DESPERTAR AL AMOR

domingo, 24 de diciembre de 2017

24 DICIEMBRE. Ninguna invocación a Dios puede dejar de ser oída o no recibir respuesta. Y de esto puedo estar seguro: Su respuesta es la única que realmente deseo.

AUDIOLIBRO


EJERCICIOS

 

 

LECCIÓN 358



Ninguna invocación a Dios puede dejar de ser oída o no recibir respuesta. Y de esto puedo estar seguro: Su respuesta es la única que realmente deseo.


1. Tú que recuerdas lo que realmente soy, eres el único que recuerda lo que realmente deseo. 2Hablas en Nombre de Dios, y, por lo tanto, hablas en mi nombre. 3Y lo que me concedes procede de Dios Mismo. 4Tu Voz, entonces, Padre mío, es mía también, y lo único que quiero es lo que Tú me ofreces, en la forma exacta en que Tú eliges que yo lo reciba. 5Permí­teme recordar todo lo que no sé, y deja que mi voz se acalle, mientras lo recuerdo. 6Y no dejes que me olvide de Tu Amor ni de Tu cuidado, antes bien, ayúdame a mantener siempre presente en mi conciencia la pro­mesa que le hiciste a Tu Hijo. 7No dejes que olvide que mi ser no es nada, pero que mi Ser lo es todo.




Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

El ego está continuamente trabajando para convencernos de que queremos muchas cosas diferentes, cosas que a menudo se oponen unas a otras. Hemos escuchado a nuestro ego durante tanto tiempo que estamos completamente confundidos acerca de lo que queremos. Una lección del comienzo dice: “No percibo lo que más me conviene” (L.24).

Puesto que estoy tan confundido acerca de lo que realmente quiero, es muchísimo mejor dejar esa elección en manos del Espíritu Santo:

Tú que recuerdas lo que realmente soy, eres el único que recuerda lo que realmente deseo. (1:1)

Necesito recordar esto a menudo, especialmente cuando pienso que deseo algo con gran intensidad. “Quiero ese ordenador nuevo”. “Quiero una relación amorosa, íntima y sexualmente comprometida”. “Quiero un trabajo mejor”. Necesito recordarme a mí mismo: “Espera un minuto, Allen. ¡Recuerda! No recuerdas claramente quién eres, así que ¿cómo puedes saber lo que realmente quieres?”

Parte de aprender el Curso es acostumbrarnos a escuchar al Espíritu Santo. Y parte de esa lección es darnos cuenta de que Él habla por nosotros, y no sólo por Dios. Puede parecer que no estoy de acuerdo con lo que Él parece querer para mí, y necesito darme cuenta de que lo que Él quiere para mí es lo que yo realmente quiero, aunque mi ego me diga lo contrario.

Tu Voz, entonces, Padre mío, es mía también, y lo único que quiero es lo que Tú me ofreces, en la forma exacta en que Tú eliges que yo lo reciba. (1:4)

Muy a menudo me siento inclinado a pensar que quiero lo que Dios quiere dar, pero luego decido la forma en que tiene que llegarme. Oigo que la Voluntad de Dios para mí es perfecta felicidad, y luego decido la forma que esa felicidad debe tener. Tengo que dar un paso más, como esta lección hace: Yo quiero lo que Dios quiere, y lo vea o no en este momento, lo quiero en la misma forma en que Él elige dármelo, y no en la forma que pienso que debe tener.

Como padre, me acuerdo muchas veces de cuando intentaba convencer a uno de mis hijos de que realmente no quería lo que pensaba que quería. Tal vez él decía: “Quiero el chicle rojo”. Y yo solía decirle: “No, Ben, el rojo no es dulce, es canela picante, y no te gustará”. Y él solía decir: “¡¡Quiero el rojo!!” Nosotros hacemos lo mismo con Dios, mucho más a menudo de lo que estamos dispuestos a admitir.

Permíteme recordar todo lo que no sé, y deja que mi voz se acalle, mientras lo recuerdo. (1:5)

Cuando pienso que sé lo que quiero, que me dé cuenta de que no lo sé. Que me calle y deje la rabieta, que me acalle y escuche la Voz de mi Padre. Él habla por mí y por Dios. Él sabe lo que de verdad quiero, y seguir Su consejo es sabiduría. Él nos ama, se ocupa de nosotros, nos ha prometido estar siempre con nosotros. Que confíe en Él, aunque no entienda, sabiendo que ¡Dios lo sabe mejor!

No dejes que olvide que mi ser no es nada, pero que mi Ser lo es todo. (1:7)

El pequeño “yo”, el ego individual, no es nada, Quien yo soy es todo. El Espíritu Santo siempre habla desde el punto de vista de ese Ser más extenso. Él no busca beneficiar y mimar al pequeño “yo”, Él siempre trabaja para llevarnos a la plena consciencia del Ser. A veces lo que me da se opone al pequeño “yo”, pero nos está llevando a la plena consciencia del Ser. Por esa razón nuestra idea de lo que queremos está tan deformada, y lo que Él quiere para nosotros parece a veces ser algo que no queremos. Estamos confundidos acerca de quien somos. Él no está confundido. Por eso, confiemos en Su sabiduría, aquietémonos, y sepamos que Él es Dios.


¿Qué soy? (Parte 8)

L.pII.14.4:4

Y desde la unión que hemos alcanzado, invitamos a todos nuestros hermanos a compartir nuestra paz y a consumar nuestra dicha. (4:4)

Alcanzamos la unidad poco a poco. En realidad no “alcanzamos” la unidad sino que la recordamos, nos hacemos conscientes de lo que siempre ha sido así. Pero, en el tiempo, parece como si la alcanzásemos poco a poco. Empezamos con instantes santos muy cortos, chispazos de recuerdo, como un sueño olvidado que estamos intentando recordar. Esos momentos de recuerdo vienen cada vez más a menudo, cada vez más claros, y al final cada vez duran más, hasta que un día recordemos completamente y para siempre. Cada instante que pasamos en esa unidad, reconocemos que no estamos ahí solos, y que no podemos estar ahí solos. Sentimos paz y dicha, pero nuestra dicha no puede ser completa hasta que todos la compartan con nosotros y despierten a la realidad de Quien son. Por eso, les llamamos, nos extendemos hasta todos.

El estado mental que estamos buscando, que podríamos llamar el estado mental iluminado, es el que se da cuenta de su unión con todas las creaciones de Dios, y que se propone reestablecer a todas sus partes la perfecta comunicación de esa perfecta unidad. Como el “bodhisatva” de la tradición budista que renuncia al Nirvana para salvar a otros, no queriendo pasar a ese estado de perfecto gozo hasta que incluso “cada brizna de hierba esté iluminada”, así los que están en la mente recta llaman continuamente a sus hermanos, pidiéndoles que compartan su paz. Jesús es un ejemplo de esta actitud, como dice en el Texto, en la Sección “El Círculo de la Expiación”:

Yo estoy dentro del círculo, llamándote a que vengas a la paz. Enseña paz conmigo, y álzate conmigo en tierra santa. Recuerda por todos el poder que tu Padre les ha otorgado. No pienses que no puedes enseñar Su perfecta paz. No permanezcas afuera, sino únete a mí adentro. No dejes de cumplir el único propósito al que mi enseñanza te exhorta. Devuélvele a Dios Su Hijo tal como Él lo creó, enseñándole que es inocente. (T.14.V.9:4-10)


Ocupa quedamente tu puesto dentro del círculo, y atrae a todas las mentes torturadas para que se unan a ti en la seguridad de su paz y de su santidad. (T.14.V.8:6)


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