DESPERTAR AL AMOR

martes, 24 de octubre de 2017

24 OCTUBRE: El perdón es el único regalo que doy.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS 


LECCIÓN 297


El perdón es el único regalo que doy.


1. El perdón es el único regalo que doy, ya que es el único regalo que deseo. 2Y todo lo que doy, es a mí mismo a quien se lo doy. 3Ésta es la sencilla fórmula de la salvación. 4Y yo, que quiero salvarme, la adoptaré, para regir mi vida por ella en un mundo que tiene necesidad de salvación y que se salvará al aceptar yo la Expiación para mí mismo.

2. Padre, ¡cuán certeros son Tus caminos; cuán seguro su desenlace final y cuán fielmente se ha trazado y logrado cada paso de mi salvación mediante Tu Gracia! 2Gracias a Ti por Tus eternos regalos, y gracias a Ti también por mi Identidad.




Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

¿Qué quiero tener? Sea lo que sea, darlo es el modo de tenerlo. Y cuanto más avanzo, más me doy cuenta de que “El perdón es el único regalo que… deseo” (1:1).

¿Qué puedo querer sino liberarme de la carga del juicio a mí mismo? ¿Qué puedo querer fuera de esto? Liberarme del juicio a mí mismo es reconocer mi perfección y que nada me falta, tal como Dios me creó. Es reconocer que nada de lo que he hecho, pensado o dicho, ha disminuido lo más mínimo mi valía y hermosura a la vista de Dios.

Si esto es lo que quiero, voy a darlo hoy, porque “Todo lo que doy, es a mí mismo a quien se lo doy” (1:2). Voy a extender este reconocimiento a todos con los que me encuentre hoy: que nada de lo que han hecho, pensado o dicho, ha disminuido lo más mínimo su valía y hermosura a mi vista.

Cada paso de mi salvación ya se ha dado (2:1). No se ha pasado nada por alto. No hay razón para estar inquieto o ansioso, preocupado acerca de si lo conseguiré o cuándo lo conseguiré. Lo conseguiré. Sí, lo haré. Eso es todo lo que necesito saber. Ya se ha logrado, y puedo hacer este viaje ilusorio (imaginario) en paz, sabiendo que en la realidad ya se ha acabado.


¿Qué es el mundo real? (Parte 7)

L.pII.8.4:1

El mundo real es el símbolo de que al sueño de pecado y culpabilidad le ha llegado su fin y de que el Hijo de Dios ha despertado. (L.pII.8.4:1)

El mundo que ve una mente que está en paz, que se ha perdonado a sí misma, es un símbolo. Un símbolo representa algo, no es la cosa en sí, pero es algo que lo indica hace que te lo imagines. ¿Qué representa el mundo real? Que “al sueño de pecado y culpabilidad le ha llegado su fin y de que el Hijo de Dios ha despertado” (4:1).

El mundo real es un símbolo que nos dice que nuestro sueño de pecado y culpa ya se ha terminado y que ya nos hemos despertado. Ver el mundo real es una señal para nosotros de que lo que la percepción ve es sólo un sueño, y de que hay una realidad superior más allá del sueño. Cuando no veamos nada que condenar, esa visión nos habla de una realidad superior. Cuando únicamente veamos seguridad, amor y dicha rodeándonos, sin ningún peligro que nos aceche por ningún sitio, esa percepción nos está comunicando que no somos este cuerpo y que la vida no tiene un final. Nos está diciendo que sólo el amor es real, y que el miedo no existe. Dentro de la ilusión de la percepción, estamos viendo algo que habla de una realidad eterna. Lo que vemos nos recuerda que no somos el sueño. Nuestra mente ya está despierta porque:

Dios sólo crea mentes despiertas. Él no duerme, y Sus creaciones no pueden poseer algo que Él no les confiera, ni dar lugar a condiciones que Él no comparte con ellas. (L.167.8:1-2)

La mente sólo existe despierta, porque Dios la creó despierta. Lo que Él crea no puede estar dormido si Él no nos dio ese sueño. Tampoco podemos hacernos dormir a nosotros mismos. Por lo tanto, tenemos que estar despiertos ya. Esto es lo que el mundo real representa para nosotros. Dentro de la ilusión nos habla de nuestra realidad eterna. Dentro del mundo, la percepción de este símbolo es nuestro único propósito. Cualquier otro propósito pertenece a este mundo. Nuestro destino final está más allá de este mundo. Pero aunque es nuestro destino final, lo que está más allá de la percepción no es asunto nuestro ahora. Nuestra tarea está en el reino de la percepción: “La percepción tiene que ser corregida antes de que puedas llegar a saber nada” (T.3.III.1:2). “De lo que más necesidad tienes es de aprender a percibir, pues no entiendes nada” (T.11.VIII.3:5).

Estamos dedicados al proceso de permitir que nuestras percepciones sean corregidas, que es lo que hace el perdón. Cuando hagamos esto, veremos el mundo real con más claridad y con más frecuencia, hasta que sea todo lo que veamos. Y entonces nuestra tarea está hecha, y Dios me tenderá la mano y me llevará al hogar.

Con todo, el perdón es el medio por el cual reconoceré mi inocencia. Es el reflejo del Amor de Dios en la tierra. Y me llevará tan cerca del Cielo que el Amor de Dios podrá tenderme la mano y elevarme hasta Él. (L.60.1:4-6)







TEXTO

 

III. La zona fronteriza


1. La complejidad no forma parte de Dios. 2¿Cómo podría formar parte de Él cuando Él sólo conoce lo que es uno? 3Él solamente conoce una sola creación, una sola realidad, una sola verdad y un solo Hijo. 4Nada puede estar en conflicto con lo que es uno solo. 5¿Cómo iba a poder haber entonces complejidad en Él? 6¿Entre qué habría que decidir? 7Pues el conflicto es lo que da lugar a las alternativas. 8La verdad es simple: es una sola y no tiene opuestos. 9¿Y cómo iba a poder presentarse la discordia ante su simple pre­sencia y dar lugar a la complejidad allí donde únicamente existe la unicidad? 10La verdad no elige, pues no existen alternativas entre las que elegir. 11Y sólo si las hubiera, podría ser la elección un paso necesario en el avance hacia la unicidad. 12En lo que es todo no hay cabida para nada más. 13Sin embargo, esta inmensidad se encuentra más allá del alcance de este plan de estudios. 14No es necesario, pues, que nos detengamos en algo que no puede ser captado de inmediato.

2. Existe una zona fronteriza en el pensamiento que se encuentra entre este mundo y el Cielo. 2No es un lugar, y cuando llegas a ella, te das cuenta de que está fuera de los confines del tiempo. 3Ahí es adonde se llevan todos los pensamientos, donde se recon­cilian los valores conflictivos y donde todas las ilusiones se depo­sitan ante la verdad y se juzgan como falsas. 4Esta zona fronteriza está justo más allá de las puertas del Cielo. 5Ahí todo pensa­miento se vuelve puro y totalmente simple. 6Ahí se niega el pecado y en su lugar se recibe todo lo que simplemente es.

3. Éste es el final de la jornada. 2Nos hemos referido a ese lugar como el mundo real. 3Sin embargo, hay una contradicción en esto, en el sentido de que las palabras implican la idea de una realidad limitada, una verdad parcial, un segmento del universo hecho realidad. 4Esto se debe a que el conocimiento no ataca a la percepción. 5Ambos se llevan sencillamente el uno ante el otro, y sólo uno de ellos continúa más allá de la puerta donde se encuen­tra la Unicidad. 6La salvación es una zona fronteriza donde los conceptos de lugar y tiempo, así como el de elegir tienen aún significado, si bien se puede ver que son temporales, que están fuera de lugar y que toda elección ya se ha llevado a cabo.

4. Ninguna creencia que el Hijo de Dios albergue puede ser des­truida. 2Pero lo que es verdad para él tiene que llevarse ante la última comparación que él jamás tendrá que hacer: la última posible evaluación, el juicio final sobre este mundo. 3Se trata del juicio de la verdad con respecto a la ilusión, y el del conocimiento con respecto a la percepción: "No tiene ningún significado y no existe". 4Esto no es algo que tú decidas. 5Es la simple declaración de un simple hecho. 6Pero en este mundo no hay hechos simples porque todavía no está claro lo que es lo mismo y lo que es dife­rente. 7Esta distinción es lo único que se debe tener en cuenta a la hora de tomar cualquier decisión. 8Pues en ella radica la diferen­cia entre los dos mundos. 9En este mundo, elegir se vuelve impo­sible. 10En el mundo real, se simplifica.

5. La salvación se detiene justo antes del umbral del Cielo, pues sólo la percepción necesita salvación. 2El Cielo jamás se perdió, y, por lo tanto, no se puede salvar. 3Mas ¿quién puede elegir entre su deseo del Cielo y su deseo del infierno a menos que reconozca que no son lo mismo? 4Reconocer la diferencia es la meta de aprendizaje que este curso se ha propuesto. 5No irá más allá de este objetivo. 6Su único propósito es enseñar qué es lo mismo y qué es diferente, sentando así las bases sobre las que hacer la única elección que se puede hacer.

6. Este mundo complejo y super-complicado no te ofrece nin­guna base sobre la que elegir. 2Pues nadie comprende lo que es lo mismo, y todo el mundo parece estar eligiendo entre alternativas que realmente no existen. 3El mundo real es la esfera de la elec­ción hecha realidad, no en el resultado final, sino en la percepción de las alternativas entre las que se puede elegir. 4La idea de que hay alternativas entre las que elegir es una ilusión. 5Aun así, dentro de esta ilusión yace el des-hacimiento de todas las ilusio­nes, incluida ella.

7. ¿No se parece esto a tu función especial, en la que la separa­ción se subsana al pasar de lo que antes era el propósito de ser especial a lo que ahora es el de estar unido? 2Todas las ilusiones son una. 3Y en el reconocimiento de este hecho radica el que pue­das abandonar todo intento de elegir entre ellas y de hacerlas diferentes. 4¡Qué fácil es elegir entre dos cosas que obviamente son distintas! 5En esto no hay conflicto. 6Abandonar una ilusión que se reconoce como tal no puede ser un sacrificio. 7Cuando se desposee de realidad a aquello que nunca fue verdad, ¿cómo iba a ser difícil renunciar a ello y elegir lo que, por ende, no puede sino ser real?


IV. El lugar que el pecado dejó vacante


1. En este mundo el perdón es el equivalente de lo que en el Cielo es la justicia. 2El perdón transforma el mundo del pecado en un mundo simple, en el que se puede ver el reflejo de la justicia que emana desde más allá de la puerta tras la cual reside lo que carece de todo límite. 3No hay nada en el amor ilimitado que pudiese necesitar perdón. 4Y lo que en el mundo es caridad, más allá de la puerta del Cielo pasa a ser simple justicia. 5Nadie perdona a menos que haya creído en el pecado y aún crea que hay mucho por lo que él mismo necesita ser perdonado. 6El perdón se vuelve de esta manera el medio por el que aprende que no ha hecho nada que necesite perdón. 7El perdón siempre descansa en el que lo concede, hasta que reconoce que ya no lo necesita más. 8De este modo, se le reinstaura a su verdadera función de crear, que su perdón le ofrece nuevamente.

2. El perdón convierte el mundo del pecado en un mundo de glo­ria, maravilloso de ver. 2Cada flor brilla en la luz, y en el canto de todos los pájaros se ve reflejado el júbilo del Cielo. 3No hay tris­teza ni divisiones, pues todo se ha perdonado completamente. 4Y los que han sido perdonados no pueden sino unirse, pues nada se interpone entre ellos para mantenerlos separados y aparte. 5Los que son incapaces de pecar no pueden sino percibir su unidad, pues no hay nada que se interponga entre ellos para alejar a unos de otros. 6Se funden en el espacio que el pecado dejó vacante, en jubiloso reconocimiento de que lo que es parte de ellos no se ha mantenido aparte y separado.

3. El santo lugar en el que te encuentras no es más que el espacio que el pecado dejó vacante. 2En su lugar ves alzarse ahora la faz de Cristo. 3¿Quién podría contemplar la faz de Cristo y no recor­dar a Su Padre tal como Éste realmente es? 4¿Y quién que temiese al amor, podría pisar la tierra en la que el pecado ha dejado un sitio para que se erija un altar al Cielo que se eleve muy por encima del mundo hasta llegar más allá del universo y tocar el Corazón de toda la creación? 5¿Qué es el Cielo, sino un himno de gratitud, de amor y de alabanza que todo lo creado le canta a la Fuente de su creación? 6El más santo de los altares se erige donde una vez se creyó reinaba el pecado. 7Y a él vienen todas las luces del Cielo, para ser reavivadas y para incrementar su gozo. 8Pues en este altar se les restituye lo que habían perdido y recobran todo su fulgor.

4. Los milagros que el perdón deposita ante las puertas del Cielo no son insignificantes. 2Aquí el Hijo de Dios Mismo viene a reci­bir cada uno de los regalos que lo acerca más a su hogar. 3Ni uno solo de ellos se pierde, y a ninguno se le atribuye más valor que a otro. 4Cada uno de esos regalos le recuerda el amor de su Padre en igual medida que el resto. 5cada uno le enseña que lo que él temía, es lo que más ama. 6¿Qué otra cosa, salvo un milagro, podría hacerle cambiar de mentalidad de modo que comprenda que el amor no puede ser temido? 7¿Qué otro milagro puede haber aparte de éste? 8¿Y qué otra cosa se podría necesitar para que el espacio entre vosotros desaparezca?

5. Donde antes se percibía el pecado se alzará un mundo que se convertirá en el altar de la verdad, y allí tú te unirás a las luces del Cielo y entonarás con ellas su himno de gratitud y alabanza. 2tal como ellas vienen a ti para completarse a sí mismas, así tú te dirigirás a ellas con el mismo propósito. 3Pues no hay nadie que pueda oír el himno del Cielo sin añadir el poder de su voz a él, haciéndolo así aún más dulce. 4todos se unirán al himno ante el altar que fue erigido en el pequeño espacio que el pecado proclamaba que era suyo. 5lo que entonces era minúsculo se habrá expandido hasta convertirse en un himno excelso en el que todo el universo se habrá unido cual una sola voz.


6. Esa pequeña mácula de pecado que aún se interpone entre vo­sotros está demorando el feliz momento en el que las puertas del Cielo se abrirán. 2¡Cuán pequeño es el obstáculo que te impide disponer de la riqueza del Cielo! 3¡Y cuán grande será el gozo en el Cielo cuando te unas al imponente coro en alabanza al Amor de Dios!





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