DESPERTAR AL AMOR

miércoles, 6 de diciembre de 2017

6 DICIEMBRE: Hoy puedo liberarme de todo sufrimiento.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCIÓN 340


Hoy puedo liberarme de todo sufrimiento.


1. Padre te doy las gracias por el día de hoy y por la libertad que estoy seguro me ha de brindar. 2Hoy es un día santo, pues hoy Tu Hijo será redimido. 3Su sufrimiento ha terminado. 4Pues él oirá Tu Voz exhortán­dole a que busque la visión de Cristo a través del perdón y se libere para siempre de todo sufrimiento. 5Gracias por el día de hoy, Padre mío. 6Vine a este mundo sólo para llegar a tener este día, así como la alegría y libertad que encierra para Tu santo Hijo y para el mundo que él fabricó, el cual hoy se libera junto con él.

2. ¡Regocíjate hoy! 2¡Regocíjate! 3Hoy no hay cabida para nada que no sea alegría y agradecimiento. 4Nuestro Padre ha redimido a Su Hijo en este día. 5Ni uno solo de nosotros dejará de salvarse hoy. 6No habrá nadie que no esté a salvo del miedo ni nadie a quien el Padre no acoja en Su regazo, despierto ahora en el Cielo, en el Corazón del Amor.




Instrucciones para la práctica

Una vez al mes durante la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, introduciré este recordatorio de repasar las instrucciones de la práctica. Recuerda, estas instrucciones exponen con detalle las costumbres o hábitos de la práctica diaria que el Libro de Ejercicios está intentando ayudarnos a formar. Si no creas estas costumbres o hábitos, te pierdes lo principal de todo el programa de entrenamiento.

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

A partir de la Lección 221 del Libro de Ejercicios, se pretende que las lecciones sean pequeñas introducciones a los instantes santos de experiencia directa de la verdad. Como dice la Introducción a la Segunda Parte del Libro de Ejercicios:

Lo que nos proponemos ahora es que los ejercicios sean sólo un preámbulo. Pues aguardamos con serena expectación a nuestro Dios y Padre. (L.pII.In.2:1-2)

Diremos más bien algunas palabras sencillas a modo de bienvenida, y luego esperaremos que nuestro Padre Se revele a Sí Mismo, tal como ha prometido que lo hará. (L.pII.In.3:3)

Expresaremos las palabras de invitación que Su Voz sugiere y luego esperaremos a que Él venga a nosotros. (L.pII.In..4:6)

Las “palabras de invitación” parecen referirse a las oraciones de cada lección (en cursiva). La idea es que leamos la lección y pensemos en ella un minuto o dos. Luego, repetimos la oración que invita a Dios a unirse a nosotros. Al trabajar con estas lecciones, he descubierto un beneficio que va en aumento cada vez más al poner mi atención en estas oraciones y hacerlas muy personales. Luego, esperamos, en silencio, hasta que seamos conscientes de la Presencia de Dios con nosotros. Ése es el propósito de los ejercicios.

Hoy puedo liberarme de todo sufrimiento. (Título de la lección)

Que me recuerde a mí mismo esto. Liberarme del sufrimiento es mi elección. Hoy tengo la posibilidad de ser libre. Cuando escucho la Voz de Dios dirigiéndome para encontrar la visión de Cristo por medio del perdón, me liberaré para siempre de todo sufrimiento (1:4). Voy a pensar en eso durante un momento, hacer la oración que se me da aquí, y luego sentarme en silencio y esperar, escuchando, abriendo mi mente a esa visión.

Todavía no vivo con esa visión, sólo de vez en cuando. A mí me parece que todavía me queda un trecho. Así que espero. Vacío mi mente, la dejo a Su disposición y Le pido que me llene con esa visión y que la aumente en mi mente.

Vine a este mundo sólo para llegar a tener este día, así como la alegría y libertad que encierra para Tu santo Hijo y para el mundo que él fabricó, el cual hoy se libera junto con él. (1:6)

Alcanzar la visión de Cristo es la razón por la que estoy aquí, vine a este mundo sólo para eso. ¡Tal vez hoy! Me abro a ella, libero a mi mente de todos los pensamientos de menor importancia y Te ofrezco mi mente. En este instante santo puedo alcanzar esa liberación. Tal vez no dure más que unos minutos o unos segundos. Tal vez venga a mi mente y permanezca conmigo todo el día. La salvación ya se ha logrado, y puedo hacerme consciente de ello ahora mismo. Aunque lo olvide dentro de diez minutos, aunque “pierda” esa consciencia, el recuerdo permanecerá y me sostendrá, transformando mi día de lo que hubiera sido si no hubiera pasado esos momentos Contigo. Por eso me dedico a ello en este momento, a recordarlo.

Todos recordaremos. Dios nos reunirá a todos en Él Mismo, y juntos despertaremos en el Cielo en el Corazón del Amor (2:5-6). ¡Anímate, alma mía! El resultado es tan seguro como Dios. El camino puede parecer largo a veces, pero el final es seguro, y mi corazón no tiene por qué estar ansioso. Estoy contento en este momento por estar Contigo. No necesito nada más. “Hoy no hay cabida para nada que no sea alegría y agradecimiento” (2:3), y sólo esto acepto en mi santa mente hoy.


¿Qué es el ego? (Parte 10)

L.pII.12.5:2

Y la paz se les restituirá para siempre a las santas mentes que Dios creó como Su Hijo, Su morada, Su dicha y Su amor, completamente Suyas, y completamente unidas a Él. (5:2)

¿Cómo es posible que el perdón pueda hacer esto? El miedo y la culpa producidos por creer que el ego es real es la causa de todo nuestro sufrimiento. Nuestro loco deseo de ser “un ser separado” es lo que nos hace ver a Dios y a todo el universo como nuestros enemigos y lo que nos llena de pesadillas de castigo. El perdón nos muestra que lo que pensábamos que nos habíamos hecho a nosotros mismos no ha sucedido. No hay ninguna razón para nuestra culpa. El perdón nos libera del terror al castigo, y nos hace darnos cuenta de que nuestra unidad con Dios continúa exactamente igual. Seguimos siendo “Su morada, Su dicha y Su amor, completamente Suyas, y completamente unidas a Él”. Y con ese conocimiento recuperamos la paz para siempre.

Cuando el perdón nos limpia, nos damos cuenta de que “Hoy puedo liberarme de todo sufrimiento” (L.340). El pensamiento del ego en nuestra mente es el que pinta la intranquilidad encima de la calma eterna de nuestra mente tal como Dios la creó. Abandonar ese pensamiento, aunque sea por un instante, nos trae paz de inmediato. El pensamiento de separación, de una identidad independiente, fue el error original:

Ese único error, que llevó a la verdad a la ilusión, a lo infinito a lo temporal, y a la vida a la muerte, fue el único que jamás cometiste. Todo tu mundo se basa en él. Todo lo que ves lo refleja, y todas las relaciones especiales que jamás entablaste proceden de él. (T.18.I.4:4-6)

No te das cuenta de la magnitud de ese único error. Fue tan inmenso y tan absolutamente increíble que de él no pudo sino surgir un mundo totalmente irreal. (T.18.I.5:2-3)

El perdón nos muestra que lo que pensamos que hemos hecho no tiene ninguna consecuencia real. Elimina los obstáculos a nuestra consciencia de Dios. Ese terrible error, sobre el que descansa todo nuestro mundo, no tuvo ninguna consecuencia, nuestra unión con Dios continúa para siempre sin interrupción. Ahora y siempre, descansamos en Su paz.





TEXTO

 

VIII. El anti-Cristo



1. ¿Qué es un ídolo? 2¿Crees saberlo? 3Pues los ídolos no se reco­nocen como tales y nunca se ven como realmente son. 4Ése es su único poder. 5Su propósito es turbio, y son a la vez temidos y venerados porque no sabes para qué son, ni para qué se concibie­ron. 6Un ídolo es una imagen de tu hermano a la que atribuyes más valor que a él. 7Sea cual sea la forma de los ídolos, los inven­tas para reemplazar a tu hermano. 8Y esto es lo que nunca se percibe o se reconoce. 9Mas así es, trátese de un cuerpo o de una cosa; de un lugar o de una situación; de una circunstancia o de un objeto que se posea o se desee; de un derecho que se exija o de uno que ya se tenga.

2. No dejes que las formas que adoptan te engañen, 2pues los ídolos no son sino sustitutos de tu realidad. 3De alguna manera crees que completan tu pequeño yo, ofreciéndote así seguridad en un mundo que percibes como peligroso, y en el que hay fuer­zas que se han aglutinado a fin de quebrantar tu confianza y destruir tu paz. 4Crees que los ídolos tienen el poder de remediar tus deficiencias y de proporcionarte la valía que no tienes. 5Todo aquel que cree en ellos se convierte en esclavo de la pequeñez y de la pérdida. 6Y así, tiene que buscar más allá de su pequeño yo la fuerza necesaria para levantar la cabeza y emanciparse de todo el sufrimiento que el mundo refleja. 7Ésta es la sanción que pagas por no buscar en tu interior la certeza y la tranquilidad que te libera del mundo y que te permite alzarte por encima de él, en quietud y en paz.

3. Un ídolo es una falsa impresión o una creencia falsa; alguna forma de anti-Cristo que constituye una brecha entre el Cristo y lo que tú ves. 2Un ídolo es un deseo hecho tangible al que se le ha dado forma, que se percibe entonces como real y se ve como algo externo a la mente. 3No obstante, sigue siendo un pensamiento y no puede abandonar la mente de la que procede. 4Ni tampoco su forma es algo separado de la idea que representa. 5Toda forma de anti-Cristo se opone a Cristo. 6pende ante Su faz como un os­curo velo que parece separarte de Él, dejándote solo y desampa­rado en las tinieblas. 7La luz, sin embargo, está ahí. 8Una nube no puede apagar el sol. 9Ni un velo puede hacer desaparecer aquello que parece dividir, ni atenuar en lo más mínimo la luz misma.

4. Este mundo de ídolos es un velo que cubre la faz de Cristo porque su propósito es separarte de tu hermano. 2Es un propó­sito tenebroso y temible, y, sin embargo, es un pensamiento que ni siquiera tiene el poder de cambiar una brizna de hierba de algo vivo a un signo de muerte. 3Su forma no está en ninguna parte, pues su fuente está en aquella parte de tu mente de la que Dios está ausente. 4¿Dónde se encuentra este lugar del que se ha excluido y se ha mantenido aparte lo que está en todas partes? 5¿Qué mano podría alzarse y obstruir los designios de Dios? 6¿De quién es la voz que podría exigir que Él no entrase? 7Lo que se cree "más-que-todo" no es algo que deba hacerte temblar o que deba acobardarte. 8El enemigo de Cristo no está en ninguna parte. 9No puede adoptar ninguna forma en la que jamás pueda ser real.

5. ¿Qué es un ídolo? 2¡Un ídolo no es nada! 3Se necesita creer en él para que parezca cobrar vida, y se le tiene que dotar de poder para que pueda ser temido. 4Su vida y su poder son el regalo que le da el que cree en él, y esto es lo que el milagro restituye a lo que sí tiene vida y poder dignos del don del Cielo y de la paz eterna. 5El milagro no restaura la verdad, que es la luz que el velo no pudo apagar. 6Simplemente descorre el velo, y deja que la verdad brille libremente, al ser lo que es. 7La verdad no necesita que se crea en ella para ser lo que es, pues ha sido creada, y, por lo tanto, es.

6. Un ídolo se establece creyendo en él, y cuando la creencia se abandona, el ídolo "muere". 2Esto es lo que es el anti-Cristo: la extraña idea de que hay un poder más allá de la omnipotencia, un lugar más allá del infinito y un tiempo que transciende lo eterno. 3Ahí el mundo de los ídolos ha sido establecido por la idea de que ese poder, lugar y tiempo tienen forma, y de que configuran el mundo en el que lo imposible ha ocurrido. 4Ahí lo inmortal viene a morir, lo que todo lo abarca a sufrir pérdidas y lo eterno a convertirse en esclavo del tiempo. 5Ahí lo inmutable cambia, y la paz de Dios, que Él otorgó para siempre a toda cosa viviente, da paso al caos. 6Y el Hijo de Dios, tan perfecto, impeca­ble* y amoroso como su Padre, viene a odiar por un tiempo, a padecer y finalmente a morir.

7. ¿Dónde están los ídolos? 2¡En ninguna parte! 3¿ Podría haber brechas en lo que es infinito? a¿Podría haber un lugar en el que el tiempo pudiese interrumpir la eternidad? 4Un paraje de oscuri­dad allí donde todo es luz o un sombrío nicho dentro de lo que es infinito no tiene un lugar donde poder existir. 5Los ídolos están más allá de donde Dios ha establecido todas las cosas para siem­pre, y donde no dejó cabida para nada, excepto Su Voluntad. 6Un ídolo no es nada, ni se encuentra en ninguna parte, mientras que Dios lo es todo y se encuentra en todas partes.

8¿Cuál es, entonces, el propósito de los ídolos? 2¿Cuál es su fina­lidad? 3Ésta es la única pregunta para la que hay muchas respues­tas, dependiendo de a quién se le haya preguntado. 4El mundo cree en ídolos. 5Nadie viene a él a menos que los haya venerado y trate todavía de buscar uno que aún le pueda ofrecer un regalo que la realidad no posee. 6Todo idólatra abriga la esperanza de que sus deidades especiales le han de dar más de lo que otras personas poseen. 7Tiene que ser más. 8No importa realmente de qué se trate: más belleza, más inteligencia, más riqueza o incluso más aflicción o dolor. 9Pero para eso es un ídolo, para darte más de algo. 10Y cuando uno falla otro viene a ocupar su lugar, y tú esperas que te pueda conseguir más de otra cosa. 11No te dejes engañar por las formas en que esa "otra cosa" se manifiesta. 12Un ídolo es un medio para obtener más de algo. 13Y eso es lo que va en contra de la Voluntad de Dios.

9. Dios no tiene muchos hijos, sino uno sólo. 2¿A cuál de ellos se le puede dar más y a cuál menos? 3En el Cielo el Hijo de Dios no podría por menos que reírse de la idea de que un ídolo pudiese interrumpir su paz. 4El Espíritu Santo habla en nombre de ese Hijo, y te dice que los ídolos no tienen ningún propósito aquí. 5Pues más que el Cielo jamás podrás tener. 6si el Cielo se encuen­tra en ti, ¿por qué ir en pos de ídolos que lo menoscabarían, cre­yendo que te van a dar más de lo que Dios os otorgó a tu hermano y a ti, en cuanto que uno con Él? 7Dios te dio todo lo que existe. 8Y para asegurarse de que no lo pudieses perder, se lo dio también a toda cosa viviente. 9Y así, toda cosa viviente es parte de ti, así como de Él. 10Ningún ídolo puede hacer que seas más que Dios. 11Mas nunca estarás satisfecho siendo menos.

 

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