DESPERTAR AL AMOR

lunes, 11 de diciembre de 2017

11 DICIEMBRE: Hoy sólo ofrezco milagros, pues quiero que retornen a mí.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCIÓN 345


Hoy sólo ofrezco milagros, pues quiero que retornen a mí.


1. Padre, todo milagro es un reflejo de los regalos que me haces a mí, Tu Hijo. 2Y cada uno que concedo retorna a mí, recordándome que la ley del amor, es universal. 3Incluso aquí dicha ley se manifiesta en una forma que se puede reconocer, y cuya eficacia puede verificarse. 4Los milagros que concedo se me devuelven en la forma que más me puede ayudar con los problemas que percibo. 5Padre, en el Cielo es diferente, pues allí no hay necesidades. 6Pero aquí en la tierra, el milagro se parece más a tus regalos que cualquier otro regalo que yo pueda hacer. 7Así pues, déjame hoy hacer solamente este regalo, que al haber nacido del verdadero per­dón, ilumina el camino que debo recorrer para poder recordarte.

2. Que la paz sea con todos los corazones que la buscan. 2La luz ha venido a ofrecer milagros para bendecir a este mundo exhausto. 3Éste hallará descanso hoy, pues nosotros ofreceremos lo que hemos recibido



Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

El pensamiento básico es parecido al de ayer: lo que doy me vuelve. Al darme cuenta de que esto es así, decido al comienzo del día, y al comienzo de todos los días, ofrecer sólo lo que quiero. Milagros. Dar un milagro significa ver más allá de las ilusiones de mis hermanos, y contemplarlos como verdaderamente son: creaciones de Dios. Significa no aceptar ni apoyar la imagen que mi hermano tiene de sí mismo como un ego limitado, un pequeño trozo de mente atrapada en un cuerpo. En lugar de eso, le veo como un ser de espíritu sin límites, espléndido de gloria. En el Capítulo 8 del Texto se nos dice.

Mas cuando ves a un hermano como una entidad física "pierdes" su poder y su gloria así como los tuyos… No dejes que él se menosprecie a sí mismo en tu mente, sino libéralo de su creencia de que es insignificante y así te liberarás tú de la tuya. (T.8.VII.5:3,5:6)

Eso es dar un milagro. Negarme a ver a mi hermano de la manera limitada en que él se ve a sí mismo, y ver al Cristo en él, por él. Así el milagro nos bendice a mi hermano y a mí, pues cuando mi mente sana de las ilusiones, se extiende a él, llevando luz a su mente. Le doy la oportunidad de verse a sí mismo tal como Dios le ve.

La ley del amor es universal. Incluso aquí dicha ley se manifiesta en una forma que se puede reconocer, y cuya eficacia puede verificarse. (1:2-3)

La ley del amor se expuso ayer: “que lo que doy a mi hermano es el regalo que me hago a mí mismo”. La forma en que esta ley se manifiesta aquí es algo que puedo reconocer. No es algo abstracto (sólo una idea), toma forma y se convierte en algo concreto. Cuando ofrezco milagros a los que me rodean, vuelven a mí, no en la misma forma en que los ofrecí sino en la forma que yo necesito para satisfacer mis necesidades tal como yo las veo (1:4). En el Cielo no hay necesidades (1:5); pero aquí en la tierra veo necesidades y la ley del amor se adapta a lo que yo veo (1:6).

Puedo ofrecer un milagro con un profundo acto de perdón, o a uno que pasa a mi lado puedo ofrecerle un milagro con una sonrisa que le dice: “Eres digno de ser amado”. Ofrezco un milagro con cada gesto de amabilidad, con cada gesto de cortesía, con cada muestra de respeto, o con cada acto bondadoso. Sea cual sea la forma, si el contenido del mensaje es: “Eres digno de ser amado. Eres valioso. Eres inocente”, he ofrecido un milagro, y me volverá.

Padre, que elija empezar el día firmemente decidido a ofrecer únicamente milagros a los que me rodean. Que diga desde lo más profundo de mi corazón:

Que la paz sea con todos los corazones que la buscan. La luz ha venido a ofrecer milagros para bendecir a este mundo exhausto. (2:1-2)

Y antes de que entre hoy en el ajetreo, voy a detenerme unos minutos y los pasaré ofreciendo paz a todos los corazones que la buscan y en quienes piense. Ese esfuerzo no se pierde nunca, y recibiré lo que estoy dispuesto a dar.


¿Qué es un milagro? (Parte 5)

L.pII.13.3:1-3

El perdón es la morada de los milagros. Los ojos de Cristo se los ofrecen a todos los que Él contempla con misericordia y con amor. La percepción queda corregida ante Su vista, y aquello cuyo propósito era maldecir tiene ahora el de bendecir. (3:1-3)

Un milagro corrige la percepción, y los milagros están en el perdón. Cuando miramos con los ojos de Cristo, miramos con misericordia y con amor, miramos con perdón. Y entonces, “repartimos” milagros a todos los que contemplamos con esa percepción corregida. No es sólo que algo cambia en nuestra mente o que nuestra percepción se vea afectada, algo se transmite o “llega” de nosotros a aquellos a los que contemplamos. Aquí, y en muchos lugares del Curso, un milagro parece tener un aspecto en el que algo pasa de mi mente perdonadora a otras mentes. Se dice que los milagros son “interpersonales” (T.1.II.1:4). Cuando acepto el perdón en mi mente, para mí mismo o para otro, se extiende a otros. Ciertamente, extenderlo es el modo en que lo acepto:

Los milagros son expresiones naturales de perdón. Por medio de los milagros aceptas el perdón de Dios al extendérselo a otros. (T.1.I.21:1-2)

La frase “aquello cuyo propósito era maldecir tiene ahora el de bendecir”, me recuerda la historia de la Biblia acerca de José y sus hermanos. Debido a que era el favorito de su padre, sus hermanos le vendieron como esclavo para Egipto, pues estaban celosos de él Pero debido a su habilidad para interpretar los sueños del faraón, José alcanzó un gran poder en Egipto. Años más tarde durante una época de hambre, su familia vino a Egipto buscando comida, y José era el hombre que estaba al mando de las provisiones de comida. En lugar de vengarse de ellos, José les dijo:

Para salvar vidas Dios me envió delante de vosotros… O sea que no fuisteis vosotros los que me enviasteis acá, sino Dios. (Génesis 45:5, :8)

Aunque vosotros pensasteis hacerme daño, Dios lo pensó para bien. (Génesis 50:20)

Cuando hemos recibido el perdón en nuestros corazones, podremos ver bendiciones en lugar de acciones que otros hacen para perjudicarnos. “Aquello cuyo propósito era maldecir tiene ahora el de bendecir”. Encontramos eso cuando el Texto dice:

Debes estarle agradecido tanto por sus pensamientos de amor como por sus peticiones de ayuda, pues ambas cosas, si las percibes correctamente, son capaces de traer amor a tu conciencia. (T.12.I.6:2)

Y ciertamente, ese tipo de percepción es un milagro.




TEXTO

 

II. El libre albedrío


1. ¿No te das cuenta de que oponerte al Espíritu Santo es luchar contra ti mismo? 2Él sólo te dice lo que es tu voluntad; Él habla por ti. 3En Su Divinidad radica la tuya. 4Y del único conocimiento de que Él goza es del tuyo, que ha sido salvaguardado para ti a fin de que puedas hacer tu voluntad a través de Él. 5Dios te pide que hagas tu voluntad. 6Él se une a ti, 7pues no estableció Su Reino solo. 8Y el Cielo mismo, donde todo lo creado es para ti, no representa otra cosa que tu voluntad. 9Ni una sola chispa de vida fue creada sin tu grato consentimiento, tal como tú quisiste que fuese. 10Ni uno solo de los Pensamientos que Dios jamás haya tenido pudo haber nacido sin tu bendición. 11Dios no es tu ene­migo. 12Él sólo quiere oírte llamarle "Amigo".

2. ¡Qué maravilloso es hacer tu voluntad! 2Pues eso es libertad. 3A nada más debería llamársele por ese nombre. 4A menos que hagas tu voluntad no serás libre. 5¿Y hubiese podido Dios dejar a Su Hijo sin lo que éste eligió para sí mismo? 6Lo único que Dios hizo al darte Su perfecta Respuesta fue asegurarse de que nunca perdie­ses tu voluntad. 7Escúchala ahora, para que te puedas acordar de Su Amor y conocer tu voluntad. 8Dios no podría haber permitido que Su Hijo fuese un prisionero de aquello que no desea. 9Él se une a tu voluntad de ser libre. 10oponerte a Él es decidir ir en contra de ti mismo y elegir estar encadenado.

3. Contempla una vez más a tu enemigo, al que elegiste odiar en vez de amar. 2Pues así es como nació el odio en el mundo y como se estableció en él el reino del miedo. 3Escucha ahora a Dios hablarte a través de Aquel que es Su Voz así como la tuya, recor­dándote que tu voluntad no es odiar ni ser un prisionero del miedo, un esclavo de la muerte o una insignificante criatura de escasa vida. 4Tu voluntad no tiene límites, pues no es tu voluntad que sea limitada. 5Lo que mora en ti se ha unido a Dios Mismo en el nacimiento de toda la creación. 6Acuérdate de Aquel que te creó, Quien a través de tu voluntad creó todo. 7Todo lo creado te está agradecido, pues nació gracias a tu voluntad. 8Ni una sola luz celestial podría brillar si no fuese por ti, pues fue tu voluntad lo que las ubicó en el Cielo.

4. ¿Qué motivos podrías tener para sentir ira contra un mundo que simplemente aguarda tu bendición para ser libre? 2Si fueses un prisionero, entonces Dios Mismo no podría ser libre. 3Pues lo que se le hace a quien Dios ama, se le hace a Dios Mismo. 4No pienses que Aquel que te hizo co-creador del universo junto con Él quiere aprisionarte. 5Él sólo desea que tu voluntad sea eterna­mente ilimitada. 6Este mundo aguarda la libertad que le otorgarás cuando hayas reconocido que eres libre. 7Pero tú no perdonarás al mundo hasta que hayas perdonado a Aquel que te dio tu volun­tad. 8Pues es a través de tu voluntad como el mundo se libera. 9Y tú no puedes ser libre estando separado de Aquel Cuya santa Voluntad compartes.


5. Dios se dirige a ti y te pide que salves al mundo, pues mediante tu propia salvación el mundo sana. 2todo el que camina sobre la faz de la tierra depende de tu decisión, para aprender que la muerte no tiene ningún poder sobre él, toda vez que comparte tu libertad y tu voluntad. 3Tu voluntad es sanarlo, y puesto que esto es una decisión que tomaste con él, él ha sanado. 4Y ahora Dios ha sido perdonado, pues decidiste ver a tu hermano como amigo

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