DESPERTAR AL AMOR

martes, 19 de diciembre de 2017

19 DICIEMBRE: Mis ojos, mi boca, mis manos y mis pies tienen hoy un solo propósito: estar al servicio de Cristo a fin de que Él pueda utilizarlos para bendecir al mundo con milagros.

AUDIOLIBRO




EJERCICIOS


LECCIÓN 353


Mis ojos, mi boca, mis manos y mis pies tienen hoy un solo propósito: estar al servicio de Cristo a fin de que Él pueda utilizarlos para bendecir al mundo con milagros.


1. Padre, hoy le entrego a Cristo todo lo que es mío para que Él lo utilice de la manera que sea más beneficiosa para el propósito que comparto con Él. 2Nada es exclusivamente mío, pues Él y yo nos hemos unido en un propósito común. 3De este modo, el aprendizaje casi ha llegado a su señalado final. 4Por un tiempo colaboraré con Él en el logro de Su propó­sito. 5Luego me fundiré en mi Identidad y reconoceré que Cristo no es sino mi Ser.




Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

Estas últimas diez lecciones (sin contar la última) representan el estado mental al que el Curso pretende llevarnos. En esta lección vemos el trabajo final de los pensamientos del Curso acerca del cuerpo. No es que el cuerpo se ignore, se desprecie o se descuide, sino que cada parte sea usada para bendecir al mundo con milagros. No se ataca ni se rebaja al cuerpo, en lugar de ello se le da un nuevo propósito que comparte con Cristo.

Padre, hoy le entrego a Cristo todo lo que es mío para que Él lo utilice de la manera que sea más beneficiosa para el propósito que comparto con Él. Nada es exclusivamente mío, pues Él y yo nos hemos unido en un propósito común. (1:1-2)

En el Cielo nuestra función es la creación, algo que aparentemente no podemos entender completamente hasta que nuestra mente despierte al Cielo, pero aquí nuestra función es el puro reflejo de la creación: dar milagros, extender el perdón. Podríamos decir que nuestra función aquí es reconocer a la creación, ya que perdonar es reconocer a nuestro hermano tal como Dios lo creó, y no como lo hemos hecho nosotros con la proyección de nuestra propia culpa.

Entonces, con toda la determinación que pueda reunir, voy a unirme al propósito de Cristo. Voy a darle mis manos, mis ojos, mi lengua, y mis pies. ¿Por qué no orar en silencio y, muy concretamente hacerlo? “Padre, hoy Le doy mis manos a Cristo para que las use para el propósito que comparto con Él: bendecir al mundo con milagros”. Luego repite lo mismo pero con las otras partes del cuerpo. Recuerda este pensamiento durante el día y renueva tu regalo a Cristo, llevando tu mente a su verdadero propósito cada vez que te acuerdes.

De este modo, el aprendizaje casi ha llegado a su señalado final. Por un tiempo colaboraré con Él en el logro de Su propósito. Luego me fundiré en mi Identidad y reconoceré que Cristo no es sino mi Ser. (1:3-5)

Cuando hayamos llegado al punto en el que verdaderamente Le hayamos dado todo lo que tenemos a Cristo para que lo use para Su propósito, habremos completado casi el programa de estudios. Todo lo que queda es permanecer un poco más aquí, sirviendo a Su propósito, compartiendo la luz con aquellas mentes que estén todavía nubladas. Esto describe casi a un avatar, un maestro iluminado que está en la tierra únicamente para servir a los que no han llegado tan lejos.

Cuando ese tiempo de servicio se haya terminado, “me fundiré en mi Identidad y reconoceré que Cristo no es sino mi Ser” (1:5). El ego se deshará y desaparecerá, la voluntad individual dejará de existir como algo separado (que nunca existió en realidad) y se extenderá en el Ser Uno de Cristo. No se perderá nada en este proceso, excepto nuestra separación.

No desesperes, corazón mío, si esto parece muy lejos de ti ahora. Está mucho más cerca de lo que te atreves a creer. Eres mucho más de lo que crees que eres. Entrégate a este propósito con alegría. El Espíritu Santo te proporcionará los medios. Estate dispuesto a ir en esta dirección, y no juzgues lo cerca o lejos que estás, lo fácil o difícil que piensas que es el camino. Estate dispuesto a que se haga. No sientas ansiedad o inquietud si parece evitarte, la inquietud es sólo una estrategia de retraso. Descansa, corazón mío. Confía. Los ángeles te contemplan esperando el nacimiento de Cristo en ti. No tengas miedo. ¡Alégrate!


¿Qué soy? (Parte 3)

L.pII.14.2:1-3

La necesidad de usar palabras está casi llegando a su fin ahora. (2:1)

A lo largo del Libro de Ejercicios, las palabras se han usado para enseñarnos e inspirarnos, y hemos usado en nuestras prácticas las palabras que se nos han dado. Cuando estemos verdaderamente listos para “graduarnos” del Libro de Ejercicios y de su nivel de entrenamiento, estaremos listos para abandonar las palabras concretas. Estaremos preparados para pasar nuestros días en comunicación constante con el Espíritu Santo, sin necesidad de palabras especiales que entrenen nuestra mente de acuerdo a las líneas del Curso, porque en ese punto nuestra mente estará completamente entrenada. Practicaremos habitualmente instantes santos y a menudo pasaremos tiempo cada día renovando nuestra mente en la Presencia de Dios.

Pocos de nosotros, si es que hay alguno, estamos en ese punto. Sé, muy a pesar mío, que yo no lo estoy. No he seguido fielmente el programa de entrenamiento que se nos ha dado (escrito en 1995), y por eso todavía necesito más entrenamiento, en el que el uso de palabras todavía es fundamental. Todavía necesito el apoyo de las palabras. El próximo año repetiré el Libro de Ejercicios de nuevo. No a regañadientes ni con una sensación de fracaso, ¡oh, no! He progresado mucho en este último año, creo. Las lecciones permanecen conmigo durante el día mucho más que antes, y mi mente se acuerda de aplicarlas como respuesta a la “tentación”. No siempre, pero más a menudo.

Mas en los últimos días de este año que tú y yo juntos le ofrecimos a Dios, hemos encontrado un solo propósito, el cual compartimos. (2:2)

Seguramente éste es uno de los propósitos del Libro de Ejercicios, que lleguemos a darnos cuenta de que compartimos un propósito con Jesús, somos salvadores (ver párrafo 3). Hemos empezado a recordar no sólo nuestra propia inocencia sino nuestro propósito, para el cual fuimos creados: para extender amor a otros, tal como Dios nos creó al extender Su Amor.

Y al concederle el regalo de nuestro perdón, éste se nos concede a nosotros. (3:3)

Puesto que hemos aprendido que estamos aquí para bendecir al mundo, nosotros somos bendecidos. Puesto que hemos aprendido a perdonar, recibimos nuestro propio perdón. Ésta es la ley del amor. Así es como funciona el amor.

Cuando el propósito de entrenamiento del Libro de Ejercicios se haya completado en nosotros, no sólo habremos encontrado nuestra propia salvación individual, habremos descubierto que nuestra salvación está en llevar liberación a otros. Nos salvamos al salvar a otros, sanamos al sanar a otros. “Sanaré a medida que Le permita enseñarme a sanar” (T.2.V(A).18:6).




TEXTO


VIII. La realidad inmutable



1. Las apariencias engañan, pero pueden cambiar. 2La realidad, en cambio, es inmutable. 3No engaña en absoluto, y si tú no pue­des ver más allá de las apariencias, te estás dejando engañar. 4Pues todo lo que ves cambiará; sin embargo, antes pensabas que era real, y ahora crees que es real nuevamente. 5De este modo, la realidad se ve reducida a formas y se la considera susceptible de cambiar. 6La realidad, no obstante, es inmutable. 7Esto es lo que hace que sea real y lo que la distingue de todas las apariencias. 8Tiene que estar más allá de toda forma para poder ser ella misma. 9No puede cambiar.

2. El milagro es un medio para demostrar que todas las aparien­cias pueden cambiar precisamente porque son apariencias y por­que carecen del atributo de inmutabilidad que la realidad entraña. 2El milagro da fe de que te puedes salvar de las apariencias al demostrar que éstas pueden cambiar. 3En tu hermano reside una inmutabilidad que está más allá de cualquier apariencia o engaño. 4Mas se ve nublada por tus cambiantes ideas acerca de él, que tú percibes como su realidad. 5Lo que constituiría un sueño feliz con respecto a él adopta la forma de una apariencia en la que él goza de perfecta salud, se encuentra completamente inmune a cualquier clase de carencia y está perfectamente a salvo de cualquier clase de desastre. 6El milagro es la prueba de que él no está limitado por ninguna clase de pérdida o sufrimiento, ya que todo ello puede cambiar tan fácilmente. 7Esto demuestra que nunca fueron reales y que no pudieron haber surgido de su reali­dad. 8Pues ésta es inmutable, y no hay nada en el Cielo o en la tierra que pueda jamás alterar sus efectos. 9Es evidente, en cam­bio, que las apariencias son irreales precisamente porque pueden cambiar.

3. ¿Qué es la tentación, sino el deseo de hacer que las ilusiones sean reales? 2No parece ser el deseo de hacer que lo que es real no lo sea. 3Sin embargo, es una afirmación de que algunas clases de ídolos ejercen una poderosa atracción que los hace más difíciles de resistir que aquellos que tú preferirías que no fuesen reales. 4Toda tentación, por lo tanto, no es más que esto: una plegaria para que el milagro no ejerza influencia sobre algunos sueños, y para que, en vez de ello, mantenga su irrealidad oculta y les otor­gue realidad. 5El Cielo no responde a tal oración, ni tampoco se te puede conceder un milagro para sanar las apariencias que no te gustan. 6Has establecido límites. 7Lo que pides se te concede, pero no por el Dios que no conoce límites. 8Sólo tú te has limitado a ti mismo.

4. La realidad es inmutable. 2Los milagros no hacen sino mostrar que lo que tú has interpuesto entre la realidad y tu conciencia es ilusorio y que no es en modo alguno una interferencia. 3El costo de la creencia de que algunas apariencias están más allá de cual­quier esperanza de cambio es que el milagro no se obra a través de ti de manera consistente. 4Pues has pedido que no tenga el poder de sanar todos los sueños. 5No hay milagro que no se te pueda conceder si realmente deseas la curación. 6Pero no se te puede conceder ninguno a menos que la desees. 7Si eliges lo que quieres sanar, habrás coartado la libertad de concederle Sus dones al Hijo de Dios a Aquel que otorga todos los milagros. 8Cuando el Hijo de Dios cae en la tentación, niega la realidad. 9Y de este modo, se convierte voluntariamente en esclavo de lo que eligió a cambio.

5. Precisamente porque la realidad es inmutable, existe en ella un milagro que sana todas las cosas cambiantes y te las ofrece para que las veas en una forma que te brinda felicidad y que está libre de temor. 2Se te concederá poder ver a tu hermano de esta manera. 3Pero no mientras quieras que sea de otra manera con respecto a ciertas cosas. 4Pues eso sólo significaría que no lo quie­res ver curado e íntegro. 5El Cristo en él es perfecto. 6¿Es esto lo que quieres contemplar? 7No dejes entonces que haya sueños acerca de él que tú prefieras ver en lugar del Cristo en él. 8Y verás al Cristo en él porque permitiste que Él viniera a ti. 9Y cuando Él se te haya aparecido, tendrás la certeza de que eres como Él, pues Él es lo inmutable en tu hermano y en ti.

6. Eso es lo que contemplarás cuando decidas que no hay nin­guna apariencia que prefieras conservar en lugar de lo que tu hermano realmente es. 2No dejes que la tentación de preferir un sueño permita que la incertidumbre se presente ahí. 3No te sien­tas culpable y temeroso cuando un sueño acerca de lo que él es te tiente. 4Pero no le atribuyas a ese sueño el poder de reemplazar lo inmutable en tu hermano en la percepción que tienes de él. 5No hay falsa apariencia que no desaparezca, si en lugar de ella pides un milagro. 6No hay dolor del que él no se pueda liberar, sólo con que desees que él sea lo que no puede sino ser. 7¿Por qué habrías de temer ver a Cristo en él? 8Pues en todo lo que ves no haces sino contemplarte a ti mismo. 9Y conforme él sane, tú te liberarás de la culpabilidad, pues lo que él aparenta ser es la imagen que tú tienes de ti mismo.



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