiendo que la mente es la causa del mundo que vemos. Supongamos que me enfado con alguien. En lugar de suponer, como he hecho toda mi vida, que lo que he visto es real, reconozco que es una ilusión. No intento entenderlo, simplemente se lo ofrezco al Espíritu Santo. Reconozco que mis pensamientos de enfado no están causados por lo que veo, sino que están causados por mi interpretación de ello.

Mis pensamientos son anteriores a cualquier cosa que veo o que oigo. Muchas personas ven en esto lo que para mí es sólo una interpretación parcial. Piensan que nuestros pensamientos actuales no son causados por lo que está sucediendo ahora, sino que suponen que tiene que haber algo en el pasado que causó esos sentimientos. Su pregunta es: “¿Te acuerdas de algún otro momento en el que te sentiste así?” La idea es que puedes recordar algún acontecimiento pasado que provocó ese sentimiento, que puedes separar el sentimiento del de ahora. “No estoy enfadado contigo, estoy enfadado porque para mí representas a mi madre”. Ese tipo de cosas. El Curso habla acerca de estas “sombrías figuras” del pasado, pero señala que esas sombrías figuras “no son reales, y no pueden ejercer ningún dominio sobre ti, a menos que las lleves contigo” (T.13.IV.6:2). (Las secciones IV a VI del Capítulo 13 tratan de liberar el pasado). Dicho de otra manera, nuestra angustia o enfado actuales no están causados por el pasado, sino por una decisión presente de llevar su dolor al ahora. Una decisión que se toma ahora también puede deshacerse ahora.

El pasado “no me puede afectar”. Y los sentimientos del pasado tampoco pueden ser la causa de mis sentimientos. El error de relacionar emociones presentes con acontecimientos pasados, que ciertamente puede ser útil en cierto grado, es que relaciona falsamente algún acontecimiento o persona como la causa de mi sentimiento, entonces mi sentimiento es el efecto. La explicación que el Curso da es que “el pasado ya pasó”. Si veo el pasado, “estoy viendo lo que no está ahí” (1:2). El Curso dice que el único pensamiento que se puede tener del pasado es que no está aquí” (L.8.2:1). Ya no existe. Todo lo que existe es un pensamiento en mi mente que yo llamo un recuerdo, y ese recuerdo es imperfecto, desviado hacia mi interpretación y sin tener en cuenta la realidad interna de las otras personas que también estaban allí. Todo lo que recuerdo es lo que vi, lo que oí, lo que pensé, lo que sentí. Así que mi imagen del pasado es completamente inadecuada, y no puede ser la base de ningún juicio que tenga razón
.
Cuando reconozco que mi sentimiento de ahora está causado por ver acontecimientos actuales a través de un recuerdo del pasado, eso me puede servir para separar mis sentimientos de las cosas que están sucediendo ahora. Pero necesito dar un paso más. Necesito ver que mis sentimientos tampoco están causados por el pasado. El pasado no tiene poder sobre mí. El pasado no existe. El pasado que recuerdo son mis propios pensamientos acerca del pasado.

Si mis sentimientos no están causados por el presente ni por el pasado, entonces ¿qué los causa? Ciertamente el futuro no, que todavía no ha sucedido. Entonces ¿qué?

“Sólo mis propios pensamientos pueden afectarme” (L.338). Sólo mis pensamientos son la causa de mis sentimientos. Ésa es la causa. El Curso dice que finalmente tenemos que aprender que nada de fuera de nuestra mente puede afectarnos; que el pensamiento es lo único que existe. Todo lo demás es efecto del pensamiento, no la causa de nada (T.26.VII.4:9, T.10.In.1:1).

No hay nada externo a ti. Esto es lo que finalmente tienes que aprender. (T.18.VI.1:1-2)

¿Por qué tenemos pensamientos que causan malos sentimientos? Todo vuelve al pensamiento original de la separación. Pensamos que hemos robado nuestro ser a Dios, pensamos que logramos crear un ser separado, y pensamos que Dios tiene que estar enfadado. Creemos en la ira de Dios. En palabras menos teológicas, nos sentimos culpables porque nos vemos viviendo en un mundo que exige egoísmo para sobrevivir. Nos sentimos culpables porque pensamos que estamos separados y que es nuestra propia culpa.

Todos tenemos este profundo sentimiento de culpa, tan profundo que nos asusta. Ni siquiera podemos soportar mirarlo de frente. Tenemos miedo del olvido, de la muerte, y más aún del infierno. El miedo se disfraza de muchas formas: ira, depresión, celos, indiferencia. Abrimos los ojos e inmediatamente buscamos un chivo expiatorio, algo a lo que culpar por estos sentimientos terribles. Inevitablemente encontramos un culpable. “¡Tú! ¡Tú eres el que me ha robado la paz!” Inventamos el mundo para eso.

El Espíritu Santo entra en nuestra vida para “valerse de esos medios que inventaste a fin de exiliarte para llevar a tu mente allí donde verdaderamente se encuentra en su hogar” (L.pII.7.3:3). Miramos a cada acontecimiento como un posible chivo expiatorio para nuestros horribles sentimientos. El Espíritu Santo contempla cada acontecimiento como un medio para mostrarnos el Amor. Aprendemos a ver todo como Amor o como una petición de Amor. Para el ego, todo da testimonio de la separación y de la culpa. Para el Espíritu Santo, todo da testimonio de la realidad del Amor. Para ver el mundo que el perdón nos ofrece, tenemos que estar dispuestos a abandonar el pasado y a ver que no nos puede afectar ahora. El mundo perdonado únicamente se puede ver ahora. Tenemos que elegir dejar de mirar a “un pasado que ya no está aquí”.


¿Qué es el Espíritu Santo? (Parte 9)

L.pII.7.5:1-2

El Espíritu Santo es “el regalo que Tu Padre te hace. Es un llamamiento que el Amor le hace al Amor para que tan sólo sea lo que es” (L.pII.7.5:1-2). Eso es lo que hace la Llamada dentro de nosotros. Es el Amor llamándose a Sí Mismo para que sea Él Mismo. Cuando empiezo a sentir que Dios me llama a algún tipo de “rendición” que parece que estoy sometiendo mi voluntad a otra voluntad superior, me recuerdo que lo que está sucediendo es simplemente que me estoy rindiendo al Amor. Me estoy rindiendo a Mí Mismo, a lo que de verdad soy. Dios no me llama a que renuncie a mí mismo y me convierta en algo que no quiero ser, Dios me llama a que sea mi Ser. A que sea lo que fui creado y lo que todavía soy.

Me he confundido y convencido a mí mismo de que soy otra cosa, y ahora tengo miedo al oír la llamada a regresar a mí mismo, a “regresar al Amor” (como lo llama Marianne Williamson). Parece como si se me pidiera que renuncie a mí mismo, que me “rinda” a Dios a costa de mi propio ser. La verdad es justamente todo lo contrario. Se me pide que me rinda a lo que de verdad soy. Se me llama al Amor, porque Amor es lo que yo soy.





TEXTO

VI. Tu función especial


1. La gracia de Dios descansa dulcemente sobre los ojos que per­donan, y todo lo que éstos contemplan le habla de Dios al especta­dor. 2Él no ve maldad, ni nada que temer en el mundo o nadie que sea diferente de él. 3Y de la misma manera en que ama a otros con amor y con dulzura, así se contempla a sí mismo. 4Él no se condenaría a sí mismo por sus propios errores tal como tam­poco condenaría a otro. 5No es un árbitro de venganzas ni un castigador de pecadores. 6La dulzura de su mirada descansa sobre sí mismo con toda la ternura que les ofrece a los demás. 7Pues sólo quiere curar y bendecir. 8Y puesto que actúa en armo­nía con la Voluntad de Dios, tiene el poder de curar y bendecir a todos los que contempla con la gracia de Dios en su mirada.

2. Los ojos se acostumbran a la oscuridad, y la luz de un día soleado les resulta dolorosa a los ojos aclimatados desde hace mucho a la tenue penumbra que se percibe durante el crepús­culo. 2Dichos ojos esquivan la luz del sol y la claridad que ésta le brinda a todo lo que contemplan. 3La penumbra parece mejor: más fácil de ver y de reconocer. 4De alguna manera lo vago y lo sombrío parece ser más fácil de contemplar y menos doloroso para los ojos que lo que es completamente claro e inequívoco. 5Éste, no obstante, no es el propósito de los ojos, y ¿quién puede decir que prefiere la oscuridad y al mismo tiempo afirmar que desea ver?

3. Tu deseo de ver hace que la gracia de Dios descienda sobre tus ojos, trayendo consigo el regalo de luz que hace que la visión sea posible. 2¿Quieres realmente contemplar a tu hermano? 3A Dios le complacería que lo hicieses. 4No es Su Voluntad que no reco­nozcas a tu salvador. 5Tampoco es Su Voluntad que tu salvador no desempeñe la función que Él le encomendó. 6No dejes que se siga sintiendo solo por más tiempo, pues los que se sienten solos son aquellos que no ven ninguna función en el mundo que ellos puedan desempeñar, ningún lugar en el que se les necesite, ni ningún objetivo que sólo ellos puedan alcanzar perfectamente.

4. Ésta es la percepción benévola que el Espíritu Santo tiene del deseo de ser especial: valerse de lo que tú hiciste para sanar en vez de para hacer daño. 2A cada cual Él le asigna una función especial en la salvación que sólo él puede desempeñar, un papel exclusivamente para él. 3Y el plan no se habrá llevado a término hasta que cada cual descubra su función especial y desempeñe el papel que se le asignó para completarse a sí mismo en un mundo donde rige la incompleción.

5. Aquí, donde las leyes de Dios no rigen de forma perfecta, él todavía puede hacer una cosa perfectamente y llevar a cabo una elección perfecta. 2Y por este acto de lealtad especial hacia uno que percibe como diferente de sí mismo, se da cuenta de que el regalo se le otorgó a él mismo y, por lo tanto, de que ambos tienen que ser necesariamente uno. 3El perdón es la única función que tiene sentido en el tiempo. 4Es el medio del que el Espíritu Santo se vale para transformar el especialismo de modo que de pecado pase a ser salvación. 5El perdón es para todos. 6Mas sólo es com­pleto cuando descansa sobre todos, y toda función que este mundo tenga se completa con él. 7Entonces el tiempo cesa. 8No obstante, mientras se esté en el tiempo, es mucho lo que todavía queda por hacer. 9Y cada uno tiene que hacer lo que se le asignó, pues todo el plan depende de su papel. 10Cada uno tiene un papel especial en el tiempo, pues eso fue lo que eligió, y, al elegirlo, hizo que fuese así para él. 11No se le negó su deseo, sino que se modi­ficó la forma del mismo, de manera que redundase en beneficio de su hermano y de él, y se convirtiese de ese modo en un medio para salvar en vez de para llevar a la perdición.

6. La salvación no es más que un recordatorio de que este mundo no es tu hogar. 2No se te imponen sus leyes, ni sus valores son los tuyos. 3Y nada de lo que crees ver en él se encuentra realmente ahí. 4Esto se ve y se entiende a medida que cada cual desempeña su papel en el des-hacimiento del mundo, tal como desempeñó un papel en su fabricación. 5Cada cual dispone de los medios para ambas posibilidades, tal como siempre dispuso de ellos. 6Dios dispuso que el especialismo que Su Hijo eligió para hacerse daño a sí mismo fuese igualmente el medio para su salvación desde el preciso instante en que tomó esa decisión. 7Su pecado especial pasó a ser su gracia especial. 8Su odio especial se convir­tió en su amor especial.

7. El Espíritu Santo necesita que desempeñes tu función especial, de modo que la Suya pueda consumarse. 2No pienses que no tienes un valor especial aquí. 3Tú lo quisiste, y se te concedió. 4Todo lo que has hecho se puede utilizar, fácil y provechosa­mente, a favor de la salvación. 5El Hijo de Dios no puede tomar ninguna decisión que el Espíritu Santo no pueda emplear a su favor, en vez de contra él. 6Sólo en la oscuridad parece ser un ataque tu deseo de ser especial. 7En la luz, lo ves como la función especial que te corresponde desempeñar en el plan para salvar al Hijo de Dios de todo ataque y hacerle entender que está a salvo, tal como siempre lo estuvo y lo seguirá estando, tanto en el tiempo como en la eternidad. 8Ésta es la función que se te enco­mendó con respecto a tu hermano. 9Acéptala dulcemente de la mano de tu hermano, y deja que la salvación se consume perfec­tamente en ti. 10Haz sólo esto y todo se te dará.

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