DESPERTAR AL AMOR

martes, 3 de octubre de 2017

3 OCTUBRE: Se me ha dado la Palabra de Dios para que la comparta.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS 


LECCIÓN 276


Se me ha dado la Palabra de Dios para que la comparta.


1. ¿Qué dice la Palabra de Dios? 2"Mi Hijo es tan puro y santo como Yo Mismo." 3Así fue como Dios se convirtió en el Padre del Hijo que Él ama, pues así fue como lo creó. 4Ésta es la Palabra que el Hijo no creó con el Padre, pues nació como resultado de ella. 5Aceptemos Su Paternidad, y todo se nos dará. 6Mas si negamos que fuimos creados en Su Amor, estaremos negando nuestro Ser, y así, no tendremos certeza acerca de quiénes somos, Quién es nuestro Padre y cuál es nuestro propósito aquí. 7No obstante, sólo con que reconozcamos a Aquel que nos dio Su Palabra en nuestra creación, Su recuerdo aflorará de nuevo en nuestras mentes y así podremos recordar a nuestro Ser.

2. Padre, he hecho mía Tu Palabra. ?Y es ésta la que les quiero compartir a todos mis hermanos, quienes me fueron confiados para que los amara como si fuesen míos, tal como yo soy amado, bendecido y salvado por Ti.






Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

La frase “la Palabra de Dios” de Un Curso de Milagros aquí se define como: "Mi Hijo es tan puro y santo como Yo Mismo" (1:2). En otro lugar se dice que es: “Soy tal como Dios me creó” (L.110.11:4-6). Fuimos creados por esta Palabra; como en la Biblia, Él habló, y así se hizo: “Dios dijo: „Hágase la luz‟ (Génesis 1:3). Igualmente Él dijo: "Mi Hijo es tan puro y santo como Yo Mismo", y fue creado el Hijo, puro y santo como Dios. El Pensamiento que Dios tuvo acerca de nosotros fue Su acto creativo de Paternidad, permanece sin cambios y sin posibilidad de cambios. Yo no puedo hacerme algo distinto a lo que Dios me creó.

Aceptemos Su Paternidad, y todo se nos dará. (1:5)

Oír Su Palabra es aceptar Su Paternidad, aceptar que fuimos creados en Su Amor y que no podemos ser distintos a lo que Él creó y dispuso que fuésemos. Es aceptar la Expiación (M.22.1:6), el hecho indudable de que yo (es decir, mi verdadero Ser, y no la imagen de mi ego) soy tan puro y santo como Dios Mismo.

Y es ésta la que les quiero compartir a todos mis hermanos, quienes me fueron confiados para que los amara como si fuesen míos. (2:2)

Lo que quiero comunicar a mis hermanos es que todos ellos comparten esta inocencia conmigo. Mis quejas, mis juicios, o mis críticas, comunican culpa. Mi perdón comunica su inocencia. Padre, muéstrame cómo comunicar la Expiación hoy, muéstrame cómo de palabra y de hecho hablar la Palabra de Dios: “Tú eres tan santo y puro como Dios Mismo”.

Esto se relaciona claramente con el comienzo de la página de introducción sobre Cristo:

Cristo es el Hijo de Dios tal como Él lo creó. Cristo es el Ser que compartimos. (L.pII.6.1:1-2)

Él es la única parte de ti que en verdad es real. Lo demás son sueños. (L.pII.6.3:2-3)


¿Qué es el Cristo? (Parte 6)

L.pII.6.3:4

Lo demás son sueños. Mas éstos se le entregarán a Cristo, para que se desvanezcan ante Su gloria y pueda por fin serte revelado tu santo Ser, el Cristo. (3:3-4)

Puedo pensar: “De acuerdo. Cristo es la única parte real de mí. Todo el resto, todas esas cosas que pienso de mí la mayor parte del tiempo, son sólo sueños. Pero estos sueños me parecen muy, muy reales. ¿Qué diablos hago con todos estos sueños? La respuesta está en estas palabras: “éstos se le entregarán a Cristo”. El Curso a menudo nos pide que hagamos esto de varias maneras, habla de llevar nuestra oscuridad a la luz, o de llevar nuestras fantasías a la realidad, o nuestras ilusiones a la verdad. Nosotros, en nuestra confusión no podemos ver la verdad acerca de nosotros o de otros, porque estamos cegados por nuestras ilusiones. El Espíritu Santo fue creado para nosotros para que viese la verdad en nuestro nombre hasta que podamos verla por nosotros mismos (T.17.II.1:6-8). Él representa a Cristo para nosotros, en nosotros. Nosotros Le traemos nuestros sueños a Él, y Él los transforma en la verdad (ver 4:1).

En términos prácticos esto significa que cuando me doy cuenta de que estoy viendo desde el punto de vista del ego de la separación y el ataque, necesito aquietarme, y dulcemente exponerle estas creencias al Espíritu Santo dentro de mi mente. Necesito decirle: “Así es como estoy viendo las cosas. Muéstrame cómo las ves Tú. Quiero verlas de manera diferente”.

Cuando descubrimos pensamientos oscuros en nuestra mente, pensamientos de ira, de celos, de autocompasión y desesperación, nuestra respuesta natural (del ego) es esconderlos, a menos que estemos tan ciegos como para identificarnos totalmente con ellos y justificarlos. Avergonzados de nuestros pensamientos erróneos, intentamos ocultarlos debajo de la alfombra y fingir que no están ahí. Esto no los hace desaparecer, sólo hace que queden sepultados. Por ejemplo, al hablar del odio del ego, el Curso nos enseña que buscamos relaciones de amor especiales para compensar nuestro odio. Dice: 

No puedes limitar el odio. La relación de amor especial no lo contrarrestará, sino que simplemente lo ocultará donde no puedas verlo. Mas es esencial que lo veas, y que no trates de ocultarlo. (T.16.IV.1:5-7)

Esconder nuestros pensamientos desagradables es negación. Y lleva directamente a la proyección (vemos nuestros pensamientos escondidos realizados por otros). Pensamos que ganamos puntos del ego al condenar a otras personas. Cuando nos disgustamos por los errores de otros, esto es lo que está sucediendo (T.17.I.6:5).

En lugar de eso, cuando no intentamos esconder nuestro ego, sino que voluntariamente lo llevamos a la luz dentro de nosotros para que desaparezca, desaparece. No necesitamos entender cómo sucede esto, porque nosotros no lo hacemos; el Espíritu Santo lo hace (T.17.I.6:3-4). De lo único que tenemos que ocuparnos es de estar dispuestos a que suceda. Cuando desaparecen las ilusiones que están ocultando la verdad, nuestro santo Ser, el Cristo, nos es revelado al fin (3:4).







TEXTO 

 

II. La perfidia de creerse especial



1. Hacer comparaciones es necesariamente un mecanismo del ego, pues el amor nunca las hace. 2Creerse especial siempre con­lleva hacer comparaciones. 3Pues se establece al ver una falta en otro; y se perpetúa al buscar y mantener claramente a la vista cuanta falta se pueda encontrar. 4Esto es lo que persigue el especialismo, y esto es lo que contempla. 5Y aquel a quien tu deseo de ser especial así rebaja, habría sido tu salvador si tú no hubieses elegido usarlo como un triste ejemplo de cuán especial eres tú. 6Frente a la pequeñez que ves en él, tú te yergues alto y señero, irreprochable y honesto, puro e inmaculado. 7No entiendes que al hacer eso es a ti mismo a quien rebajas.

2. Tratar de ser especial es siempre a costa de la paz. 2¿Quién podría atacar y menospreciar a su salvador y al mismo tiempo reconocer su fuerte apoyo? 3¿Quién podría menoscabar su omni­potencia y al mismo tiempo compartir su poder? 4¿Y quién podría usarlo como medida de la pequeñez y al mismo tiempo liberarse de toda limitación? 5Tú tienes una función que desem­peñar en la salvación. 6Realizarla te brindará felicidad. 7Pero tratar de ser especial siempre te ocasionará dolor. 8Pues es una meta que se opone a la salvación, y, por lo tanto, va en contra de la Voluntad de Dios. 9Atribuir valor a ser especial es apreciar una voluntad ajena, para la cual las ilusiones acerca de ti son más importantes que la verdad.

3. Ser especial es la idea del pecado hecha realidad. 2Sin esa base no es posible ni siquiera imaginarse el pecado. 3Pues el pecado surgió de ella, de lo que no es nada, y no es más que una flor maléfica desprovista de raíces. 4He aquí al que se ha erigido a sí mismo en "salvador", el "creador" que crea de forma diferente a como crea el Padre e hizo que Su Hijo fuese como él y no como el Padre. 5Sus hijos "especiales" son muchos, nunca uno solo, y cada uno de ellos se encuentra exiliado de sí mismo y de Aquel de Quien forma parte. 6Y ninguno de ellos ama la Unicidad * que los creó como uno solo con Él. 7Ellos eligieron el especialismo en lugar del Cielo y de la paz, y lo envolvieron cuidadosamente en el pecado para mantenerlo "a salvo" de la verdad.

4. Tú no eres especial. 2Si crees que lo eres y quieres defender tu especialismo en contra de la verdad de lo que realmente eres, ¿cómo vas a poder conocer la verdad? 3¿Qué respuesta del Espí­ritu Santo podría llegar hasta ti, cuando a lo que escuchas es a tu deseo de ser especial, que es lo que pregunta y lo que responde? 4Tan sólo prestas oídos a su mezquina respuesta, la cual ni siquiera se oye en la melodía que en amorosa alabanza de lo que eres fluye eternamente desde Dios a ti. 5Y este colosal himno de honor que amorosamente se te ofrece por razón de lo que eres parece silencioso e inaudible ante el "poderío" de tu especia­lismo. 6Te esfuerzas por escuchar una voz que no tiene sonido, y, sin embargo, la Llamada de Dios Mismo te parece insonora.

5. Puedes defender tu especialismo, pero nunca oirás la Voz que habla en favor de Dios a su lado, 2pues hablan diferentes idiomas y llegan a oídos diferentes. 3Para todo aquel que se cree especial la verdad tiene un mensaje diferente, y un significado distinto. 4Sin embargo, ¿cómo podría ser que la verdad fuese diferente para cada persona? 5Los mensajes especiales que oyen los que se creen especiales les convencen de que ellos son diferentes y de que son algo aparte, cada uno con sus pecados especiales y "a salvo” del amor, el cual no ve su especialismo en absoluto. 6La visión de Cristo es su "enemigo", pues no ve aquello que ellos quieren ver y les mostraría que el especialismo que ellos creen ver es una ilusión.

6. ¿Qué podrían ver en su lugar? 2Podrían ver el brillante fulgor del Hijo de Dios, tan semejante al de su Padre que el recuerdo de Éste alborearía de inmediato en sus mentes. 3con ese recuerdo el Hijo recordaría sus propias creaciones, que son tan semejantes a él como él es semejante a su Padre. 4el mundo que él cons­truyó, así como su deseo de ser especial junto con todos los peca­dos que en defensa de ese deseo albergó contra sí mismo, se desvanecerían a medida que su mente aceptase la verdad acerca de lo que él es y retornase para ocupar el lugar que aquellos ocupaban, 5Éste es el único "costo" de la verdad: jamás volverás a ver lo que nunca tuvo lugar ni a oír lo que no tiene sonido. 6¿Es acaso un sacrificio renunciar a lo que no es nada y recibir a cam­bio el Amor de Dios para siempre?

7. Tú que has encadenado a tu salvador a tu deseo de ser especial y has otorgado a dicho deseo el lugar de aquel, recuerda esto: tu salvador no ha perdido la capacidad de perdonarte todos los pecados que tú crees haber interpuesto entre él y la función de salvarte que Dios le encomendó. 2tú no puedes cambiar su fun­ción, ni tampoco la verdad que mora en él y en ti. 3Pero ten por seguro que esta verdad es exactamente la misma en cada uno de vosotros. 4La verdad no transmite mensajes diferentes y sólo tiene un significado. 5es un significado que tú y tu hermano podéis entender y que os brinda liberación a ambos. 6He aquí a tu her­mano ofreciéndote la llave del Cielo que tiene en su mano. 7No permitas que el sueño de ser especial continúe interponiéndose entre vosotros. 8Lo que es uno está unido en la verdad.

8. Piensa en la hermosura que verás dentro de ti cuando lo consi­deres tu amigo. 2Él es enemigo de tu deseo de ser especial, pero amigo de lo que es real en ti. 3Ni uno solo de los ataques que pensaste haber lanzado contra él lo ha despojado del regalo que Dios quiere que él te dé. 4Su necesidad de dártelo es tan impe­riosa como la tuya de recibirlo. 5Permítele que te perdone tu deseo de ser especial, y que restaure la plenitud de tu mente y te haga uno con él. 6El está en espera de tu perdón, pero únicamente para poder devolvértelo a ti. 7No fue Dios Quien condenó a Su Hijo, sino tú, para salvar su especialismo y matar a su Ser.

9. Has llegado muy lejos por el camino de la verdad, demasiado lejos como para titubear ahora. 2Un paso más, y todo vestigio del temor a Dios quedará disuelto en el amor. 3El deseo de ser espe­cial de tu hermano y el tuyo son enemigos, y en su mutuo odio están comprometidos a matarse el uno al otro y a negar que son lo mismo. 4Mas no han sido ilusiones las que han llegado hasta este último obstáculo, el cual parece hacer que Dios y Su Cielo estén tan lejos que no se pueden alcanzar. 5Aquí en este santo lugar se alza la verdad esperando para recibirte a ti y a tu her­mano en silenciosa bendición y en una paz tan real y abarcadora que nada queda excluido. 6No traigas ninguna de las ilusiones que abrigas acerca de ti mismo a este lugar, al que vienes lleno de esperanza y honestidad.

10. He aquí el que te puede salvar de tu deseo de ser especial. 2Él tiene tanta necesidad de que lo aceptes como parte de ti, como tú de que él te acepte a ti. 3Eres tan semejante a Dios como Dios lo es a Sí Mismo. 4Dios no es especial, pues Él no se quedaría con nin­guna parte de lo que Él es sólo para Sí, negándosela a Su Hijo y reservándola sólo para Sí Mismo. 5esto es lo que tú temes, pues si Él no es especial, entonces Su Voluntad dispuso que Su Hijo fuese como Él, y, por lo tanto, tu hermano no puede sino ser como tú. 6Él no es especial, pero lo tiene todo, incluyéndote a ti. 7Dale sólo lo que ya es suyo, y recuerda que Dios Se dio a Sí Mismo a ambos con el mismo amor, para que ambos pudierais compartir el universo con Él, Quien dispuso que el amor jamás pudiese ser dividido ni mantenerse separado de lo que es y ha de ser para siempre.

11. Tú le perteneces a tu hermano, pues a él no se le negó ninguna parte del amor. 2¿Cómo iba a ser que tú perdieses por ser él ínte­gro? 3Lo que se le ha dado a él es lo que hace que tú seas íntegro, y lo que hace que él sea íntegro también. 4El Amor de Dios te dio a ti tu hermano, y a ti a él porque el Padre se dio a Sí Mismo. 5Lo que es igual a Dios es uno con El. 6Y ahora que finalmente tienes la esperanza de paz a la vista, sólo el deseo de ser especial podría hacer que el hecho innegable de que tú y tu Padre sois uno pare­ciese ser todo menos el Cielo.

12. El deseo de ser especial es el sello de la traición impreso sobre el regalo del amor. 2Todo lo que apoya sus propósitos no tiene otro objetivo que el de matar. 3Todo regalo que lleve impreso su sello no ofrece otra cosa que traición al que lo da y al que lo recibe. 4Ni una sola mirada de los ojos que él ciega deja de con­templar escenas de muerte. 5Todo aquel que cree en su poder no hace sino transigir y hacer concesiones para establecer al pecado como substituto del amor y servirle con gran lealtad. 6toda rela­ción que tenga el propósito del pecado en gran estima no hace sino aferrarse al asesinato como arma de seguridad y como el protector supremo de todas las ilusiones contra la "amenaza" del amor.

13. La esperanza de ser especial hace que parezca posible que Dios hizo al cuerpo para que fuese la prisión que mantiene a Su Hijo separado de El. 2Pues el especialismo requiere un lugar especial donde Dios no pueda entrar y un escondite donde a lo único que se le da la bienvenida es a tu insignificante yo. 3Nada es sagrado aquí, excepto tú y sólo tú, un ente aparte y separado de todos tus hermanos; a salvo de cualquier intrusión de la cordura en las ilu­siones; a salvo de Dios, pero destinado al conflicto eterno. 4He aquí las puertas del infierno tras las cuales tú mismo te encerraste, para gobernar en la demencia y en la soledad tu reino especial, separado de Dios y alejado de la verdad y de la salvación.


14. La llave que tú tiraste Dios se la dio a tu hermano, cuyas santas manos quieren ofrecértela cuando estés listo para aceptar el plan de Dios para tu salvación en vez del tuyo. 2¿Cómo puedes llegar a estar listo, salvo reconociendo toda tu abyecta desdicha y dándote cuenta de que tu plan ha fracasado y de que jamás te aportará ninguna clase de paz o felicidad? 3Ésta es la desesperación por la que ahora estás pasando, pero no es más que una ilusión de deses­peración. 4La muerte de tu especialismo no es tu muerte, sino tu despertar a la vida eterna. 5No haces sino emerger de una ilusión de lo que eres a la aceptación de ti mismo tal como Dios te creó.





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