DESPERTAR AL AMOR

domingo, 17 de diciembre de 2017

17 DICIEMBRE: Mi hermano impecable es mi guía a la paz: Mi hermano pecador es mi guía al dolor. Y el que elija ver será el que contemplaré.

AUDIOLIBRO


EJERCICIOS

 

 14. ¿Qué soy?


1. Soy el Hijo de Dios, pleno, sano e íntegro, resplandeciente en el reflejo de Su Amor. 2En mí Su creación se santifica y Se le garantiza vida eterna. 3En mí el amor alcanza la perfección, el miedo es imposible y la dicha se establece sin opuestos. 4Soy el santo hogar de Dios Mismo. 5Soy el Cielo donde Su Amor reside. 6Soy Su santa Impecabilidad. Misma, pues en mi pureza reside la Suya Propia.

 2. La necesidad de usar palabras está casi llegando a su fin ahora. 2Mas en los últimos días de este año que tú y yo juntos le ofreci­mos a Dios, hemos encontrado un solo propósito, el cual compartimos. 3Y así, te uniste a mí, de modo que lo que yo soy tú lo eres también. 4La verdad de lo que somos no es algo de  lo que se pueda hablar o describir con palabras. 5Podemos, sin embargo, darnos cuenta de la función que tenemos aquí, y usar palabras para hablar de ello así como para enseñarlo, si predicamos con el ejemplo.

3. Somos los portadores de la salvación. 2Aceptamos nuestro papel como salvadores del mundo, el cual se redime mediante nuestro perdón conjunto. 3Y al concederle el regalo de nuestro perdón, éste se nos concede a nosotros. 4Vemos a todos como nuestros hermanos, y percibimos todas las cosas como buenas y bondadosas. 5No estamos interesados en ninguna función que se encuentre más allá del umbral del Cielo. 6El conocimiento vol­verá a aflorar en nosotros cuando hayamos desempeñado nues­tro papel. 7Lo único que nos concierne ahora es dar la bienvenida a la verdad.

4. Nuestros son los ojos a través de los cuales la visión de Cristo ve un mundo redimido de todo pensamiento de pecado. 2Nues­tros, los oídos que oyen la Voz que habla por Dios proclamar que el mundo es inocente. 3Nuestras, las mentes que se unen conforme bendecimos al mundo. 4Y desde la unión que hemos alcan­zado, invitamos a todos nuestros hermanos a compartir nuestra paz y a consumar nuestra dicha.

5. Somos los santos mensajeros de Dios que hablan en Su Nom­bre, y que al llevar Su Palabra a todos aquellos que Él nos envía, aprendemos que está impresa en nuestros corazones. 2Y de esa forma, nuestras mentes cambian con respecto al objetivo para el que vinimos y al que ahora procuramos servir. 3Le traemos bue­nas nuevas al Hijo de Dios que pensó que sufría. 4Ahora ha sido redimido. 5Y al ver las puertas del Cielo abiertas ante él, entrará y desaparecerá en el Corazón de Dios.


AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCIÓN 351


Mi hermano impecable es mi guía a la paz: Mi hermano pecador es mi guía al dolor. Y el que elija ver será el que contemplaré.


1. ¿Quién es mi hermano sino Tu santo Hijo? 2Mas si veo pecado en él proclamo que soy un pecador, en vez de un Hijo de Dios, y que me encuentro solo y sin amigos en un mundo aterrante. 3Mas percibirme de esa manera es una decisión que yo mismo he tomado y puedo, por consi­guiente, volverme atrás. 4Puedo asimismo ver a mi hermano exento de pecado, y como Tu santo Hijo. 5Y si ésta es la alternativa por la que me decido, veo mi impecabilidad, a mi eterno Consolador y Amigo junto a mí, y el camino libre y despejado. 6Elige, pues, por mí, Padre mío, a través de Aquel que habla por Ti. 7Pues sólo Él juzga en Tu Nombre.




Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

Una vez leí un artículo de Jon Mundy en la revista Sobre el Curso acerca de Bill Thetford (el hombre que pasó a máquina el Curso de las notas de Helen Schucman escritas en taquigrafía). En cierta ocasión Bill dijo que todo el Curso podía resumirse en una sola frase tomada del Curso: ¿Estás dispuesto a ver la inocencia de tu hermano? Jon relata la siguiente historia:

Judy Skutch Whitson cuenta una interesante historia acerca de Bill. En cierta ocasión Judy estaba sintiendo un ataque de ego monumental que estaba centrado en su amigo, el doctor Jerry Jampolsky. En un esfuerzo por encontrar paz mental, llamó a Bill Thetford y empezó a contarle todo lo que ella percibía como los errores de Jerry. Bill escuchó hasta que Judy se quedó sin aliento y entonces serenamente le dijo: “Ya sabes, Judy, que el Curso puede resumirse sólo en estas palabras: ¿Estás dispuesto a ver la inocencia de tu hermano?”

Judy gritó: “¡No!”. Él le contestó: “Vale, querida. Cuando lo estés, te sentirás mucho mejor”. Y él colgó el teléfono.

La percepción de mi hermano como pecador es una elección que yo estoy haciendo. No se basa en un hecho, no está causado por algo que mi hermano haya hecho, es simplemente la percepción que yo he elegido. Elegir ver a mi hermano como pecador me llevará siempre al dolor interno. Y cuando estamos dispuestos a ver a nuestro hermano como inocente, verdaderamente nos sentimos mucho mejor. El poder de la pregunta que hizo Bill (y que el Curso nos hace a todos nosotros) está en que muestra el hecho a menudo oculto de que estamos eligiendo esa percepción y que no queremos soltarla. Hasta que lo estemos, no hay nada que el Espíritu Santo pueda hacer por nosotros. Él no se opondrá a nuestra voluntad. El amor no se opone. Podemos quedarnos en el dolor de la falta de perdón todo el tiempo que queramos.

Pero cuando estamos dispuestos a soltarla, cuando reconocemos que estamos eligiendo cómo ver a nuestro hermano, cuando nos damos cuenta de que no nos gusta cómo nos sentimos cuando elegimos ver su pecado y cuando por fin estamos dispuestos a cambiar esa percepción, entonces podemos decir de corazón:

Elige, pues, por mí, Padre mío, a través de Aquel que habla por Ti. Pues sólo Él juzga en Tu Nombre. (1:6-7)


¿Qué soy? (Parte 1)

L.pII.14.1:1-3

Esta sección es una de las afirmaciones más poderosas del Curso acerca de su visión de nuestra verdadera naturaleza, de cómo se puede lograr dentro de este mundo del espacio y del tiempo, y de la función que procede naturalmente del hecho de lo que somos. El primer párrafo es una declaración enormemente poderosa, en primera persona, de nuestra Identidad real. A menudo descubro que leer algo así en voz alta, para mí mismo, me ayuda a poner toda mi atención en ello y a sentir lo que está diciendo. Otro efecto añadido es que, al hacer estas afirmaciones firmemente, diciéndolas como si realmente las creyese (aunque todavía no las crea), hace surgir en mi mente pensamientos que se oponen. Darse cuenta de esos pensamientos y escribirlos puede ser un ejercicio muy útil para descubrir las creencias ocultas del ego que están en mi mente, de modo que puedo reconocer su presencia y decidir que ya no las quiero.

Por ejemplo, en la primera frase leemos:

Soy el Hijo de Dios, pleno, sano e íntegro... (1:1). Descubro pensamientos que se oponen, tales como: “Todavía me falta mucho para estar completo, me queda mucho camino por recorrer”. “Estoy dividido, no íntegro”. Me gustaría estar sano ya, pero no lo estoy”. Éstas son lecciones que el ego me ha enseñado, y no son verdad. Puedo reconocer que estos pensamientos me están impidiendo aceptar el mensaje del Curso, y puedo elegir abandonarlos. Por ejemplo, podría decir: “Me siento incompleto y creo en mi incompleción, pero en realidad estoy completo. Quiero conocer mi propia compleción”.

Soy el Hijo de Dios… resplandeciente en el reflejo de Su Amor. (1:1)

La luz en mí es el reflejo de la Luz de Dios y del Amor de Dios. Extiendo luz, pero mi gloria es un reflejo, como la luz de la luna es un reflejo de la del sol y depende totalmente de éste. Es algo que procede de Dios y que se extiende a través de mí, pero que no procede de mí, y a menos que reconozca mi unión con mi Creador, oculto ese resplandor.

En mí Su creación se santifica y Se le garantiza vida eterna. (1:2)

Esto suena como lo que Jesús, en la tradición cristiana, dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Y ciertamente Jesús podría decir también estas palabras (“En mí Su creación se santifica y Se le garantiza vida eterna”). Pero, ¡nosotros también! Nosotros somos todo lo que Él era y es, eso es lo que Él nos dice en este Curso. La creación “se santifica” (se vuelve santa) en mí. Yo no necesito hacerme santo o volverme santo, soy una fuente (una fuente reflejada, pero una fuente) de santidad. Y lo que soy garantiza vida eterna para toda la creación, porque toda la creación es lo que yo soy. Soy el Hijo de Dios, el resplandor de Su Amor que se extiende hacia fuera y se convierte en lo que yo soy, eso es también lo que es toda la creación, la extensión de Su Amor. El hecho de que soy el Hijo de Dios, una extensión de Su Ser, como un rayo que se extiende desde el sol, garantiza la vida eterna porque lo que Dios es, es eterno, y si yo soy un efecto de Dios, Que es eterno, entonces yo también debo ser eterno, Su efecto para siempre.

En mí el amor alcanza la perfección, el miedo es imposible y la dicha se establece sin opuestos. (1:3)

Nos resulta difícil creer que el amor perfecto está en nosotros. “La razón de que tengas tan poca fe en ti mismo es que no estás dispuesto a aceptar el hecho de que dentro de ti se encuentra el amor perfecto” (T.15.VI.2:1). No es que sea difícil de creer, ¡es que no queremos creerlo! Nuestra identidad como ego depende de que esto no sea cierto. Si el perfecto Amor de Dios está en nosotros, entonces lo que somos procede de Dios y no de nosotros solos, que es lo que el ego quiere que creamos. Preferimos ser miedo a ser amor, porque nosotros inventamos el miedo. La verdad sigue siendo verdad, el amor perfecto está en nosotros, lo creamos o no, pensemos que lo queremos o no. Lo que creemos no cambia la creación de Dios.

El miedo es imposible en mí. Eso produce un montón de reacción negativa, ¿verdad? “Si el miedo es imposible, entonces ¿qué demonios es esto que estoy sintiendo? ¿Qué es? El Curso respondería que lo que sentimos es una ilusión, algo que no existe, un producto de nuestra imaginación. Lo que es no significa nada. ¿Y si cuando tengo miedo me dijera a mí mismo: “Pienso que estoy sintiendo miedo, pero el miedo en mí es imposible”? ¿Y si me diera cuenta de que lo que pienso que estoy sintiendo no está en mí, sino que es una idea ilusoria de mí mismo que he confundido con lo que soy?


“Y la dicha se establece sin opuestos”. Ésa es mi realidad. Probablemente ahora no lo siento de ese modo. Incluso cuando siento la dicha, siempre hay un opuesto acechando en la sombra. Pero ese opuesto, ese miedo, esa oscura presencia, no es real. No hay nada de lo que tener miedo y, en realidad, no existe nada a lo que temer.

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