DESPERTAR AL AMOR

jueves, 26 de abril de 2018

26 ABRIL: TERCER REPASO Repaso de lecciones 101 Y 102


AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCION 117

Para los repasos de mañana y noche:

1. (101) La Voluntad de Dios para mí es perfecta felicidad.

2La Voluntad de Dios para mí es perfecta felicidad.
3Lo único que me puede hacer sufrir es la creencia de que hay otra voluntad aparte de la Suya.

2. (102) Comparto con Dios Su Voluntad de que yo sea feliz.

2Comparto lo que la Voluntad de mi Padre dispone para mí, Su Hijo.
3Lo que Él me ha dado es lo único que quiero.
4Lo que Él me ha dado es lo único que existe.

3. A la hora en punto:
2La Voluntad de Dios para mí es perfecta felicidad.

3Media hora más tarde:
4Comparto con Dios Su Voluntad de que yo sea feliz.



Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones del Tercer Repaso

Comentario

En algún lugar de nuestra mente colectiva hay un mito obscuro y terrible. El mito significa que la Voluntad de Dios para nosotros es sufrimiento, sacrificio, la pérdida de todo lo que amamos, renunciar a todo lo que queremos por Su Reino. Según este mito hacer la Voluntad de Dios es una cosa sin alegría y sombría. En una de sus conferencias, Marianne Williamson lo describió así: “Creía que tendría que vestirme de gris el resto de mi vida”.

La Voluntad de Dios es felicidad. ¿Cómo puede el Amor querer menos que eso para nosotros? Cada ser humano, incluso los más mezquinos, quieren que sus seres amados sean felices. ¿Cómo hemos podido imaginar que Dios, Amor perfecto, quería algo distinto a la perfecta felicidad para nosotros?

Entonces, todo nuestro sufrimiento debe venir de la creencia de que hay alguna “otra” voluntad que se opone a la de Dios y quiere estropear nuestra felicidad. Quizá, secretamente sospechamos que esa voluntad es la nuestra. Si no, sabemos que “ellos” están ahí fuera en algún lugar, y que la tienen tomada con nosotros. Sin embargo, no hay “otra” voluntad. No hay un poder malvado acechando al universo y apuntando a nuestra destrucción. Sólo existe Dios.

Comparto con Dios Su Voluntad de que yo sea feliz. No soy un incurable destructor de mí mismo, con un ramalazo obscuro e incomprensible contra Dios, contra el universo, y contra mí mismo, que me lleva sin remedio a la muerte. Mi verdadera voluntad es la de Dios, y yo quiero felicidad. “Mi voluntad es que haya luz”, como decía la lección 37. Su Voluntad es todo lo que realmente quiero.

El Curso habla mucho sobre los tenebrosos cimientos del ego que llevan a la muerte. Esas corrientes sombrías circulan por nuestra mente, deformando y viciando nuestra experiencia en este mundo. Pero el Curso no nos deja ahí, sin esperanza. Trae el mensaje de que aunque el ego parece real, no es lo que nosotros somos. No tiene poder sobre nosotros, es una invención equivocada de nuestra mente. Y debido a que nosotros lo hicimos, podemos deshacerlo. Ya que lo elegimos, podemos elegir de nuevo. Si dejamos de tenerle miedo a esos rincones tenebrosos de nuestra mente y los miramos de frente, reconoceremos que no tienen fundamento. Más allá de ellos veremos a nuestro Ser. Veremos lo que esos obscuros cimientos han estado ocultando todo el tiempo: nuestro propio intenso y ardiente amor a Dios, y el Suyo a nosotros (ver T.13.III.2:8). Aquí, en el auténtico cimiento de nuestro ser, queremos lo que Dios quiere y amamos lo que Dios ama.

Hoy, me permito descansar en el pensamiento feliz de que en el centro de mi ser hay un impulso irresistible hacia la verdad. Quizá no sienta “perfecta felicidad”, pero la sentiré. Tengo que sentirla porque lo más profundo de mi corazón lo quiere y se une a Dios en Su Voluntad, y no hay nada que pueda oponerse, nada real o con poder para oponerse.

“La Voluntad de Dios se hace sean cuales fueren tus reacciones a la Voz del Espíritu Santo, sea cual fuere la voz que elijas escuchar y sea cuales fueren los extraños pensamientos que te asalten”. (T.13.XI.5:3-4)

Es imposible que no alcances el Cielo, pues Dios es algo seguro, y lo que Su Voluntad dispone es tan seguro como Él. (T.13.XI.8:9)





TEXTO

8.  Hermosa criatura de Dios, estás pidiendo solamente lo que te prometí. 2¿Crees que yo te iba a engañar? 3El Reino de los Cielos está dentro de ti. 4Ten fe en que la verdad está en mí porque yo sé que está en ti. 5Los Hijos de Dios no tienen nada que no  compartan. 6Pídele la verdad a cualquier Hijo de Dios, y me la habrás pedido a mí. 7Cada uno de nosotros tiene dentro de sí la respuesta para poder dársela a cualquiera que la pida.

9. Pídele cualquier cosa al Hijo de Dios y su Padre te lo concederá, pues Cristo no se engaña con respecto a Su Padre, ni Su Padre se engaña con respecto a Cristo. 2No te engañes, pues, con respecto a tu hermano, y considera sus pensamientos amorosos como lo único que constituye su realidad, pues al negar que su mente esté dividida sanarás la tuya. 3Acéptalo como su Padre lo acepta y cúrale en Cristo, pues Cristo es su  curación así como la tuya. 4Cristo es el Hijo de Dios que no está en modo alguno separado de Su Padre y cuyos pensamientos son tan amorosos como el Pensa­miento de Su Padre, mediante el cual fue creado. 5No te engañes con respecto al Hijo de Dios, pues, si lo haces, no podrás sino engañarte inevitablemente con respecto a ti mismo. 6Y al enga­ñarte con respecto ti mismo te engañarás con respecto a tu Padre, para Quien cualquier engaño es imposible.

10. En el mundo real no hay enfermedades, pues en él no hay sepa­ración ni división. 2En él sólo se reconocen los pensamientos amo­rosos, puesto que todo el mundo dispone de tu ayuda, la Ayuda de Dios va contigo a todas partes. 3A medida que, por el hecho de pedir esta Ayuda estés dispuesto aceptarla, la ofrecerás porque la desearás. 4Nada estará fuera del alcance de tu poder sanador porque nada que pidas te será negado. 5¿Qué problema puede haber que no desaparezca en presencia de la Respuesta de Dios? 6Pide, entonces, conocer la realidad de tu hermano porque eso es lo que percibirás en él, y en su belleza verás reflejada la tuya.

11. No aceptes la percepción variable que tu hermano tiene de sí mismo, pues su mente dividida es la tuya, y no aceptarás tu pro­pia curación sin la suya. 2Compartís el mundo real de la misma manera en que compartís el Cielo, y la curación de tu hermano es tu curación. 3Amarte a ti mismo es curarte a ti mismo, y no pue­des percibir una parte de ti mismo como enferma y lograr tu objetivo. 4Hermano mío, sanamos juntos al vivir juntos y al amar juntos. 5No te engañes con respecto al Hijo de Dios, pues él es uno consigo mismo, y uno con su Padre. 6Ama a aquel a quien su Padre ama, y te darás cuenta del Amor que tu Padre te profesa. 

12. Si percibes que un hermano te ha ofendido arranca la ofensa de tu mente, pues es Cristo el que te ofende y estás engañado con respecto a Él. 2 Sana en Cristo y no te sientas ofendido por Él, pues la ofensa no tiene cabida en Él. 3Si lo que percibes te ofende, te ofendes a ti mismo y condenas al Hijo de Dios a quien Dios no condena. 4Deja que el Espíritu Santo elimine todas las ofensas que el Hijo de Dios comete contra sí mismo y no percibas a nadie si no es a través de Su consejo, pues Él quiere salvarte de toda condenación. 5Acepta Su poder sanador y extiéndelo a todos los que Él te envíe, pues Su Voluntad es sanar al Hijo de Dios, con respecto al cual Él no se engaña.

13. Los niños perciben fantasmas, monstruos y dragones espanto­sos y se aterran. 2Mas si preguntan a alguien en quien confían cuál es el significado de lo que perciben, y están dispuestos a abandonar sus propias interpretaciones en favor de la realidad, su miedo desaparece junto con ellas. 3Cuando se ayuda a un niño a que se dé cuenta de que lo que pensaba que era un fantasma es en realidad una cortina, el "monstruo" una sombra y el "dragón" un sueño, deja entonces de tener miedo y se ríe felizmente de su propio miedo.

14. Hijo mío, tienes miedo de tus hermanos, de tu Padre y de ti mismo. 2Pero estás simplemente engañado con respecto a ellos y con respecto a ti mismo. 3Pregúntale al Maestro de la realidad lo que son ellos y lo que eres tú, y al escuchar Su respuesta, tú también te reirás de tus miedos y los reemplazarás con la paz. 4Pues el miedo no se encuentra en la realidad, sino en las mentes de aquellos niños que no entienden la realidad. 5Es únicamente su falta de entendimiento lo que les asusta, y cuando aprenden a percibir correctamente dejan de tener miedo. 6Y así, cuando vuel­van a tener miedo preguntarán de nuevo cuál es la verdad. 7No es la realidad de tus hermanos, ni la de tu Padre ni la tuya lo que te asusta. 8No sabes lo que son y debido a ello los percibes a ellos y a ti mismo como fantasmas, monstruos y dragones. 9Pregúntale cuál es su realidad a Aquel que la conoce, y Él te dirá lo que ellos son. 10Pues tú no entiendes lo que ellos son, y, puesto que estás engañado con respecto a lo que ves, necesitas la realidad para poder desvanecer tus miedos.

15. ¿No intercambiarías tus miedos por la verdad, teniendo en cuenta que puedes lograrlo sólo con pedirlo? 2Pues si Dios no está engañado con respecto a ti, únicamente tú puedes estar engañado con respecto a ti mismo. 3Puedes, no obstante, aprender del Espí­ritu Santo cuál es la verdad acerca de ti, y Él te enseñará que, al ser tú parte de Dios, el engaño no tiene cabida en ti. 4Cuando te perci­bas a ti mismo sin engaño alguno, aceptarás el mundo real en lugar del mundo falso que fabricaste. 5Y entonces tu Padre des­cenderá hasta ti y dará el último paso por ti, elevándote hasta Él.








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