EJERCICIOS
LECCION 125
En la quietud recibo hoy la Palabra de Dios.
1. Deja que hoy sea un día de quietud y de sosegada escucha. 2La Voluntad de tu Padre es que hoy oigas Su Palabra. 3Por eso te llama desde lo más recóndito de tu mente donde Él mora. 4Óyele hoy. 5No podrá haber paz hasta que Su Palabra sea oída por todos los rincones del mundo, y tu mente, escuchando en quietud, acepte el mensaje que el mundo tiene que oír para que pueda dar comienzo la serena hora de la paz.
Instrucciones para la práctica
Propósito: Oír a Dios hablarte, recibir Su Palabra.
Más largo: 3 veces (en los momentos más adecuados para el silencio), durante diez minutos.
Ayer se nos dijo que no necesitábamos instrucciones especiales para nuestra práctica más larga. Siguiendo con esto, hoy se nos dice que todo lo que necesitamos es acallar y aquietar nuestra mente. “No necesitas ninguna otra regla” (9:2). Sin embargo, la lección nos dice algo más que esto. Podemos organizar sus instrucciones en tres pasos.
- Aquieta tu mente. Acalla tus pensamientos caóticos, tus deseos sin significado, y todos tus juicios.
- Entra en ese “sereno lugar de tu mente donde Él mora para siempre” (4:3), el trono de Dios en tu mente, el centro de quietud.
- Espera y escucha. Cuando llegas a ese lugar de quietud en tu mente, tu tarea se ha acabado. Simplemente espera y escucha, con confianza de que tu Padre vendrá a ti y te dirá Su Palabra. Por supuesto, oír Su Voz puede presentarse de maneras diferentes: desde oír palabras a recibir ideas o imágenes o sentimientos.
Recordatorios frecuentes: Cada hora, durante un momento.
Repite la idea. Date cuenta de que al hacerlo te estás recordando a ti mismo el propósito especial de hoy: recibir la Palabra de Dios. Luego pasa un rato escuchando en la quietud.
Comentario
Todo lo que hoy se nos pide es estar en silencio y quietos durante diez minutos, 3 veces durante el día y cada hora. Únicamente estar en silencio. “Sólo necesitas estar muy quieto. No necesitas ninguna otra regla que ésta” (9:1-2). “Sólo necesitas estar quieto y escuchar” (9:3). “Su Voz espera tu silencio, pues Su Palabra no puede ser oída hasta que tu mente se haya aquietado por un rato y tus vanos deseos hayan sido acallados” (6:2).
¿No es sorprendente cuánta práctica se necesita para aprender a aquietarnos? No puedo decirte cuántas veces me he sentado a meditar y aquietarme y, a veces sólo unos pocos minutos más tarde, me he encontrado a mí mismo tan distraído con algunos pensamientos que me venían que abro los ojos y me levanto para “hacer algo” antes de darme cuenta de lo que estoy haciendo. Me dejo caer de nuevo en la silla, diciéndome entre dientes “¡Cielos!” por la distracción de mi mente. Respiro profundamente, pienso para mí: “Quieto, Allen. Quieto. Paz, aquiétate”.
Las dificultades que tengo para aquietarme, en lugar de levantarse como un obstáculo insuperable, se han convertido en indicadores de cuánto necesito esta práctica. Claramente el Curso nos está enseñando que una mente en silencio es esencial. “El recuerdo de Dios aflora en la mente que está serena” (T.23.I.1:1). No podemos oír Su Voz hasta que nos aquietemos durante un rato.
El Curso describe la voz del ego con frases llenas de color: “insensatos alaridos”, “chillidos estridentes e imaginaciones enfermizas”, “alaridos discordantes y chillones”, “insensato ruido de sonidos que no tienen sentido”, “frenéticos y tumultuosos pensamientos, sonidos e imágenes de este mundo demente”, “estridentes gritos e insensatos arranques de furia”, “una voz estridente y ensordecedora”, “frenética avalancha de pensamientos sin sentido”.
Nuestro ego es una máquina constante de hacer ruido que intenta tapar la Voz de Dios; necesitamos aprender a acallar nuestra mente, dejar de prestarle atención a los gritos del ego. El ego es ruido, el espíritu es silencio. Entonces, tiene mucho mérito estar en silencio, aunque parezca que no sucede nada más. Que hoy recuerde dedicar este tiempo para aquietarme, para estar en silencio, y para escuchar.
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1 Referencias de las descripciones de arriba acerca de la voz del ego: T.25.V.3:5; L.49.4:3;
Psicot. 2.VI.2:6; T.31.I.6:1; L.49.4:4; T.21.V.1:6; T.27.VI.1:2; L.198.11:2
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