DESPERTAR AL AMOR

miércoles, 4 de octubre de 2017

4 OCTUBRE: No dejes que aprisione a Tu Hijo con leyes que yo mismo inventé.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS 


LECCIÓN 277


No dejes que aprisione a Tu Hijo con leyes que yo 
mismo inventé.


1. Tu Hijo es libre, Padre mío. 2No dejes que me imagine que lo he apri­sionado con las leyes que yo mismo inventé para que gobernasen el cuerpo. 3Él no está sujeto a ninguna de las leyes que promulgué para ofrecerle más seguridad al cuerpo. 4Lo que cambia no puede alterarlo a él en absoluto. 5Él no es esclavo de ninguna de las leyes del tiempo. 6Él es tal como Tú lo creaste porque no conoce otra ley que la del amor.

2. No adoremos ídolos ni creamos en ninguna ley que la idolatría quiera maquinar para ocultar la libertad de que goza el Hijo de Dios. 2El Hijo de Dios no está encadenado por nada excepto por sus propias creencias. 3Mas lo que él es, está mucho más allá de su fe en la esclavitud o en la libertad. 4Es libre por razón de Quién es su Padre. 5Y nada puede aprisionarlo a menos que la verdad de Dios pueda mentir y Dios pueda disponer engañarse a Sí Mismo.





Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

Cuando el Curso usa la palabra “Hijo” en este contexto, dirigiéndose a Dios con respecto a Su Hijo, la palabra generalmente se refiere a toda la Filiación que incluye a todos mis hermanos y hermanas así como a mí mismo. En otras palabras, “Tu Hijo” puede ser cualquiera en quien mi mente piense. Así que cuando digo: “Que no aprisione a Tu Hijo”, me refiero a mi jefe, a mi esposa, mis amigos, mi familia, o a quienquiera con quien me encuentre hoy. Es una buena oración para repetir a menudo al relacionarme con cualquiera hoy.

La otra noche en nuestro grupo de estudio local, una mujer compartió una comprensión que tuvo. Dijo que se había dado cuenta de que cuando ella ponía un límite a alguien en su mente, si esa persona ya estaba aceptando ese límite en su propia mente ella lo estaba reforzando. Y también, ella estaba poniéndose a sí misma el mismo límite. Podemos ver este proceso sorprendentemente en una situación entre padres o profesores y niños. Se manifiesta de una manera muy gráfica. El niño a menudo manifiesta los límites que el adulto “ve” en él, ya sean reales o no esos límites. Sin embargo, el hecho de que no lo veamos tan claramente con adultos no significa que no esté sucediendo todo el tiempo. Cuando limitamos a alguien en nuestra mente, literalmente podemos estar aprisionándolos con leyes que hemos inventado.

“Tu Hijo es libre, Padre mío” (1:1). Y cada persona que encontramos hoy es ese Hijo, igualmente libre. Todos hemos leído historias de cómo la negativa de un padre, compañero o amigo a aceptar los límites “normales” de alguien le ha permitido superar esos límites (historias de curaciones “imposibles”, etc.). Éstas son sólo demostraciones básicas del poder de la idea de hoy. Los límites a los que se refiere el Curso no son sólo físicos o intelectuales, sino límites como la culpa y el pecado. Cuando creemos que a una persona es imposible ayudarla o que no tiene remedio, la aprisionamos con leyes que nosotros hemos inventado. Imaginamos un grado de dificultad en los milagros y se lo imponemos a aquellos que nos rodean. “No hay grados de dificultad en los milagros” es el primer principio de los milagros (T.1.I.1:1).

Lo que cambia no puede alterarlo a él (quienquiera que sea) en absoluto. (1:4)

Sigue siendo el perfecto Hijo de Dios, tal como Dios le creó. No ha sido estropeado o marcado por nada de este mundo porque todo lo de este mundo cambia. El Hijo de Dios no ha cambiado por nada que le haya sucedido a su cuerpo, que cambia. Una pluma no puede rayar un diamante, ni siquiera un montón de plumas, ni siquiera una pluma de avestruz. Se nos pide recordar esto acerca de nuestros hermanos, ellos no han cambiado por lo que parecen ser sus pecados o errores. Tampoco son “esclavos de ninguna de las leyes del tiempo” (1:5); esto anula nuestra continua creencia de que una curación puede llevar mucho tiempo, por ejemplo. Sólo los gobierna una ley: la ley del Amor (1:6).

Nuestros hermanos no están encadenados por nada excepto por sus propias creencias (2:2). Y lo que son “está mucho más allá de su fe en la esclavitud o en la libertad” (2:3). Su apariencia limitada es algo muy débil, que apenas tapa la sólida realidad de santidad y amor que hay debajo. No pueden estar encadenados “a menos que la verdad de Dios pueda mentir y Dios pueda disponer engañarse a Sí Mismo” (2:5). ¿Qué clase de Dios sería ése?

¿Y si hoy mirase a todos a mi alrededor desde este punto de vista? ¿Qué milagros sucederían? ¿Qué cadenas se soltarían? ¿Qué persona ciega podría ver de nuevo? ¿Qué antigua herida del corazón podría sanar? Ésa es exactamente nuestra función aquí como obradores de milagros.


¿Qué es el Cristo? (Parte 7)

L.pII.6.4:1

“El Espíritu Santo se extiende desde el Cristo en ti hasta todos tus sueños, y los invita a venir hasta Él para que puedan ser transformados en la verdad” (4:1). Por lo tanto, que no Le esconda hoy ninguno de mis sueños. Que ninguna sensación de vergüenza me impida llevárselos. Él no me condenará. Él no se asusta por nada de lo que ve en nosotros, nada Le afecta. Al contrario, “Cristo ama lo que ve en ti” (T.13.V.9:6), pues Él pasa de largo la ilusión de pecado y sólo ve la realidad del amor que ha estado ocultando.

En cada pensamiento de ataque Él ve nuestra petición de amor. En cada temblor de miedo Él oye una petición de ayuda. En todos nuestros deseos de cosas de este mundo Él contempla nuestro deseo de estar completos. Cualquier cosa que Le llevemos, Él lo transforma en la verdad. Nada queda fuera del alcance de la salvación, nada queda fuera del alcance de la Expiación. “La tarea del Espíritu Santo consiste, pues, en reinterpretarnos a nosotros en nombre de Dios” (T.5.III.7:7). Todo lo que Le llevamos, lo transforma en la verdad. Pero sólo si lo llevamos a Él. Si lo escondemos, Él no puede ayudarnos.

Llévale, por lo tanto, todos tus pensamientos tenebrosos y secretos, y contémplalos con Él. (T.14.VII.6:8)


Ábrele todas las puertas y pídele que entre en la oscuridad y la desvanezca con Su luz. (T.14.VII.6:2, debería leerse todo el párrafo)






TEXTO 

III. Cómo perdonar el deseo de ser especial


1. El perdón pone fin al deseo de ser especial. 2Lo único que se puede perdonar son las ilusiones, que entonces desaparecen. 3El perdón es lo que te libera de todas las ilusiones, y por eso es por lo que es imposible perdonar sólo parcialmente. 4Nadie que se aferra a una sola ilusión puede considerarse a sí mismo libre de pecado, pues en tal caso aún está afirmando que un error acerca de sí mismo es hermoso. 5de este modo, lo califica de "imper­donable" y lo convierte en un pecado. 6¿Cómo iba a poder enton­ces conceder perdón de manera total cuando aún no lo quiere aceptar para sí mismo? 7Pues es seguro que lo recibiría completa­mente en el instante en que así lo concediese. 8de esta manera, la culpabilidad que mantiene oculta desaparecería, al él mismo haberla perdonado.

2. Cualquier forma de especialismo que aún valores, la has con­vertido en un pecado. 2Se alza inviolable, y la defiendes acérri­mamente con toda tu endeble fuerza contra la Voluntad de Dios. 3Y así, se alza contra ti, como enemiga tuya, no de Dios. 4De este modo, parece escindirte de Dios y hacer que estés separado de Él en cuanto que defensor de ella. 5Prefieres proteger lo que Dios no creó. 6Sin embargo, este ídolo que parece conferirte poder, en rea­lidad te lo ha arrebatado. 7Pues le has dado el patrimonio de tu hermano, dejando a éste solo y condenado, y quedando tú hun­dido en el pecado y en el sufrimiento junto  con él ante el ídolo que no puede salvaros.

3. No eres tú el que es tan vulnerable y susceptible de ser atacado que basta una palabra, un leve susurro que no te plazca, una circunstancia adversa o un evento que no hayas previsto para trastornar todo tu mundo y precipitarlo al caos. 2La verdad no es algo frágil, 3y las ilusiones no pueden afectarla ni cambiarla en absoluto. 4Pero ser especial no es lo que es verdad acerca de ti. 5Pues cualquier cosa puede hacerle perder el equilibrio. 6Lo que descansa sobre lo que no es nada jamás podrá ser estable. 7Por muy grande y desmesurado que parezca, se tambaleará, dará vueltas y revoloteará con la más tenue brisa.

4. Sin cimientos nada es seguro. 2¿Habría dejado Dios a Su Hijo en un estado en el que la seguridad no significase nada? 3¡De ninguna manera! aSu Hijo permanece a salvo, descansando en Él. 4Tu deseo de ser especial es lo que se ve atacado por todo lo que camina o respira, se arrastra o se desliza, o simplemente vive. 5Nada está a salvo de su ataque, y ello no está a salvo de nada. 6Jamás habrá de perdonar, pues esto es lo que es: un voto secreto de que lo que Dios quiere para ti nunca se dé y de que te opon­drás a Su Voluntad para siempre. 7No es posible tampoco que ambas voluntades puedan jamás ser la misma, mientras tu deseo de ser especial se alce como una llameante espada de muerte entre ellas, haciendo que sean enemigas.

5. Dios te pide que perdones. 2Él no quiere que la separación se interponga, como si de una voluntad ajena se tratase, entre lo que tanto Su Voluntad como la tuya disponen para ti. 3Ambas son la misma voluntad, pues ninguna de ellas dispone ser especial. 4¿Cómo iban a poder disponer la muerte del amor mismo? 5Con todo, no pueden atacar a las ilusiones. 6No son cuerpos, y espe­ran como una sola Mente a que todas las ilusiones se traigan ante ellas y se dejen ahí. 7La salvación no desafía ni siquiera a la muerte. 8Y a Dios Mismo, que sabe que la muerte no es tu volun­tad, no lo queda otro remedio que decir: "Hágase tu voluntad" porque tú crees que lo es.

6. Perdona al gran Creador del universo -la Fuente de la vida, del amor y de la santidad, el Padre perfecto de un Hijo perfecto- ­por tus ilusiones de ser especial. 2He aquí el infierno que elegiste como tu hogar. 3Él no eligió eso para ti. 4No le pidas que entre ahí. 5El camino está cerrado al amor y a la salvación. 6Pero si liberas a tu hermano de las profundidades del infierno, habrás perdonado a Aquel Cuya Voluntad es que descanses para siem­pre en los brazos de la paz, perfectamente a salvo y sin que la animosidad ni malicia de ningún pensamiento de ser especial perturbe tu descanso. 7Perdona al Santísimo por no haber podido concederte el especialismo, que tú entonces inventaste.

7. Todos los que se consideran especiales están dormidos, rodea­dos por un mundo de belleza que no ven. 2La libertad, la paz y la dicha se encuentran ahí, al lado del ataúd en el que duermen, llamándolos para que vuelvan en sí y despierten de su sueño de muerte. 3Mas ellos no oyen nada. 4Están perdidos en sueños de que son especiales. 5Odian la llamada que los puede despertar y maldicen a Dios porque no convirtió su sueño en realidad. 6Mal­dice a Dios y muere, pero no por mandato de Aquel que no creó la muerte, sino sólo en el sueño. 7Mas abre los ojos ligeramente y verás al salvador que Dios te dio a fin de que pudieses contem­plarlo y devolverle su patrimonio. 8Dicho patrimonio es también el tuyo.


8. Los esclavos del deseo de ser especial se liberarán. 2Tal es la Voluntad de Dios y la de Su Hijo. 3¿Se condenaría Dios a Sí Mismo al infierno y a la perdición? 4¿Y es eso acaso lo que dispones para tu salvador? 5Dios te llama a través de él a unirte a Su Voluntad para que ambos os salvéis del infierno. 6Observa las marcas de los clavos en las manos que te extiende pidiendo que le concedas tu perdón. 7Dios te pide que tengas misericordia con Su Hijo y con Él. 8No se la niegues a ninguno de los dos. 9Lo único que te piden es que se haga tu voluntad. 10Buscan tu amor a fin de que tú te puedas amar a ti mismo. 11No ames tu deseo de ser especial en vez de amarles a Ellos. 12La marca de los clavos está también en tus manos. 13Perdona a tu Padre el que no fuese Su Voluntad que tú fueses crucificado.


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