DESPERTAR AL AMOR

martes, 6 de marzo de 2018

6 MARZO: Mi única función es la que Dios me dio.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCION 65 


Mi única función es la que Dios me dio.

1. La idea de hoy reafirma tu compromiso con la salvación. 2También te recuerda que no tienes ninguna otra función salvo ésa. 3Ambos pensamientos son obviamente necesarios para un com­promiso total. 4La salvación no podrá ser tu único propósito mien­tras sigas abrigando otros. 5Aceptar la salvación como tu única función entraña necesariamente dos fases: el reconocimiento de que la salvación es tu función, y la renuncia a todas las demás metas que tú mismo has inventado.

 
2. Ésta es la única manera en que puedes ocupar el lugar que te corresponde entre los salvadores del mundo. 2Ésta es la única manera en que puedes decir, y decirlo en serio: "Mi única función es la que Dios me dio". 3Y ésta es la única manera en que puedes encontrar paz.

 
3. Hoy, y durante los próximos días, reserva diez o quince minu­tos para una sesión de práctica más prolongada, en la que trates de entender y aceptar el verdadero significado de la idea de hoy. 2La idea de hoy te ofrece el que puedas escapar de todas las difi­cultades que percibes. 3Pone en tus manos la llave que abre la puerta de la paz, la cual tú mismo cerraste. 4Es la respuesta a la incesante búsqueda en la que has estado enfrascado desde los orígenes del tiempo.

 
4. Trata, en la medida de lo posible, de llevar a cabo las sesiones de práctica más largas a la misma hora todos los días. 2Trata asi­mismo, de fijar esa hora de antemano, y de adherirte luego al máximo al horario establecido. 3El propósito de esto es organizar tu día de tal manera que hayas reservado tiempo para Dios, así como para todos los propósitos y objetivos triviales que persi­gues. 4Esto es parte del entrenamiento a largo plazo que tu mente necesita para adquirir disciplina, de modo que el Espíritu Santo pueda valerse de ella de manera consistente para el propósito que comparte contigo.

 
5. En la sesión de práctica más prolongada, comienza repasando la idea de hoy. 2Luego cierra los ojos y repite la idea para tus adentros una vez más, observando tu mente con gran deteni­miento a fin de poder captar cualquier pensamiento que cruce por ella. 3Al principio, no trates de concentrarte exclusivamente en aquellos pensamientos que estén relacionados con la idea de hoy. 4Trata, más bien, de poner al descubierto cada pensamiento que surja para obstaculizarla. 5Toma nota de cada uno de ellos con el mayor desapego posible según se presente, y deséchalos uno por uno a medida que te dices a ti mismo:

6Este pensamiento refleja un objetivo que me está impi­diendo aceptar mi única función.

6. Después de un rato, te resultará más difícil poder detectar los pensamientos que causan interferencia. 2Sigue tratando, no obs­tante, durante un minuto más o menos, intentando detectar algu­nos de los pensamientos vanos que previamente eludieron tu atención, pero sin afanarte o esforzarte innecesariamente en ello. 3Luego repite para tus adentros:

4Que en esta tabla rasa quede escrita mi verdadera función.

5No es preciso que uses estas mismas palabras, pero trata de tener la sensación de que estás dispuesto a que tus propósitos ilusorios sean reemplazados por la verdad.

 
7. Finalmente, repite la idea de hoy una vez más y dedica el resto de la sesión de práctica a reflexionar sobre la importancia que dicha idea tiene para ti, el alivio que su aceptación te ha de brin­dar al resolver todos tus conflictos de una vez por todas, y lo mucho que realmente deseas la salvación, a pesar de tus absur­das ideas al contrario.

 
8. En las sesiones de práctica más cortas, que deben hacerse por lo menos una vez por hora, usa el siguiente modelo al aplicar la idea de hoy:

2Mi única función es la que Dios me dio. 3No quiero nin­guna otra ni tengo ninguna otra.

4Cierra los ojos en algunas ocasiones al practicar esto, y en otras, manténlos abiertos mientras miras a tu alrededor. 5Lo que ahora ves será totalmente diferente cuando aceptes la idea de hoy sin reservas.





Instrucciones para la práctica

Propósito: Abandonar nuestras metas habituales, aunque sólo sea por un rato, para que así puedas poner toda tu atención en aceptar la función que Dios te dio como tu única función.

Ejercicios más largos: Una vez, de diez a quince minutos. 

  • Repite la idea, luego cierra los ojos y repítela de nuevo. 
  • Observa cuidadosamente tu mente, el paso de lo que consideras pensamientos normales. Observa cada uno con tranquilidad (como se te enseñó en lecciones anteriores) y di: “Este pensamiento refleja un objetivo que me está impidiendo aceptar mi única función”. Cuando empieces a quedarte sin pensamientos de ese tipo, intenta durante un minuto o así atrapar cualquier pensamiento que quede, aunque no hagas ningún esfuerzo por encontrarlos. La razón de esta fase es vaciar tu mente de tus metas y funciones habituales. 
  • Luego di: “Que en esta tabla rasa quede escrita mi verdadera función”, o la misma idea con tus propias palabras. Estate dispuesto a que las metas que te has adjudicado a ti mismo sean reemplazadas por la de Dios. 
  • Repite la idea de nuevo y pasa el resto de la sesión de práctica pensando acerca de la idea y dejando que te vengan pensamientos relacionados. Habiendo expulsado tus funciones habituales, ahora estás intentando “entender y aceptar” (3:1) tu verdadera función, para reflexionar activamente acerca de ella a fin de que se convierta en la tuya propia. Pon toda tu atención concretamente en la importancia y lo deseable de tu función, y la resolución y alivio que te ofrece. Cuando surjan pensamientos de distracción, te sugiero que los hagas desaparecer con la frase que acabamos de usar: “Este pensamiento refleja un objetivo…”


Observaciones: Cuando dice que necesitas elegir un horario para la sesión más larga de práctica, y que lo mantengas durante el día y durante los próximos días, eso puede sonar amenazador. Sin embargo, tiene perfecto sentido. Estás empezando a entregar toda tu vida a tu verdadera función. Dedicarle un tiempo durante el día, un tiempo sólo para eso, un tiempo que es como una roca firme en un río de objetivos sin importancia que no paran, es una estrella, un pie en el hogar. Si no puedes dejar que tu verdadera función ponga un pie en el hogar, ¿cómo puedes alcanzar el punto en el que le dedicas toda tu vida?

Recordatorios frecuentes: Al menos uno por hora.
A veces usa la primera de estas dos formas; otras, usa la segunda: Cierra los ojos y di: “Mi única función es la que Dios me dio. No quiero ninguna otra ni tengo ninguna otra”. Mira a tu alrededor y di la misma frase, dándote cuenta de que lo que ves parecerá completamente diferente cuando aceptes de verdad lo que estás diciendo. (Sugiero que lo intentes ahora y veas el efecto que tiene sobre ti).

Comentario

De lo que me di cuenta cuando lo leí fue la última frase del primer párrafo:

“Aceptar la salvación como tu única función entraña necesariamente dos fases: el reconocimiento de que la salvación es tu función, y la renuncia a todas las demás metas que tú mismo has inventado”. (1:5)

Algunos de nosotros todavía podemos estar teniendo problemas con la primera fase: reconocer la salvación como nuestra función. No es fácil. Decir: “Mi tarea es sanar y ser sanado” requiere un cambio fundamental en la mente para la mayoría. Vernos a nosotros mismos como la luz del mundo no es algo que nos llegue fácilmente. Por eso las lecciones anteriores han tratado ese hecho, y aparecerá de nuevo en lecciones posteriores.

Esta lección va más allá de reconocer que la salvación es nuestra función, añade el pensamiento de que es nuestra única función. Lo deja muy claro que para que esto sea así, todas las demás funciones deben ser abandonadas. Dios nos dio esta única función, y ninguna otra. Las otras nos las hemos inventado nosotros mismos, y cada función diferente compite en algún modo y le quita importancia a la que Dios nos dio.

A medida que transcurre el día, observo cómo mis “propósitos y objetivos triviales” (4:3) interfieren con la búsqueda de mi única función. Puedo observarlo en la práctica sencilla que se propone para los próximos días: reservar de diez a quince minutos para intentar entender y aceptar la idea del día. La lección me pide que me organice el día a fin de reservar este tiempo para Dios. Reservar estos quince minutos requerirá que deje a un lado otros propósitos durante esos minutos. Sacará el tema tratado en esta lección: el modo en que mis otros objetivos compiten con la función que Dios me ha dado.

En mi comprensión con el Curso, el asunto de reconocer mi verdadera función puede tener lugar muy pronto, lo que puede llevar más tiempo es el proceso de abandonar todos mis propósitos menores hasta que no tenga ningún otro que el de Dios. Al principio, no tenemos ni idea de los muchos propósitos competitivos que nos hemos asignado a nosotros mismos. Lleva tiempo descubrirlos y abandonarlos todos. Hoy es sólo el principio, pero cuanto más en serio me tome esta idea, más eficaz puede ser la práctica de hoy.





TEXTO
 
IV. La curación como reconocimiento de la verdad
  
1. La verdad sólo puede ser reconocida y necesita únicamente ser reconocida. 2La inspiración procede del Espíritu Santo, y la cer­teza de Dios, tal como lo estipulan Sus leyes. 3Ambas cosas, por lo tanto, proceden de la misma Fuente, porque la inspiración pro­cede de la Voz que habla en favor de Dios, y la certeza, de las leyes de Dios. 4La curación no procede directamente de Dios, Quien sabe que Sus creaciones gozan de perfecta plenitud. 5Aun así, la curación sigue siendo parte del ámbito de Dios porque procede de Su Voz y de Sus leyes. 6Es el resultado de éstas, en un estado mental que no conoce a Dios. 7Ese estado le es desconocido a Él, y, por lo tanto, no existe, pero aquellos que duermen no son cons­cientes. 8Puesto que no son conscientes, no saben nada.

2. El Espíritu Santo tiene que operar a través de ti para enseñarte que Él mora en ti. 2Es éste un paso intermedio encaminado al conocimiento de que tú estás en Dios porque formas parte de Él. 3Los milagros que el Espíritu Santo inspira no pueden entrañar grados de dificultad porque todas las partes de la creación son de un mismo orden. 4Ésa es la Voluntad de Dios y la tuya. 5Las leyes de Dios así lo estipulan, y el Espíritu Santo te lo recuerda. 6Cuando curas, estás recordando las leyes de Dios y olvidándote de las del ego. 7Dije anteriormente que olvidar es simplemente una forma de recordar mejor. 8Olvidar, por lo tanto, cuando se percibe correctamente, no es lo opuesto a recordar. 9Si se percibe incorrectamente, da lugar a una percepción que está en conflicto con alguna otra cosa, como ocurre con toda percepción inco­rrecta. 10Mas si se percibe correctamente, puede usarse como un medio para escapar del conflicto, como ocurre con toda percep­ción correcta.

3. El ego no quiere enseñarle a nadie lo que ha aprendido, pues eso sería contrario a su propósito. 2Por lo tanto, no aprende nada en absoluto. 3El Espíritu Santo te enseña a usar lo que el ego ha fabricado a fin de enseñarte lo opuesto a lo que el ego ha "apren­dido”. 4Lo que el ego ha aprendido es tan irrelevante como la facultad particular que utilizó para aprenderlo. 5Lo único que tienes que hacer es esforzarte por aprender, pues el Espíritu Santo tiene un objetivo unificado para tus esfuerzos. 6Si se apli­can diferentes facultades a un solo objetivo durante un período de tiempo lo suficientemente largo, las facultades en sí se unifi­can. 7Esto se debe a que se canalizan en una sola dirección, o de la misma manera. 8En última instancia, pues, todas contribuyen a un mismo resultado, y, en virtud de ello, se pone de relieve lo que tienen en común en vez de sus diferencias.

4. Todas las capacidades deben entregársele, por lo tanto, al Espí­ritu Santo, Quien sabe cómo usarlas debidamente. 2Las usa exclu­sivamente para curar porque únicamente te conoce en tu plenitud. 3Al curar aprendes lo que es la plenitud, y al aprender lo que es la plenitud, aprendes a recordar a Dios. 4Te has olvidado de Él, pero el Espíritu Santo entiende que tu olvido tiene que ser transfor­mado en una forma de recordar.

5. El objetivo del ego es tan unificado como el del Espíritu Santo, y por ello sus respectivos objetivos jamás podrán reconciliarse en modo alguno ni desde ningún punto de vista. 2El ego siempre trata de dividir y separar. 3El Espíritu Santo, de unificar y curar. 4A medida que curas, eres curado, ya que el Espíritu Santo no ve grados de dificultad en la curación. 5Curar es la manera de desva­necer la creencia de que existen diferencias; al ser la única manera de percibir a la Filiación como una sola entidad. 6Esta percepción, por lo tanto, está en armonía con las leyes de Dios; aun cuando tiene lugar en un estado mental que no está en armonía con el Suyo. 7La fuerza de la percepción correcta es tan grande que pone a la mente en armonía con la Mente de Dios, pues se encuentra al servicio de Su Voz, la cual mora en todos vosotros.

6. Pensar que puedes oponerte a la Voluntad de Dios es un ver­dadero desvarío. 2El ego cree que puede hacerlo y que puede ofrecerte su propia "voluntad" como regalo. 3Mas esa voluntad no te interesa. 4No es un regalo. 5No es nada en absoluto. 6Dios te ha dado un regalo que simultáneamente tienes y eres. 7Cuando no lo usas, te olvidas de que lo tienes. 8Al no recordarlo, no sabes lo que eres. 9Curar, por consiguiente, es una manera de abordar el conocimiento pensando de acuerdo con las leyes de Dios y reco­nociendo su universalidad. 10Sin este reconocimiento, haces que esas leyes no signifiquen nada para ti. 11Aun así, Sus leyes siguen teniendo sentido, ya que encierran todo el significado que existe, el cual está contenido en ellas.

7. Busca primero el Reino de los Cielos porque ahí es donde las leyes de Dios operan verdaderamente, y no pueden sino operar verdaderamente porque son las leyes de la verdad. 2Pero busca sólo eso, puesto que no puedes encontrar nada más. 3No hay nada más. 4Dios es el Todo de todo en un sentido muy literal. 5Todo ser existe en Él, que es todo Ser. 6Por lo tanto, tú existes en Él, ya que tu Ser es el Suyo. 7Curar es una manera de olvidar la sensación de peligro que el ego ha sembrado en ti, al no reconocer la existencia de éste en tu hermano. 8Esto refuerza al Espíritu Santo en ambos porque significa que te has negado a darle validez al miedo. 9El amor sólo necesita esta invitación. 10El amor llega libremente a toda la Filiación, al ser lo que la Filiación es. 11Cuando despiertas al amor, estás simplemente olvidando lo que no eres, 12lo cual te capacita para recordar lo que sí eres.










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