DESPERTAR AL AMOR

domingo, 8 de octubre de 2017

8 OCTUBRE: Nada, excepto mis propios pensamientos, me puede hacer daño.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS 


7. ¿Qué es el Espíritu Santo?


1. El Espíritu Santo es el mediador entre las ilusiones y la verdad. 2Puesto que tiene que salvar la brecha entre la realidad y los sue­ños, la percepción conduce al conocimiento a través de la gracia que Dios le ha dado para que sea el regalo que le hace a todo aquel que acude a Él en busca de la verdad. 3A través del puente que Él tiende se llevan todos los sueños ante la verdad para que la luz del conocimiento los disipe. 4Allí los sonidos y las imáge­nes se descartan para siempre. 5Y donde antes se percibían, el perdón ha hecho posible el tranquilo final de la percepción.

2. El objetivo de las enseñanzas del Espíritu Santo es precisa­mente acabar con los sueños. 2Pues todo sonido e imagen tiene que transformarse de testigo del miedo en testigo del amor. 3Y cuando esto se logre, el aprendizaje habrá alcanzado el único obje­tivo que jamás tuvo realmente. 4Pues el aprendizaje, tal como el Espíritu Santo lo utiliza a fin de alcanzar el resultado que Él per­cibe para él, se convierte en el medio que se transciende a sí mismo, de manera que pueda ser reemplazado por la Verdad Eterna.

3. Si supieses cuánto anhela tu Padre que reconozcas tu impeca­bilidad, no dejarías que Su Voz te lo pidiese en vano, ni le darías la espalda a lo que Él te ofrece para reemplazar a todas las imágenes y sueños atemorizantes que tú has forjado. 2El Espíritu Santo entiende los medios que fabricaste para alcanzar lo que por siem­pre ha de ser inalcanzable. 3Mas si se los ofreces a Él, Él se valdrá de esos medios que inventaste a fin de exiliarte para llevar a tu mente allí donde verdaderamente se encuentra en su hogar.

4. Desde el conocimiento, donde Dios lo ubicó, el Espíritu Santo te exhorta a dejar que el perdón repose sobre tus sueños para que puedas recobrar la cordura y la paz interior. 2Sin el perdón, tus sueños seguirán aterrorizándote. 3Y el recuerdo de todo el Amor de tu Padre no podrá retornar a tu mente para proclamar que a los sueños les ha llegado su fin.

5. Acepta el regalo que Tu Padre te hace. 2Es un llamamiento que el Amor le hace al Amor para que tan sólo sea lo que es. 3El Espíritu Santo es el regalo de Dios mediante el cual se le restituye la quietud del Cielo al bienamado Hijo de Dios. 4¿Te negarías a asumir la función de completar a Dios, cuando todo lo que Su Voluntad dispone es que tú estés completo?


AUDIOLIBRO




EJERCICIOS 


LECCIÓN 281


Nada, excepto mis propios pensamientos, me puede hacer daño.


1. Padre, Tu Hijo es perfecto. 2Cuando pienso que algo o alguien me ha hecho daño, es porque me he olvidado de quién soy y de que soy tal como Tú me creaste. 3Tus Pensamientos sólo pueden proporcionarme felici­dad. 4Si me siento triste, herido o enfermo, es porque he olvidado lo que Tú piensas, y he implantado mis absurdas ideas en el lugar donde a Tus Pensamientos les corresponde estar, y donde están. 5Nada, excepto mis propios pensamientos, me puede hacer daño. 6Los Pensamientos que pienso Contigo sólo pueden bendecir, 7y sólo ellos son verdad.

2. Hoy no me haré daño a mí mismo. 2Pues me encuentro mucho más allá de cualquier dolor. 3Mi Padre me puso a salvo en el Cielo y vela por mí. 4Y yo no quiero atacar al Hijo que Él ama porque lo que Él ama es también objeto de mi amor.




Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

Si soy perfecto, nada puede hacerme daño, me haría imperfecto. Nuestro razonamiento nos dice que nuestra vida sería perfecta si estuviera libre de dolor, y por lo tanto no debemos ser perfectos. El Curso razona en la dirección contraria: somos perfectos, el dolor significaría imperfección, por lo tanto, el dolor debe ser un tipo de ilusión. “Cuando pienso que algo o alguien me ha hecho daño, es porque me he olvidado de quién soy y de que soy tal como Tú me creaste” (1:2). En otras palabras, sólo pensamos que hemos sido heridos. Si recordásemos quién somos realmente, no podríamos ser heridos.

Otro modo de pensar en esto es decir que nada puede hacer daño a mi verdadero Ser, sólo mi ser ilusorio puede ser herido, y únicamente por mis propios pensamientos. ¡De acuerdo, somos muy buenos inventando esas malditas ilusiones! Pero eso es todo lo que son: ilusiones.

El dolor viene cuando pongo mis propios pensamientos en el lugar que les corresponde a los Pensamientos de Dios (1:4). La causa está siempre en mis pensamientos y no en otro sitio, nada de fuera de mi mente puede hacerme daño. Cuando me siento atacado, siempre soy yo atacándome a mí mismo. Ni siquiera los pensamientos no amorosos de mis hermanos pueden hacerme daño si mi mente está pensando los Pensamientos de Dios con Él. Al comienzo del Texto se nos dice:

En realidad eres perfectamente invulnerable a toda expresión de falta de amor. Estas expresiones pueden proceder de ti o de otros, de ti hacia otros, o de otros hacia ti. La paz es un atributo que se encuentra en ti. No puedes hallarla fuera de ti mismo. (T.2.I.5:6-9)

Lo que yo soy está “mucho más allá de cualquier dolor” (2:2). El Espíritu Santo es nuestro Maestro para ayudarnos a recordar que esto es lo que somos. Como nos dice la Lección 248:

Lo que sufre no forma parte de mí. Yo no soy aquello que siente pesar. Lo que experimenta dolor no es sino una ilusión de mi mente. (L.248.1:3-5)

No sólo el dolor es una ilusión, la ilusión del dolor se experimenta mediante una ilusión de mí mismo. Son mis pensamientos, concretamente mis pensamientos acerca de mí, lo que causa esta ilusión. Cuando pienso que soy lo que Dios no creó, experimento dolor.
Que las palabras “Hoy no me haré daño a mí mismo” ocupen mi mente hoy, Padre mío.


¿Qué es el Espíritu Santo? (Parte 1)

L.pII.7.1:1-2

“El Espíritu Santo es el mediador entre las ilusiones y la verdad” (1:1). Él “salva la brecha entre la realidad y los sueños” (1:2). Las ilusiones y la verdad no pueden estar juntas, la realidad y los sueños no pueden reconciliarse. Nuestras mentes están atrapadas en ilusiones, y para devolverlas a la verdad, se necesita algo o Alguien que haga de puente, conectando de algún modo lo que no se puede conectar. Éste es el propósito del Espíritu Santo. Él salva la brecha porque puede actuar en ambos bandos, Él entra en contacto con la ilusión sin perder el contacto con la verdad. Él es El Único Que actúa de mediador, llevando la ilusión ante la verdad.

Debido a que Él es Lo Que es, “todo aquel que acude a Él en busca de la verdad” (1:2) puede ser conducido a la verdad por medio de la misma percepción que es parte de su ilusión. Sin Él, la percepción sólo llevaría a más percepción, y la ilusión se reforzaría continuamente a sí misma. Debido a que el Espíritu Santo, Que está dentro de nosotros y es parte de nuestra mente (así como parte de la Mente de Dios), está unido eternamente a la verdad, puede guiar nuestra percepción de tal modo que deshaga nuestras ilusiones y nos lleve al conocimiento. Esta habilidad es “la gracia que Dios le ha dado” (1:2).

Nuestra parte consiste en “acudir a Él en busca de la verdad”. Nosotros Le llevamos nuestras ilusiones y Él las transforma en la percepción verdadera, que lleva directamente al conocimiento. Él juega un papel muy claro y fundamental en el remedio del Curso para sanar nuestra mente. Si Él no estuviera ahí, dentro de nosotros, no habría puente entre la ilusión y la realidad. Cuanto más activamente cooperemos con Él llevándole nuestras percepciones conscientemente y de buen grado, pidiéndole la verdad en lugar de nuestras ilusiones, más puede ayudarnos.


Es interesante la palabra “acudir”. Es acudir mentalmente, un cambio de dirección mental, que casi se puede sentir físicamente cuando sucede. A veces se siente como si tuviéramos que arrancar nuestra mente de su atención centrada en el miedo, y empujar nuestros pensamientos hacia la luz, como una flor volviéndose al sol. Cuando estoy angustiado, encuentro una gran fuerza en cerrar los ojos y decirle: “Espíritu Santo, vengo a Ti. Ayúdame”. Casi de inmediato, si estas palabras son de corazón, viene una profunda sensación de paz, una gran expansión de los horizontes de mi mente. Siento la Presencia de la Ayuda y Sabiduría Infinita esperando para ayudarme. Siento la cercanía del Gran Mediador, lleno de la gracia que Dios Le ha dado, preparado para purificar mi percepción y llevarme a la verdad. Que aprendamos a acudir a Él cada vez más a menudo.


 

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